13/03/2016, 20:58
—Entonces... ¿Qué? ¿Va uno? ¿Kazuma, que dices tú?
—Vale, iré a avisarle al dueño —asintió sin problemas. Coloco lo que llevaba en el suelo y procedió a buscar un par de guantes y tapabocas para sus compañeros—. Comiencen mientras y no se olviden de las mascarillas, por favor.
El peliblanco no era del tipo que se preocupara mucho por los detalles de la seguridad, pero ya había visto lo que sucedía cuando la gente ignoraba las cosas pequeñas; Hacia tiempo que un conocido suyo yacía enfermo de los pulmones. Por necesidad trabajaba limpiando muros y manejando sustancias peligrosas, pero era siempre era demasiado descuidado y no usaba mascarilla. Al final, aquello le costó su salud.
Sin perder más tiempo se movilizó a la entrada de la casa, no sin antes observar un jardín un tanto extraño. Estaba lleno de pequeños gnomos de porcelana, todos con la sonrisa cálida de Juro y la mirada fría de Nabi. Tratando de ignorar lo perturbador que era sentir que estaban al tanto de su presencia, se paró en el pórtico y dio unos cuantos golpecitos a la puerta.
«Empiezo a preocuparme —se mecía de atrás hacia a adelante con ansiedad—. Con una casa como esta y con unos adornos tan tétricos como estos… Espero que el dueño no sea nadie demasiado excéntrico.»
—Vale, iré a avisarle al dueño —asintió sin problemas. Coloco lo que llevaba en el suelo y procedió a buscar un par de guantes y tapabocas para sus compañeros—. Comiencen mientras y no se olviden de las mascarillas, por favor.
El peliblanco no era del tipo que se preocupara mucho por los detalles de la seguridad, pero ya había visto lo que sucedía cuando la gente ignoraba las cosas pequeñas; Hacia tiempo que un conocido suyo yacía enfermo de los pulmones. Por necesidad trabajaba limpiando muros y manejando sustancias peligrosas, pero era siempre era demasiado descuidado y no usaba mascarilla. Al final, aquello le costó su salud.
Sin perder más tiempo se movilizó a la entrada de la casa, no sin antes observar un jardín un tanto extraño. Estaba lleno de pequeños gnomos de porcelana, todos con la sonrisa cálida de Juro y la mirada fría de Nabi. Tratando de ignorar lo perturbador que era sentir que estaban al tanto de su presencia, se paró en el pórtico y dio unos cuantos golpecitos a la puerta.
«Empiezo a preocuparme —se mecía de atrás hacia a adelante con ansiedad—. Con una casa como esta y con unos adornos tan tétricos como estos… Espero que el dueño no sea nadie demasiado excéntrico.»