9/03/2016, 12:25
-Anzu-chan, por lo que dices veo que no eres de por aquí, pero espero que puedas encontrar aquí en Takigakure un segundo hogar -dijo Tatsuya con una sonrisa amable-.
¡Este tío es tan educado y amable que ni siquiera a mí podría caerme mal! Se nota que viene de una familia con pasta, qué modales. Y no era poco cierto. Tatsuya mostraba en todo instante una serenidad y corrección que parecía capaz de aplacar a la más fiera de las bestias. La Yotsuki ya casi ni se acordaba de cómo la había ignorado momentos antes, embargada como estaba por una mezcla de apuro y necesidad de mostrarse cortés con el espadachín. Ni siquiera advirtió el '-chan-', quizá demasiado confiado, con el que Tatsuya la había etiquetado.
-Seguro que sí, Tatsuya-san, ¡me encanta esta Aldea! El tiempo es cojonudo, la comida está de lujo y los ninjas son fuertes -respondió con sinceridad. Takigakure era poco menos que un paraíso terrenal, especialmente si se la comparaba con Shinogi-To-.
Fue entonces cuando Hei habló.
-Oh oh oh, son uno más interesante que él otro. Anzu-san, ¿no eres de la aldea? No sabía que existían ese tipo de tramites. Y Tatsuya, me temo que huelo a gato encerrado. Siéntete cómodo con nosotros, tengo una idea en la que podemos participar los tres, pero antes... — El rubio fijó su mirada en Anzu. — ¿Yotsuqué? ¡Como si tener sangre de un clan te hace más fuerte! Vamos, dejemos claro este asunto con un pulso, ¿que te parece?
Anzu abrió los ojos casi de forma automática, como accionada por un resorte. Si algo le gustaba, era medirse a sí misma y contra otros. Sobretodo si eran de su propia Aldea, porque en su escasa experiencia podía concluir que eran más fuertes que los shinobi extranjeros -¡cómo de equivocada estaba! No se daría cuenta hasta días después, en el Torneo de los Dojos-. Ni siquiera prestó atención a la perlita que había soltado Hei sobre 'una idea en la que podían participar los tres'; su atención se centraba ahora, exclusivamente, en el reto que éste le había propuesto.
-¡Nada de sangre, socio! Un verdadero Yotsuki no lo es por nacimiento, ¡sino por entrenamiento! Y, te aseguro que yo soy una Yotsuki de pura cepa -agregó, confiada-. ¡Venga, vamos a buscar una mesa!
Ni corta ni perezosa, la chica se dio media vuelta y buscó con la mirada una mesa con el suficiente espacio -aunque la suya estaba libre, no quería tener a Hida-sensei cerca-. La encontró momentos después, a una docena de pasos, y allí fue. Era una de las largas mesas repletas de cuencos, platos y fuentes con manjares, solo que justo en aquel momento la mayoría de sus ocupantes se había levantado a bailar una animada canción. Aprovechando la ocasión, Anzu tomó rápidamente asiento e hizo señas a sus dos compañeros para que la imitasen. Mientras llegaban, aprovechó para retirar algunos platos y así hacer hueco suficiente para el pulso.
-Vamos, vamos, ¡Hei-san! ¡Tatsuya-san! -llamó a voces mientras se descubría el brazo derecho, sacándolo directamente del kimono y dejando ver un top negro interior que le cubría el torso-.
¡Este tío es tan educado y amable que ni siquiera a mí podría caerme mal! Se nota que viene de una familia con pasta, qué modales. Y no era poco cierto. Tatsuya mostraba en todo instante una serenidad y corrección que parecía capaz de aplacar a la más fiera de las bestias. La Yotsuki ya casi ni se acordaba de cómo la había ignorado momentos antes, embargada como estaba por una mezcla de apuro y necesidad de mostrarse cortés con el espadachín. Ni siquiera advirtió el '-chan-', quizá demasiado confiado, con el que Tatsuya la había etiquetado.
-Seguro que sí, Tatsuya-san, ¡me encanta esta Aldea! El tiempo es cojonudo, la comida está de lujo y los ninjas son fuertes -respondió con sinceridad. Takigakure era poco menos que un paraíso terrenal, especialmente si se la comparaba con Shinogi-To-.
Fue entonces cuando Hei habló.
-Oh oh oh, son uno más interesante que él otro. Anzu-san, ¿no eres de la aldea? No sabía que existían ese tipo de tramites. Y Tatsuya, me temo que huelo a gato encerrado. Siéntete cómodo con nosotros, tengo una idea en la que podemos participar los tres, pero antes... — El rubio fijó su mirada en Anzu. — ¿Yotsuqué? ¡Como si tener sangre de un clan te hace más fuerte! Vamos, dejemos claro este asunto con un pulso, ¿que te parece?
Anzu abrió los ojos casi de forma automática, como accionada por un resorte. Si algo le gustaba, era medirse a sí misma y contra otros. Sobretodo si eran de su propia Aldea, porque en su escasa experiencia podía concluir que eran más fuertes que los shinobi extranjeros -¡cómo de equivocada estaba! No se daría cuenta hasta días después, en el Torneo de los Dojos-. Ni siquiera prestó atención a la perlita que había soltado Hei sobre 'una idea en la que podían participar los tres'; su atención se centraba ahora, exclusivamente, en el reto que éste le había propuesto.
-¡Nada de sangre, socio! Un verdadero Yotsuki no lo es por nacimiento, ¡sino por entrenamiento! Y, te aseguro que yo soy una Yotsuki de pura cepa -agregó, confiada-. ¡Venga, vamos a buscar una mesa!
Ni corta ni perezosa, la chica se dio media vuelta y buscó con la mirada una mesa con el suficiente espacio -aunque la suya estaba libre, no quería tener a Hida-sensei cerca-. La encontró momentos después, a una docena de pasos, y allí fue. Era una de las largas mesas repletas de cuencos, platos y fuentes con manjares, solo que justo en aquel momento la mayoría de sus ocupantes se había levantado a bailar una animada canción. Aprovechando la ocasión, Anzu tomó rápidamente asiento e hizo señas a sus dos compañeros para que la imitasen. Mientras llegaban, aprovechó para retirar algunos platos y así hacer hueco suficiente para el pulso.
-Vamos, vamos, ¡Hei-san! ¡Tatsuya-san! -llamó a voces mientras se descubría el brazo derecho, sacándolo directamente del kimono y dejando ver un top negro interior que le cubría el torso-.