16/05/2019, 02:33
(Última modificación: 16/05/2019, 02:38 por Umikiba Kaido. Editado 1 vez en total.)
Si cabía la posibilidad de que el rostro de Kaido, con su color tan particular, pudiera palidecer; fue en esa ocasión. Porque aunque Shaneji estuvo a punto de ceder, su instinto más primitivo acabó por dominar sus impulsos, como solía ser siempre. El gyojin hizo el ademán de apresurarse a detenerlo —estaba clarísimo que ese sello era para ejecutar un ninjutsu, y conociendo sus habilidades; no había demasiadas opciones ahí dentro—. pero pronto la inacción le confirmó sus sospechas: que Akame había inducido al Cabeza de Dragón en un jodido genjutsu.
Y lo supo no porque Kaido fuera un experto en la materia, sino porque la escena sucedió exactamente igual a cuando él mismo fue víctima de ello a manos de Uchiha Datsue. Tal y como Daruu se lo había descrito luego de aquella emboscada en el Círculo de Rocas Ancestrales, caer rendido ante los ojos de un Uchiha se veía así. Te conviertes en un ser inamovible, sin reflejos, absorto en los confines de una ilusión que podía durar segundos y sentirse como horas. Muchas horas. De dolor. De angustia.
A él le habían arrancado la cabeza en plena faena. Aún lo recordaba. Y se sentía real, muy real.
Fue allí, en ese instante, que temió por la vida de Shaneji. ¿Y cómo reaccionó?
Pues, de la única manera que podía: abogando por su verdadero aliado. Akame aún estaba a prueba, y si lo dejaba continuar, iba a reprobar sin derecho a réplica. No se lo iba a permitir. No ahora que estaban tan cerca de sus objetivos.
Cuando Akame creó su kage bunshin, Kaido perpetuó un simple paso, enaltecido por las influencias del chakra que convirtieron su avance en un movimiento imperceptible e instantáneo. El escualo caló allá, a uno de los costados de Suzaku; con una de sus manos deteniendo el arroje de lo que bien podría haber sido una bomba explosiva, y con la zurda —o mejor dicho, su dedo índice—. apuntándole la sien.
Un suspiro, profundo y sentido, invadió el oído derecho del Uchiha. Luego, leves susurros.
—Es la primera y última vez que intercedo por ti. No me pongas en tu puta contra, que soy el único puto amigo que te queda en este jodido mundo. Cuida tu lengua, ¿está claro?
Finalmente, torció hacia Shaneji, dándole un empujón a Akame para que se alejara.
—Eres un imbécil, tío. ¿Cómo vas a verle a los putos ojos? ¿qué mierda te sucede? ¡¿e ibas a romper el jodido barco?! ¿quieres que Ryu te arranque los huevos, o qué?
Y lo supo no porque Kaido fuera un experto en la materia, sino porque la escena sucedió exactamente igual a cuando él mismo fue víctima de ello a manos de Uchiha Datsue. Tal y como Daruu se lo había descrito luego de aquella emboscada en el Círculo de Rocas Ancestrales, caer rendido ante los ojos de un Uchiha se veía así. Te conviertes en un ser inamovible, sin reflejos, absorto en los confines de una ilusión que podía durar segundos y sentirse como horas. Muchas horas. De dolor. De angustia.
A él le habían arrancado la cabeza en plena faena. Aún lo recordaba. Y se sentía real, muy real.
Fue allí, en ese instante, que temió por la vida de Shaneji. ¿Y cómo reaccionó?
Pues, de la única manera que podía: abogando por su verdadero aliado. Akame aún estaba a prueba, y si lo dejaba continuar, iba a reprobar sin derecho a réplica. No se lo iba a permitir. No ahora que estaban tan cerca de sus objetivos.
Cuando Akame creó su kage bunshin, Kaido perpetuó un simple paso, enaltecido por las influencias del chakra que convirtieron su avance en un movimiento imperceptible e instantáneo. El escualo caló allá, a uno de los costados de Suzaku; con una de sus manos deteniendo el arroje de lo que bien podría haber sido una bomba explosiva, y con la zurda —o mejor dicho, su dedo índice—. apuntándole la sien.
Un suspiro, profundo y sentido, invadió el oído derecho del Uchiha. Luego, leves susurros.
—Es la primera y última vez que intercedo por ti. No me pongas en tu puta contra, que soy el único puto amigo que te queda en este jodido mundo. Cuida tu lengua, ¿está claro?
Finalmente, torció hacia Shaneji, dándole un empujón a Akame para que se alejara.
—Eres un imbécil, tío. ¿Cómo vas a verle a los putos ojos? ¿qué mierda te sucede? ¡¿e ibas a romper el jodido barco?! ¿quieres que Ryu te arranque los huevos, o qué?