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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#16
Tanto Daruu como Datsue se quedaron en silencio, y Ayame se mordió el labio inferior, con el corazón galopante en el pecho. Ya estaba comenzando a temer que la hubiesen abandonado, cuando escuchó la voz de su compañero:

Ayame. Esto que nos cuentas es muy preocupante, sobretodo si estás en lo cierto. Pero me resulta tan increíble...

¡Ya lo sé! —gimió ella, angustiada—. ¡Pero precisamente por eso os he llamado a estas horas de la noche!

Para ella era igual de difícil para ellos. O quizás incluso más. Ella no había sido la única persona que había visto a Calabaza, pero sí había sido la única persona que le había terminado reconociendo como Uchiha Akame. Dejando a un lado a Kaido, claro está, pero dada su condición de exiliado de la aldea no podían contarle como testigo.

La pobre muchacha estaba comenzando a sentirse como la típica loca que estuviera intentando explicar algo inexplicable, y eso la llenaba aún más de angustia.

Si de verdad es él... Si de verdad es Uchiha Akame y se aliando con Kaido, las aldeas deben saberlo...

Datsue, por favor, di algo... creo que Ayame dice la verdad. Y estoy empezando a asustarme.
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#17
Datsue aterrizó en una calle de la Villa, con miles de cosas pasándole por la cabeza. Todavía se sentía en una nube, como en un sueño. Todo lo que estaba escuchando y pensando al mismo tiempo era demasiado surrealista como para ser verdad. Y aun así, el hecho de que ellos hubiesen encontrado el cadáver de Kaido y estuviese vivo —él mismo lo había visto con sus propios ojos—, y que justamente Ayame viese a una persona, Uchiha, con el rostro quemado, la nariz torcida y una característica cicatriz partiéndole los labios… hacía a uno pensar.

Hacía a uno ver cómo se tambaleaban las murallas que había erigido en torno a su persona para protegerse de más desengaños hasta contemplar cómo caían derrumbadas.

Voy a comprobarlo —respondió finalmente—. Voy a contarle a Hanabi lo que me habéis dicho y a convencerle de abrir la tumba de mi Hermano. Y si resulta que todo era mentira y la he profanado… —No, no iba a vengarse. No iba a contarle a Hanabi lo de Kokuo. Ni a planear estúpidos desquites. Esa época ya había pasado. Simplemente…—. Me da igual que fuese una maldita broma o una confusión sin malicia. Voy a romper el maldito sello que nos une y no quiero saber o oír de vosotros en mi puta vida.
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¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado



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#18
Hubo un silencio tenso. Por un momento, Daruu creyó que Datsue había apagado el sello —probablemente él si tuviera una forma de hacerlo—, y que ahora se encontraba durmiendo plácidamente. Pero al final, un seco y distante uzujin, lejano a aquél que tan alegremente parloteaba sin parar, contestó al otro lado del Fuuinjutsu.

Voy a comprobarlo —respondió finalmente.

Daruu suspiró con alivio.

¿Pero cómo vas a...?

Voy a contarle a Hanabi lo que me habéis dicho y a convencerle de abrir la tumba de mi Hermano. Y si resulta que todo era mentira y la he profanado… Me da igual que fuese una maldita broma o una confusión sin malicia. Voy a romper el maldito sello que nos une y no quiero saber o oír de vosotros en mi puta vida.

Daruu tragó saliva.

Supongo... que es justo.«Ayame, por favor, no te enfades, no seas bocazas, que la lías...», pensó, conociendo la naturaleza de la kunoichi más que nadie.
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#19
Pero Datsue se mantuvo en un suspendido silencio durante varios segundos más, hasta que...

Voy a comprobarlo —dijo.

Y Daruu y Ayame hablaron casi al mismo tiempo.

¿Pero cómo vas a...?

No me digas que vas a...

Voy a contarle a Hanabi lo que me habéis dicho y a convencerle de abrir la tumba de mi Hermano.

Ayame suspiró, aliviada. Sí, hablar con Hanabi primero era la mejor opción. Por un momento se había temido que el Uchiha se atreviera a abrir la tumba de donde se suponía que estaba enterrado Uchiha Akame por sus propios medios.

