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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#61
Koko, como respuesta a su pregunta, dijo que si se chivaban al Kage terminarían por saberlo. Datsue tenía sus dudas al respecto. Había conocido al Uzukage en persona, y le creía alguien lo suficientemente capaz como para manejar aquella situación sin que les terminase salpicando. Además, la kunoichi aseguró que había más como Katsumi, reafirmando así su posición, pero consiguiendo el efecto contrario en el Uchiha. Si había más locas caníbales como ella, más razón para ir a contárselo a Hanabi.

Pero no dijo nada. Entendía que Koko no estuviese muy por la labor. Al fin y al cabo, eran de la misma familia. De chivarse, tendría que ser el propio Uchiha en solitario. Ya pensaría qué hacer. Ahora lo único que quería era probar la maldita droga.

Por eso, tras hacer el camino de vuelta envuelto en el silencio, pensó en cómo hacerlo. ¿Tendría que usar jeringuilla para metérselo en vena? Datsue y las jeringuillas nunca se habían llevado demasiado bien. Era algo que mantenía en secreto de Estado, pero la última vez que le habían sacado sangre para los análisis había perdido el conocimiento por unos instantes del vértigo que le había producido. No era por el dolor, ni mucho menos. Era esa sensación… de notar como te estaban succionando la sangre. Solo de pensarlo ya se ponía malo.

«Tendré que preguntar al doctor», pensó, y así hizo en cuanto tuvo la menor oportunidad. Nada más entrar a la vivienda, Koko fue corriendo al baño, dejando a solas a los dos individuos. Pasó una mano sobre su antebrazo y, tras concentrar chakra, extrajo uno de los dos frasquitos.

Sus medicinas, doctor —dijo, entregándole el frasquito—. No se preocupe por los ladrones. Nos hicimos… cargo —¿Qué podía decir? ¿Qué Katsumi se los estaba comiendo?—. Me gustaría que a cambio me recompensase con un poco de eso, doctor. Me gustaría probarlo esta noche. De verdad que lo necesito. Me estoy volviendo loco.
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#62
El anciano tomó el frasco y lo observó atentamente por un momento, comprobando también que el seguro no hubiese sido violado y por suerte para todos, así era, todo permanecía intacto.

—Todo tuyo pues, pero no abuses o podrías matarte —le advirtió ofreciéndole nuevamente el frasco—. ¿No vas a entrar?

El viejo seguía a la espera de que Datsue entrara, y allí permanecería hasta recibir alguna respuesta o que Koko les volviera a interrumpir, aunque quien sabe, podría tomarse su tiempo para ello, especialmente porque…

—Oh sí, la ropa —murmuró girándose lentamente, para mirar fijamente a la pared que tanto le fascinaba—. Ven conmigo —indicó al Uchiha justo antes de emprender la lenta marcha.

Esta vez se dirigió hacia el sector derecho de la cabaña, donde había otra habitación, algo más pequeña y mucho más ordenada.
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#63
El Uchiha siguió al anciano, cerrando la puerta tras de sí, mientras meditaba en lo que le había dicho. «No tomes demasiada o podrás matarte…» ¿Cuánto se suponía que era demasiada? ¿Cuánto la cantidad idónea? No tenía ni la más remota idea.

¿Cuánto es la cantidad idónea? —preguntó, mientras se adentraban en una pequeña habitación—. Para que me deje dormido al menos unas horillas… Y para tomarla —añadió—, ¿tengo que meterla por vena?

Datsue se encontraba nervioso y excitado al mismo tiempo. Al fin. Al fin podría dormir plácidamente y recuperar tantas horas de sueño perdido. A su vez, sin embargo, la idea de sedarse por vena no le atraía en absoluto. Pero era algo por lo que, mucho se temía, tendría que pasar.
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#64
El anciano guió al Uchiha hasta una habitación algo pequeña en la que había tan solo dos camas pequeñas, pensadas para una persona y puede que incluso menos, al menos eran lo suficientemente extensas para que una persona adulta pudiera recostarse, aunque eran delgadas, muy delgadas.

