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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#16
El examinador se levantó y se acercó a las ventanas.

—¿Y eso es todo? Vaya, supongo que no todo pueden ser preguntas suspicaces —preguntó, y Ayame se sintió enrojecer hasta las orejas. Sabía que su pregunta había sido rematadamente estúpida, pero era lo único que se le había ocurrido y que de verdad le intrigara—. Soy...

Pero el examinador nunca llegó a responder a su pregunta. En cuanto abrió las ventanas para airear el aula y dejar entrar de nuevo la luz, todo se volvió patas arriba. Ayame ni siquiera tuvo tiempo de gritar. Un potente estruendo laceró sus oídos y la impulsó hacia atrás. Se le cortó la respiración cuando su espalda dio contra el suelo, y durante un instante perdió toda noción del espacio y el tiempo. No oía nada, sólo un incesante pitido que se le clavaba en los tímpanos. Profundamente aturdida y mareada, Ayame puso todo su esfuerzo en reincorporarse, tratando de ignorar el escozor de las heridas que había sufrido en diversas partes del cuerpo y tosiendo por el polvo que ahora inundaba el aula en forma de nubes que dificultaban la visión. Y cuando miró a su alrededor fue cuando se dio cuenta de lo que había pasado: La pared de los ventanales se había desplomado y, bajo los escombros, un brazo colgaba inerte. El brazo del examinador.

—¡Aquí hay una viva! —De forma casi milagrosa pudo escuchar una voz desde su espalda que se elevaba por encima del intenso zumbido de sus oídos. Al darse la vuelta, se encontró con el hombre sin brazo—. ¡Hey, chica! ¡Tienes que salir de aquí ahora mismo! ¡Nos atacan!

Ayame sacudió la cabeza y se llevó una mano a la frente, aún aturdida.

—Pero... ¿Quién? Y... ¡¿Y por qué?! —Todo daba vueltas a su alrededor, y la información llegaba a su cerebro en forma de ráfagas. Aquí y allá se fueron encendiendo diferentes alarmas y Ayame contuvo el aliento al darse cuenta de algo, y volvió a darse la vuelta hacia el examinador sepultado—. ¡Espera! ¡Puede que siga vivo!

Y, tambaleante, se abalanzó sobre él todo lo rápido que sus temblorosas piernas y el aturdimiento de su cabeza le permitía. En su mente sólo estaba el deseo de mover los escombros y ni siquiera le importaba lo grandes o pesados que fueran. Si era necesario, usaría sus habilidades como Hōzuki para hacerlos a un lado. Lo más importante era rescatar al examinador.
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—Habitación de Ayame: Link

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#17
Como en el resto de ilusiones, cuando tomó una decisión y se puso a llevarla a cabo, todo se detuvo. Los sonidos, el crujir del edificio recién destrozado, incluso el viento que entraba por el enorme boquete se paró.

Y volvió a aparecer sentada en aquella aula más propia de un cuento de terror que de un aula de ninjas.

No, no nos conocemos, Aotsuki Ayame. Cualquiera que sea la voz que hayas escuchado, no era la mía. Y como he contestado a tu pregunta, se acabó el examen. No hay nada más que hacer.

Su voz era sexualmente opuesta a la anterior. Sonaba como debía sonar la de un hombre de mediana edad.

Al mirar por la ventana, ahora abierta, del aula, vería que estaba empezando a atardecer. En la ilusión le habían parecido apenas unos minutos, pero la realidad era que habían pasado varias horas desde que entró al aula. Si el Sol no le parecía suficiente prueba del tiempo transcurrido su estomago exigiendo comida sería mucho más convincente.


Hasta aquí llega la segunda prueba, espero que hayas disfrutado y aprendido mucho.
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#18
Y de repente, mientras Ayame se esforzaba por retirar los escombros y rescatar al examinador, todo a su alrededor volvió a detenerse como si alguien anónimo hubiera inmortalizado aquella escena en un cuadro.

Y la escena volvió a cambiar.

Volvía a estar en el mismo aula; pero, como si hubiera retrocedido en el tiempo, volvía a estar sentada frente al examinador. Sin embargo, la ventana estaba ahora abierta y la luz del atardecer inundaba el aula con tones ocres y dorados. Y eso significaba, tal y como su estómago vacío se esmeró en recordarle, que llevaba horas allí sentada.

«Eso... ¿había sido también parte del examen?» Se preguntó, pestañeando varias veces.