Y si resulta que todo era mentira y la he profanado… —continuó—. Me da igual que fuese una maldita broma o una confusión sin malicia. Voy a romper el maldito sello que nos une y no quiero saber o oír de vosotros en mi puta vida.

Supongo... que es justo —respondió Daruu.

Pero, en aquella ocasión , fue Ayame la que guardó un tenso silencio.

Bien —asintió, sombría—. Por favor, no apagues el sello mientras estés con Hanabi-dono —le pidió, sin embargo.

Desde luego, la noche aún tenía sorpresas que guardarles. Porque se suponía que aquella tumba guardaba un cuerpo, y todos estaban convencidos de que era el cuerpo de Uchiha Akame el que reposaba en su interior. Si era así, ¿cómo demonios iba a explicarlo? Ella era consciente de lo que había visto y oído, y si no fuera porque Kokuō siempre estaba con ella, en aquellos momentos estaría temiendo estar volviéndose loca. ¿Pero cómo podía explicar que había visto a un fantasma si todas las pruebas apuntaban en su contra?

La reciente amistad establecida con Datsue pendía de un delgado hilo que parecía estar a punto de quebrarse en cualquier momento.
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#20
Akame. Akame. Akame…

¿Estaría realmente vi…? «¡No! No lo pienses. No lo pienses. No lo pienses…» Como si el solo hecho de mencionarlo, o siquiera pensar en la posibilidad, fuese a gafarlo, el Uchiha ni quería planteárselo.

«Está muerto… Está muerto… Está muerto», pensó para contrarrestar su mala suerte.

Pero Ayame aseguraba haberle visto, y su descripción era demasiado perfecta. ¿Cómo sabía ella que había muerto por las llamas? Qué él supiese, aquella información no había salido de la Villa. Y además, Datsue siempre había tenido ese presentimiento, esa sensación, de que él y su Hermano estaban destinados a grandes cosas. Juntos.

Porque juntos habían derrocado a Uzumaki Zoku.

Porque juntos habían soportado la carga del Gran Shukaku.

Porque juntos les quedaba todavía demasiadas cosas por hacer.

¿De verdad los dioses iban a permitir que su historia se terminase tan pronto?

No, no, no, no… ¿Qué estaba haciendo? ¿¡Qué estaba haciendo!? ¿Ya de vuelta con las ilusiones? ¿Ya contándose mentiras para sentirse mejor? Cuando abriesen la tumba, ¡la verdad le golpearía con todavía mayor contundencia! ¡Le hundiría en la mierda! ¿Por qué se dejaba liar? ¿Por qué no aprendía de una vez de sus errores?

Pero, por otra parte…

Por favor, no apagues el sello mientras estés con Hanabi-dono.

¡Por otra parte era de su Hermano de quien estaban hablando! ¡El Profesional siempre tenía un as guardado bajo la manga! ¿Verdad? ¿Ver…? «¿Eh?» Su mente procesó la petición de Ayame. «¿Que qué?»

Solo si Hanabi está de acuerdo. Como comprenderéis no puedo dejaros escuchar algo privado sin su conocimiento. Sería… —Sería como actuar de espía para Amegakure no Sato. Sería una traición, por mucho que ahora las Villas estuviesen aliadas. Y una traición a su confianza, también—, problemático.


• • •


¡Tap, tap, tap! El sonido de sus sandalias al chocar contra los tablones del puente a gran velocidad. Datsue alzó la vista, enfocando la mirada en un gran ventanal situado en el tercer piso. Buscaba algo de luz, cualquier indicio que le dijese que el Uzukage se había quedado trabajando más horas de la cuenta.

Luego, probó a abrir la puerta de la entrada. Sabía que en la mayoría de las ocasiones se encontraba cerrada, pues estaba ya de madrugada, pero había raras excepciones.

¿Sería aquel día una de ellas?
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#21
El tercer piso yacía en velo, tan oscuro como los rincones más recónditos de su alma; en donde había depositado cualquier esperanza de que Akame realmente pudiera estar vivo junto con la vívida imagen de su cadáver, sin pulso, reposando calcinado sobre su regazo. No había luz que delatase la presencia de alguien en el despacho, ni en ninguna otra planta del Edificio del Uzukage para ser más exactos, así que daba la impresión de que no habría nadie a esas largas horas de la noche.

