8/02/2016, 00:57
Daruu se adelantó violentamente.
—¡Esp...! —exclamó una angustiada Ayame, pero una gélida mano la retuvo en el sitio antes de que pudiera interponerse en el camino del muchacho. Así que se vio obligada a resignarse con un gemido ahogado.
Daruu paró a escasos centímetros de Zetsuo, quien seguía sosteniendo su mirada el orgulloso temple de un muro de piedra. El muchacho apretó sendos puños; pero, contra todo pronóstico, terminó inclinando el cuerpo en una marcada reverencia.
—Lamento mucho mi osadía, Zetsuo-san. Pero espero que me juzgue mejor cuando me conozca un poco más —dijo Daruu, y Zetsuo alzó una ceja en un gesto que mediaba entre la sorpresa de lo inesperado y el escepticismo—. Eso sí. Si peleo contra Ayame... Ganaré.
La aludida tragó saliva con cierto esfuerzo. La sentencia estaba firmada, y casi podría asegurar que aquel reto ya iba más allá de la infantil apuesta de sus padres. Sin embargo, y aunque estaba terriblemente asustada, la sola perspectiva de volver a enfrentarse a Daruu la llenaba de emoción. Era un sentimiento demasiado extraño, y Ayame se agarró el kimono a la altura del pecho tratando de reprimir las mariposas que aleteaban, inquietas.
—Eso ya lo veremos, chico —Zetsuo ladeó ligeramente la cabeza, aún con sus ojos aguamarina clavados en Daruu. Era como si aquellos ojos afilados quisieran mirar más allá de él... más allá de su mente... en el núcleo de su alma...
«Querías caerle bien a la gente, Daruu, ¿qué narices pens...!»
Fue como si hubiesen cortado súbitamente el cable invisible que los unía. En cuanto Kiroe apoyó la mano en la cabeza de su hijo, los pensamientos que estaba examinando se silenciaron como si hubiesen colocado un muro invisible entre ellos dos.
—Vaya, parece que al fin y al cabo, mi niño se hace mayor... —intervino Kiroe, y al fin Zetsuo apartó sus ojos del chico. Ya no había nada más que pudiera interesarle... En su lugar estaba aquella mujer, a la que jamás había logrado leerle la mente. Y comenzaba a sospechar el por qué—. Bueno, Zetsuo, se ha disculpado. Ya es algo más de lo que hizo Danbaku en la vida, y bien que seguíais siendo amigos —continuó, y Zetsuo dejó escapar un resoplido—. Por cierto... ¿Tienes problemas de memoria? ¿Cuántas veces le ganaste a Danbaku? La última vez que lo conté, yo diría que las mismas que perdiste.
En aquella ocasión, Zetsuo ni se dignó a responder. El grupo continuó su camino y Ayame se permitió relajarse un tanto. Suspiró, y en aquella ocasión fue ella la que se colocó junto a Daruu.
—Menos mal... —dijo, aunque aquel era un comentario que no tenía otro fin que romper el hielo. Le miró de reojo un par de veces, meditando la manera que debía preguntar lo que estaba a punto de decir, y sólo al cabo de varios segundos decidió lanzarse a la piscina—: Oye... Danbaku-san es tu padre, ¿no? P... ¿Por qué no ha venido con vosotros?
—¡Esp...! —exclamó una angustiada Ayame, pero una gélida mano la retuvo en el sitio antes de que pudiera interponerse en el camino del muchacho. Así que se vio obligada a resignarse con un gemido ahogado.
Daruu paró a escasos centímetros de Zetsuo, quien seguía sosteniendo su mirada el orgulloso temple de un muro de piedra. El muchacho apretó sendos puños; pero, contra todo pronóstico, terminó inclinando el cuerpo en una marcada reverencia.
—Lamento mucho mi osadía, Zetsuo-san. Pero espero que me juzgue mejor cuando me conozca un poco más —dijo Daruu, y Zetsuo alzó una ceja en un gesto que mediaba entre la sorpresa de lo inesperado y el escepticismo—. Eso sí. Si peleo contra Ayame... Ganaré.
La aludida tragó saliva con cierto esfuerzo. La sentencia estaba firmada, y casi podría asegurar que aquel reto ya iba más allá de la infantil apuesta de sus padres. Sin embargo, y aunque estaba terriblemente asustada, la sola perspectiva de volver a enfrentarse a Daruu la llenaba de emoción. Era un sentimiento demasiado extraño, y Ayame se agarró el kimono a la altura del pecho tratando de reprimir las mariposas que aleteaban, inquietas.
—Eso ya lo veremos, chico —Zetsuo ladeó ligeramente la cabeza, aún con sus ojos aguamarina clavados en Daruu. Era como si aquellos ojos afilados quisieran mirar más allá de él... más allá de su mente... en el núcleo de su alma...
«Querías caerle bien a la gente, Daruu, ¿qué narices pens...!»
Fue como si hubiesen cortado súbitamente el cable invisible que los unía. En cuanto Kiroe apoyó la mano en la cabeza de su hijo, los pensamientos que estaba examinando se silenciaron como si hubiesen colocado un muro invisible entre ellos dos.
—Vaya, parece que al fin y al cabo, mi niño se hace mayor... —intervino Kiroe, y al fin Zetsuo apartó sus ojos del chico. Ya no había nada más que pudiera interesarle... En su lugar estaba aquella mujer, a la que jamás había logrado leerle la mente. Y comenzaba a sospechar el por qué—. Bueno, Zetsuo, se ha disculpado. Ya es algo más de lo que hizo Danbaku en la vida, y bien que seguíais siendo amigos —continuó, y Zetsuo dejó escapar un resoplido—. Por cierto... ¿Tienes problemas de memoria? ¿Cuántas veces le ganaste a Danbaku? La última vez que lo conté, yo diría que las mismas que perdiste.
En aquella ocasión, Zetsuo ni se dignó a responder. El grupo continuó su camino y Ayame se permitió relajarse un tanto. Suspiró, y en aquella ocasión fue ella la que se colocó junto a Daruu.
—Menos mal... —dijo, aunque aquel era un comentario que no tenía otro fin que romper el hielo. Le miró de reojo un par de veces, meditando la manera que debía preguntar lo que estaba a punto de decir, y sólo al cabo de varios segundos decidió lanzarse a la piscina—: Oye... Danbaku-san es tu padre, ¿no? P... ¿Por qué no ha venido con vosotros?