8/02/2016, 16:12
Después de esperar lo que le había parecido varias angustiosas horas, la puerta se abrió con un quedo chasquido. Por fin, los combates de la primera ronda del Torneo de los Dojos habían finalizado.
Ayame no perdió el tiempo. Con el corazón latiéndole frenéticamente, salió de la sala donde había estado recluida desde que había finalizado su corta lucha, y se adentró en el interior del edificio del coliseo.
«Tengo que saber quién ha pasado de ronda. Tengo que saber si Daruu-kun lo ha conseguido...»
Miraba a su alrededor con desasosiego, tratando de atisbar alguna cara conocida, ya fuera de cualquiera de sus contrincantes o de su padre o hermano; pero el público, que ya había abandonado las gradas, comenzaba a inundar los pasillos y la tarea se fue haciendo cada vez más difícil. Pronto fue prácticamente imposible tratar de concentrarse en una sola cara, y ni siquiera por los diálogos que intercambiaban fue capaz de enterarse de nada, pues aquella amalgama de voces constituía una masa incomprensible de murmullos y exclamaciones de emoción.
—Tengo que salir de aquí y encontrar a papá y a Kōri. Así será más fácil... —se dijo, de manera imperceptible para el resto.
Con aquella idea en mente, trató de dar media vuelta y seguir la marabunta de gente que debía estar, como ella, buscando la salida de aquel enorme edificio. Sin embargo, le inquietaba la posibilidad de no encontrar a sus familiares ni siquiera en el exterior y la angustia comenzó a crecer en su pecho.
Un extraño ruido a su derecha la alarmó, y cuando se giró en la dirección del sonido le pareció ver entre la multitud la extraña silueta de un hombre enmascarado envuelto en una capa negra. Se detuvo momentáneamente, pero antes de que lograra ubicarlo de nuevo sintió un fuerte impacto a la altura del pecho que le cortó la respiración momentáneamente y la tiró al suelo...
Ayame no perdió el tiempo. Con el corazón latiéndole frenéticamente, salió de la sala donde había estado recluida desde que había finalizado su corta lucha, y se adentró en el interior del edificio del coliseo.
«Tengo que saber quién ha pasado de ronda. Tengo que saber si Daruu-kun lo ha conseguido...»
Miraba a su alrededor con desasosiego, tratando de atisbar alguna cara conocida, ya fuera de cualquiera de sus contrincantes o de su padre o hermano; pero el público, que ya había abandonado las gradas, comenzaba a inundar los pasillos y la tarea se fue haciendo cada vez más difícil. Pronto fue prácticamente imposible tratar de concentrarse en una sola cara, y ni siquiera por los diálogos que intercambiaban fue capaz de enterarse de nada, pues aquella amalgama de voces constituía una masa incomprensible de murmullos y exclamaciones de emoción.
—Tengo que salir de aquí y encontrar a papá y a Kōri. Así será más fácil... —se dijo, de manera imperceptible para el resto.
Con aquella idea en mente, trató de dar media vuelta y seguir la marabunta de gente que debía estar, como ella, buscando la salida de aquel enorme edificio. Sin embargo, le inquietaba la posibilidad de no encontrar a sus familiares ni siquiera en el exterior y la angustia comenzó a crecer en su pecho.
Un extraño ruido a su derecha la alarmó, y cuando se giró en la dirección del sonido le pareció ver entre la multitud la extraña silueta de un hombre enmascarado envuelto en una capa negra. Se detuvo momentáneamente, pero antes de que lograra ubicarlo de nuevo sintió un fuerte impacto a la altura del pecho que le cortó la respiración momentáneamente y la tiró al suelo...