Cuando postró sus manos en la puerta de bambú, no obstante; sintió el suelo vibrar bajo sus pies. La entrada se abrió en dirección contraria, aunque no por el esfuerzo que le supuso tratar de abrirla, sino por el de un hombre mucho más grande, alto y gordo que él que haló desde el interior. Era una mole ataviada con un camisón negro, pantalones holgados y sandalias que parecían dos esquíes. De pelo corto alborotado, y dos esferas doradas que brillaban incluso en la sinuosa oscuridad que les abrazaba a ambos. La cara de Datsue cayó casi que por inercia en el estómago del hombre y se fue de culo sobre los últimos tablones del puente a causa del efecto rebote.

¡Pom!

Era un Akimichi. Uno llamado Katsudon.

—¡Me vas a matar de un susto, chico! —soltó, llevándose la mano al corazón—. ¿se puede saber qué haces husmeando a estas horas por el edificio? sabes que cerramos las puertas a medianoche.

Kaido al habla. Uso uno de mis huecos de Narrador.
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#22
Ayame no tuvo la reacción que esperaba que no tuviera, aunque era transparente como el agua de la orilla de una playa sureña en el País del Viento, y se le notó bastante el enfado. La muchacha le pidió a Datsue que no apagase el sello mientras hablaba con Hanabi, cosa que Daruu consideró como imposible —estaría espiando al kage a sus espaldas—, no obstante Datsue no pareció importarle, siempre que Hanabi se mostrara conforme.

Daruu sintió un repetino mareo. El mismo Hanabi con el que había tenido la confrontación en el despacho iba a saber, ahora, que Datsue y él se habían hecho amigos. Que los tres se habían hecho amigos, tanto es así como para dejarse colocar el Sello de la Hermandad Intrépida. Pero él tenía una espinita clavada. Él...

Él...

¿Estaba preparado para escuchar a Hanabi? ¿Para hablar con Hanabi, quizás?

En su estado actual, le costaba creer que sí. Mordiéndose el labio, Daruu se levantó de la cama y se acercó al armario...
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#23
Solo si Hanabi está de acuerdo —respondió Datsue—. Como comprenderéis no puedo dejaros escuchar algo privado sin su conocimiento. Sería… problemático.

Ayame cerró los ojos momentáneamente.

Lo comprendo —asintió, y su voz sonó tan templada como las aguas de una laguna a medianoche: llana, sin ningún tipo de corriente que alterara su superficie. Aunque, por dentro, ese mismo agua se transformaba en un torbellino, brusco, violento, expectante...—. No es mi intención escuchar a escondidas, sólo quiero la oportunidad de poder explicarme en caso de necesitarse.

Confiaba en Hanabi. Y Ayame confiaba en que fuera la persona amable, comprensiva y pacífica que ella creía que era desde que le envió aquella carta en la que pedía perdón por todo lo ocurrido en el examen de Chūnin. De hecho esperaba que Hanabi la recordara por aquella carta y se mostrara más receptivo ante lo que el Uchiha tenía que contarle de su parte.

Lo que sucedería a continuación, ninguno de los dos Amejines llegaría a conocerlo. El silencio se prolongó durante varios largos minutos, hasta que...

¡Me vas a matar de un susto, chico! —exclamó una voz desconocida para ella, de hombre—. ¿Se puede saber qué haces husmeando a estas horas por el edificio? sabes que cerramos las puertas a medianoche.

Por supuesto, Ayame guardó el más absoluto silencio.
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#24
¡Ay!

Datsue bien podría haberse dado de bruces contra un muro de hormigón, que el resultado hubiese sido el mismo: él en el suelo. Cuando levantó la cabeza, se dio cuenta del porqué: había chocado contra nada más y nada menos que Akimichi Katsudon.

¡Katsudon-senpai! P-perdona —se apresuró a disculparse, levantándose y haciendo una senda reverencia.