Dentro de la habitación también había un armario, al cual se dirigió el médico y comenzó a rebuscar por un cambio de ropa, aunque claro, era toda ropa masculina.

Respecto al Uchiha, este había demostrado ser completamente ignorante respecto a la aplicación de la anestesia por lo que, por un momento pareció mirarle incrédulo, pero luego volvió a sus asuntos.

—Una jeringa pequeña es más que suficiente para dejarte dormido —indicó tomando una camisa y un pantalón del cajón—. Esa que me mostraste es para inyectar, hay otras anestesias que se aplican por vía respiratoria.

Lentamente se enderezó con las prendas entre manos y se las tendió a Datsue.

—Llévaselos a tu amiga, el baño está en la puerta de junto —dijo esperando pacientemente a que el chico tomase la ropa.

Era más cómodo de esa manera, si iba él mismo probablemente le tomaría un buen par de minutos en los que la pecosa podría molestarse.
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#65
Datsue chasqueó la lengua. Efectivamente, tendría que inyectárselo en vena.

¿Sería mucho pedir que me lo inyectase usted en esta ocasión? —preguntó—. Ni siquiera tengo jeringuilla, y suelo marearme con estas cosas —afirmó, sin vergüenza alguna. De haber estado allí alguien a parte del anciano, probablemente le hubiese costado más decirlo. Después de todo, tenía una reputación que mantener.

Luego, tomó las ropas que le ofrecía el anciano y se dirigió hacia la puerta del baño. Tocó dos veces con los nudillos.

Te dejo aquí la ropa, Koko —dijo en voz alta, dejando la ropa en el suelo, justo frente a la puerta. Acto seguido, volvió sobre sus pasos, reencontrándose con el anciano.

»Eran un buen puñado de bandidos… —le comentó—. ¿Tanto valen estos medicamentos? —preguntó, interesado. No creía que un grupo tan nutrido se molestase en robar unas migajas…
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#66
El chico no tardó en llevarse la ropa hasta el baño, no sin antes hacer una petición que realmente, no le sorprendía en lo más mínimo a aquel anciano que simplemente suspiró antes de ponerse a buscar sábanas dentro del mismo armario.

Al momento en que el Uchiha regresó, el médico le lanzó un par de juegos de sábanas bien doblados aunque con una peste que dejaba en evidencia cuanto tiempo habían pasado allí adentro. Aunque eso no significaba que estuviesen sucias, por el contrario, estaban impecablemente lavadas y planchadas.

—Está bien, pero tendrás que aprender a hacerlo tú solo —le indicó—. Respecto a los medicamentos, la gran mayoría sirven para fabricar otro tipo de drogas, de las alucinógenas y esas otras porquerías que a la gente de ahora le gusta meterse en el cuerpo. Por eso seguramente habrá ido una banda numerosa.

Con esa explicación probablemente le bastaría a Datsue, y es que en serio, el anciano no estaba ocultando absolutamente nada y eso que dijo era todo lo que él sabía. Además, no tenía idea de cuántos bandidos eran realmente como para sacar más conclusiones.

Por otra parte, la Kageyama estaba demasiado centrada en limpiar su ropa en la tina como para llevarle el apunte al shinobi, por lo que apenas le respondió con un ’bueno’.

Recordemos que aquella chica era una maniática de la limpieza como para permitir que su ropa estuviese empapada de orina y vómito, así que se tiraría todo el tiempo que fuese necesario para remover absolutamente todo. Eso sí, ya se había duchado y estaba envuelta en una toalla, así que una vez que terminara de quitar la basura de sus botas podría ir a buscar la ropa que Datsue le había dejado.
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#67
El anciano cedió a sus pretensiones de suministrarle, por aquella vez, el sedante. Datsue ahogó un grito de júbilo, pletórico por cómo se estaban desarrollando los acontecimientos. Al fin. Al fin podría dormir lo suficiente como para sentirse descansado a la mañana siguiente. Llevaba tanto tiempo deseándolo… No podía esperar más.

