10/01/2018, 10:38
(Última modificación: 10/01/2018, 10:43 por Uchiha Datsue.)
Koko oyó tres cosas al otro lado de la pared: una carcajada, un grito, y súplicas. Las tres tenía un denominador común: la voz de Datsue. Luego, se escuchó una puerta al cerrarse, y dejó de oír nada en mucho tiempo. Incluso aunque llamase al Uchiha, este nunca respondió.
Su cuerpo le pedía a gritos dormir, por muy mala posición en la que se encontrase, y finalmente su mente se vio vencida. Sus sueños, aunque parecieron empezar bien, terminaron desembocando en Katame… y en lo que le hizo.
Zaide se encontraba tirado en la cama, con el torso desnudo y el olor dulzón a omoide todavía impregnado en la habitación empalagándole el olfato. Las manos de Yume, frías, contrastaban con el calor que le habían dado en otro tiempo. Estaban posadas sobre su pecho, y un aura verdosa las rodeaba.
—Entonces era cierto —respondió Zaide, sin todavía poder creérselo. Una parte de él quería pensar que Yume le estaba mintiendo, tan solo para que dejase de drogarse con el omoide, porque eso querría decir que no se había dejado engañar como un imbécil por Katame. Sonrió con amargura. Después de tantos años, y todavía no podía sacudirse aquel estúpido orgullo de encima.
—Sí —respondió, sin mudar por un ápice la cara de concentración. Siempre se tomaba muy en serio sus curas—. Hice unas pruebas… El veneno desaparece a los pocos minutos del contacto con la sangre. Por eso no encontraba nada en ti. No sé de dónde coño se lo ha sacado, siempre fue bueno con las hierbas pero no a ese nivel.
Zaide pasó la lengua por sus dientes.
—¿Entonces qué? —preguntó, y supo por la mirada de Yume que le había entendido. Ella se mordió el labio inferior… No iba a ser tan sencillo. Nunca lo era.
—No lo sé… Los daños están muy avanzados… Pero tampoco creía que pudieses usar más chakra y utilizaste el Mangekyō contra Katame —le alentó—. No deberías fiarte de mis pronósticos.
—Ni tú de los míos. —Se miraron, y como si fuese un chiste que tan solo ellos pudiesen entender se carcajearon. Por un momento, todo quedó atrás. Las penurias, los decepciones, el dolor, los problemas… Por un momento, se dejó contagiar por aquella risa y fue feliz.
Yume, o, más bien, el Kage Bunshin de Yume, rebuscaba en una celda llena de viejos objetos y armas. Era como un desván, donde se habían ido acumulando los trastos viejos e inútiles, pero estaba segura de que encontraría algo de utilidad. Algo que…
—¡Ajá!
Lo primero que oyó Koko fue una cadena arrastrándose por el suelo. Luego, algo frío y metálico envolviéndole los antebrazos. Las muñecas aprisionadas se liberaron por un instante, pero en seguida volvieron a notar el tacto del metal.
—Eh, despierta —dijo Yume, con voz amable—. Vamos, acabas de tener un golpe de suerte. Mira lo que he encontrado para ti.
Si Koko abría los ojos, vería que ya no se encontraba atrapada a las cadenas de la pared. En su lugar, unas esposas le apresaban las muñecas, unidas por una cadena igual de larga, pero que le daba total libertad para moverse.
Su cuerpo le pedía a gritos dormir, por muy mala posición en la que se encontrase, y finalmente su mente se vio vencida. Sus sueños, aunque parecieron empezar bien, terminaron desembocando en Katame… y en lo que le hizo.
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Horas más tarde...
Zaide se encontraba tirado en la cama, con el torso desnudo y el olor dulzón a omoide todavía impregnado en la habitación empalagándole el olfato. Las manos de Yume, frías, contrastaban con el calor que le habían dado en otro tiempo. Estaban posadas sobre su pecho, y un aura verdosa las rodeaba.
—Entonces era cierto —respondió Zaide, sin todavía poder creérselo. Una parte de él quería pensar que Yume le estaba mintiendo, tan solo para que dejase de drogarse con el omoide, porque eso querría decir que no se había dejado engañar como un imbécil por Katame. Sonrió con amargura. Después de tantos años, y todavía no podía sacudirse aquel estúpido orgullo de encima.
—Sí —respondió, sin mudar por un ápice la cara de concentración. Siempre se tomaba muy en serio sus curas—. Hice unas pruebas… El veneno desaparece a los pocos minutos del contacto con la sangre. Por eso no encontraba nada en ti. No sé de dónde coño se lo ha sacado, siempre fue bueno con las hierbas pero no a ese nivel.
Zaide pasó la lengua por sus dientes.
—¿Entonces qué? —preguntó, y supo por la mirada de Yume que le había entendido. Ella se mordió el labio inferior… No iba a ser tan sencillo. Nunca lo era.
—No lo sé… Los daños están muy avanzados… Pero tampoco creía que pudieses usar más chakra y utilizaste el Mangekyō contra Katame —le alentó—. No deberías fiarte de mis pronósticos.
—Ni tú de los míos. —Se miraron, y como si fuese un chiste que tan solo ellos pudiesen entender se carcajearon. Por un momento, todo quedó atrás. Las penurias, los decepciones, el dolor, los problemas… Por un momento, se dejó contagiar por aquella risa y fue feliz.
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Yume, o, más bien, el Kage Bunshin de Yume, rebuscaba en una celda llena de viejos objetos y armas. Era como un desván, donde se habían ido acumulando los trastos viejos e inútiles, pero estaba segura de que encontraría algo de utilidad. Algo que…
—¡Ajá!
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Lo primero que oyó Koko fue una cadena arrastrándose por el suelo. Luego, algo frío y metálico envolviéndole los antebrazos. Las muñecas aprisionadas se liberaron por un instante, pero en seguida volvieron a notar el tacto del metal.
—Eh, despierta —dijo Yume, con voz amable—. Vamos, acabas de tener un golpe de suerte. Mira lo que he encontrado para ti.
Si Koko abría los ojos, vería que ya no se encontraba atrapada a las cadenas de la pared. En su lugar, unas esposas le apresaban las muñecas, unidas por una cadena igual de larga, pero que le daba total libertad para moverse.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado