13/03/2016, 20:37
(Última modificación: 13/03/2016, 20:38 por Uchiha Akame.)
—¿Sabe? Siempre me intrigó una cosa. ¿Por qué todos los herreros ponen el mismo precio a las armas? No importa a donde vaya: al País del Río, de la Tierra, de la Tormenta… Los kunais están a 250, los shurikens a 200... Y el Ninjatō a mil. A veces me desespera. Es como si todos os hubieseis puesto de acuerdo para fijar un precio. ¿No cree que si alguien bajase el precio rompería el mercado? Yo iría de cabeza a comprarle, vaya.
Las inquietudes de Datsue arrancaron una sonrisa amarga al herrero. Vaya cómo hila el niño. ¡Pero si parece que tenga doce o trece años! ¿Cómo se le habrá ocurrido todo eso? Sin dejar de remover el estofado, Hiroshi meditó durante unos instantes la respuesta; no es que no la conociera, claro, sino que no estaba seguro de cuál sería la mejor forma de explicarlo para que el joven Uchiha le entendiese.
-Los herreros nos agrupamos en gremios, Datsue-san. Es una forma de... Organizar la profesión. Igual que los curtidores, los pescadores, los alfareros... Es el gremio de cada País el que fija los precios en su territorio, aunque al final es inevitable que todos los gremios se pongan más o menos de acuerdo. Así evitamos que alguien se pase de listo, que se salte las reglas -Hiroshi se masajeó el mentón con gesto reflexivo, y Datsue pudo ver de nuevo su mano mutilada-. Pero no te confundas, aunque el precio sea el mismo, hay maestros mejores que otros, ¡ja!
De repente el hombre calló, y su rostro antes rejuvenecido parecía ahora haber recuperado aquella sombra de cansancio y vejez. Como si un siniestro depredador planease sobre sus cabezas, a la espera de encontrar una presa desprevenida, la estancia quedó en silencio durante unos instantes. Hasta que un grito de exclamación rompió el hielo.
-¡Papá, te he oído! ¿¡Quieres dejar de contarle mis mierdas a la gente!?
Anzu estaba apoyada en la pared junto a la puerta que daba a las habitaciones, brazos en cruz. Por el semblante molesto de su rostro, había oído la anécdota que Hiroshi le había contado a Datsue, y las consiguientes carcajadas de éste. Sin esperar a que el Uchiha hiciese lo propio, ella tomó una silla y se sentó a la mesa, impaciente.
-¿Falta mucho? Mi estómago va a empezar a devorar a otros órganos.
-Hiroshi… Esto… Respecto al estofado... Soy alérgico a la carne.
La conversación se detuvo un instante, en el que tanto Anzu como su padre miraron con incredulidad al joven Uchiha. Al final, la tensión desembocó de la forma más rocambolesca posible: la Yotsuki partiéndose de risa, alegando que 'claro, cómo no iba a estar así de canijo', y Hiroshi buscando como loco en el armario de madera apolillada algo que ofrecerle a su invitado.
Al final dio con los ingredientes suficientes para prepararle a Datsue un tazón de fideos con verduras y algo de pescado -además, en tiempo récord-. Anzu no hubiera permitido que la cena se retrasara mucho más; apenas Hiroshi puso los platos sobre la mesa, se lanzó en plancha. Como una bestia hambrienta, devoró su plato y dos más, mientras Hiroshi terminaba el suyo con satisfacción.
-Una pena... Está mal que lo diga yo, pero me ha salido coj... -carraspeó, fingiendo haberse atragantado- Muy bueno.
Las inquietudes de Datsue arrancaron una sonrisa amarga al herrero. Vaya cómo hila el niño. ¡Pero si parece que tenga doce o trece años! ¿Cómo se le habrá ocurrido todo eso? Sin dejar de remover el estofado, Hiroshi meditó durante unos instantes la respuesta; no es que no la conociera, claro, sino que no estaba seguro de cuál sería la mejor forma de explicarlo para que el joven Uchiha le entendiese.
-Los herreros nos agrupamos en gremios, Datsue-san. Es una forma de... Organizar la profesión. Igual que los curtidores, los pescadores, los alfareros... Es el gremio de cada País el que fija los precios en su territorio, aunque al final es inevitable que todos los gremios se pongan más o menos de acuerdo. Así evitamos que alguien se pase de listo, que se salte las reglas -Hiroshi se masajeó el mentón con gesto reflexivo, y Datsue pudo ver de nuevo su mano mutilada-. Pero no te confundas, aunque el precio sea el mismo, hay maestros mejores que otros, ¡ja!
De repente el hombre calló, y su rostro antes rejuvenecido parecía ahora haber recuperado aquella sombra de cansancio y vejez. Como si un siniestro depredador planease sobre sus cabezas, a la espera de encontrar una presa desprevenida, la estancia quedó en silencio durante unos instantes. Hasta que un grito de exclamación rompió el hielo.
-¡Papá, te he oído! ¿¡Quieres dejar de contarle mis mierdas a la gente!?
Anzu estaba apoyada en la pared junto a la puerta que daba a las habitaciones, brazos en cruz. Por el semblante molesto de su rostro, había oído la anécdota que Hiroshi le había contado a Datsue, y las consiguientes carcajadas de éste. Sin esperar a que el Uchiha hiciese lo propio, ella tomó una silla y se sentó a la mesa, impaciente.
-¿Falta mucho? Mi estómago va a empezar a devorar a otros órganos.
-Hiroshi… Esto… Respecto al estofado... Soy alérgico a la carne.
La conversación se detuvo un instante, en el que tanto Anzu como su padre miraron con incredulidad al joven Uchiha. Al final, la tensión desembocó de la forma más rocambolesca posible: la Yotsuki partiéndose de risa, alegando que 'claro, cómo no iba a estar así de canijo', y Hiroshi buscando como loco en el armario de madera apolillada algo que ofrecerle a su invitado.
Al final dio con los ingredientes suficientes para prepararle a Datsue un tazón de fideos con verduras y algo de pescado -además, en tiempo récord-. Anzu no hubiera permitido que la cena se retrasara mucho más; apenas Hiroshi puso los platos sobre la mesa, se lanzó en plancha. Como una bestia hambrienta, devoró su plato y dos más, mientras Hiroshi terminaba el suyo con satisfacción.
-Una pena... Está mal que lo diga yo, pero me ha salido coj... -carraspeó, fingiendo haberse atragantado- Muy bueno.