¿Podemos hacerlo ya ahora? —preguntó, impaciente—. Me muero por dormir.

Ni siquiera quería cenar. Después de lo que acababa de ver, además, y tras vomitar, no tenía el cuerpo para comer.
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#68
El viejo miró al chico de pies a cabeza, no estaba igual que la Kageyama, pero definitivamente tenía el aliento de un muerto, podía sentirlo por cada vez que él abría la boca.

—¿Siquiera piensas lavarte la boca? —cuestionó arqueando una ceja.

En cualquier caso, el médico no iba a drogarle a la de ya, iba a mandarle a hacerse la cama como mínimo pero la pecosa hizo acto de presencia con ropa que realmente no la favorecía si lo que pretendía era mostrar su cuerpo. La camisa le quedaba bastante grande y al haberse abrochado todos los botones parecía estar envuelta en una sábana que le llegaba hasta por debajo de la línea de la cadera, incluso las manos de la joven habían desaparecido dentro de las mangas. Y respecto del pantalón… la kunoichi no tenía pies, solo se podía ver la tela arrugada dando a entender que allí había algo que la mantenía parada.

Debajo del brazo izquierdo tenía toda su ropa, empapada pero ya algo escurrida para que no goteara y en la mano sostenía sus botas. Con la otra mano llevaba sus armas.

—Mañana a primera hora me iré —dijo cabizbaja la Kageyama mientras se dirigía a una de las camas vacías—. Disculpe las molestias.

No era la primera vez que pasaba la noche en aquella cabaña, y sabía también que no sería la última.

El anciano por su parte no pronunció palabra, simplemente asintió con la cabeza y devolvió la mirada a Datsue, a la espera de una respuesta clara por su parte. Después de todo, si le apestaba tanto la boca podría llegar a despertarse por ello, según qué tan ligero tenga el sueño, claro.
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#69
¿Siquiera piensas lavarte la boca? —farfullaba Datsue, en tono burlón, mientras se echaba agua a la cara, todavía ofendido por lo que le había dicho el anciano minutos atrás.

Se deshizo las trenzas y el moño de su cabellera, dejándola suelta, y colocándose las gomas de pelo en las muñecas, a modo de pulseras. Tras enjuagarse bien la boca y secarse con una pequeña toalla blanca que había colgada, liberó la mochila que tenía sellada al hombro. Siempre tenía una del estilo en viajes largos, donde guardaba un pijama, un neceser y un saco de dormir. Tras cepillarse los dientes y ponerse el pijama —una camisa gris de manga larga y un pantalón con rayas blancas y negras—, volvió sobre sus pasos.

El anciano le indicó que tendría que dormir en la misma habitación que Koko, pues no había más que aquella, aunque al menos lo harían en camas separadas. Tomó la que estaba libre, colocando las sábanas y tan solo una manta fina por encima. Era de naturaleza calurosa, y con mantas gordas normalmente terminaba durmiendo con medio cuerpo fuera por el calor.

Su ropa, por otra parte, la dejó doblada sobre la mesita de noche, junto a la mochila.

Cuando usted quiera, doctor —dijo, entregándole el pequeño frasquito que habían recuperado Koko y él. Sacó un brazo fuera de la manta, donde suponía tendría que pinchar, y aguardó, mientras su corazón se iba acelerando por el nerviosismo.
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#70
La pecosa simplemente tomó un juego de sábanas que el anciano le había facilitado y este último simplemente se mantuvo allí a la espera de que el Uchiha regresase. Ignoraba que le había ofendido por lo que se mantuvo completamente neutro, como si nada ocurriese a su alrededor. Curioso considerando que se suponía que él mismo le haría el favor de inyectarle la droga que tanto había buscado.

