9/04/2022, 00:32
El receptor de la charla se quedó sorprendido al oír la historia que tenía por contarle el foráneo. Nunca pensó que se iba a formar tanto alboroto por dejar un segundo la tienda libre, tampoco había tanta criminalidad por aquella zona como para que vaya con tanto cuidado. Aunque puede que el señor haya pecado de inocente en esta situación.
—Oh, vaya... Vaya.
A pesar de su inocencia, el hombre tampoco era del todo tonto. Antes de que regrese Siete había revisado bien su local, mirando que no falte nada de todo lo que había allí. Dinero, mercancía, lo que fuera.
—No te disculpes, ahora entiendo tu reacción cuando llegué. En parte es culpa mía, no tuve que haber dejado abierta la tienda cuando me fui, no lo haré más. Ni siquiera si es solo por dos minutos. — Expresó con total sinceridad. Viró hacia el mostrador, volviendo a verificar sus cosas, ahora solo con la vista, que nada esté fuera de lugar. —Me llama demasiado la atención que esta rata no haya tocado nada de lo que hay aquí. No me falta ni un ryo.
A pesar de todo el problema y la rara situación que habían vivido, el vendedor estaba a punto de ir a uno de los paraguas que tenía en la mano el shinobi. Porque si, en Ame, en Uzu o, incluso, hasta en el mismísimo culo de Oonindo, los mercaderes se dedicaban a negociar y este hombre no se salía de la regla. Sea como sea, la persona que entre, iba a intentar venderle una sombrilla.
Pero el chico insistió con una pregunta antes de que el señor pueda hablar.
—¿Hurtos? Bueno, por estas calles no tanto. — Soltó y pensó por un segundo, intentando recordar algo del estilo. —Digamos, algún carterista o ladrones del estilo puede haber, pero no suele pasar mucho. Generalmente los terminan atrapando. Pero una estafa como te acaba de pasar... puff, ya ni recuerdo cuando fue la última vez que escuche eso.
—Oh, vaya... Vaya.
A pesar de su inocencia, el hombre tampoco era del todo tonto. Antes de que regrese Siete había revisado bien su local, mirando que no falte nada de todo lo que había allí. Dinero, mercancía, lo que fuera.
—No te disculpes, ahora entiendo tu reacción cuando llegué. En parte es culpa mía, no tuve que haber dejado abierta la tienda cuando me fui, no lo haré más. Ni siquiera si es solo por dos minutos. — Expresó con total sinceridad. Viró hacia el mostrador, volviendo a verificar sus cosas, ahora solo con la vista, que nada esté fuera de lugar. —Me llama demasiado la atención que esta rata no haya tocado nada de lo que hay aquí. No me falta ni un ryo.
A pesar de todo el problema y la rara situación que habían vivido, el vendedor estaba a punto de ir a uno de los paraguas que tenía en la mano el shinobi. Porque si, en Ame, en Uzu o, incluso, hasta en el mismísimo culo de Oonindo, los mercaderes se dedicaban a negociar y este hombre no se salía de la regla. Sea como sea, la persona que entre, iba a intentar venderle una sombrilla.
Pero el chico insistió con una pregunta antes de que el señor pueda hablar.
—¿Hurtos? Bueno, por estas calles no tanto. — Soltó y pensó por un segundo, intentando recordar algo del estilo. —Digamos, algún carterista o ladrones del estilo puede haber, pero no suele pasar mucho. Generalmente los terminan atrapando. Pero una estafa como te acaba de pasar... puff, ya ni recuerdo cuando fue la última vez que escuche eso.