27/01/2025, 13:27
El padre de Rin la miró, haciendo una leve mueca de inseguridad antes de suspirar.
— Es una buena chica, un poco revoltosa, pero tiene buen corazón. Cuando dijo que quería ser ninja lo entendimos, se le daba bien pelear y... Más allá de la preocupación normal que tendría un padre por una profesión peligrosa para sus hijos, pues... — Miró al interior. — Pero es que no hay quien la entienda, es una chica hiperactiva, pero en el momento que debe hacer algo se vuelve más perezosa que una manta.
Un rato después, finalmente aparecería Rin. Llevaba una camisa blanca, una chaqueta de un color azul oscuro algo apagado con detalles rojos, unos mitones negros y los pantalones que llevaba cualquier shinobi y unas zapatillas sin cuerdas ni nada que cubrían un poco más allá de los tobillos con una suela blanca. En su cintura, llevaba la bandana colgando de forma vertical, agarrada al cinturón. También se había recogido el pelo en dos moños, cosa que solo hacía cuando salía por ahí. No se había puesto sus mejores galas, porque tampoco es que tuviera, pero claramente se había arreglado un poco.
El padre se quedó mirándola con una extraña mirada.
— ¿Qué? ¿Qué pasa? Me pediste que me cambiara, ¿no?
— Si sí, anda. Lárgate y que no te vea el pelo hasta por lo menos la noche — añadió volviendo al interior del restaurante.
Rin solo contestó sacándole la lengua.
— Es una buena chica, un poco revoltosa, pero tiene buen corazón. Cuando dijo que quería ser ninja lo entendimos, se le daba bien pelear y... Más allá de la preocupación normal que tendría un padre por una profesión peligrosa para sus hijos, pues... — Miró al interior. — Pero es que no hay quien la entienda, es una chica hiperactiva, pero en el momento que debe hacer algo se vuelve más perezosa que una manta.
Un rato después, finalmente aparecería Rin. Llevaba una camisa blanca, una chaqueta de un color azul oscuro algo apagado con detalles rojos, unos mitones negros y los pantalones que llevaba cualquier shinobi y unas zapatillas sin cuerdas ni nada que cubrían un poco más allá de los tobillos con una suela blanca. En su cintura, llevaba la bandana colgando de forma vertical, agarrada al cinturón. También se había recogido el pelo en dos moños, cosa que solo hacía cuando salía por ahí. No se había puesto sus mejores galas, porque tampoco es que tuviera, pero claramente se había arreglado un poco.
El padre se quedó mirándola con una extraña mirada.
— ¿Qué? ¿Qué pasa? Me pediste que me cambiara, ¿no?
— Si sí, anda. Lárgate y que no te vea el pelo hasta por lo menos la noche — añadió volviendo al interior del restaurante.
Rin solo contestó sacándole la lengua.