No tenían mucho que hablar aquellos dos, menos considerando que la rubia estaba bastante alterada luego de haberse visto obligada a mostrarse ante alguien con la ropa impregnada en su propia orina. Así que simplemente tendió su cama y se metió bajo las sábanas de modo que no se pudiese apreciar absolutamente nada de ella. El médico por su parte se fue a buscar algunos elementos en otra habitación.

Al cabo de unos minutos, el viejo volvió y al cabo de unos instantes Datsue también. Acomodó vagamente las cobijas que usaría para pasar la noche y se recostó, dando indicación al doctor de estar listo. No iba a cuestionar ni nada similar, no le correspondía.

El anciano simplemente se acercó al chico tras tomar el frasco y lo depositó sobre una pequeña mesita al lado de la cama. Con suma paciencia quitó el envoltorio de la jeringuilla y la llenó con el contenido del recipiente. Empujó levemente el émbolo para permitir que salieran unas pocas gotas del sedante y luego, procedió a limpiar el brazo del contrario con un algodón mojado con alcohol.

—Piensa en algo bonito —le dijo acercando la aguja a la extremidad del Uchiha.

Si todo salía bien, debería de poder inyectar el sedante sin problemas mayores y con ello, y algo de suerte, Uchiha Datsue debería de ser capaz de conciliar el sueño al menos de manera temporal.
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#71
Cuando la aguja se introdujo en su piel, no pudo evitar apartar la mirada. Su pulso se aceleró momentáneamente, hasta que el sedante inundó su torrente sanguíneo. Fue como si su cuerpo funcionase con electricidad y le quitasen de pronto la batería hidroeléctrica. O lo desenchufasen de la toma de corriente. Simplemente, se apagó.

Pero hubo algo que se revolvió en su interior. Algo que, lejos de adormecerse, estaba más pletórico que nunca, como un niño cuando al fin llega el día de su cumpleaños y ve que le regalan lo que tanto quería…


«¡¡JIA, JIA, JIA, JIAAA!!»


Datsue se consideraba un chico listo, pero incluso él tenía que reconocer que acababa de cometer la mayor estupidez del mundo. Normalmente, sus pesadillas duraban poco porque su mente, en un mecanismo de defensa, le despertaba. Era como cuando una persona se desmaya al recibir demasiado dolor. El cerebro se desconecta para protegerse. Con Datsue sucedía igual, solo que a la inversa. Le despertaba para volver a tener el control y huir del Shukaku.

Ahora, sin embargo, sedado… ya no era posible. Revivió la misma pesadilla que siempre, pero cuando el pueblo de Uzu clavaba sus alargados dedos alrededor de sus ojos y se los arrancaba de las cuencas, ya no era capaz de huir de aquel mundo onírico. Y cuando le rompían los dedos, uno a uno, tampoco. Ni cuando le doblaban el brazo en un ángulo imposible para el codo. Ni cuando cientos de katanas le atravesaban de un lado a otro como si fuese un erizo. Ni cuando le arrancaban la cabeza de cuajo, y todavía seguía sintiendo su cuerpo siendo mutilado. El dolor era tan grande, que no podía ni gritar. Y, lo peor de todo, es que tampoco podía…

…morir. Porque Uchiha Datsue deseaba con todas sus fuerzas hacerlo, solo para dejar de sentir nada más.

• • •

Sollozaba. Llevaba así un buen rato, bajo las sábanas, en un llanto mudo. Silencioso. De pequeño, cuando lloraba, le servía como efecto balsámico. Le limpiaba por dentro. Le quitaba la presión que sentía en el pecho.

No aquella vez.

No solo no le ayudaba, sino que todavía sentía mayor angustia. Tanta que le dolía el pecho. Tanta que casi no podía ni respirar. Necesitaba aire. Aire fresco.