¿Se puede saber qué haces husmeando a estas horas por el edificio? Sabes que cerramos las puertas a medianoche.

Pues… —¿Por dónde empezaba?—. Pues podría preguntarle yo lo mismo, Katsudon-senpai —dijo, prefiriendo regatear la pregunta por el momento. De hecho, ¿qué coño?—. ¿Qué hacía a estas horas por aquí? Si se me permite la indiscreción, claro.

«¡Hostia, el sello!» Datsue lo desactivó rápidamente. ¿Y si Katsudon le respondía que venía de planear una jugarreta a Amegakure? Era más que improbable, pero de ser un caso parecido, Datsue pasaría a ser conocido inmediatamente como el imbécil que largó todo a Ame.

Yo vine a probar suerte, a ver si estaba Hanabi-sama. Verá… Tenemos una emergencia. Otra emergencia.
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#25
Qué osadía la de Datsue, increpando a un superior. ¡Qué confianzudo que era ese bribón!

Katsudon se miró la palma, con la que podría martillar a Datsue hasta atravesar el puente y caer en el río revuelto que rodeaba toda la edificiación. Luego la escondió en el faldón que le envolvía la enorme cintura mientras se sacaba los residuos de glaseado de esas donas tan sabrosas que le dejaba Akimichi Yashiro a Hanabi cuando acababa su turno de Hikariyōbi.

—No te lo permito, muchacho —respondió, severo.

Yo vine a probar suerte, a ver si estaba Hanabi-sama. Verá… Tenemos una emergencia. Otra emergencia.

—¿Ah sí? ¿y no puede esperar hasta mañana, Datsue? —contestó—. Hanabi-sama ha de estar durmiendo ya. Con lo difícil que le resulta conciliar el sueño a veces, no querrás que vaya a despertarlo por una de tus... urgencias, verdad?
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#26
Oh, ¡vamos! ¡Qué no fuese aguafiestas! ¿De verdad iba a dejarle con toda la curiosidad? Además, le venía de lujo para distraerse de la loca visión de Ayame. No obstante, la severidad con que se negó hizo que Datsue no se viese con ánimos de tensar la cuerda.

Además, tenían cosas más importantes de las que ocuparse.

Me temo que no puede esperar, Katsudon-senpai. ¿Recuerda la última noticia que traje? ¿La de que Kokuo controlaba el cuerpo de Ayame? Bueno… Pues esta está a ese nivel. O más —afirmó, si bien se calló las dudas que tenía de que lo que Ayame le contaba fuese cierto—. Le propongo una cosa: vayamos los dos a casa de Hanabi. Así al menos le ahorramos el viaje hasta aquí. ¿Qué me dice?
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#27
El hombretón suspiró con pesadez. Para Datsue no fue un suspiro, sino un vendaval que le acarició la mejilla en cuanto el Akimichi inclinó la pansa y le miró muy pero muy de cerca.

Claro que recordaba aquél día. De hecho, recordaba los gritos de Datsue clamando por ayuda. Recordaba cuando tuvo que atizar a su Kage de un buen par de hostias para traerle de regreso, tras el enorme disgusto que le causó la revelación del intrépido. Recordaba, sí señor.

—Joder, Datsue. Venías bien. Muy bien. Pero no puedes estarte quieto, ¿verdad? si eres un experto en revolver el mierdero —Katsudon guardó silencio durante un par de segundos, meditando las opciones. Podría haber salvaguardado el descanso de su líder y posponer las noticias de Datsue hasta que amaneciera. Después de todo, faltaban sólo cuatro horas. Pero entonces recordó alguna reprimenda de Hanabi cuando decidía ocultarle cosas por el bienestar de su salud y... bueno, no le quedaron ganas de no contar algo tan importante. Refunfuñó, y se apartó de en medio de la puerta de bambú—. no, tú quédate aquí. Iré a buscarle yo.

»Espéranos en el despacho. Y no alborotes nada, por favor
—o su esfuerzo en ocultar los rastros de dulce del escritorio iban a quedar en vano.

