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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
— Joder, Setsuna-sensei, por favor... Kenzou-sama me dio permiso para hacerlo. Necesito salir de aquí durante unos días, despejarme, meditar... Necesito reencontrarme

— Me parece estupendo, pero eso mismo puedes hacerlo aquí, no veo donde está el problema, Yota-kun

— ¡Necesito un maldito sitio donde desconectar de todo! ¡Ese es el jodido problema!

Estaba desesperado, no acababa de encontrar el modo de hacerla entender lo desesperante de mi situación. Habían pasado muchas cosas y es posible que no se hiciera cargo de la necesidad de lo que le decía. El Torneo de los Dojos, mi necesidad de mejorar, aquella misión con Yubiwa-dono y Taeko-chan. Era todo demasiado complejo y me sentía como un tigre enjaulado, preso de su libertad.

— Por favor...

La mujer que tenía en frente, que me había visto crecer, me conocía casi tanto como mamá. Con ella aprendí todo lo referente a ser un shinobi. Ahora la necesitaba para que me ayudase con aquel viaje de maduración. Era algo que tenía que hacer y ya está pero Setsuna era demasiado... tozuda. Se cruzó de brazos ante mí, bajo el resguardo de las copas de los arboles del campo de entrenamiento.

— Eres más tozudo que tu padre, Yota-kun. Y eso ya es decir. Está bien, iremos juntos. Si no accedo acabarás escapandote, haciendo caso omiso a lo que te dijo el Morikage. Supongo que no me queda elección... Déjame que le dé yo la noticia a Naomi-san, será lo mejor.


···


Eran los últimos días de otoño. Pronto iba a despedirse Augurio para dar entrada al frío invierno en todo Oonindo y aún quedaba una última cosa por hacer antes de partir.

— Naomi-san, tengo que decirte algo. Es sobre Yota-kun

La mujer que aquel día lucía un kimono amarillo mate atado por un cinturon delgado y blanco abrió sus ojos como si fueran dos naranjas.

— ¿Qué pasa con mi Yotita, Setsu?

— No, no te preocupes. Él está bien. Creo que está madurando pero... me ha pedido hacer un viaje de reflexión como él lo ha querido llamar. Vamos a estar fuera de la aldea por unas semanas. Te prometo que cuidaré de él, no te preocupes. Cada vez se parece más a Ryu-kun, ¿Sabes?

Los ojos de la rubia se llenaron de lágrimas al instante y no tardaron en caer las primeras gotas que acabaron en su mano en cuanto las recogió al pasarla por encima de la mejilla.

— Mi Yotita... ¿Por qué no puede decírmelo él mismo? ¿Tanto me odia? Desde que volvió de aquella misión está muy raro

— Soy muy consciente de ello. Es por ello que he accedido a sus deseos. Quiero averiguar qué narices pasa con ese muchacho. Igual... igual si estoy con él unos cuantos días seguidos suelta prenda. Además, seguro que esta experiencia le hace más fuerte. Y bueno, le dije yo de contártelo, creo que es lo mejor

— No dejes que le pase nada malo, por favor, ¡Prometelo!

— No le pasará nada, tienes mi palabra

— Gracias, Setsu

Ambas se unieron en un sincero abrazo que sellaba el acuerdo de aquella expedición que llevaría a los dos ninjas a un lugar muy frecuentado por el difunto Ryu. Un lugar que, precisamente usaba para ir a relajarse en cuanto podía. Justo como iban a hacer ese par. Pero aquel lugar no había sido escogido al azar. Setsuna lo tenía todo pensado. Además, la suerte o el azar no tenía cabida en su cuadriculada cabeza.
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#2
Con las mochilas a cuestas, cargadas con provisiones para parar un regimiento, nos pusimos en marcha. Se trataba de un viaje largo. Más largo que el que hice para ir al Valle de los Dojos. Caminaríamos y viajaríamos durante media semana por lo menos, y eso si íbamos a buen ritmo.

La primera noche la pasamos cerca del árbol sagrado, siendo inevitable recordar lo que sucedió allí hacia tan solo unos pocos días. Las aventuras con Yubiwa y Taeko, así como los dichosos hilos de chakra natural... No había olvidado la promesa que le hice a Yubiwa. Buscaría la manera de saber usar ese potente chakra, quizás con la ayuda de aquella fuerza pudiese ayudar a Yubiwa a recuperar su visión. Lo deseaba con todas mis fuerzas.