Con mucho cuidado de no hacer ruido, salió de debajo de las sábanas. Tomó la túnica, doblada sobre la mesita de noche, y se arrebujó en ella. Luego se colocó la mochila, por si acaso. De puntillas, agarró las sandalias con una mano, sin ponérselas todavía —pues harían ruido contra el suelo de madera—, y descorrió con cuidado la ventana. Saltó por el hueco y aterrizó en la alfombra de hierba, flexionando las rodillas y dando una voltereta en el suelo para amortiguar la caída.

Ahora sí, se colocó las sandalias y respiró hondo. Todo lo que su pecho oprimido le permitía. Todavía no se veía el sol, pero el cielo empezaba a tomar color. En los dos últimos meses, jamás había dormido tanto tiempo seguido como aquella vez. Sonrió amargamente, mientras las lágrimas todavía seguían cayendo por sus mejillas.

Qué iluso había sido. Aquellas pesadillas jamás terminarían. No hasta que su cerebro se apagase de verdad. No hasta que se dejase abrazar por Izanagi. Quizá era el momento de hacerlo.

Desorientado, empezó a caminar, alejándose de la cabaña…
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#72
Al médico le daba igual todo ya, simplemente le inyectó la droga al shinobi y se retiró para deshacerse de la jeringuilla, no tenía nada más para hacer allí, más considerando que los dos shinobis se habían metido bajo las sábanas con la intención de dormir. Por lo menos no tendría que preocuparse por nada.

Al cabo de unas horas, ya todos en la cabaña estaban durmiendo plácidamente, o por lo menos eso aparentaban, pues había uno que no estaba disfrutando del sueño pero para nada.

¿La pecosa? Dormía a pierna tendida, incluso se podía escuchar un leve roncar desde bajo las sábanas.

¿El anciano? También, pero sus sonoros ronquidos eran inaudibles para los dos más jóvenes ya que se encontraba en otra habitación algo alejada.

¿El Uchiha? Este sí que la pasó mal, y lejos de querer hablar de nada o buscar el consuelo en los que permanecían dentro de la cabaña, este decidió escabullirse sin decirle absolutamente nada a nadie. ¿Por qué? A saber, ¿sería por orgullo? Es decir, estaba demacrado y se le notaba a leguas, incluso antes de esa particular noche, pero ahora tenía los ojos hinchados, señal inequívoca de que había estado sollozando.

Pero ni Koko ni el médico se enteraron de nada, pues el shinobi poseía la destreza suficiente para escabullirse sigilosamente sin problemas.

Todo parecía apuntar a que Datsue podría ir a dónde se le antojase sin más interrupciones, pero… A pesar de la hora, una silueta se acercaba, puesto que iba en dirección a la cabaña. Esta misma llevaba una pequeña farola que iluminaba lo suficiente para que no se llevase ninguna sorpresa por el camino.

—Hey —saludó la fémina de oscura cabellera. Esbozaba una sonrisa burlona, la cual se esfumó en cuanto se acercó lo suficiente al contrario como para verle… mal—. ¿Qué te pasó? —cuestionó con un tono neutral, no parecía dispuesta a burlarse del contrario, no en ese estado.


Lamento la demora.
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#73
Como un fantasma, la sombra de una mujer avanzaba entre la oscuridad, apenas iluminada por un farolillo que sujetaba a media altura. Un demonio, creyó el Uchiha, paralizado de pronto. Oiwa, quizá. O Yama Uba. O a lo mejor una Hannya, en busca de venganza. Cuánto más se acercaba, más convencido estaba de que sus sospechas no eran infundadas, y entonces…

—Hey. —Era Katsumi—. ¿Qué te pasó?

Datsue frunció el ceño. Que fuese Katsumi no significaba que estuviese equivocado, y menos después de lo que acaba de verle hacer horas atrás. No, ella era efectivamente un demonio, solo que lo disimulaba mejor que la mayoría.