* * *

El despacho del Uzukage lucía, a esas horas de la noche, más imponente que nunca. La vívida imagen que la habitación daba de día desaparecía en cuanto le abrazaba la soledad intrínseca de la nocturnidad. Lo que sí perduraba era el dulce aroma de las orquídeas frescas que aún no marchitaban dentro del florero de cristal transparente. Detrás, como pantalla, la oscuridad en todo su esplendor cubriendo el ventanal que permitía al Uzukage observar la inmensidad de su colorida y hermosa aldea. Datsue aguardó durante al menos quince minutos hasta que dos figuras se introdujeron a paso rápido por el portal.

—A veeeer, Daaatsue, a ver... —dijo Hanabi, que apresuró el paso hasta el sillón negro tras el escritorio de roble. Llevaba pijama, que no era sino una larga bata color naranja, un camisón suelto negro y un pantalón de seda negruzca que combinaba con unas curiosas pantuflas de felpa bastante cómicas—. ¿qué te ha pasado ahora?

Eran las mismas palabras. Exactas. De aquella ocasión en la que se desmayó.
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#28
Datsue, que no había dejado de comerse las uñas y de dar vueltas y más vueltas por el despacho, suspiró de alivio en cuanto oyó pasos por el pasillo. Necesitaba quitarse aquel peso que le oprimía el pecho, largarlo todo… y descubrir de una buena vez a quién había visto Ayame exactamente.

Siento muchísimo despertarle a estas horas, Hanabi-sama —habló, tras él, haciendo una senda reverencia. Fue entonces cuando sus ojos se encontraron con las zapatillas de su máximo mandatario y…

Y tuvo un ataque repentino de tos le invadió, con la cara colorada y la boca tapada por una mano. Parpadeó varias veces para contener las lágrimas y hasta se mordió la lengua para matar cuanto antes las carcajadas que afloraban en su pecho y luchaban, como un kusareño en un Chuunin, por salir a dar la nota.

Aprovechó para sentarse y arañar unos segundos más para serenarse.

Hanabi-sama… Ehmm… Sí, eso. A ver, ¿recuerda la última vez que hablamos? Me pidió que reparase cuanto daño hubiese hecho. Incluyendo a los shinobis de Ame. No fue fácil, pero cumplí. Como ninja suyo que soy, cumplí. Hice las paces con Ayame y Daruu. No pregunte cómo, pero lo conseguí.

»Fue tal el éxito, Uzukage-sama, que me uní con ellos con el sello de la Hermandad Intrépida. Así podíamos avisarnos si uno de los dos se cruzaba con un General. Como con Juro.

Miró a Katsudon. Miró a Hanabi. Ahora era cuando caía la bomba.

Pues resulta que Ayame me habló esta noche. Hace apenas media hora me confirmó que se encontró con un exiliado de su Villa, Kaido. Y que junto a él estaba…

»Estaba…

»Estaba…

»Estaba Uchiha Akame.
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#29
—Siento muchísimo despertarle a estas horas, Hanabi-sama.

—Ujum, ujum... —vocalizó, mientras ocupaba aletargado el espacio donde usualmente estaba el sillón de cuero negro, aunque se mantuvo de pie. Katsudon se quedó postrado a su lado, con las manos atentas. No quería sorpresas.

Hanabi-sama… Ehmm… Sí, eso. A ver, ¿recuerda la última vez que hablamos? Me pidió que reparase cuanto daño hubiese hecho. Incluyendo a los shinobis de Ame. No fue fácil, pero cumplí. Como ninja suyo que soy, cumplí. Hice las paces con Ayame y Daruu. No pregunte cómo, pero lo conseguí —oh, bueno, hasta aquí todo bien. No era una noticia que justificase que le sacaran de la cama a las tres de la mañana, pero para tratarse de Datsue el vengador pues mira que había que aplaudírselo. Hanabi acabó quitándose una lagaña del ojo derecho en medio del discurso y sonrió afable—. fue tal el éxito, Uzukage-sama, que me uní con ellos con el sello de la Hermandad Intrépida. Así podíamos avisarnos si uno de los dos se cruzaba con un General. Como con Juro.

—Pues, te felicito, Datsue. Has dado un gran paso. ¿Y entonces?

