18/03/2016, 04:28
Entonces la puerta se abrió violentamente, dándole a Kazuma unos segundos para agradecer que esta girara hacia adentro. Pero aquel respiro de alivio le fue arrebatado de los pulmones cuando en el portal una fiera se plantó frente a él. Unos ojos negros y ardientes como la brea, cubiertos por un cristal frío y opaco como el de los ataúdes.
«Pero…» —Fue su única respuesta mental ante la, seguramente muy estresante, situación que se avecinaba.
Era una mujer relativamente baja, pues tenía casi su misma altura. Un poco rolliza y con un descuidado cabello tan negro como las pinturas que debían limpiar. El parecido con un problema del pasado reciente era espeluznante. Aquella figura se movió con fiereza inaudita, casi llevándose por el medio al atónito peliblanco que le observaba.
«Vamos, no me pagan lo suficiente para lidiar con estas cosas.» —Entristeció en cuanto logro entender lo que sucedía.
Y entonces quedó ahí, frente a la puerta abierta. Sin saber cómo proseguir, pero con el consuelo de que aquel huracán de problemas estaba por tocar tierra justo donde se encontraban sus compañeros. Lo único que pudo hacer fue quedarse de pie en la entrada, mientras sentía como si las bizarras figuras de porcelana del jardín se rieran a sus espaldas, con risas terribles y rostros medio deformes por la alegría de lo que veían venir.
«¿Y ahora?»
«Pero…» —Fue su única respuesta mental ante la, seguramente muy estresante, situación que se avecinaba.
Era una mujer relativamente baja, pues tenía casi su misma altura. Un poco rolliza y con un descuidado cabello tan negro como las pinturas que debían limpiar. El parecido con un problema del pasado reciente era espeluznante. Aquella figura se movió con fiereza inaudita, casi llevándose por el medio al atónito peliblanco que le observaba.
«Vamos, no me pagan lo suficiente para lidiar con estas cosas.» —Entristeció en cuanto logro entender lo que sucedía.
Y entonces quedó ahí, frente a la puerta abierta. Sin saber cómo proseguir, pero con el consuelo de que aquel huracán de problemas estaba por tocar tierra justo donde se encontraban sus compañeros. Lo único que pudo hacer fue quedarse de pie en la entrada, mientras sentía como si las bizarras figuras de porcelana del jardín se rieran a sus espaldas, con risas terribles y rostros medio deformes por la alegría de lo que veían venir.
«¿Y ahora?»