N-nada —farfulló el Uchiha, sin entender qué narices hacia ella allí. Se quedó clavado en el sitio, sin moverse, y con los músculos ligeramente tensionados…

Por si tenía que defenderse.
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#74
La respuesta del Uchiha fue de todo menos creíble. Por lo menos para la joven genin que esbozó una sonrisa burlona y comenzó a caminar alrededor del contrario, examinándole de pies a cabeza.

—Yo no estaría tan segura —afirmó reparando en el mentón del contrario—. ¿Ya te has lavado?

Justo después de soltar esa pregunta, la chica no pudo evitar reír a carcajadas al recordar aquella peculiar escena en la que el chico escupió todo lo que había tenido en el estómago y la Kageyama a su lado sufrió de incontinencia renal. A ojos de la morena, fue una escena de lo más divertida.

—Venga, vete a dormir, te hace falta —sentenció al fin dándose el lujo de darle la espalda a Datsue, dirigiéndose claramente hacia el poblado.
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#75
Como un depredador que analiza a una presa quizá demasiado grande para él solo, la Sakamoto empezó a andar alrededor de él, como si buscase algún punto débil, alguna fisura por donde atacar. El Uchiha, que se sentía de todo menos seguro y a salvo, hizo que la sangre de su clan se materializase en sus ojos vidriosos por las lágrimas, con tres tomoe alrededor de cada pupila.

Pero la kunoichi, lejos de atacar físicamente, lo hizo verbalmente. Una pequeña burla que Datsue hubiese sabido capear en circunstancias normales. Aquellas, por desgracia, no lo eran. Estaba hundido. Acababa de descubrir que no había escapatoria posible de Shukaku. Que aquellas pesadillas le acompañarían por meses, años… quizá toda su vida.

Se clavó las uñas en las palmas de las manos de tanto apretar.

Venga, vete a dormir, te hace falta.

¿Dormir? ¿Reencontrarse con sus mayores temores justo después de horas sufriéndolos? No. eso era lo último que necesitaba. Pero la suerte pareció sonreírle por una vez, porque la kunoichi, quizá cansada de su silencio, optó por continuar su camino. Del bosque al pueblo.

Por si acaso, esperó hasta que la luz de su candelabro fuese engullido por la penumbra, del mismo modo en que sus últimas esperanzas habían sido devoradas por la macabra sonrisa del Ichibi. Luego, arrastró los pies en la misma dirección, sin saber muy bien hacia dónde iba o para qué.

Tan solo quería tomar aire fresco, sentir el frío de la noche en su piel empapada en sudor. Pasados unos minutos, subió a un árbol que le gustó. Le recordaba al Árbol Sagrado del País del Bosque. Era grande, grueso, y con altas ramas. Una réplica en miniatura. Se subió a una de las altas ramas, y entonces…

… suspiró. Por un momento se le pasó por la cabeza colgarse del cuello con una cuerda y terminar con todo de una vez. Dejar de sufrir. Dejar de sentir nada en absoluto. Fue un pensamiento fugaz, tan pasajero como cuando tenía una idea altruista. Simplemente, iba en contra de su naturaleza.

Se arrebujó en su capa de viaje, se colocó el gorro de lana en la cabeza y esperó a que llegase el alba. Mucho antes de que eso sucediese, lloró. Al principio, por nada en concreto. Simplemente, se encontró terriblemente solo y desesperado. Sin nadie a quién acudir. Sin nadie con quien encontrar consuelo. Luego, sintió como su corazón se desgarraba, por así decirlo, dejando escapar recuerdos que había tratado de sellar en el olvido. Recordó a su padre, borracho y sin rumbo. Recordó a su madre, luchadora, que veía en el rostro de su propio hijo la vergüenza y la decepción. Un hijo que la abandonaba.

Recordó a Anzu, y su rostro al sentirse traicionada. Fue la última vez que la vio.

Lloró por todos ellos. Lloró por él. Lloró hasta que se le acabaron las lágrimas y le dolieron los ojos de tanto llorar.
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