¡A las armas!

[Eikyuu Juro]

« Uzumaki Eri... »

Esas últimas palabras se quedaron grabadas en su cerebro. Después de todo, los Uzumaki eran un linaje conocidos: expertos en sellado, de larga longevidad, que antes poblaron Uzushiogakure. Esta chica podría ser solo un ejemplo de los muchos que seguramente habría ahí.

Pero no solo era un pelo bonito. También le demostró que sabía del tema.

—Quizás antes le dedicaban más amor y mimo, eran obras de arte que exhibían en la guerra, ¿no?. Quiero decir, a parte de para herir al oponente, la utilizaban como algo digno de lo que sentir celos, algo como... Mira, mi arma es más bonita que la tuya, ¿me sigues?

Juro asintió, inconscientemente, mientras procesaba la información.

—Ahora son... Normales, cuando tu ves una kodachi, no ves una espada, ves un arma que sirve para combatir a tus enemigos, no algo para lucirlo... Es como si solo sean vulgares armas que solo sirvan para lo que son creadas... Cuando antes eran utilizadas y creadas como algo más que simple objetos para asesinar.

— Tienes razón, han perdido su valor — murmuró, fascinado con la mente de la chica —, o quizá ha sido el momento. O la mentalidad de la gente. Si... tiene sentido. Ahora ya nadie busca cosas así. Es todo u negocio; los creadores trabajan en cadena. Es una pena.

Juro se quedó pensativo, observando nuevamente aquel arma. Admiró su brillo y su forma. Pensó en que, el artesano que había hecho algo así, debía de sentirse muy orgulloso. Si él hubiese creado algo así, iría por la vida con la cabeza bien alta, pues había pasado a la historia.

— Algún día crearé algo tan genial como esto. Quiero reencontrarme con los artesanos de antaño — murmuró, sin si quiera pensarlo.

[Uzumaki Eri]

— Tienes razón, han perdido su valor — murmuró el chico, aunque ella pudo escucharle a la perfección—, o quizá ha sido el momento. O la mentalidad de la gente. Si... tiene sentido. Ahora ya nadie busca cosas así. Es todo u negocio; los creadores trabajan en cadena. Es una pena.

—Sí...

Sus azules ojos también se posaron sobre el arma que ambos estaban admirando.

— Algún día crearé algo tan genial como esto. Quiero reencontrarme con los artesanos de antaño.

—¿Fabricas armas? ¿O te gustaría aprender? —preguntó la joven claramente asombrada por la determinación del chico—. La verdad es que no me vería capaz, pero... Oye... Si algún día sabes cómo hacer armas, podrías hacerme una a mí, me encantaría tener una katana de color carmesí —soñó ella en voz alta, sin dejar de mirar el arma que había encerrada justo delante de sus ojos—, y con algún detalle guay... Sería la envidia de todo Uzushiogakure...

Acercó su mano a la vitrina, justo encima de la empuñadura de la espada y la cerró, imaginándose a ella misma sosteniendo un arma así.

—No me gusta luchar si no es estrictamente necesario, o si es amistoso, pero... Hombre, lucir un arma así en tu mano pues como que mola, ¡a cualquiera le entran las ganas de salir a la batalla con esto!

De pronto, uno de los guardias que hacían ronda por el museo mandó callar a la kunoichi que estaba subiendo el tono, claramente emocionada por sus pensamientos. La joven sonrió nerviosa y calló, asintiendo con la cabeza avergonzada.

—Deberíamos seguir mirando... —murmuró.

[Eikyuu Juro]

Aunque lo había dicho más para él que para otra persona, a Eri le llamaron la atención sus palabras.

—¿Fabricas armas? ¿O te gustaría aprender?.

Juro reflexionó un poco. No es que fuese un experto en hacer armas — lo máximo que había hecho por su propia cuenta, sin seguir las pautas de nadie, era un escudo metálico extensible —, pero le encantaría mejorar.