El día siguiente cruzamos la frontera que separaba nuestro país con el país de la tierra, sede de lo que antaño fue una gran potencia, hogar de dotoneros y de los habitantes de Iwagakure no Sato. Allí se forjaban ninjas de gran fortaleza hace ya cientos de años, antes de la guerra de los bijuu. Sin ir más lejos, acampamos e hicimos una pequeña fogata entre las ruinas de aquella aldea en la que aún quedaban los restos de sus edificios. Vagos recuerdos de lo que fue su fortaleza y a lo lejos, si alzábamos la vista, veríamos nuestro destino: las montañas nevadas que unían aquel país con el de la tormenta, aunque eso sí, lejos de Amegakure, aldea natal de un gran amigo forjado en los Dojos, Amedama Daruu. También lo era de la muchacha que me derrotó en el torneo, Aotsuki Ayame.

Los primeros rayos de sol nos despertaron. La fogata se había convertido en meras cenizas y a cada día que avanzaba, cada vez la temperatura era más baja.


— Hoy llegaremos a nuestro destino, Yota-kun, Debemos apurarnos y llegar cuanto antes. Las montañas nevadas pueden ser muy traicioneras. Pero hay algo que debes saber

— ¿El qué? — pregunté mientras bostezaba, alzando los brazos sobre mi cabeza.

— Aquí venía tu padre muchas veces. Nunca dijo por qué, pero era un lugar al que le agradaba mucho venir. dicen que estas montañas esconden muchos secretos

— ¿Papá? ¿Por eso me has traído hasta aquí?

La mujer de ropas y cabellos azabache asintió y yo esbocé una sonrisa. Al mismo tiempo maldecía mis propios huesos. Si no hubiera muerto aquel día... Entonces podría ir hasta aquel lugar con él, podríamos entrenar juntos... Pero de poco servía lamentarse.

Avanzamos a buen ritmo por aquella cordillera y poco tardamos en pisar los primeros tramos de nieve. El frío empezó a calar y entonces empecé a comprender el hecho de lo dura que podía resultar aquella montaña. Pasadas las horas, los pies se enterraban ante una mayor presencia de la nieve, dificultando el paso cada vez en mayor medida hasta que mi sensei se adentró en una de las grutas que se avistaban por aquel lugar. En su interior la humedad soplaba un aire fresco que me entonaba, haciéndome sentir bien y entonces vimos aquel lugar. La nieve había desaparecido; en su lugar las verdes praderas iluminaban nuestras retinas, sus pequeñas poblaciones se ocupaban del día a día y el ambiente era más bien cálido, lejos del frío del otro lado. En definitiva, era una pequeña porción del mapamundi donde se respiraba paz y tranquilidad. Un lugar idílico para descansar.
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#3
Era una noche más fría de lo habitual. Incluso podía sentir la humedad en el interior de mis huesos. Salí de la ducha, de una jodida ducha calentita, la que estaba anexa a mi habitación en aquel apartamento que de buena gana nos alquilaba una anciana en uno de aquellos pueblecitos del Valle Aodori. La verdad es que había sido muy amable y le estábamos eternamente agradecidos. Y Setsuna-sensei estaba todavía fuera. Ella también aprovechaba aquello para entrenar, aunque en aquel instante la anciana había reclamado su presencia para que la ayudase con algo. Hasta la hora de la cena.

— ¿Qué pasa tronco? ¿Eres Yota?

— ¡HOSTIAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAS!

Una jodida araña del tamaño de la palma de mi mano sin contar sus peludas patas colgaba del techo. La ventana tenía un hueco. Había sido cortado con precisión. Era negra como el carbón y en su abdomen se dibujaba una especie de reloj de arena carmesí. Cogí mi camistea y me tapé, por si decidía atacarme, aunque sus quelíceros no iban a detenerse ante la simple tela de mi ropa, pero yo me sentía falsamente más seguro.

— Sí, ya lo sé, colega. Yo también me acojono cuando veo a humanos hablando mi idioma — dijo el arácnido observando mi buzón abierto de par en par — No, pero ahora en serio, ¿Eres Yota? ¿Sasagani Yota?

«¿Cómo cojones sabe mi nombre?»

— ¿Quién eres? ¿Quién te envía?

La araña bufó desprendiéndose de la tela de araña que la permitía permanecer suspendida en el aire, rebotando en las sabanas de la cama y cayendo del derecho, como haría un gato.

— Tronco... Relájate, ¿Vale? No voy a matarte, si quisiera hacerlo... ya estarías criando malvas, colega. Te estábamos esperando, Yota. Sin duda Ryu se alegrará de verte

— ¿Papá? ¿Está vivo?

