9/03/2016, 23:09
—Bueno, tenemos compañía... —respondió Yota, desde lo alto.
Ayame torció el gesto. Ya estaba comenzando a maldecir la inexactitud del shinobi de Uzushiogakure cuando un potente sonido grave y ronco acuchilló sus oídos, calando en lo más profundo de su pecho y haciendo vibrar cada célula de su cuerpo y la roca sobre la que estaba apoyada.
«¡¿Pero qué...?!» Debido al sobresalto sufrido, poco le faltó para perder la concentración sobre la corriente de chakra que la mantenía pegada a la pared. «¿Eso ha sido... UN RUGIDO?»
—¿Por ahí abajo como vas?
—¡Maldita sea! ¿De verdad me estás preguntando eso a mí? —exclamó, terriblemente alarmada—. Eso... ¡Eso era un rugido! ¿Con qué clase de animal habéis topado?
Pero ni siquiera esperó una contestación. Ahora cobraba sentido la advertencia que le había lanzado Yota de que no subiera a lo alto del acantilado. ¡Pero tampoco podía quedarse de brazos cruzados! Haciendo un soberano esfuerzo por recobrar algo de calma, Ayame soltó las manos, se concentró en mantenerse pegada a la pared del acantilado, y entrelazó los dedos en una serie de sellos.
Carnero. Serpiente. Tigre.
Una réplica idéntica a ella surgió justo a su lado y, sin perder un instante, trepó rápidamente por la pared de roca para encarar el peligro de manera directa...
Ayame torció el gesto. Ya estaba comenzando a maldecir la inexactitud del shinobi de Uzushiogakure cuando un potente sonido grave y ronco acuchilló sus oídos, calando en lo más profundo de su pecho y haciendo vibrar cada célula de su cuerpo y la roca sobre la que estaba apoyada.
«¡¿Pero qué...?!» Debido al sobresalto sufrido, poco le faltó para perder la concentración sobre la corriente de chakra que la mantenía pegada a la pared. «¿Eso ha sido... UN RUGIDO?»
—¿Por ahí abajo como vas?
—¡Maldita sea! ¿De verdad me estás preguntando eso a mí? —exclamó, terriblemente alarmada—. Eso... ¡Eso era un rugido! ¿Con qué clase de animal habéis topado?
Pero ni siquiera esperó una contestación. Ahora cobraba sentido la advertencia que le había lanzado Yota de que no subiera a lo alto del acantilado. ¡Pero tampoco podía quedarse de brazos cruzados! Haciendo un soberano esfuerzo por recobrar algo de calma, Ayame soltó las manos, se concentró en mantenerse pegada a la pared del acantilado, y entrelazó los dedos en una serie de sellos.
Carnero. Serpiente. Tigre.
Una réplica idéntica a ella surgió justo a su lado y, sin perder un instante, trepó rápidamente por la pared de roca para encarar el peligro de manera directa...