2/07/2022, 23:26
—¡Vaya, parece que fallaste!
Se escucharía una voz hablar desde el interior la niebla.
—Aunque quedaste entre medio de ambas, no esta mal...
Agregaría la misma voz para luego dejar escapar una carcajada bastante lúgubre.
—¿De qué estas hablando? Corte su hilo...
Esa voz, un poco más relajada pero uno sentía que calaba hondo en su interior, como el húmedo frío de invierno en los peores días del país de la Tormenta, se escuchaba muchísimo más cerca de las kunoichi.
La silueta de un joven un poco más alto que ellas comenzaría a manifestarse a unos escasos centímetros de la dai shuriken que tenían entre medio. Un shinobi de melena rebelde, mirada afilada y rostro de pocos amigos, que ocultaba parte de su rostro detrás de un respirador de la aldea, les miraba. Un instante a la médica, y otro instante más a la antisocial Sayori.
—Bueno. ¿Qué tenemos aquí?
Preguntó el curtido shinobi a las señoritas.
—¿Por qué vienen a ocupar mi campo de entrenamiento y llenarlo de basura?
Agregaría a la consulta apoyando un pie en el hueco de su arma arrojadiza en el piso y tirando el diminuto, en comparativa, shuriken de Sayori.
Moguko no entendía un carajo de lo que estaba pasando, probablemente su compañera tampoco. Intentó reincorporarse y cubrirse de nuevo la cabeza con la capucha, le temblaba un poco el pulso, lo sentía, estaba nerviosa.
Se escucharía una voz hablar desde el interior la niebla.
—Aunque quedaste entre medio de ambas, no esta mal...
Agregaría la misma voz para luego dejar escapar una carcajada bastante lúgubre.
—¿De qué estas hablando? Corte su hilo...
Esa voz, un poco más relajada pero uno sentía que calaba hondo en su interior, como el húmedo frío de invierno en los peores días del país de la Tormenta, se escuchaba muchísimo más cerca de las kunoichi.
La silueta de un joven un poco más alto que ellas comenzaría a manifestarse a unos escasos centímetros de la dai shuriken que tenían entre medio. Un shinobi de melena rebelde, mirada afilada y rostro de pocos amigos, que ocultaba parte de su rostro detrás de un respirador de la aldea, les miraba. Un instante a la médica, y otro instante más a la antisocial Sayori.
—Bueno. ¿Qué tenemos aquí?
Preguntó el curtido shinobi a las señoritas.
—¿Por qué vienen a ocupar mi campo de entrenamiento y llenarlo de basura?
Agregaría a la consulta apoyando un pie en el hueco de su arma arrojadiza en el piso y tirando el diminuto, en comparativa, shuriken de Sayori.
Moguko no entendía un carajo de lo que estaba pasando, probablemente su compañera tampoco. Intentó reincorporarse y cubrirse de nuevo la cabeza con la capucha, le temblaba un poco el pulso, lo sentía, estaba nerviosa.