27/03/2022, 19:21
La kunoichi no sólo demostraba tener fuerza en los músculos, sino más velocidad. Rápidamente ella logro adelantarse pese a que ambos habían partido a ver lo sucedido. El joven carraspeó para sus adentros al verse superado ya que se suponía que él era el que tenía que arreglar las cosas. «Pero al menos no tendré que arreglar las cosas solo.» Trató de consolarse. Sin embargo, en esos momentos no sabía cuanto iba a necesitar ayuda; por que sí, las cosas estaban por ponerse feas sin saberlo.
Para cuando Lyndis avistó algo en la lejanía, ya era demasiado tarde para al menos uno de los matones. Uno de los caballos pasó corriendo al lado de la kunoichi huyendo en dirección contraria. Delante, sangre.
Alguien estaba tirado sin un brazo en un charco de su propio líquido vital, mientras otro era sujetado por una cosa amorfa que no tenía una silueta fácilmente reconocible. Si tuviera que tratar de asignar una forma, sería patas de guepardo, un cuerpo y cabeza alargadas como el de una marta, brazos largos como el de un mandril y 4 colas anilladas y peludas como las de un mapache. La bestia tenía sus dos patas traseras encima de la cara y el brazo derecho de su víctima respectivamente. Había tomado con ambas manos la otra extremidad superior del bandido, halando con fuerza como si quisiera arrancárselo mientras el sujeto gritaba y se retorcía en vano.
El jefe de los matones estaba petrificado, al lado de su caballo que estaba herido en el piso, tratando de levantarse en vano.
Para cuando Lyndis avistó algo en la lejanía, ya era demasiado tarde para al menos uno de los matones. Uno de los caballos pasó corriendo al lado de la kunoichi huyendo en dirección contraria. Delante, sangre.
Alguien estaba tirado sin un brazo en un charco de su propio líquido vital, mientras otro era sujetado por una cosa amorfa que no tenía una silueta fácilmente reconocible. Si tuviera que tratar de asignar una forma, sería patas de guepardo, un cuerpo y cabeza alargadas como el de una marta, brazos largos como el de un mandril y 4 colas anilladas y peludas como las de un mapache. La bestia tenía sus dos patas traseras encima de la cara y el brazo derecho de su víctima respectivamente. Había tomado con ambas manos la otra extremidad superior del bandido, halando con fuerza como si quisiera arrancárselo mientras el sujeto gritaba y se retorcía en vano.
El jefe de los matones estaba petrificado, al lado de su caballo que estaba herido en el piso, tratando de levantarse en vano.