Y no tardó en ruborizarse, avergonzada. ¡Pero qué idiota era! ¿Quién les iba a atacar? ¡Y dentro de Uzushiogakure! En su inocente mente se había creído la ilusión a pies juntillas... Aunque podía ser que fuera esa, precisamente, la intención del examinador: lograr una respuesta sincera y honesta simulando el final del examen.

—No, no nos conocemos, Aotsuki Ayame —habló, y en aquella ocasión Ayame no pudo evitar sobresaltarse. Y es que la voz que salía ahora de sus labios era, precisamente, la que correspondía a un hombre de mediana edad, tal y como representaba su aspecto físico—. Cualquiera que sea la voz que hayas escuchado, no era la mía. Y como he contestado a tu pregunta, se acabó el examen. No hay nada más que hacer.

Ayame se mordió el labio inferior, insegura. ¿Entonces de quién era la voz que había escuchado? Era femenina y se le antojaba terriblemente familiar... ¿pero por qué? ¿Podría ser la voz de Yui? No, era imposible. Pero...

Y, al final, la curiosidad tomó las riendas de su boca.

—Disculpe —habló, con voz temblorosa y los puños apretados contra las rodillas, pero con sus ojos castaños fijos y brillantes de expectación en el hombre—. ¿Puedo preguntar por qué entonces antes le oía con otra voz y por qué me resultaba tan familiar? Tenía... voz de mujer...

De todas maneras, el examen había terminado. Y se suponía que no se permitían preguntas hasta el final del examen.
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#19
El hombre suspiró. La prueba había terminado y Ayame había tenido su oportunidad de hacerle una pregunta, sin embargo, en su insaciable apetito decidió hacer una segunda pregunta. Y ¿qué iba a hacer él? No podía suspenderla de buenas a primeras por preguntar después del examen. No le apetecía alimentar el ansía de la kunoichi que igual no paraba de preguntarle, pero tampoco le apetecía decirle que no sin más.

Volvió a suspirar.

Veras, Ayame-san, se trataba de un genjutsu por el cual deberías escuchar la voz de la persona que más... nerviosa te pusiera, es difícil de explicar, la cuestión es que fuera una voz que te dejase intranquila para toda la prueba. Zetsuo-sama insistió en que, sin duda, sería su voz la que escuchases. Pero con estas ilusiones nunca se sabe.

Tras explicarse el hombre carraspeó, echando sutilmente a la kunoichi de una vez por todas.
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#20
El examinador suspiró, y Ayame irguió la espalda con los ojos aún fijos en el hombre y los labios temblorosos. Por un momento, aunque lo sabía imposible, llegó a temer que la suspendería y ya estaba comenzando a maldecir su propia curiosidad, la que la había empujado al abismo, cuando habló:

—Veras, Ayame-san, se trataba de un genjutsu por el cual deberías escuchar la voz de la persona que más... nerviosa te pusiera, es difícil de explicar, la cuestión es que fuera una voz que te dejase intranquila para toda la prueba. Zetsuo-sama insistió en que, sin duda, sería su voz la que escuchases. Pero con estas ilusiones nunca se sabe.

«¿Han hablado con mi padre? ¿Por qué?» Se preguntó, aunque enseguida lo entendió todo. La oscuridad, el tabaco... todas aquellas debilidades tan suyas sólo las podían conocer alguien muy cercano a ella. Alguien como su propio padre. ¿Pero había dicho que sería su voz la que le pondría nerviosa? En eso había errado, pues la voz que había escuchado era de mujer. Era, aunque lo había creído imposible, la de Amekoro Yui.

Un escalofrío recorrió su cuerpo, pero se apresuró en inclinar la cabeza.

—Muchas gracias por la respuesta, señor —respondió, antes de reincorporarse y dar media vuelta para salir del aula de examen.

«Un genjutsu muy interesante, sí... Es como si combinara mi técnica de la imitación de voces con la técnica de la visión del infierno...» Una técnica que aún quedaba muy lejos de su alcance como ilusionista, pero que pensaba llegar a dominar algún día.

Con aquellos pensamientos en mente, Ayame abandonó la Academia de las Olas, mientras seguía preguntándose si lo habría hecho bien o mal o cuánto tiempo tardaría en conocer los resultados, y echó a andar hacia el restaurante más cercano que encontrara. Iba a necesitar una buena cena para suplir aquel agotamiento mental y toda la comida que no había ingerido desde el desayuno.
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