2/03/2023, 21:24
El gorila que transportaba a Daigo se llamaba Koro, y de camino a su destino ametralló a Daigo a preguntas. ¿Era cierto que los humanos tenían habitaciones exclusivas para cagar y mear? ¿Era cierto que sus líderes se quedaban a salvo en sus villas y que raramente se les veía luchar? Todo esto a Koro le parecía muy extraño. Mientras se adentraban en la profundidad del bosque —uno que Daigo no reconocía, con árboles gigantescos y flores del tamaño de las setas del Bosque de los Hongos—, el shinobi pudo escuchar parte de la conversación entre los dos hermanos.
—¿El Hermoso es ahora Rey? —preguntó, con una nota sorprendida en el tono de su voz. Algunos de los acompañantes de Hanrei le miraron con expresión ceñuda.
—Su padre lo decidió así, en su lecho de muerte. Es el más fuerte. Y estamos en guerra.
—Lo es, de eso no hay duda —dijo, contundente—. Cuando no era más que un crío ya era más fuerte que la mayoría de nosotros.
—Tienes suerte que no será él quien nos reciba. Está lejos, al norte… Ha dejado a Baruck al mando.
—¿¡Baruck es su segundo!? —Si antes estaba sorprendido, ahora se encontraba totalmente incrédulo—. Pertenecía a la clase más baja cuando me fui… No es que lo considerase débil, pero…
—Créeme, hermano. Débil no es la palabra que quieres emplear con él ahora. Perdió a todos sus camaradas. Te sorprendería lo mucho que eso le endureció.
—¡Estamos llegando! —les interrumpió Koro.
A simple vista, Daigo no vio nada. Pero entonces Koro tomó una liana que colgaba de un árbol, cuya cima parecía no tener fin, y empezó a trepar con él pegado a la espalda. Varias decenas de metros más arriba, descubrió un pueblo entero, que en parte le recordaba a Tane-Shigai. Numerosas casas de madera habitaban las ramas y los troncos de los árboles, conectados por numerosas lianas que los gorilas empleaban para desplazarse. No había puentes como en Tane-Shigai, ni las viviendas eran tan ostentosas y preciosas como en la capital del Bosque, pero contaba con la belleza pura que solo una aldea humilde puede tener.
—¿El Hermoso es ahora Rey? —preguntó, con una nota sorprendida en el tono de su voz. Algunos de los acompañantes de Hanrei le miraron con expresión ceñuda.
—Su padre lo decidió así, en su lecho de muerte. Es el más fuerte. Y estamos en guerra.
—Lo es, de eso no hay duda —dijo, contundente—. Cuando no era más que un crío ya era más fuerte que la mayoría de nosotros.
—Tienes suerte que no será él quien nos reciba. Está lejos, al norte… Ha dejado a Baruck al mando.
—¿¡Baruck es su segundo!? —Si antes estaba sorprendido, ahora se encontraba totalmente incrédulo—. Pertenecía a la clase más baja cuando me fui… No es que lo considerase débil, pero…
—Créeme, hermano. Débil no es la palabra que quieres emplear con él ahora. Perdió a todos sus camaradas. Te sorprendería lo mucho que eso le endureció.
—¡Estamos llegando! —les interrumpió Koro.
A simple vista, Daigo no vio nada. Pero entonces Koro tomó una liana que colgaba de un árbol, cuya cima parecía no tener fin, y empezó a trepar con él pegado a la espalda. Varias decenas de metros más arriba, descubrió un pueblo entero, que en parte le recordaba a Tane-Shigai. Numerosas casas de madera habitaban las ramas y los troncos de los árboles, conectados por numerosas lianas que los gorilas empleaban para desplazarse. No había puentes como en Tane-Shigai, ni las viviendas eran tan ostentosas y preciosas como en la capital del Bosque, pero contaba con la belleza pura que solo una aldea humilde puede tener.