14/01/2018, 05:40
El animal no emitía ningún sonido, el guardia dejó de prestarle atención y las dos féminas estaban muy entretenidas con las demás crías como para preocuparse de aquel que se había ido. Además, es normal para aquel clan ver lagartos deambulando libremente ya sea por los jardines o por los pasillos.
Sin embargo, el pequeño había decidido acercarse más, traspasar el límite de los jardines pero solo para poder olisquear los pies del Uchiha y de todas formas, el guardia podría levantarlo fácilmente y llevarlo de vuelta al interior, así que no le prestó atención.
La cría no hacía absolutamente nada extraño, simplemente lo olía, daba vueltas en círculo y una que otra vez por un fallo de cálculos rozó con su escamoso ser al chico. Pero todo lo hacía con movimientos lentos por lo que no debería de asustar a nadie. ¿Verdad?
Luego de varias vueltas el animal alzó una vez más la vista intentando mirar el rostro del desconocido, sin éxito alguno pero por lo menos hizo el intento. Luego de unos instantes, avanzó… apoyó sus pequeñas patitas sobre los pies de Datsue y pareció dispuesto a seguir avanzando, como si pretendiese escalarlo y…
—¿No es tierno? —afirmó una amistosa voz femenina.
Si el shinobi alzaba la vista vería perfectamente a esa mujer que más de una vez apareció en sus sueños, aquella a quien conoció gracias al pervertido de su amigo el acosador.
Aquella era Nagisa, la única chuunin en todo el clan Sakamoto, la mujer de cabellos largos y celestes, con un cuerpo voluptuoso con un generoso busto y caderas sumamente anchas. Era un poco más alta que el Uchiha pero era fácil sacar la conclusión de que le llevaba varios años de diferencia. A pesar de ello, al igual que Noemi mientras ejerció como kunoichi, esta mujer iba con un yukata corto y sin mangas, cuya falda tenía un pequeño recorte en un lateral.
—¿Qué puedo hacer por uno de los hermanos del desierto? —preguntó amablemente mientras se agachaba delante de Datsue solo para tomar al animalito y cargarlo como si fuese un bebé común y corriente.
Curiosamente el cocodrilo simplemente se dedicó a mirar fijamente al shinobi, usando sus patas delanteras para sostenerse del pecho de la mujer.
Sin embargo, el pequeño había decidido acercarse más, traspasar el límite de los jardines pero solo para poder olisquear los pies del Uchiha y de todas formas, el guardia podría levantarlo fácilmente y llevarlo de vuelta al interior, así que no le prestó atención.
La cría no hacía absolutamente nada extraño, simplemente lo olía, daba vueltas en círculo y una que otra vez por un fallo de cálculos rozó con su escamoso ser al chico. Pero todo lo hacía con movimientos lentos por lo que no debería de asustar a nadie. ¿Verdad?
Luego de varias vueltas el animal alzó una vez más la vista intentando mirar el rostro del desconocido, sin éxito alguno pero por lo menos hizo el intento. Luego de unos instantes, avanzó… apoyó sus pequeñas patitas sobre los pies de Datsue y pareció dispuesto a seguir avanzando, como si pretendiese escalarlo y…
—¿No es tierno? —afirmó una amistosa voz femenina.
Si el shinobi alzaba la vista vería perfectamente a esa mujer que más de una vez apareció en sus sueños, aquella a quien conoció gracias al pervertido de su amigo el acosador.
Aquella era Nagisa, la única chuunin en todo el clan Sakamoto, la mujer de cabellos largos y celestes, con un cuerpo voluptuoso con un generoso busto y caderas sumamente anchas. Era un poco más alta que el Uchiha pero era fácil sacar la conclusión de que le llevaba varios años de diferencia. A pesar de ello, al igual que Noemi mientras ejerció como kunoichi, esta mujer iba con un yukata corto y sin mangas, cuya falda tenía un pequeño recorte en un lateral.
—¿Qué puedo hacer por uno de los hermanos del desierto? —preguntó amablemente mientras se agachaba delante de Datsue solo para tomar al animalito y cargarlo como si fuese un bebé común y corriente.
Curiosamente el cocodrilo simplemente se dedicó a mirar fijamente al shinobi, usando sus patas delanteras para sostenerse del pecho de la mujer.