10/01/2023, 15:39
Y Eri respondió.
El Uzukage había enviado un equipo de rescate, compuesto por tres miembros: Daiku, un Akimichi con los mofletes coloreados con una espiral y cara de bonachón; Yume, una kunoichi de cabello blanco, un ojo color ámbar y el otro oculto bajo su bandana; y Uzumaki Eri. Todos debían rondar los dieciocho años. Los tres aparecieron en casa dos días después del contacto con el sello.
Tras un emotivo reencuentro entre Daigo y Eri, la Uzumaki se había dirigido a la habitación donde reposaba Junrei para tratar de suprimir el sello maldito de su cuerpo. Daiku se encontraba en el exterior, vigilante. Yume estaba sentada al lado de Daigo.
—Menudo quebradero de cabeza nos diste, Daigo. Entrar aquí no fue fácil —dijo, mirándole con su único ojo visible. Una pluma azul colgaba en un lateral de su cabeza, anudada a la bandana de cuero—. Y sacarte de aquí va a ser aún más complicado. Los Señores de las Dunas han cercado toda la ciudad con mercenarios de todo Ōnindo, y no se andan con tonterías —se frotó los ojos, cansada. Tenía un moratón reciente en un pómulo—. Entiendo que no puedes caminar ni un poco, ¿no?
No solo no podía caminar. Daigo todavía no les había pedido el pequeño favor de llevar a dos personas más junto a él. O a tres, si quería contar también con el gorila.
El Uzukage había enviado un equipo de rescate, compuesto por tres miembros: Daiku, un Akimichi con los mofletes coloreados con una espiral y cara de bonachón; Yume, una kunoichi de cabello blanco, un ojo color ámbar y el otro oculto bajo su bandana; y Uzumaki Eri. Todos debían rondar los dieciocho años. Los tres aparecieron en casa dos días después del contacto con el sello.
Tras un emotivo reencuentro entre Daigo y Eri, la Uzumaki se había dirigido a la habitación donde reposaba Junrei para tratar de suprimir el sello maldito de su cuerpo. Daiku se encontraba en el exterior, vigilante. Yume estaba sentada al lado de Daigo.
—Menudo quebradero de cabeza nos diste, Daigo. Entrar aquí no fue fácil —dijo, mirándole con su único ojo visible. Una pluma azul colgaba en un lateral de su cabeza, anudada a la bandana de cuero—. Y sacarte de aquí va a ser aún más complicado. Los Señores de las Dunas han cercado toda la ciudad con mercenarios de todo Ōnindo, y no se andan con tonterías —se frotó los ojos, cansada. Tenía un moratón reciente en un pómulo—. Entiendo que no puedes caminar ni un poco, ¿no?
No solo no podía caminar. Daigo todavía no les había pedido el pequeño favor de llevar a dos personas más junto a él. O a tres, si quería contar también con el gorila.