11/03/2016, 01:58
—¿Qué ocurre por ahí arriba, Yota-san?
-Mierda, me has dado un buen susto- exclamé superado por la situación.
El fuuma shuriken no tardo en dar por terminado su vuelo y el felino cayó al suelo abatido. Por fin respiraba algo tranquilo, pero antes quería asegurarme que quien fuese que tiró el arma no decidiese que el próximo objetivo fuéramos nosotros.
Sin embargo antes apareció Ayame que optó por llegar a la superficie, seguramente para saciar su curiosidad. No le había dado muchas pistas de lo que estaba sucediendo. Pero pasó olímpicamente de nosotros. Para ella el tigre ahora lo era todo, se lamentaba mientras acariciaba el animal, ya sin vida, el cual derramaba sus últimas gotas de sangre así como su último aliento.
—¿De verdad había necesidad de matarlo? —murmuró, pero casi era una pregunta dirigida al aire. Su mano descendió con lentitud hasta acariciar uno de los cuatro filos que habían acabado con la vida del precioso animal—. ¿Quién ha sido?
-A mi no me mires-
-Por supuesto que era necesario- una voz femenina, dulce y agradable irrumpió en escena -¿O acaso querías ser su cena? Apuesto a que no. Y ahora largaos de aquí. Esos tipos iban en busca de los ojos de vuestra amiga. Son los famosos cazadores de dojutsus, temidos en todo el valle. Regresad a vuestro hogar, corred y no miréis atrás-
Posó su pie derecho encima del cuerpo del animal y con su mano apartó la de Ayame del filo de aquella navaja gigante, extrayendolo del cuerpo del tigre para acabar recogiéndolo y colocarlo en el cinto, colgando al lado de su pierna.
*¿Cazadores de dojutsus?* me dije para mis adentros arqueando una ceja
-Yo iré tras ellos, ¡No perdáis el tiempo! Este lugar no es seguro, niños-
Parecía muy segura de lo que decía y la verdad no me apetecía quedarme a comprobar si era cierto lo que decía. Ahora lo importante era regresar a Uzushiogakure de una sola pieza. Miré a Ayame y me encogí de hombros, confuso.
-¿Qué vas a hacer, Ayame-san?*
Mientras tanto, la mujer, de cabellos rosados y ojos aguamarina se alejó volviendo a adentrarse en la maleza en la misma dirección en la que los cabrones esos se habían ido.
-Mierda, me has dado un buen susto- exclamé superado por la situación.
El fuuma shuriken no tardo en dar por terminado su vuelo y el felino cayó al suelo abatido. Por fin respiraba algo tranquilo, pero antes quería asegurarme que quien fuese que tiró el arma no decidiese que el próximo objetivo fuéramos nosotros.
Sin embargo antes apareció Ayame que optó por llegar a la superficie, seguramente para saciar su curiosidad. No le había dado muchas pistas de lo que estaba sucediendo. Pero pasó olímpicamente de nosotros. Para ella el tigre ahora lo era todo, se lamentaba mientras acariciaba el animal, ya sin vida, el cual derramaba sus últimas gotas de sangre así como su último aliento.
—¿De verdad había necesidad de matarlo? —murmuró, pero casi era una pregunta dirigida al aire. Su mano descendió con lentitud hasta acariciar uno de los cuatro filos que habían acabado con la vida del precioso animal—. ¿Quién ha sido?
-A mi no me mires-
-Por supuesto que era necesario- una voz femenina, dulce y agradable irrumpió en escena -¿O acaso querías ser su cena? Apuesto a que no. Y ahora largaos de aquí. Esos tipos iban en busca de los ojos de vuestra amiga. Son los famosos cazadores de dojutsus, temidos en todo el valle. Regresad a vuestro hogar, corred y no miréis atrás-
Posó su pie derecho encima del cuerpo del animal y con su mano apartó la de Ayame del filo de aquella navaja gigante, extrayendolo del cuerpo del tigre para acabar recogiéndolo y colocarlo en el cinto, colgando al lado de su pierna.
*¿Cazadores de dojutsus?* me dije para mis adentros arqueando una ceja
-Yo iré tras ellos, ¡No perdáis el tiempo! Este lugar no es seguro, niños-
Parecía muy segura de lo que decía y la verdad no me apetecía quedarme a comprobar si era cierto lo que decía. Ahora lo importante era regresar a Uzushiogakure de una sola pieza. Miré a Ayame y me encogí de hombros, confuso.
-¿Qué vas a hacer, Ayame-san?*
Mientras tanto, la mujer, de cabellos rosados y ojos aguamarina se alejó volviendo a adentrarse en la maleza en la misma dirección en la que los cabrones esos se habían ido.
Narro ~ Hablo ~ Pienso ~ Kumopansa