Pues resulta que Ayame me habló esta noche. Hace apenas media hora me confirmó que se encontró con un exiliado de su Villa, Kaido. Y que junto a él estaba…

¿Amedama Daruu?

»Estaba…

¿Algún otro de esos cabrones de Dragón Rojo, los asesinos de Koko?

»Estaba…

»Estaba Uchiha Akame.

Silencio. Un silencio sepulcral fue la respuesta que recibió Datsue. Ese ligero atisbo de sonrisa que orgullosamente se había dibujado en el rostro del Uzukage, muy a pesar de las horas y de las circunstancias de aquél encuentro, se esfumó en segundos. En cambio quedó una cara pálida, una mirada lúgubre y ... un dolor emergente enlutando su colorida aura.

Había algo que se sentía en el aire. Datsue lo podía percibir como decepción. ¿En tan poca estima tenía Datsue la memoria de su Hermano como para jugar con algo así? ¿acaso le estaba tomando el puto pelo?

Hanabi era un hombre justo, noble y querido por mucha gente. Él lo pagaba con la misma moneda, y veía en todos y cada uno de sus ninjas a alguien de quien cuidar. A alguien por quien velar. Aún y cuando sintió en las épocas más turbias que Datsue y Akame parecían siempre complotar a su espalda, les quería. Aún estaba dolido por no haber podido evitar que Akame muriera de aquella forma, muy y a pesar de las circunstancias que habían acabado con su encierro en los calabozos. Aún rebalsaba de ira cuando recordaba esa risa jactándose de su pérdida.

Aún...

Aún...

El despacho tembló y de pronto se les hizo a todos más difícil respirar. Las orquídeas temieron el poder que, por un segundo, abandonó el cuerpo de Hanabi.Katsudon posó su mano sobre su líder, tembloroso.

—Hanabi-sama, por favor, contrólese...

Hanabi no había parpadeado desde entonces. Su mirada fija en Uchiha Datsue.

—Lo siento, Katsudon. Pero realmente creía que Datsue tenía más estima por la memoria de su Hermano. Al menos la suficiente como para no venir a contarme esta chorrada —¡a él!—. a mí, que sostuve su cadáver. Te lo entregué en regazo, Datsue. Lo tuviste entre tus brazos.

«Sabes que es imposible. Y aún así...


Cerró los ojos.

Uchiha Akame está muerto, muchacho. Será mejor que lo olvides.
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#30
Justo entonces. Justo cuando Hanabi pronunció aquellas palabras. Quizás en el peor momento posible. Quizás siendo esto que os cuento un gran error...

...Amedama Daruu apareció de la nada, al lado de Datsue, llevando consido un destello rojo.

El muchacho miró a su alrededor. Un hombre gordo que le sonaba de algo, Datsue, y Hanabi con la cara más severa que no había visto nunca, y... y... y...

Puto. Amenokami. Santísimo. ¿¡Pero qué cojones ERA ese hombre!?

Daruu había estado en algunas situaciones así. Luchando contra Kokuo, la más reciente, pero la que más miedo le había dado era cuando Ayame había perdido el control después de la misión del mundo ilusorio de Shiruba. Allí, Daruu se había enfrentado a la segunda capa del bijuu frente a frente, y había temido más por su vida que nunca.

...hasta ahora.

Las rodillas le temblaron e hicieron lo que iban a hacer ya, pero desde luego no por el mismo motivo: clavarse en el suelo. Daruu se vio forzado a marcar una reverencia ante el Uzukage que iba a hacer ya, pero no por el mismo motivo.

Lo único que pudo hacer —a duras penas— que entraba dentro de sus planes era decir:

L-le pido d-disculpas, Hana... Hanabi-dono. Por mi comp-portamiento irresponsable du-durante el examen de chuunin... ¡AGH!

¡Pero si casi no podía respirar!

¿¡Esos cabrones de Uzushiogakure se estaban reservando que Hanabi también era un jinchuuriki!? ¿¡Por eso había apagado Datsue el sello!?

En su denigrante posición, Daruu se percató de algo. Con toda la imagen intimidante de Hanabi que estaba teniendo... le estaba viendo...

«¿Eso son... pantuflas?»
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