17/11/2022, 20:08
La Llorona dio una voz para tranquilizar a Daigo: estaba bien. Todo lo bien que uno podía estar en aquella situación.
—Yo podría darnos algo de luz... Pero necesito descansar un poco. O me desmayaré, y ni siquiera será por el olor a mierda.
—¡Ja! ¿Aún no estás acostumbrada? A mí ya se me ha metido entre los huesos. Me envuelve como una fragancia.
Mientras tanto, Daigo caminó como pudo hasta que su tobillo quedó enganchado en algo que le impidió seguir avanzando, antes incluso de encontrar una pared. La Llorona volvió a intervenir.
—Oigan, chicas... Imagino la respuesta, pero... ¿Y la Faraonesa?
—La Fara... ¡HOSTIA PUTA!
—¡QUÉ COÑO! ¡LA FARAONESA! ¿¡DÓNDE LA DEJAMOS!?
—Yo podría darnos algo de luz... Pero necesito descansar un poco. O me desmayaré, y ni siquiera será por el olor a mierda.
—¡Ja! ¿Aún no estás acostumbrada? A mí ya se me ha metido entre los huesos. Me envuelve como una fragancia.
Mientras tanto, Daigo caminó como pudo hasta que su tobillo quedó enganchado en algo que le impidió seguir avanzando, antes incluso de encontrar una pared. La Llorona volvió a intervenir.
—Oigan, chicas... Imagino la respuesta, pero... ¿Y la Faraonesa?
—La Fara... ¡HOSTIA PUTA!
—¡QUÉ COÑO! ¡LA FARAONESA! ¿¡DÓNDE LA DEJAMOS!?