14/03/2016, 23:50
Si algo tenían en común Juro y Ayame en aquellos precisos instantes, era que los familiares de ambos habían ido a ver sus combates en el torneo y que ambos los buscaban ahora en aquella marea de gente. Tal y como había propuesto el chico de Uzushiogakure, lo más probable era que estuvieran esperándolos en la salida, por lo que pusieron un rumbo fijo siguiendo a la multitud con cierta dificultad y de manera algo errática.
—Quizás en la siguiente ronda tenemos más suerte.
— Si, lo siento como un deber —respondió Juro, expresando lo que sentía.
—Por lo que sabemos por ahora, tú y yo hemos pasado de ronda. Y éramos doce participantes, ¿no? Debería haber otros cuatro que también lo hayan hecho.
—Si, si las cuentas no me fallan, cuatro más. Aun daria para otra ronda más antes de las semifinales...
—Es verdad... esto se va a hacer eterno... ¿Te imaginas que nos toca combatir después de habernos conocido de esta manera? —Ayame se rio de su propia broma al tiempo que esquivaba ágilmente a otra persona que se había interpuesto en su camino.
Pero se vio interrumpida cuando un repentino llanto infantil acuchilló sus oídos. Con los ojos entrecerrados, la muchacha miró en la dirección del irritante sonido. Allí, a menos de cinco metros a su derecha, una niña lloraba entre berridos tirada en mitad del pasillo...
—Quizás en la siguiente ronda tenemos más suerte.
— Si, lo siento como un deber —respondió Juro, expresando lo que sentía.
—Por lo que sabemos por ahora, tú y yo hemos pasado de ronda. Y éramos doce participantes, ¿no? Debería haber otros cuatro que también lo hayan hecho.
—Si, si las cuentas no me fallan, cuatro más. Aun daria para otra ronda más antes de las semifinales...
—Es verdad... esto se va a hacer eterno... ¿Te imaginas que nos toca combatir después de habernos conocido de esta manera? —Ayame se rio de su propia broma al tiempo que esquivaba ágilmente a otra persona que se había interpuesto en su camino.
Pero se vio interrumpida cuando un repentino llanto infantil acuchilló sus oídos. Con los ojos entrecerrados, la muchacha miró en la dirección del irritante sonido. Allí, a menos de cinco metros a su derecha, una niña lloraba entre berridos tirada en mitad del pasillo...