28/05/2022, 22:31
El hombre sonrió, como sorprendido ante tantos modales. A lo mejor no había topado con trabajadores tan educados, o simplemente le parecía curioso. Acompañó la reverencia de la chica con una propia, y comenzó a caminar dirección al ala que habían limpiado, donde aguardaba el marionetista. Yamanouchi solicitó que le siguiese, para la comprobación del trabajo, revisar las salas. Pero no, eso no era lo que el hombre tenía en mente.
—Tranquila, solo quería cerrar el cuarto de limpieza, por seguridad. Estoy seguro de que habrán hecho un buen trabajo, de lo contrario no habrían avisado con tanto ánimo. Además, si no confiamos en la palabra de nuestros camaradas, ¿qué nos queda?.
»Cerraré el cuartillo de la limpieza, y podrán irse.
El hombre, acompañado de la chica —O al contrario—, se dirigieron caminando hasta el ala. Una vez allá, podrían ver al chico. Tenía todo ordenado a la perfección, y la marioneta puesta en su lugar, a la espalda. El hombre le dedicó una ligera sonrisa al chico también, aparentemente satisfecho por la labor.
—Muchas gracias por el servicio prestado al hospital, ha sido de gran ayuda vuestra labor. Informaré del éxito de la misión a la recepción de la señora Arashikage. Por mi parte, eso es todo. Que tengan un buen día. —Concluyó el hombre, en lo que buscaba la llave del manojo, y cerraba la puerta del cuartillo de limpieza.
—Ha sido un placer ayudar, señor. —Acompañó con una reverencia.
»Y también ha sido un placer coincidir con usted, señorita Moguko. Espero que el destino nos vuelva a hacer coincidir pronto.
Habían completado la misión. Saldría del hospital, seguramente acompañado de Moguko. Pero lamentablemente, el destino ahora les obligaba a decir adiós. Mimi no se iba a construir sola, y ese dinero tampoco se iba a gastar solo. Era una lástima despedirse, pero seguro que volvían a encontrarse pronto.
—Tranquila, solo quería cerrar el cuarto de limpieza, por seguridad. Estoy seguro de que habrán hecho un buen trabajo, de lo contrario no habrían avisado con tanto ánimo. Además, si no confiamos en la palabra de nuestros camaradas, ¿qué nos queda?.
»Cerraré el cuartillo de la limpieza, y podrán irse.
El hombre, acompañado de la chica —O al contrario—, se dirigieron caminando hasta el ala. Una vez allá, podrían ver al chico. Tenía todo ordenado a la perfección, y la marioneta puesta en su lugar, a la espalda. El hombre le dedicó una ligera sonrisa al chico también, aparentemente satisfecho por la labor.
—Muchas gracias por el servicio prestado al hospital, ha sido de gran ayuda vuestra labor. Informaré del éxito de la misión a la recepción de la señora Arashikage. Por mi parte, eso es todo. Que tengan un buen día. —Concluyó el hombre, en lo que buscaba la llave del manojo, y cerraba la puerta del cuartillo de limpieza.
—Ha sido un placer ayudar, señor. —Acompañó con una reverencia.
»Y también ha sido un placer coincidir con usted, señorita Moguko. Espero que el destino nos vuelva a hacer coincidir pronto.
Habían completado la misión. Saldría del hospital, seguramente acompañado de Moguko. Pero lamentablemente, el destino ahora les obligaba a decir adiós. Mimi no se iba a construir sola, y ese dinero tampoco se iba a gastar solo. Era una lástima despedirse, pero seguro que volvían a encontrarse pronto.