— Bueno, se unos principios, pero aun no puedo competir con un arma del mercado — murmuró, rascandose un poco la nuca. Sus armas no es que fueran para humanos, pero... en realidad, ¿Qué importaba? Un arma era un arma —. Vine aquí porque necesitaba inspirarme para mis próximas creaciones.

La verdad es que no me vería capaz, pero... Oye... Si algún día sabes cómo hacer armas, podrías hacerme una a mí, me encantaría tener una katana de color carmes, y con algún detalle guay... Sería la envidia de todo Uzushiogakure...No me gusta luchar si no es estrictamente necesario, o si es amistoso, pero... Hombre, lucir un arma así en tu mano pues como que mola, ¡a cualquiera le entran las ganas de salir a la batalla con esto!

— Esta bien. Puede que tarde, pero algún día, cuando tenga los medios... — dijo, risueño. Se imaginó a Eri con un arma espectacular, y hablando a todo el mundo del genial creador que era.

Pero claro, eso de vender armas a otra aldea... Solo había que esperar que las cosas no se complicaran. Un negocio era un negocio, después de todo.

Mientras él se deslizaba en su nube imaginaria, un guardia mandó callar a Eri, quien empezaba ya a subir la voz. Esta, algo avergonzada, le pidió que continuasen mirando.

— Deberíamos pasar a la sala de la derecha — dijo Juro, señalando el pasillo que continuaba.

Antes de irse, sin embargo, ambos podrían observar una última vitrina de despedida. Al igual que las anteriores, era una espada. Esta, sin embargo, parecía estar hecha de pedernal, pues su tono era completamente negro. Poseía un mango negro amarillento con una especie de ojo que tenía dos salientes, uno a cada lado, y que continuaba en la hoja en cuestión, una hoja grande y resistente, de un tono negro plateado. Bajo la vitrina, su nombre figuraba ahí: "Espada oscura".

[Uzumaki Eri]

— Esta bien. Puede que tarde, pero algún día, cuando tenga los medios... —Eri sonrió ante aquello, algún día seguramente lograría tener un arma así, estaba segura.

Después de que el guardia la mandase callar, ambos continuaron su trayectoria ya que Juro había sugerido ir a la sala de la derecha, así que se dirigieron hacia allí no sin antes poder contemplar un arma totalmente oscura, y lo que Eri se imaginó al verla fue a un gran caballero de oscura y negruzca armadura, cubierto de sangre y con la espada en su mano dominante, ganando una batalla que seguramente llevó días, no días; meses acabar.

Pero la joven pelirroja optó por no decir nada, aquella sí que le daba escalofríos. Ella no quería sangre, quería arte.

Tras pasar el pasillo que Juro había señalado, ambos entraron en una estancia mucho más pequeña que la anterior, y solo con una vitrina que rodeaba el cuarto. Esta se caracterizaba por guardar más de diez armaduras totalmente diferentes. En el centro se encontraba una gran vitrina con lo que parecía un pergamino antiguo, con letras grabadas en él y un extraño dibujo de un caballero sobre un caballo. Sin embargo era tal su desgaste que no llegaron más que a leer Ryujin.

—Mira, Juro-san —murmuró la joven, señalando una armadura de color azul claro, brillante; compuesta por un casco antiguo, un peto con algún rasguño y placas que se suponía cubrían las piernas de quien la portaba —Hace juego con la espada azul que acabamos de ver.

[Eikyuu Juro]

Ambos avanzaron sin detenerse ante aquella arma tan bizarra. Juro hizo una mueca al pasar. No supo porque, pero sentía algo de maldad en aquel arma. Una arma que había sido abandonada por su portador hace tiempo.

Tras cruzar el pasillo, se toparon con una estancia mucho menor. Por lo que podía adivinar, este lugar era zona de armaduras, al igual que antes se habían topado mayoritariamente con espadas. En el centro, había una especie de pergamino que parecía relatar una historia. En ella, Juro solo pudo ver un antiguo caballero sobre caballo. Se podía leer algo así como "Ryujin", aunque Juro no lo identificó.

—Mira, Juro-san. Hace juego con la espada azul que acabamos de ver.