— Oh, sí, claro que lo está. siento el papelón de todos estos años, pero era necesario. Ya lo entenderás. Mira tio, ven a las montañas, al norte, tercera cueva. No tiene perdida, colega. Allí te espera la Kyodaigumo

El animal se fue moviendo hasta la ventana y antes de salir se volteó.

— Oh, casi me olvidaba. Ven solo o tu papi morirá. Y ven por la mañana

Apreté los dientes rabioso y fui a coger la katana que reposaba junto a la pared, pero el maldito ocho patas parlante ya se había escabullido

···

— Setsuna-sensei, esto... Es imposible que papá esté vivo, ¿Cierto?

No dejaba de darle vueltas a mi encuentro con aquel animal tan sarcástico. Una parte de mi quería creerle, otra se negaba en rotundo, ¡Murió en mis putos brazos!

— Murió en tus brazos, ¿Verdad, Yota-kun?

— Sí..

— Pues entonces creo que te has respondido tu mismo. ¿Por qué lo preguntabas?

— ¿Eh? Nada, nada, jeje... Coño, Qué buenas están estas pizzas, ¿Eh?
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#4
La petición de aquella araña apestaba a trampa mortal pero a su vez la curiosidad me mataba por dentro, a fuego lento. Poco tenía a perder, además... ¿Y si realmente estaba vivo?

Bajo aquel pensamiento me levanté, de forma repentina y del tirón con toda la cara empapada en sudor frío; el corazón a dos mil revoluciones por minuto y la respiración entrecortada. Emití varias bocanadas grandes para recuperar mis constantes vitales y me preparé. Antes que nada, con la ayuda inestimable del agua del grifo, me limpié el rostro de aquella amarga sensación del sudor y luego me vestí, colocándome mis katanas, las que me regaló papá cuando supuestamente murió y todo el arsenal que había traído conmigo.


···

«Tercera cueva al norte, tercera cueva al norte»

Me iba recordando las directrices del arácnido dentro de mi cabeza cada cinco segundos. Caminaba entre las rocas mientras los primeros rayos de sol calentaban mi espalda durante mi ascenso.

«¡Tercera cueva!»

Sí, creía que aquella gruta era la correcta. Se podía escuchar algún que otro tintineo y empecé a adentrarme en ella. Por momentos me arrepentía de estar haciendo aquello, pero una fuerza superior a mí me arrastraba al interior, hacía aquella oscuridad...

De pronto, a lo lejos, escuché voces, ¿Sería mi verdugo? Pronto iba a descubrirlo. Me armé de valor, inspiré y espiré con fuerza. Lo repetí una vez más y mis piernas volvieron a moverse. El camino estaba marcado por la tenue luz de las antorchas que simplemente me servían para saber por donde tenía que ir ya que no veía mucho más allá, seguramente cada una de aquellas antorchas alumbraba 5 metros alrededor, más o menos.

Algo se enredó a mi espalda y mi corazón dio un vuelco.


— Al fin nos reencontramos, Yotita dijo una voz jodidamente familiar.

Quise darme la vuelta, pero era imposible, seguía enrededado, apresado por aquella tierna atadura. El corazón volvió a dispararse de tal manera que parecía que iba a salir disparado de mi pecho.

— Pap..

— Shhh, no digas nada, quiero enseñarte algo

Puso su mano en mi espalda, empujándome.

— Quiero que conozcas una buena amiga

— Mierda... ¿Por qué? ¿Por qué me hiciste creer que moriste? ¿Por qué te apartaste de mi vida?

Sí, sin duda era él. Recordaba perfectamente su rostro. Pero necesitaba respuestas. Necesitaba saber el por qué de todo aquello. Nos había abandonado, a mí y a mamá. Merecíamos una jodida explicación.

A lo lejos se divisaban 8 luces de un color rojo como el de la sangre.


— Aquí lo tienes, te presento a mi hijo Yota, Kuromibōjin-sama ---- me miró a los ojos, con ternura — Pronto lo entenderás, hijo

— Así que este es tu cachorro, Ryu-kun. Acércate, cachorrito, acércate... quiero verte de cerca

Tragué saliva. Estaba acojonado perdido. Aquel era mi fin, estaba claro que lo era. Aquellos 8 soles rojos estaban hablando. Me acerqué, ¿Qué otra cosa podría hacer?

Menuda impresión fue la que tuve cuando ala cercarme vi el brillo de un par de colmillos gigantes que desprendían un juguito traslúcido y tras ellos se escondía una araña negra y brillante. Sus 8 ojos se fijaron en mí. La simple presencia del animal ya era imponente de por si.


— ¿Y este cachorrito dices que es el heredará tus poderes, Ryu-kun? ¿Estás seguro de hacer esto?

