7/03/2023, 14:49
Baruck torció la boca, enseñando los dientes.
—Yo, en cambio, odio el concepto del destino —confesó, inclinándose hacia adelante—. Significaría que no somos dueños de nuestros actos. Que alguien, en otra dimensión, escribe en lápiz y papel nuestros actos. Nuestras palabras. Las emociones que nos impulsa a actuar. No seríamos dueños de nuestras victorias, ni de nuestras derrotas. No, ¡me niego a creer en algo así!
»Nuestra idea de lo predestinado nos ha conducido a actuar de determinada manera demasiadas veces sin pensar. Estoy convencido de que el Rey Hermoso te ofrecería el pergamino sin darle más vueltas, aquí y ahora. Pero, pensándolo bien, ¿por qué lo haría yo?
Aunque Daigo pudiese parecer el receptor principal de aquel mensaje, el kusajin pronto se dio cuenta que no era a él a quien hablaba. No realmente. Los ojos de Baruck podían estar posados en Daigo, pero de reojo, su atención estaba puesta en el resto de gorilas. Que el encuentro se produjese en pleno banquete no era casualidad.
Aquel era un mensaje político.
—Todos sabemos quién era Kenzou. El ninja más fuerte con el que hemos forjado una alianza, sí. Pero, a veces, eso no significa nada bueno. A veces, la fuerza debilita. No os hagáis los tontos, no os indignéis por oír el tabú. El Rey Kong, a instrucciones de Kenzou, obligó a muchos de vosotros a traicionar la confianza de vuestros invocadores para pasarle información de Amegakure y Uzushiogakure. Creó disputas entre nosotros. Nos hicimos daño. Hubo sangre.
»Así que ahora te miro y pienso, Daigo. Pienso. La firma del gran Pergamino implica entrar a la Familia. Lo que se traduce también en ayuda militar por las dos partes. Quizá te interese, nosotros podríamos ayudarte enormemente en tus objetivos, eso está claro. Pero, ¿cómo nos podrías ayudar tú? No parece que tengas heridas visibles gordas, y apenas te puedes mantener en pie. ¿Eres un ninja, o un lisiado que en el futuro próximo cobrará la pensión de retirado?
—Yo, en cambio, odio el concepto del destino —confesó, inclinándose hacia adelante—. Significaría que no somos dueños de nuestros actos. Que alguien, en otra dimensión, escribe en lápiz y papel nuestros actos. Nuestras palabras. Las emociones que nos impulsa a actuar. No seríamos dueños de nuestras victorias, ni de nuestras derrotas. No, ¡me niego a creer en algo así!
»Nuestra idea de lo predestinado nos ha conducido a actuar de determinada manera demasiadas veces sin pensar. Estoy convencido de que el Rey Hermoso te ofrecería el pergamino sin darle más vueltas, aquí y ahora. Pero, pensándolo bien, ¿por qué lo haría yo?
Aunque Daigo pudiese parecer el receptor principal de aquel mensaje, el kusajin pronto se dio cuenta que no era a él a quien hablaba. No realmente. Los ojos de Baruck podían estar posados en Daigo, pero de reojo, su atención estaba puesta en el resto de gorilas. Que el encuentro se produjese en pleno banquete no era casualidad.
Aquel era un mensaje político.
—Todos sabemos quién era Kenzou. El ninja más fuerte con el que hemos forjado una alianza, sí. Pero, a veces, eso no significa nada bueno. A veces, la fuerza debilita. No os hagáis los tontos, no os indignéis por oír el tabú. El Rey Kong, a instrucciones de Kenzou, obligó a muchos de vosotros a traicionar la confianza de vuestros invocadores para pasarle información de Amegakure y Uzushiogakure. Creó disputas entre nosotros. Nos hicimos daño. Hubo sangre.
»Así que ahora te miro y pienso, Daigo. Pienso. La firma del gran Pergamino implica entrar a la Familia. Lo que se traduce también en ayuda militar por las dos partes. Quizá te interese, nosotros podríamos ayudarte enormemente en tus objetivos, eso está claro. Pero, ¿cómo nos podrías ayudar tú? No parece que tengas heridas visibles gordas, y apenas te puedes mantener en pie. ¿Eres un ninja, o un lisiado que en el futuro próximo cobrará la pensión de retirado?