1/02/2023, 16:12
Yume le quitó importancia, sin compartir la alegría de Daigo. Quizá el chico se pensase que después de todas las penurias por las que había pasado, estaba ya a salvo. Para la kunoichi de Uzu, sin embargo, la misión no había hecho más que empezar.
—Escucha, sobre los túneles que mencionaste antes… ¿Son los famosos túneles laberínticos del desierto? He oído hablar de ellos. Dicen que cada vez que alguien entra, se encuentra un camino diferente. ¿Realmente sabrías guiarnos?
Pero, antes de que pudiese contestar, se oyó una voz desde la oreja derecha de Yume. Pertenecía a Akimichi Daiku.
—Tenemos problemas. Acabo de ver un escuadrón ninja haciendo una redada dos casas más adelante… Mierda, ¡y ahora van a por la siguiente!
—¡Mierda! Eri, ¿cómo vas con el contrasellado?
Al parecer ya había terminado. La puerta de la habitación se abrió de golpe. El gorila, Akiko e Ishi entraron por la puerta, las dos últimas ayudando a la bestia poniendo sus hombros bajo los brazos de él. Los ojos del animal buscaron los de Daigo, con gesto agradecido.
—No ha parado de insistir en que quería darte las gracias por salvarte.
—Joder, ¡cómo pesas! —exclamó Ishi, cuyas rodillas parecían al borde del colapso.
—¡Callaos! ¡Están haciendo redadas al otro lado de la calle! —La noticia cayó como un jarro de agua fría. Las dos miraron a Daigo, temerosas—. Hay que sacaros de aquí ya. Tú, Daigo… —Los ojos de Yume se desviaron hacia sus piernas—. ¿Puedes hacer un Henge y esconderte? Sacarte a la luz del día de aquí sería problemático. Y tú, grandullón. Ya puedes… desaparecer, ¿no?
—Puedo… hacer… algo mejor —Sonrió, como ese abuelo que se siente útil al poder preparar la cena a su nieto. Caminó con pasos temblorosos hacia Yume y Daigo, formó unos sellos, tomó la mano de Daigo entre las suyas y…
Daigo cayó sobre un pasto verde y espeso que amortiguó su caída. Una brisa fría le revolvió el pelo. Olía a hierba, a frutas del bosque, a humedad. Se encontraba en un claro de un bosque que no era capaz de reconocer, al pie de una montaña inmensa que nunca había visto.
—Bienvenido a las Montañas de las Flores y la Fruta —dijo el gorila, con lágrimas en los ojos—. Bienvenido a mi casa.
El único problema era que… Bueno, solo lo había teletransportado a él.
—Escucha, sobre los túneles que mencionaste antes… ¿Son los famosos túneles laberínticos del desierto? He oído hablar de ellos. Dicen que cada vez que alguien entra, se encuentra un camino diferente. ¿Realmente sabrías guiarnos?
Pero, antes de que pudiese contestar, se oyó una voz desde la oreja derecha de Yume. Pertenecía a Akimichi Daiku.
—Tenemos problemas. Acabo de ver un escuadrón ninja haciendo una redada dos casas más adelante… Mierda, ¡y ahora van a por la siguiente!
—¡Mierda! Eri, ¿cómo vas con el contrasellado?
Al parecer ya había terminado. La puerta de la habitación se abrió de golpe. El gorila, Akiko e Ishi entraron por la puerta, las dos últimas ayudando a la bestia poniendo sus hombros bajo los brazos de él. Los ojos del animal buscaron los de Daigo, con gesto agradecido.
—No ha parado de insistir en que quería darte las gracias por salvarte.
—Joder, ¡cómo pesas! —exclamó Ishi, cuyas rodillas parecían al borde del colapso.
—¡Callaos! ¡Están haciendo redadas al otro lado de la calle! —La noticia cayó como un jarro de agua fría. Las dos miraron a Daigo, temerosas—. Hay que sacaros de aquí ya. Tú, Daigo… —Los ojos de Yume se desviaron hacia sus piernas—. ¿Puedes hacer un Henge y esconderte? Sacarte a la luz del día de aquí sería problemático. Y tú, grandullón. Ya puedes… desaparecer, ¿no?
—Puedo… hacer… algo mejor —Sonrió, como ese abuelo que se siente útil al poder preparar la cena a su nieto. Caminó con pasos temblorosos hacia Yume y Daigo, formó unos sellos, tomó la mano de Daigo entre las suyas y…
¡¡¡PLUFFF!!!
Daigo cayó sobre un pasto verde y espeso que amortiguó su caída. Una brisa fría le revolvió el pelo. Olía a hierba, a frutas del bosque, a humedad. Se encontraba en un claro de un bosque que no era capaz de reconocer, al pie de una montaña inmensa que nunca había visto.
—Bienvenido a las Montañas de las Flores y la Fruta —dijo el gorila, con lágrimas en los ojos—. Bienvenido a mi casa.
El único problema era que… Bueno, solo lo había teletransportado a él.