Así lo hizo. Juro se encontró con una armadura de color azul clara, compuesta por un casco antiguo, un peto algo dañado por el fragor de la batalla y placas para las piernas.

— Puede que formen parte del mismo set — confirmó Juro, observandolo otra vez —. Los antiguos caballeros solían combinar muy bien. Como tú dices, la elegancia era importante.

Mientras seguía mirando, se topó con una armadura curiosa. Estaba compuesta por un peto, hecho totalmente de un tono rojizo. A la espalda del peto, había lo que parecían ser dos pliegues en forma de alas decorativas, totalmente metálicas. Bajo el peto, las mismas placas para las piernas. Sin embargo, Juro se fijó en que dejaba una parte del cuerpo expuesta: los hombros y algo de escote. Tampoco encontró nombre.

— ¿Quién llevaría esta armadura tan rara?

[Uzumaki Eri]

— Puede que formen parte del mismo set — confirmó Juro, ella asintió —. Los antiguos caballeros solían combinar muy bien. Como tú dices, la elegancia era importante.

Siguieron caminando por la estancia, distraídos cada uno con sus pensamientos mientras sus ojos vagaban por la estancia, hasta que al parecer Juro vio lo que parecía una armadura alada, y es que detrás de un peto carmesí se encontraban dos largos pliegues que actuaban como alas. Frunció su ceño, algo no le acababa de convencer de aquella armadura.

— ¿Quién llevaría esta armadura tan rara?

—Por lo que se puede ver gracias al escote y los hombros descubiertos... —empezó la chica, llevándose la mano a la barbilla, pensativa —. Parece una armadura de mujer con... Vaya, buena constitución.

[Eikyuu Juro]

Eri frunció el ceño al ver semejante cosa. No parecía muy satisfecha.

—Por lo que se puede ver gracias al escote y los hombros descubiertos... Parece una armadura de mujer con... Vaya, buena constitución.

— Si... un hombre no llevaría algo así... — murmuró Juro —. Pero no parece muy útil. No creo que nadie fuese a atacar a... bueno... ya sabes... pero aun así. ¿Una armadura no debería proteger?

Dejando a un lado aquel extraño dilema moral, al otro lado de la vitrina estaba otro tipo de armadura. Esta era más medieval, y totalmente negra. Un casco con varios cuernos oscurose parecía tapar toda la cara, dejando una pequeña abertura en la boca cubierta por una red, para respirar. Un enorme peto con prolongaciones y cuernos amarillentos a la espalda sobre un fondo negro, que marcaban los pectorales del supuesto hombre que lo llevaría y una continuación de placas oscuras en piernas. Incluso parecían incluir los pies, con más placas metálicas.

Solo podía pertenecer al dueño de aquel arma oscura. Una armadura igual de oscura.

— A veces estas cosas dan miedo...

[Uzumaki Eri]

— Si... un hombre no llevaría algo así... Pero no parece muy útil. No creo que nadie fuese a atacar a... bueno... ya sabes... pero aun así. ¿Una armadura no debería proteger?

—Protegería de otras... maneras —murmuró Eri con retintín y simplemente rodó los ojos, la verdad es que no parecía muy cómoda, sobre todo por las alas que tenía detrás.

En otro lado de la gran vitrina encontraron una armadura totalmente negra, oscura; y por todos los detalles que rebosaban en aquella pieza a Eri se le antojó asfixiante. ¿Cómo narices te sentías cómodos metido ahí dentro?

— A veces estas cosas dan miedo...

—El que llevase esta armadura y el arma de antes... Seguramente fuese un sádico —especuló la pelirroja abrazándose a sí misma, como si una corriente de viento la hubiese dejado helada —. Quizá es lo que buscaba su dueño, claro, dar miedo, para que sus víctimas siguieran siendo víctimas...

[Eikyuu Juro]

Juro no rebatió a Eri, aunque él seguía teniendo serias dudas acerca de la función de aquella extraña armadura, y las maneras con las que protegía.

« Supongo que todas estas armaduras se utilizaron para alguna batalla... »

La chica, si embargo, no se cortó al ver la siguiente armadura.

