24/12/2019, 15:06
¡Eso era! ¡Tres puntos!
Nada como empezar un campeonato con una victoria aplastante. No era el único, eso sí. El número setenta y siete, de nombre desconocido, también había acertado a la primera. Quién sabía si por suerte o por algo más. «Nah… En la herrería la suerte no existe». De eso, estaba seguro.
Ante la pregunta de Demura Dayano, respondió con franqueza:
—Uchiha Datsue, y mi lealtad está en Lady Tākoizu.
Apostaba a que aquel nombre levantaría más que alguna ceja. No por nada, era la descendiente de uno de los antiguos ocho Señores del Hierro. La que manejaba el cotarro en el País de la Tierra. Hasta que cometió un terrible error: elegir como cliente a quien no debía.
Tener ideas políticas estaba bien, pero actuar en consecuencia, muchas veces, salía caro. Ella había aceptado un encargo importantísimo de Kurawa Ivvatsumi, la hermana del Daimyo, Kurasa Jagaimo. Decían las malas lenguas que Ivvatsumi estaba preparando un ejército para levantarse en contra de su hermano y recuperar un trono que le pertenecía por derecho de sangre. Aquel encargo era prueba viviente de ello. Y cuando Kurawa Kaikei se enteró, no dudó en enviar mercenarios para derruir la famosa herrería y acabar con todo.
Ahora Nahana vivía en el exilio, había perdido a su amante en el proceso, e incluso Datsue tenía su cara y un nombre falso colgado en los panfletos de Tsuchi no Kuni con un precio por su cabeza.
Suspiró. Si pudiese volver atrás, hubiese cambiado tantas cosas de aquella misión… Aunque solo una importaba. Solo una.
Nada como empezar un campeonato con una victoria aplastante. No era el único, eso sí. El número setenta y siete, de nombre desconocido, también había acertado a la primera. Quién sabía si por suerte o por algo más. «Nah… En la herrería la suerte no existe». De eso, estaba seguro.
Ante la pregunta de Demura Dayano, respondió con franqueza:
—Uchiha Datsue, y mi lealtad está en Lady Tākoizu.
Apostaba a que aquel nombre levantaría más que alguna ceja. No por nada, era la descendiente de uno de los antiguos ocho Señores del Hierro. La que manejaba el cotarro en el País de la Tierra. Hasta que cometió un terrible error: elegir como cliente a quien no debía.
Tener ideas políticas estaba bien, pero actuar en consecuencia, muchas veces, salía caro. Ella había aceptado un encargo importantísimo de Kurawa Ivvatsumi, la hermana del Daimyo, Kurasa Jagaimo. Decían las malas lenguas que Ivvatsumi estaba preparando un ejército para levantarse en contra de su hermano y recuperar un trono que le pertenecía por derecho de sangre. Aquel encargo era prueba viviente de ello. Y cuando Kurawa Kaikei se enteró, no dudó en enviar mercenarios para derruir la famosa herrería y acabar con todo.
Ahora Nahana vivía en el exilio, había perdido a su amante en el proceso, e incluso Datsue tenía su cara y un nombre falso colgado en los panfletos de Tsuchi no Kuni con un precio por su cabeza.
Suspiró. Si pudiese volver atrás, hubiese cambiado tantas cosas de aquella misión… Aunque solo una importaba. Solo una.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado