18/12/2022, 00:42
Aiza negó con la cabeza.
—Si nos están buscando, no parece que estén poniendo demasiado empeño. Aún así, el riesgo está ahí. —Cuanto antes saliesen de aquella capital en guerra, mejor. Pero no iba a ser nada fácil. Al parecer, los Señores de las Dunas tenían cercada la capital, impidiendo que nadie entrase o saliese. Eso incluía las raciones de comida: allí se estaban produciendo dos guerras, una de sangre y acero; otra de hambre y desgaste—. Sí, no te preocupes por mí. Tengo un lugar en mente, aunque será mejor que no lo sepas. No quiero ponerte en un aprieto, ¿eh?
Por primera vez en mucho tiempo, Aiza sonrió. Luego su rostro volvió a contraerse, como si acabase de recibir una punzada de dolor.
—Escucha, conozco a alguien que… A las doce de esta noche, sería capaz de contactar con alguien que podría echarnos una mano. Me lo debe. Me debe más que eso. Podría transportaros a ti, a Akiko e incluso a Ishi a casi cualquier sitio de manera segura. Estoy bastante convencida de que incluso podría ayudar a quitar el sello maldito a Junrei. Siempre se le dieron bien los fūinjutsus. Un final feliz para todos nosotros, ¿eh? ¿No estaría bien? —Sin embargo, hacía tiempo que no creía en esos cuentos—. Aunque preferiría no tener que recurrir a él. Es… complicado —dijo, contrariada consigo misma—. ¿Tú tienes algún plan? Allí en prisión, te comunicaste con unos ninjas... —A Daigo le dio la impresión de que había una parte de ella que ansiaba vorazmente que le diese una solución para no tener que recurrir a aquel desconocido; y otra que anhelaba que no tuviese un plan lo suficientemente bueno.
—Si nos están buscando, no parece que estén poniendo demasiado empeño. Aún así, el riesgo está ahí. —Cuanto antes saliesen de aquella capital en guerra, mejor. Pero no iba a ser nada fácil. Al parecer, los Señores de las Dunas tenían cercada la capital, impidiendo que nadie entrase o saliese. Eso incluía las raciones de comida: allí se estaban produciendo dos guerras, una de sangre y acero; otra de hambre y desgaste—. Sí, no te preocupes por mí. Tengo un lugar en mente, aunque será mejor que no lo sepas. No quiero ponerte en un aprieto, ¿eh?
Por primera vez en mucho tiempo, Aiza sonrió. Luego su rostro volvió a contraerse, como si acabase de recibir una punzada de dolor.
—Escucha, conozco a alguien que… A las doce de esta noche, sería capaz de contactar con alguien que podría echarnos una mano. Me lo debe. Me debe más que eso. Podría transportaros a ti, a Akiko e incluso a Ishi a casi cualquier sitio de manera segura. Estoy bastante convencida de que incluso podría ayudar a quitar el sello maldito a Junrei. Siempre se le dieron bien los fūinjutsus. Un final feliz para todos nosotros, ¿eh? ¿No estaría bien? —Sin embargo, hacía tiempo que no creía en esos cuentos—. Aunque preferiría no tener que recurrir a él. Es… complicado —dijo, contrariada consigo misma—. ¿Tú tienes algún plan? Allí en prisión, te comunicaste con unos ninjas... —A Daigo le dio la impresión de que había una parte de ella que ansiaba vorazmente que le diese una solución para no tener que recurrir a aquel desconocido; y otra que anhelaba que no tuviese un plan lo suficientemente bueno.