16/02/2016, 00:08
- Si… Estaba pensando teñir la ropa de negro… Y tal vez el pelo también… - Comentó ya perdiendo la emoción que había estado sintiendo por ver el arma que tenía delante, se aburría rápido y por ende o se retiraría del museo o seguiría viendo algunas cosas más, aunque dudaba mucho encontrarse algo parecido a las armas que tenía en casa esperando a ser utilizadas alguna vez.
Ambos mantuvieron esa pequeña charla acerca de armas, y ropa gótica en medio de la vitrina de la guadaña gigante. Cualquiera que les oyese...
- Bueno... Si lo ves bien - murmuró Juro, encogiéndose de hombros. No sabía mucho de ella, pero era su cuerpo después de todo, no podía decirle nada de ello.
Juro pudo notar que su compañera parecía inquieta. Movía la cabeza de un lado para otro, buscado algo. Más tarde, en cuanto compartiera sus preocupaciones, Juro se daría cuenta de que.
- ¿Dónde vamos? No sé donde podrían estar los látigos. -
- Oh... - Juro sonrió un poco, después de todo, le tenía en cuenta - Probemos con armas contundentes. Quizá por ahí...
No tuvo tiempo de decir nada más. La kunoichi ya se había lanzado a la aventura con el siguiente pabellón. Juro trató de alcanzarla con sus cortas piernas. Al entrar, pudo ver que había un nuevo pabellón, esta vez compuesto totalmente de lanzas de todas las formas y tamaños.
Ditduko claramente no estaba interesada en dichas lanzas. Sin embargo, sus intentos de huir de aquel pabellón serían frustrados. Frente a la puerta, de encontraba un hombre adulto, apoyado sobre la pared. Rondaba los treinta años, y llevaba ropajes totalmente negros, que entonaban con su pelo, igual de oscuro, peinado en una cresta vertical. Juro entonces se dio cuenta de algo.
"Espera... ¿Por que no hay nadie en esta sala?" - de preguntó, frunciendo el ceño, mientras trataba de alcanzar a la chica.
El rostro del hombre se iluminó, en una sonrisa seductora, en cuanto vio a la kunoichi de la máscara. También se fijo en Juro y volvió a sonreír, más normal. Antes de que pudieran cruzar ni media sala, se incorporó de su posición y fue a parar su avance.
- Vaya, vaya vaya - dijo el hombre, directamente a la chica - Habéis entrado en la sala correcta. Yagura Takeshi, ese soy yo. Seré vuestro guía en este increíble mundo metálico que es el ámbito de las lanzas, de principio a fin. No podéis salir de aquí hasta que no veáis lo maravillosas que son estas armas largas. Y de paso, dejar algo de propina por mi increíble servicio.