7/06/2017, 17:14
El hombre se limitó a asentir de forma nerviosa ante las presentaciones de los muchachos, valorando poco —o nada— la exhibición de conocimientos y habilidades en el protocolo formal de Mogura. En lugar de ello, se apresuró a enfilar el pasillo mientras les indicaba que le siguieran con un gesto de su mano derecha.
Tomó la primera puerta a la derecha y, al entrar, los muchachos se encontraron en una cocina bastante espaciosa y bien amueblada. Una mesa con cuatro sillas, un armario de madera muy grande que hacía las veces de despensa, una encimera de mármol con fregadero y escurridor de vajilla, y demás mobiliario típico de una cocina. En general todo parecía de buena calidad y excepcionalmente limpio.
El señor To Do les ofreció asiento con un ademán nervioso, pese a que por momentos parecía haber recobrado un poco la compostura.
—Sí, sí, la misión —asintió, sin siquiera echar una ojeada al pergamino. Parecía saber bien lo que quería de aquellos gennin—. Es de vital importancia que recojan un par de manojos de Cauda Draconis... Mi hermana está muy enferma y las medicinas de las que disponemos en el pueblo no pueden ayudarla. ¡Y debe ser hoy! —agregó, echando un rápido vistazo a un reloj de pared que colgaba frente a la mesa.
—La planta crece en los acantilados que bordean la costa, a apenas media hora a pie de aquí. La reconoceréis al instante... Es de tallo largo, de color marrón, y la flor es de pétalos cortos y tonalidades rojizas. ¡Vamos, vamos, no tenéis tiempo que perder! —les apremió, levantándose de su silla y agarrando a los muchachos del brazo para apurarles a salir de la cocina.
Tomó la primera puerta a la derecha y, al entrar, los muchachos se encontraron en una cocina bastante espaciosa y bien amueblada. Una mesa con cuatro sillas, un armario de madera muy grande que hacía las veces de despensa, una encimera de mármol con fregadero y escurridor de vajilla, y demás mobiliario típico de una cocina. En general todo parecía de buena calidad y excepcionalmente limpio.
El señor To Do les ofreció asiento con un ademán nervioso, pese a que por momentos parecía haber recobrado un poco la compostura.
—Sí, sí, la misión —asintió, sin siquiera echar una ojeada al pergamino. Parecía saber bien lo que quería de aquellos gennin—. Es de vital importancia que recojan un par de manojos de Cauda Draconis... Mi hermana está muy enferma y las medicinas de las que disponemos en el pueblo no pueden ayudarla. ¡Y debe ser hoy! —agregó, echando un rápido vistazo a un reloj de pared que colgaba frente a la mesa.
—La planta crece en los acantilados que bordean la costa, a apenas media hora a pie de aquí. La reconoceréis al instante... Es de tallo largo, de color marrón, y la flor es de pétalos cortos y tonalidades rojizas. ¡Vamos, vamos, no tenéis tiempo que perder! —les apremió, levantándose de su silla y agarrando a los muchachos del brazo para apurarles a salir de la cocina.