—El que llevase esta armadura y el arma de antes... Seguramente fuese un sádico. Quizá es lo que buscaba su dueño, claro, dar miedo, para que sus víctimas siguieran siendo víctimas...

— En eso tienes razón, la función esta clara. Es útil, de hecho.

Juro se frotó el menton. No podía quitarse de la cabeza aquella extraña armadura, y la manera en la que Eri había reaccionado al verla. Al igual que ella misma se había mostrado alegre con la espada más "bonita" artisticamente. Estaba claro que todo tenía una función. Pero esa armadura también tenía su encanto.

— ¿Crees que la personalidad de alguien puede definirse por el arma o el armadura que lleva? — preguntó, seriamente.

[Uzumaki Eri]

— En eso tienes razón, la función esta clara. Es útil, de hecho.

Sí, era verdad; todo tenía una distinta función, y al igual que la anterior espada, esta tenía una función: la de aterrorizar a los enemigos y poder aplastarlos sin ningún tipo de piedad, ganando gracias al temor. No era lo más agradable, pero una victoria era una victoria.

— ¿Crees que la personalidad de alguien puede definirse por el arma o el armadura que lleva?

—¿Y por qué no lo descubrís vosotros?

Aquella voz no fue de Eri, fue de un hombre ya entrado en años, con el cabello oscuro y repeinado con aspecto mojado, tenía los ojos cerrados y una sonrisa que le abarcaba casi toda la parte inferior de la cara. Se frotaba las manos cada cinco segundos exactos.

—Debido al aniversario de la creación de este museo, esta noche se celebrará en la ciudad una gran fiesta en su honor, por lo que todos los que quieran asistir deberán vestir algún tipo de armadura que se elegirá al comienzo de la fiesta y que nosotros provendremos para los invitados, así podéis ver si, efectivamente; la personalidad de alguien se puede definir por lo que lleva puesto.

Y se fue, tan misteriosamente como había aparecido.

[Eikyuu Juro]

—¿Y por qué no lo descubrís vosotros?

Para la sorpresa de Juro, no fue Eri la que le contestó, sino un hombre ya entrado en años. Tenía el cabello oscuro y repeinado. Sus ojos estaban prácticamente cerrados y tenía una enorme sonrisa. Se frotaba las manos constantemente, lo que le daba una apariencia muy tétrica.

— ¿A que se refiere, señor? — preguntó, algo perturbado por su intromisión en la conversación.

—Debido al aniversario de la creación de este museo, esta noche se celebrará en la ciudad una gran fiesta en su honor, por lo que todos los que quieran asistir deberán vestir algún tipo de armadura que se elegirá al comienzo de la fiesta y que nosotros provendremos para los invitados, así podéis ver si, efectivamente; la personalidad de alguien se puede definir por lo que lleva puesto.

Y se marchó. Así de fácil, tras dejarles con eso. Juro miró a Eri, con aire dubitativo. El ambiente había adquirido un aire extraño tras la conversación.

— Eso ha sido un poco raro... — murmuró, olvidando por un momento las armaduras —. Pero suena divertido. ¿Qué te parece?

[Uzumaki Eri]

Juro preguntó al hombre, y éste le contestó sin si quiera pestañear —aunque parecía que lo de los ojos cerrados era algo habitual en su persona —, y Eri escuchó, sin saber muy bien qué pensar sobre aquello. Después el hombre se marchó y dejó a los dos genin confusos.

— Eso ha sido un poco raro... Pero suena divertido. ¿Qué te parece?

Eri pareció pensárselo dos veces. Sabía que eso podría retrasarla, pero... ¿Era aquella noche, no? Pues podría ir con Juro y salir de dudas respecto a lo de las armaduras. Además, ¿qué tal le sentaría una armadura a ella?

—Podríamos ir, ya sabes; para comprobarlo —alegó la chica mientras seguía caminando por la estancia, dirección hacia la puerta —. Además, es una fiesta, puede estar bien.

