18/12/2018, 20:02
Kiyomi se caminó lentamente hasta ubicarse en el centro del escenario, observando con serenidad el mar de rostros sumidos en la penumbra de la estancia. De la manga de su kimono extrajo un abanico y lo alzo por sobre su cabeza con un movimiento fluido, lo desplego en un haz azulado y lo paseo frente a su rostro, ocultándolo.
Y con aquello, de alguna manera hermosa y extraña, detuvo la respiración de los espectadores. Y sus palabras iniciaron con la sutiliza de la última brisa de otoño:
Sus gestos, su forma de moverse, todo encajaba a la perfección. Su voz transmitía una dulzura y una calidez abrazadoras y su expresión corporal se correspondía perfectamente, pese a que sus movimientos pertenecían al estilo de combate con abanico que antaño se les enseñaba a las kunoichi que se disfrazaban de cortesanas.
Para cuando concluyo, Kazuma, al igual que muchos en la estancia, se sentía embargado por una emoción inspiradora que hacía que la vista se nublara en agua, más allá de la contención de cualquier dureza, miedo u orgullo.
Y con aquello, de alguna manera hermosa y extraña, detuvo la respiración de los espectadores. Y sus palabras iniciaron con la sutiliza de la última brisa de otoño:
No te detengas
No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima,
nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
Tu puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores:
el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes.
Huye.
“Emito mis alaridos por los techos de este mundo”,
dice el poeta.
Valora la belleza de las cosas simples.
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas,
pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que te provoca
tener la vida por delante.
Vívela intensamente,
sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuro
y encara la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes puedan enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron
de nuestros “poetas muertos”,
te ayudan a caminar por la vida
La sociedad de hoy somos nosotros:
Los “poetas vivos”.
No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas.
No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima,
nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
Tu puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores:
el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes.
Huye.
“Emito mis alaridos por los techos de este mundo”,
dice el poeta.
Valora la belleza de las cosas simples.
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas,
pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que te provoca
tener la vida por delante.
Vívela intensamente,
sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuro
y encara la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes puedan enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron
de nuestros “poetas muertos”,
te ayudan a caminar por la vida
La sociedad de hoy somos nosotros:
Los “poetas vivos”.
No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas.
Sus gestos, su forma de moverse, todo encajaba a la perfección. Su voz transmitía una dulzura y una calidez abrazadoras y su expresión corporal se correspondía perfectamente, pese a que sus movimientos pertenecían al estilo de combate con abanico que antaño se les enseñaba a las kunoichi que se disfrazaban de cortesanas.
Para cuando concluyo, Kazuma, al igual que muchos en la estancia, se sentía embargado por una emoción inspiradora que hacía que la vista se nublara en agua, más allá de la contención de cualquier dureza, miedo u orgullo.