12/11/2022, 17:58
La Matasanos no aguardó más y ejecutó una tanda de sellos que le hizo expulsar una masa de agua densa y viscosa que se introdujo en el Ojete de Ōnindo. Dicho así, sonaba fatal. Y probablemente la Matasanos se hubiese reído de tan solo pensarlo en otras circunstancias. Pero en aquellas, reírse era un gasto de energía que no podía permitirse.
Tuvo que hincar la rodilla y recuperar el aliento. Para ella, el Suiton Mizuame Nabara suponía un gasto de chakra pequeño. Pero tras tantos días encerrada... ¿Cuánto tiempo habría pasado? Allí encerrados, sin el sol como guía, había perdido la cuenta hacía mucho tiempo.
Debieron pasar alrededor de dos minutos. Pasó los dedos por el sirope escarchado, que se extendía seis metros hacia abajo, y le costó despagarlos de nuevo. Como la telaraña de las arañas, aquel ninjutsu estaba pensado para atrapar a los enemigos. Por primera vez, ellos le darían otro uso.
—Iré yo primero. Sin Piernas, tú segundo. Tú la tercera, Llorona. Y tú de última —ordenó a todos—. Es el último esfuerzo antes de alcanzar la libertad. Sacad fuerzas de donde podáis.
Gastaría algo de chakra en curar las heridas del Sin Piernas y la Llorona, pero en aquellos momentos solo sería capaz de tratar las más superficiales. En la balanza, el platillo de su sacrificio pesaba mucho más que el de la utilidad que les supondría. Con un gesto de esfuerzo, bajó por la improvisada pared de pegamento, apoyando los pies, las rodillas, las manos.
—Coño, ahora se me quedan pegado los dedos para ejecutar los sellos —protestó, en el final de la escarcha. Con el vértigo golpeándole el pecho por soltarse las manos de las paredes, ejecutó los dos sellos con torpeza. Creando una nueva capa—. ¿Cómo vais por ahí arriba?
Si en su particular celda ya se veía poco, cada vez que iban bajando la cosa iba a peor. Pronto, la negrura más absoluta les envolvería a todos.
Tuvo que hincar la rodilla y recuperar el aliento. Para ella, el Suiton Mizuame Nabara suponía un gasto de chakra pequeño. Pero tras tantos días encerrada... ¿Cuánto tiempo habría pasado? Allí encerrados, sin el sol como guía, había perdido la cuenta hacía mucho tiempo.
Debieron pasar alrededor de dos minutos. Pasó los dedos por el sirope escarchado, que se extendía seis metros hacia abajo, y le costó despagarlos de nuevo. Como la telaraña de las arañas, aquel ninjutsu estaba pensado para atrapar a los enemigos. Por primera vez, ellos le darían otro uso.
—Iré yo primero. Sin Piernas, tú segundo. Tú la tercera, Llorona. Y tú de última —ordenó a todos—. Es el último esfuerzo antes de alcanzar la libertad. Sacad fuerzas de donde podáis.
Gastaría algo de chakra en curar las heridas del Sin Piernas y la Llorona, pero en aquellos momentos solo sería capaz de tratar las más superficiales. En la balanza, el platillo de su sacrificio pesaba mucho más que el de la utilidad que les supondría. Con un gesto de esfuerzo, bajó por la improvisada pared de pegamento, apoyando los pies, las rodillas, las manos.
—Coño, ahora se me quedan pegado los dedos para ejecutar los sellos —protestó, en el final de la escarcha. Con el vértigo golpeándole el pecho por soltarse las manos de las paredes, ejecutó los dos sellos con torpeza. Creando una nueva capa—. ¿Cómo vais por ahí arriba?
Si en su particular celda ya se veía poco, cada vez que iban bajando la cosa iba a peor. Pronto, la negrura más absoluta les envolvería a todos.