Reparó en una armadura de color rojo, de un tono apagado seguramente por el desgaste de las batallas y todos los años que llevaba sobre sus pecheras. ¿De verdad ella se vería bien con una de esas?

—Ahora nos tocaría ir al lugar donde están las armas modernas, ¿no? —preguntó al chico, mientras fruncía los labios —. Bueno, armas, armaduras... Ya me entiendes.

[Eikyuu Juro]

Eri se quedó reflexiva durante unos segundos. Juro se quedó quieto, a la espera. Al igual que con su hermana, le miró con ojos de carnero degollado, buscando una respuesta afirmativa.

—Podríamos ir, ya sabes; para comprobarlo. Además, es una fiesta, puede estar bien.

---- ¡Si! — exclamó Juro, sintiendo una explosión de jubilo en su interior, que trató de disimular.

Tras echar un último vistazo a la armadura rojiza de pechugona, Eri se determinó a continuar con la visita, esta vez a donde se encontraban las armas modernas. Para salir, ambos genin tuvieron que volver a recorrer el camino de vuelta hasta el pasillo para tomar la segunda puerta.

— Si no me equivoco estaba por... —. Estuvo a punto de señalar el pasillo que terminaba en pared, hasta que rectificó hacia la puerta — ¡Ahí!.

No había ni rastro del guía y la gente. Probablemente, hubiesen entrado. Sin embargo, si que había alguien que ambos conocían...

— ¿¡Has visto cuanto polvo hay entre las cosas estas!?— exclamó la mujer excesivamente maquillada —. Es asqueroso. No se como alguien puede tocarlo. No entiendo el gusto de Tamiko por esto.

— Tienes razón, tía.

Una mujer que parecía ser la copia idéntica, con el mismo pelo, el mismo cuerpo y el mismo maquillaje asentía ante las barbaridades de la jmujer. Para colmo, estaban en frente de la puerta, bloqueandola.

[Uzumaki Eri]

Juro pareció disfrutar por la respuesta afirmativa de la kunoichi, y sintió que, a lo mejor; aquello podría ser obra de que el chico no era más que el hermano pequeño de una familia y que seguramente siempre esperaba a que su hermana diese el visto bueno a las cosas.

Le mostró una sonrisa de oreja a oreja después de aquello y ambos se dirigieron a la otra sección del museo.

— Si no me equivoco estaba por... ¡Ahí!

—¡Vamos, va! —exclamó ella claramente emocionada por poder seguir con la visita.

Sin embargo, un par de personas no muy agradables para Eri se encontraban allí, justo en la recepción. Era la mujer energúmena de la entrada que había sido colada por los guardias, quejándose por el polvo que se estaba acumulando en los objetos por estar siempre en vitrinas sin ser tocadas ni manoseadas por gente día sí, día también.

«Si no te gusta, no vengas...»

Bufó, claramente molesta, e intentó pasar desapercibida mientras tomaba delicadamente del brazo a Juro, así no se detendrían hasta llegar a la siguiente sala y, por consecuencia, perder a ambas mujeres de vista lo más pronto posible.

[Eikyuu Juro]

—¡Vamos, va! —exclamó Eri, emocionada.

Los dos jóvenes continuaron alegremente, hasta toparse con la pérfida pareja conformada por las dos mujeres. La cara de Eri cambió de la alegría jovial a una máscara de repulsión.

De repente, le agarró del brazo con suavidad y le arrastró lejos de ambas, continuando por el pasillo. Esto no le pasó desapercibida a la que parecía ser la cabecilla del grupo de mujeres. Con una expresión de soberbía pura y una media sonrisa, se dirigió a la otra.

— Míralos, jugando a ser mayores. Que ricura. Ya crecerán y entonces...

Su voz se fue perdiendo a lo largo del pasillo. Por fortuna, pues probablemente la mujer estaba a punto de soltar otra de sus burradas.

— Continuemos... — murmuró Juro, algo ausente.

Si ambos seguían caminando, acabarían topándose con la sala donde se encontraban las armas y armaduras modernas. Aunque también podían volver y partirle la cara a la mujer. Eri decidía.