16/11/2022, 12:25
La bajada fue dura. Probablemente la distancia era mayor a la que habían intuido al principio. El sirope se les pegaba en los dedos, en las botas, en la ropa. Descender fue una auténtica prueba de aguante, tal y como se encontraban todos. Por no hablar de que, por muy acostumbrados que estuviesen ya al hedor, cuanto más bajaban, más nauseabundo se volvía el olor. Olía a cadáveres descompuestos, a mierda, a vómitos.
—¡Llegamos! —gritó de júbilo la Matasanos. Uno a uno, todos lograron hacer pie en una masa inestable e irregular. Oyeron a la Llorona tropezar y lanzar un quejido al caerse—. Joder, ¡no veo ni a un palmo!
—Sois ninjas, no me jodáis. Seguro que tenéis alguna técnica para encender un fuego.
—¡Llegamos! —gritó de júbilo la Matasanos. Uno a uno, todos lograron hacer pie en una masa inestable e irregular. Oyeron a la Llorona tropezar y lanzar un quejido al caerse—. Joder, ¡no veo ni a un palmo!
—Sois ninjas, no me jodáis. Seguro que tenéis alguna técnica para encender un fuego.