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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
El Conejo Blanco
Unific sobre historias de Ranko entre tramas
#2
Durante el verano de 219, en el Día del Perro y el Gato/Gato y el Perro, Ranko y Kuumi se toparon con una kunoichi de Uzushiogakure llamada Aburame Mei. A pesar de tener roces con Kuumi, y causar una breve pelea entre las hermanas, Mei entabló rápida amistad con Ranko. Sentimientos nunca antes experimentados florecieron en el Conejo Blanco, quien quedó embelesada por quien ella llamó "Mushihime". Las chicas acordaron encontrarse de nuevo en Bienvenida del siguiente año, en un pueblo al noroeste de Ōnindo, Yukio. Ésta es la historia de las vivencias de Sagisō Ranko en dicho lugar.

Segundo Mizuyōbi de Bienvenida, 220


Fue su primer viaje en ferrocarril, y Ranko disfrutó tanto el largo trayecto como el destino. Cuando bajó en la estación cercana a Yukio, vestía una capa de viaje verde oscuro, y ropas marrones debajo. Una vestimenta algo extraña en la Kusajin, pues estaba acostumbrada a llevar ropas, si bien cómodas y flexibles, de diseño hermoso. Pero ese día no era uno para vestirse elegantemente, era uno para llegar rápido.

Bajó pues y, después de ver un mapa de ésos de "usted está aquí" y ubicar su lugar objetivo, comenzó su andar hacia la ciudad de las nieves. Era inicios de primavera, por lo que la nevada había cesado. Claro que la ciudad seguía teniendo una leve capa blanca, una que se fusionaba con la tundra de más al norte, pero lentamente la perdía.

Mientras caminaba, Ranko lamentó que no fuese pleno invierno, para estar rodeada de copos de nieve y luces de faroles. Aunque de cierta manera le aliviaba que no fuese así, pues no estaba acostumbrada a climas tan extremos. Pero no importaba: a pesar del frío que sentía, el calor de su corazón la mantenía con determinación.

La entrada a Yukio le mostró de lleno la belleza del lugar. Casas pequeñas, de hermosa arquitectura. Alguna que otra plazuela amplias, de esas que la kunoichi adora toparse. Gente platicando en pequeños grupos, lo suficiente para mantener el calor de una conversación diaria. Ranko respiró profundamente y, mirando de calle a calle, buscó el lugar que había visto en el mapa.

Unos minutos después, cuando lo encontró, ya eran las cinco y media de la tarde, y el ocaso amenazaba con hacerse presente en las tierras del norte. Era una posada, la mejor que pudo encontrar, o al menos la más costosa. Sus dos plantas sobresalían de entre los edificios cercanos, y su fachada con ornamentos circulares le daba un aire festivo. Yukihime era su nombre. La princesa de hielo.

"Un nombre perfecto para una estadía perfecta" se dijo, sintiendo una emoción que pocas veces había sentido en su pecho.

Entró, con una gran mochila detrás y un bolso más a la mano.

El lugar era más grande por dentro de lo que aparentaba, y una calidez la reconfortó apenas dar unos pasos dentro. La recepcionista, una chica de piel morena y cabello aún más oscuro, la saludó con una reverencia. Un hombre cerca de un pasillo se apresuró a hacer lo mismo.

Bienvenida al Yukihime, señorita. La hora de registro es a mediodía, pero puedo revisar si tenemos cuartos disponibles…

Ah… e-eh… N-no, yo… —Respiró profundamente, recordando la razón de su viaje y lo cerca que estaba de completarlo —. Escribí hace meses. M-mi nombre es Ranko. Sagisō Ranko. E-escribí hace tiempo pa-para reservar una habitación. Di-Disculpe llegar ahora. Creo q-que… Creo que calculé mal el viaje en tren ja ja… ja…

La mujer se dio prisa en revisar el libro de registros mientras Ranko dejaba su equipaje en el suelo.

¡Oh! ¡Aquí está! Le ruego me disculpe, Sagisō Ranko-sama. ¡Bienvenida! Su estancia es de tres noches, ¿Cierto? Deje que nos encarguemos de su equipaje —El hombre se acercó y, de manera muy respetuosa, tomó la mochila y el bolso de Ranko y subió a la segunda planta —. Su cuarto tiene vista al borde de la ciudad, y puede ver el sol aparecer entre las montañas al alba. ¡Espero disfrute su estancia con nosotros, Sagisō-sama!

La recepcionista le entregó un juego de llaves con el número doce grabado en una ficha de metal exquisitamente tallada. Le dedicó una reverencia, la cual Ranko respondió. La kunoichi, con pasos levemente temblorosos, subió por las escaleras y buscó brevemente con la vista al hombre. Éste le esperaba a la puerta del último cuarto. Fue rápidamente hacia él y lo despidió con una reverencia más.

M-muchas gracias. Yo las meteré. Gracias.

Mientras el hombre desaparecía por las escaleras, Ranko usaba la llave para entrar. Era una habitación amplia, con una cama doble y dos mesitas/burós a cada lado. Había un pequeño armario del lado derecho del cuarto, junto a la puerta que Ranko supuso era el baño. En la pared de enfrente había una ventana con la cortina corrida. Podía ver la silueta de las montañas apenas contrastadas con la oscuridad del ocaso.

Ranko respiró profundamente y se echó sobre la cama. Gritó como niñita con la cara enterrada en una almohada. Estaba emocionada, asustada, nerviosa, alegre y asustada otra vez.

Ranko, ¡Ranko! ¿Qué has hecho? ¿Hasta dónde has ido? ¡Qué tan lejos ha llegado Ranko decidida! —se dio la vuelta, con la mirada fija en el techo de madera —. No. Ya estoy aquí. Ya no puedo retractarme. Vine aquí porque quise. Porque quiero. Vine por...

Buscó entre sus ropas un papel. Era una carta doblada, cuidada lo más posible, pero ligeramente gastada, pues Ranko la sacaba de vez en cuando, por las noches, para meditar antes de dormir. Una carta dejada por una Uzujin de cabellos bicolores. Una princesa de mariposas.

Mushihime.

Respiró el olor a papel de la carta. Ya hacía tiempo que el perfume se había desvanecido, pero Ranko podía recordarlo perfectamente: un aroma a rosas enervante, hermoso como su portadora.

Kuumi ya sabía todo, su madre lo sospechaba, su padre lo ignoraba. La primera persona con un lugar especial en el corazón de Ranko. Y tenía una cita con ella, en esa ciudad, al día siguiente. Ni Ranko misma podía creerse haber decidido irse a Yukio sólo por eso. Había utilizado el dinero de su regalo de cumpleaños exclusivamente para ello. Y se moría de nervios y de la emoción.

Y ahora, después de añorarlo por meses, estaba tan cerca de volverla a ver. Besó la casi desaparecida silueta de labios rojos que quedaba en el papel, e imaginó, con un corazón acelerado, que al día siguiente lo haría con los de verdad.

Oh, Mei-hime… —suspiró.
Pensamientos (Plum) Diálogos (PaleVioletRed)

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Mensajes en este tema
El Conejo Blanco - por Sagiso Ranko - 16/08/2019, 14:22
RE: El Conejo Blanco - por Sagiso Ranko - 13/02/2020, 16:39
RE: El Conejo Blanco - por Sagiso Ranko - 25/02/2020, 21:56


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