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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#3
Las nubes, oscuras y amenazantes, querían también hacerse un hueco en aquel día entristecido. Eri se encontraba entre el cúmulo de gente que vestía de aquel apagado color, oscuro, para que todas las miradas se posasen en los ataúdes que se encontraban a escasos metros de su posición. Ella estaba allí, oculta, vestida con una túnica oscura y el pelo recogido, sujeto por una diadema, porque ellos se merecían sus pensamientos, porque se merecían estar entre ellos, vestidos de negro y dedicándoles unos últimos momentos a aquellos caídos, pero no, su turno había llegado, más pronto que tarde, más injusto que ninguno, pero ahí estaban.

Y ya no podían volver.

El Jardín de los Cerezos no podía estar más mustio que aquel día, que, al igual que el cielo, parecía querer acompañar el ánimo y las lágrimas que allí caían. Eri recordaba aquello que le habían dicho un día, una vieja leyenda sobre aquel lugar: cuando alguien nacía, un cerezo florecía; pero nunca estuvo más en desacuerdo. ¿Y sí el dicho era al revés? ¿Y si todos aquellos caídos de Uzushiogakure dejaban su alma en uno de aquellos cerezos para estar siempre en su villa? Negó.

Delirios de una joven, pensó.

Pero en lo más hondo de su ser, deseó que Uchiha Akame, junto a Uzumaki Goro y el resto de Chuunin perdidos, tuviesen una segunda oportunidad allí, en aquel inmenso Jardín al que llamaban hogar.

La pelirroja levantó la mirada del suelo y la fijó en el ataúd donde estaba Akame, y no pudo evitar pensar que, a lo mejor, si él hubiera estado preparado, otro gallo cantaría. Él era el profesional, quien había realizado una misión con ella de forma satisfactoria, quien había calmado su miedo, quien había ayudado a sellar a Ayame de vuelta, y quien, pese a todo, ella había juzgado por su modo de pensar, y ahora, todo aquello que había pensado de él se había reducido a cenizas, ¿y qué si había esposado a Daruu? ¿Y qué si había pensado que no tenía razón? Pese a todo aquello que los diferenciaba, para Eri, Uchiha Akame era su compañero.

Y que él no estuviese... No cambiaba aquel aspecto.

Una lágrima traicionera se escapó de uno de sus ojos, ¿cuál? Daba igual, Goro, Akame, todos se merecían lágrimas, se merecían ser recordados. Y sollozó, limpiándose torpemente con sus manos.

¡Tan...! ¡Tan...! ¡Tan...!

No escuchó las palabras vacías del hombre encargado de darlas. No. Deberían hablar aquellos que conocían a los caídos, pero no vio a Datsue, o quizá no quiso verlo. Era una cobarde y no se merecía el título de amiga a sabiendas de que él lo estaría pasando fatal, pero no había podido hablar con él, y Datsue, seguramente, estaba destrozado, tanto por fuera como por dentro.

Pero aquel día no podía lamentarse de ello, no; aquel día solo podía lamentar no haber estado allí, como la mayoría de sus compañeros jounin, e intentar salvar a sus compatriotas. Aquel día serviría para honrar la memoria de Akame, de Goro, de aquellos caídos, y recordarles, poco a poco, con una sonrisa melancólica y buenas anécdotas que contar.

El sacerdote terminó, y poco a poco todos se fueron acercando a depositar su rosa blanca. Ella llevaba varias, para dejar una a cada compañero fallecido, parándose frente a la de Akame unos segundos, mirando detenidamente la foto que enmarcaría sus facciones de por vida: su nariz torcida, su labio cortado, sus cabellos azabaches.

Incluso terminó por pensar que tenía su encanto.

Ojalá todo hubiera sido diferente —murmuró, acercándose la rosa que iba a dedicarle—. Ojalá estuvieras aquí todavía, ojalá... Ojalá.

»Siento todo aquello que pensé, siento no haberte respetado, ni a ti ni a tus pensamientos; es más, ni si quiera coincidimos mucho para agradecerte lo que hiciste por mí, por Ayame y... Y por Datsue —se lamentó, cerrando los ojos y dejando que sus lágrimas cayesen sobre los blancos pétalos de su rosa—. Espero que ahora descanses, Uchiha Akame, te lo has ganado.

Contempló la pequeña rosa y el lazo que había enlazado a ella, de color carmesí, con un pétalo de cerezo atado a él, y lo depositó lentamente.

Junto con el montón de rosas que había bajo él.

Dándole una última despedida al chico que había demostrado tantas cosas y que ahora reposaba allí, inerte, sin vida.

Y él no se lo merecía, como ninguno.

Adiós, Uchiha Akame, Jounin de Uzushiogakure no Sato, compañero y amigo, espero que descanses en paz.
[Imagen: ksQJqx9.png]


—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
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Mensajes en este tema
Adiós, Hermano - por Uchiha Datsue - 15/01/2019, 05:33
RE: Adiós, Hermano - por Uchiha Datsue - 15/01/2019, 05:45
RE: Adiós, Hermano - por Uzumaki Eri - 15/01/2019, 11:44
RE: Adiós, Hermano - por Sasaki Reiji - 16/01/2019, 23:13
RE: Adiós, Hermano - por Heki - 17/01/2019, 12:44


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