— Exacto. No puede ser de otra forma. Miralo, se ha hecho fuerte y ahora es todo un shinobi. Tu misma lo viste, Kuromibōjin-sama

Posó una de sus patas encima de la cabeza al mismo tiempo que sus quelíceros se juntaron, dando lugar a un desagradable chirrido.

— Es cierto... Ha aprovechado el tiempo. — Percibí la presencia de papá de nuevo a mi lado — Bien, le pondremos a prueba, pero... necesitamos antes saber qué sacrificio vas a hacer por nosotros

— Te entregará sus poderes, sellando así el pacto de sangre

— Poderes... pacto de sangre... balbuceaba por lo bajo ligeramente mareado

— Yota, escucha atentamente. todo esto lo hice por ti. Kuromibōjin-sama y las demás arañas te convertirán en uno más de la familia, te harás muy poderoso, te enseñarán a usar el chakra natural, ¿Sabes lo qué es? Y contarás con el apoyo de las arañas. Confía en las sabias palabras de Kuromibōjin-sama

— ¡Chakra natural!

— si bueno, paso a paso, cachorrito. Antes deberás demostrar que eres un digno aliado y que mereces entrar en la familia tal y como hizo Ryu-kun al separarse de vosotros, simulando su propia muerte. Tu prueba será distinta. Deberás mostrar que eres tan fuerte como afirma el propio Ryu. confío en él, pero no me la voy a jugar. Si no lo consigues... Morirás

Parecía un intercambio justo. Un poder tan grande como el del chakra natural podría serme concedido. La cara se me había iluminado por momentos.

— ¡Kumokichi!
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#5
Algo se clavó en mi cuello con la furia de varios Yomis juntos.

— ¡¡¡AH!!!

No llegué a ver de qué se trataba, pero tampoco es que se necesitase un master para saberlo. De pronto empecé a sentirme jodidamente mareado y no tardaría en ver comprometido mi sentido del equilibrio. Un beso en la frente.

— Buena suerte, Yotita

Tras aquello el suelo se desvaneció, como si alguien hubiese accionado una trampilla y caí hasta un foso.

— Vuelve hasta aquí para superar tu prueba, cachorrito

Desde aquel preciso instante supe que las cosas iban a ponerse feas y aún a pesar del malestar, me las ingenié para salir del agua y volver a ponerme en tierra firme. Se escuchaban cuchicheos, pisadas de patitas y de algún modo, silencio. Un silencio perturbador.

BROAAARP.

Acababa de sacar el desayuno y parte de la cena de ayer. El malestar no hacia más que aumentar y aumentar. Lo que más me reventaba era haber sido separado de nuevo de papá una vez me había reencontrado de nuevo con él.

De nuevo sentí mis manos de nuevo, estaban chorreando vómito, había vomitado encima de ellas.

«Qué asco..»

Rápidamente remojé las manos sobre el agua, depositando allí los restos de mis entrañas. Pero... era incapaz de erguirme, si lo hacia sentía que volvería a vomitar. Debía buscar la manera de salir de allí y debía hacerlo rápido. Mi vida dependía de ello. Cuando de pronto me vino algo a la mente.

«Esto es como lo de Jurete. Sí... Puede que se traté de un veneno, debo concentrarme. Seguramente si queren que supere esto no será letal, simplemente malestar»

Pero menudo malestar del demonio. Los segundos parecían minutos, los minutos parecían horas... Y encima apenas se veía nada. Me movía, lo hacía a gatas, y lo seguiría haciendo así hasta que empezase a sentirme mejor. Incluso yendo a gatas seguía tambaleandome, viendo mi equilibrio claramente mermado.
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#6
No sabría decir con exactitud cuantos malditos jornales me pasé allí metido. Los primeros fueron los peores, no sabía por donde tenía que ir, y pude ver que aquello era una maldita galería con mil caminos distintos y solo uno era el correcto pero, ¿Cómo saber cuál era el correcto?

Por fortuna, el veneno fue tan solo el malestar de unas horas. Lo justo para desubicarme, probablemente fue aquella su función. Tuve que alimentarme de lo que iba encontrando. Animales vivos, tales como ratos, cucarachas o cosas parecidas.

Gracias a quién sabe qué Dios, parecía haber encontrado el camino de salida. El regreso al lugar donde conocí a la gran Kyodaigumo. Mis retinas vieron el resplandor de aquellas antorchas, unas antorchas que no veía de hacia mucho tiempo.


— V-vamos... Ya casi... está

Jadeaba entre excitado y aliviado, aceleraba el paso, quemaba las pocas energías que reposaban en mi cuerpo y caminé lo más firme que podía. La más firme que podía un cuerpo debilitado como lo estaba el mío.

