8/03/2023, 23:02
Cruzar el Hall fue como la primera prueba física que te pone Senju Shiten: dura de cojones, pero la puedes hacer porque lo único que quiere es poner a prueba tu voluntad. Subir las escaleras, en cambio, fue como pedirle a Shiten que te ponga un reto de verdad. A veces parecía que era Daigo quien tuviese que ayudar a Hanrei a no caerse. Y claro, tal y como estaban sus piernas, se caían los dos.
Al menos, Hanrei se lo tomaba con buen humor.
—Pog el cugo de un orranjután, ¡she ve que mihe pasado de jarras! —balbuceó, riéndose—. ¡Mi heg… ¡glup!, mano ha vuegto, ¿te lo puedes creer?! ¡Pues claro que te lo puedes creer, tú lo trajiste! —Y le plantó un beso en los morros en agradecimiento.
El resto del camino fue igual de complicado. Curiosamente, cuando llegaron al exterior y Hanrei instó a Daigo a agarrarse tras su espalda, la cosa mejoró. Fue alcanzar la primera liana, y empezar a desplazarse entre estas con mucha mayor soltura. Quizá la altura y el hecho de estar en el aire despejó la mente del gorila; o, quizá, simplemente su cuerpo estaba mucho más habituado a aquel método de desplazamiento respecto a caminar a dos patas.
En algún punto de la periferia del pueblo, Hanrei se deslizó liana abajo hasta llegar al pie de un gran lago. Un lago de lo más curioso: Daigo hubiese pensado que estaba borracho al verlo de haber bebido algo en el banquete. El lago parecía que estuviese… bueno, manchado. De ahí su nombre. Pero no era eso. Simplemente, una capa blanca la cubría, parecida a la espuma, pero con múltiples círculos en medio donde se veía el agua. El caso era que en cada círculo… el agua tenía un distinto color. Azul, verde, y muchas otras tonalidades de en medio.
—El Lago de las Manchas —anunció Hanrei, todavía borracho, pero algo más despejado como para poder hablar sin trabarse—. Tan solo nuestros guerreros heridos en batalla pueden acudir aquí para sanarse —miró a Daigo, y dio la impresión de que le costó enfocar la mirada en él—. Baruck quiso dejarte en evidencia en el banquete. Todo ese discurso del destino y lo preestablecido… No era más que una crítica a que el Rey Hermoso sea rey por ser el más fuerte. Es nuestra tradición ancestral, pero Baruck es de todo menos un gorila tradicional.
Colocó sus manos sobre los hombros de Daigo.
—Menospreciándote, menospreció la toma de decisiones del Rey Kong y, por tanto, de su hijo. Estoy seguro de que él querría ser… Bueno, quizá hasta planee… —En un momento de lucidez, sus ojos terminaron por enfocar a Daigo y se dio cuenta de la gravedad de sus palabras—. Ah, ¡no sé por qué te estoy contando esto! ¡Estoy borracho, no me hagas caso! Lo que quiero decir, Daigo, es que Baruck debió ver algo en ti. De lo contrario, hubiese sido mucho más ácido en sus palabras, y, desde luego, no te hubiese dado el honor de probar estas aguas. No eres el primer humano en venir aquí, pero sí eres el primero que no es de la familia. Aunque para mí ya lo eres. Salvaste a mi hermano. Estaré en deuda contigo por el resto de mis días.
Al menos, Hanrei se lo tomaba con buen humor.
—Pog el cugo de un orranjután, ¡she ve que mihe pasado de jarras! —balbuceó, riéndose—. ¡Mi heg… ¡glup!, mano ha vuegto, ¿te lo puedes creer?! ¡Pues claro que te lo puedes creer, tú lo trajiste! —Y le plantó un beso en los morros en agradecimiento.
El resto del camino fue igual de complicado. Curiosamente, cuando llegaron al exterior y Hanrei instó a Daigo a agarrarse tras su espalda, la cosa mejoró. Fue alcanzar la primera liana, y empezar a desplazarse entre estas con mucha mayor soltura. Quizá la altura y el hecho de estar en el aire despejó la mente del gorila; o, quizá, simplemente su cuerpo estaba mucho más habituado a aquel método de desplazamiento respecto a caminar a dos patas.
En algún punto de la periferia del pueblo, Hanrei se deslizó liana abajo hasta llegar al pie de un gran lago. Un lago de lo más curioso: Daigo hubiese pensado que estaba borracho al verlo de haber bebido algo en el banquete. El lago parecía que estuviese… bueno, manchado. De ahí su nombre. Pero no era eso. Simplemente, una capa blanca la cubría, parecida a la espuma, pero con múltiples círculos en medio donde se veía el agua. El caso era que en cada círculo… el agua tenía un distinto color. Azul, verde, y muchas otras tonalidades de en medio.
—El Lago de las Manchas —anunció Hanrei, todavía borracho, pero algo más despejado como para poder hablar sin trabarse—. Tan solo nuestros guerreros heridos en batalla pueden acudir aquí para sanarse —miró a Daigo, y dio la impresión de que le costó enfocar la mirada en él—. Baruck quiso dejarte en evidencia en el banquete. Todo ese discurso del destino y lo preestablecido… No era más que una crítica a que el Rey Hermoso sea rey por ser el más fuerte. Es nuestra tradición ancestral, pero Baruck es de todo menos un gorila tradicional.
Colocó sus manos sobre los hombros de Daigo.
—Menospreciándote, menospreció la toma de decisiones del Rey Kong y, por tanto, de su hijo. Estoy seguro de que él querría ser… Bueno, quizá hasta planee… —En un momento de lucidez, sus ojos terminaron por enfocar a Daigo y se dio cuenta de la gravedad de sus palabras—. Ah, ¡no sé por qué te estoy contando esto! ¡Estoy borracho, no me hagas caso! Lo que quiero decir, Daigo, es que Baruck debió ver algo en ti. De lo contrario, hubiese sido mucho más ácido en sus palabras, y, desde luego, no te hubiese dado el honor de probar estas aguas. No eres el primer humano en venir aquí, pero sí eres el primero que no es de la familia. Aunque para mí ya lo eres. Salvaste a mi hermano. Estaré en deuda contigo por el resto de mis días.