22/03/2016, 14:03
—Espera un momento, por favor
Oyó la voz de Daruu a su espalda cuando ella ya se disponía a marcharse. Diligente, se dio media vuelta para ver al chico de Ame gesticulando con sus labios, ambas manos metidas bajo el kimono. Anzu siguió la mirada de Daruu hasta dar con aquel loco, que decía llamarse Satoru, y que se la devolvía con un marcado tinte de resentimiento. ¿Qué cojones le pasa a estos dos? ¿Es que aquí todo el mundo está loco menos yo?
—¡Ay!
De repente, el mercenario que escoltaba a Satoru tuvo un pequeño traspies. Apenas fue un instante, y la notable agilidad del tipo le permitió no caer siquiera al suelo; el muchacho, por su parte, simplemente compuso una mueca de resignación. Anzu no entendía nada.
—Me odio a mí mismo por esto, Anzu, pero creo que no voy a poder resistir a ayudar a ese tío si el cabrón ese sale corriendo tras él o algo —confesó el shinobi de Amegakure—. ¿Has visto sus cicatrices? Deben estar torturándolo, o algo. No puedo soportarlo.
La Yotsuki tuvo que reprimir las ganas de darle un puñetazo a Daruu. Este chico me está poniendo nerviosa con tanto cambio de opinión. ¿Hasta hace dos minutos no quería saber nada de él y ahora quiere ayudarle? ¿Pero qué...? Anzu sacudió la cabeza un par de veces con gesto de hartazgo.
—¡Vaya! Hace ni tan sólo cinco minutos estabas de acuerdo en mandarlo a tomar por culo, ¿y ahora quieres ayudarle? ¿Ayudarle a qué? Ya has escuchado a nuestro amigo el gorila, probablemente ese chico sólo sea un noble ricachón que se ha escapado de casa para vivir grandes aventuras entre la plebe —la Yotsuki arqueó una ceja— Además, ¿que lo han estado torturando? ¿De dónde sacas eso? Me parece que has leído muchas novelas, Daruu-san...
Echó una mirada a la curiosa pareja, que se alejaba cruzando la plaza entre la gente que iba de aquí para allí.
—Ya te podría haber salido antes la vena de buen samaritano. ¿Has visto al tío de la Sonrisa Diez? No parece de los que se andan con tonterías...
Oyó la voz de Daruu a su espalda cuando ella ya se disponía a marcharse. Diligente, se dio media vuelta para ver al chico de Ame gesticulando con sus labios, ambas manos metidas bajo el kimono. Anzu siguió la mirada de Daruu hasta dar con aquel loco, que decía llamarse Satoru, y que se la devolvía con un marcado tinte de resentimiento. ¿Qué cojones le pasa a estos dos? ¿Es que aquí todo el mundo está loco menos yo?
—¡Ay!
De repente, el mercenario que escoltaba a Satoru tuvo un pequeño traspies. Apenas fue un instante, y la notable agilidad del tipo le permitió no caer siquiera al suelo; el muchacho, por su parte, simplemente compuso una mueca de resignación. Anzu no entendía nada.
—Me odio a mí mismo por esto, Anzu, pero creo que no voy a poder resistir a ayudar a ese tío si el cabrón ese sale corriendo tras él o algo —confesó el shinobi de Amegakure—. ¿Has visto sus cicatrices? Deben estar torturándolo, o algo. No puedo soportarlo.
La Yotsuki tuvo que reprimir las ganas de darle un puñetazo a Daruu. Este chico me está poniendo nerviosa con tanto cambio de opinión. ¿Hasta hace dos minutos no quería saber nada de él y ahora quiere ayudarle? ¿Pero qué...? Anzu sacudió la cabeza un par de veces con gesto de hartazgo.
—¡Vaya! Hace ni tan sólo cinco minutos estabas de acuerdo en mandarlo a tomar por culo, ¿y ahora quieres ayudarle? ¿Ayudarle a qué? Ya has escuchado a nuestro amigo el gorila, probablemente ese chico sólo sea un noble ricachón que se ha escapado de casa para vivir grandes aventuras entre la plebe —la Yotsuki arqueó una ceja— Además, ¿que lo han estado torturando? ¿De dónde sacas eso? Me parece que has leído muchas novelas, Daruu-san...
Echó una mirada a la curiosa pareja, que se alejaba cruzando la plaza entre la gente que iba de aquí para allí.
—Ya te podría haber salido antes la vena de buen samaritano. ¿Has visto al tío de la Sonrisa Diez? No parece de los que se andan con tonterías...