Crucé aquel arco de piedra y de nuevo vi la figura paternal que tanto anhelaba ver y cerca de él aquella araña gigante. Sonreí mientras me tambaleaba.


— Lo logré...

Me fui acercando ante la atenta mirada de los presentes hasta volver al sitio donde estaba antes de caer a aquel foso.

— Te dije que lo lograría, Kuromibōjin-sama

— Vale, puede que tengas razón. Lo ha logrado y ciertamente puede darse el caso de que tu cachorro tenga potencial. Cumpliré mi palabra. Ponte de espaldas Yota-kun

— Chakra natural... Enseñame ese poder, papá...

Me temo que no voy a ser yo quién te va a enseñar eso, Yotita. Pero deberás ser paciente, aún hay un largo camino por recorrer. Vamos, haz lo que ha dicho

Me ayudó a hacerlo, yo no estaba en disposición de poder moverme mucho y cuando lo hice sentí una gran punzada. Bueno, de hecho fueron dos. La de los dos colmillos de la araña gigante penetrando la carne y abrasando mi interior. Ni siquiera fui capaz de emitir un solo chillido de dolor. Poco a poco, mi vitalidad se iba esfumando y aquellos colmillazos se iban llenando de chakra de tal manera que la sala se iluminó y así estuvimos durante unos minutos hasta que la viuda negra extrajo lo que estaba buscando.

— Nunca olvides lo mucho que os quiero, Yotita nunc... ¡Argh!

Esta vez fue su cuerpo el que estaba atravesado, pero en su caso le robaría toda su vitalidad. abrí los ojos de par en par con las lágrimas resbalando de mis globos oculares.

— Por qué...

— Era su parte del trato. Firma aquí y te transferiré los poderes que te prometí. Este será nuestro pacto de sangre y entonces serás uno de los nuestros. Nuestro enviado a Kusagakure

Me di la vuelta, parándome para observar el cadáver de mi padre, del hombre que lo sacrificó todo por mi. Mi puño se impregnó de rabia, los nudillos se tiñeron de blanco y la sangre brotó de la dureza con la que el puño se había firmado y entonces estampé la palma de mi mano en aquel pergamino e el que se dibujaban extrañas figuras.

— Estaremos en contacto permanentemente, Yota-kun. Obviamente, puedes venir aquí siempre que lo necesites. A partir de ahora esto también es tu casa. Aprenderás a ser una araña, a moverte como una araña, a pensar como una araña... Y cuando legue el momento te enseñaré a usar el chakra natural y a despertar el sabio que llevas dentro. No es una tarea fácil, cachorrito, pero si te fortaleces yo te ayudaré a hacerlo. Ahora, vuelve al lugar donde perteneces, camina entre tus semejantes y nunca jamás reveles los secretos que has conocido estos días. ¡Oh! Casi se me olvidaba. No te preocupes por tu criada, nos hemos ocupado de ella, debería seguir durmiendo.

— ¡Hey! Míralo, el cachorrito se ha vuelto una arañita ¡Kyaaaaaaaaaaa!

— Oh... Kumopansa... Tu serás el encargado de ayudarle. Yota, recuerda, con el Kuchiyose no jutsu podrás invocarnos y nosotros podremos invocarte a ti. Cuando nos necesites podrás usar el jutsu para que luchemos juntos, pero solo cuando sea realmente necesario. Recuerdalo bien, ¿De acuerdo?

[color=yellow]— Sí, creo que lo he pillado. Me voy a ir yendo antes de que Setsuna-sensei se despierte


— Nos veremos pronto, Yota-kun

Kumopansa saltó y se posó en mi espalda y empezamos a caminar hasta el exterior, siguiendo de nuevo el caminito marcado por las antorchas.

— Supongo que a tu criada sí se lo podemos decir, pero no más excepciones, ¡Que te veo venir, tronco!

···

Aquellos fueron días duros. Mi viaje había llegado a su fin y una vez que Setsuna asimiló toda la información, acabaríamos volviendo a Kusagakure.

— Así que Ryu-kun estaba vivo realmente y se sacrificó por ti. No esperaba menos de él. Bueno, creo que este viaje ya ha merecido mucho la pena, ¿No crees?

— Sí... eso creo. Ha sido todo muy extraño

— ¡Eh, troncos! ¿Qué hay de comer allí en Kusagakure? ¿Hay mosquitos? No me jodáis, ¿Eh? Aquí estamos muy bien acostumbradas...

Tanto Setsuna como yo rompimos a carcajada limpia.
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