14/05/2020, 21:27
Kazuma escucho a Datsue en silencio, con la intención de decir algo, pero encontrándose incapaz de hacerlo. Le parecía grosero e irrespetuoso opinar sobre su disgusto, cuando la base del mismo era cosas de las que él no sabía nada: honor, orgullo, arrepentimiento…
Siendo que ya había pasado todo y que estaban con su apetito satisfecho, a los ninjas solo les quedaría retirarse a esperar la siguiente prueba. Kazuma, sin embargo, más que descansar, se planteaba si aquella ira, materializada en un cambio de apariencia, era natural de un humano o era la indomable bestia que debía de agitarse en el interior de Datsue. De cierta manera aquello le preocupaba, la posibilidad de que sensei terminara haciendo algo como eso también… Aunque, por otra parte, le parecía imposible que algo pudiese imponerse sobre la amabilidad de este último.
Al día siguiente, la gente comenzó a reunirse en la gran plaza del este, lugar donde ocurriría la prueba. En esta ocasión no sería tan temprano, por lo que la gente podía pasear de un lado a otro viendo como hacían los preparativos y guardándose algún puesto.
Todo parecía normal, cuando las instalaciones estuvieron listas. De hecho, la sofisticada maquinaria de la prueba anterior había sido retirada y remplazada por herramientas más tradicionales: unos cuantos yunques y toda una colección de martillos hechos con distintos materiales. También había una fragua de fuelle manual, carbón, leña y algunos contenedores con sustancias sin identificar. Por último, había una especie de rectificadora-amoladora impulsada por pedal, que yacía acompañada por variedad de ruedas para afilar y correas ásperas para corregir. Todo parecía muy normal, excepto por una circular para los participantes en donde se recordaban las reglas generales, más la adicción de un par de reglas más: no podían utilizarse técnicas de clonación, o cualquier otro arte cuyo efecto fuera se tradujera en aumentar el número de manos trabajando. Y la segunda, no podía hacerse uso de ningún arte que obstaculizara la labor de los demás competidores.
En principio, aquello no era gran problema; hasta que resultaba imposible no notar que una sola persona no podría atender toda la estación por si misma: la fragua necesitaba ser vigilada y oxigenada constantemente, la amoladora necesitaba de alguien que pedaleara y vigilase todo el mecanismo y el que forjaba, naturalmente, no podía ocupar su valioso tiempo en otras tareas.
La comisión del certamen no daba más indicaciones al respecto, quizá porque consideraba que cada herrero debía de tener un equipo de apoyo, o cuando menos unos asistentes; o quizá le importaba poco más que nada como habrían de resolver los participantes individuales.
Siendo que ya había pasado todo y que estaban con su apetito satisfecho, a los ninjas solo les quedaría retirarse a esperar la siguiente prueba. Kazuma, sin embargo, más que descansar, se planteaba si aquella ira, materializada en un cambio de apariencia, era natural de un humano o era la indomable bestia que debía de agitarse en el interior de Datsue. De cierta manera aquello le preocupaba, la posibilidad de que sensei terminara haciendo algo como eso también… Aunque, por otra parte, le parecía imposible que algo pudiese imponerse sobre la amabilidad de este último.
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Al día siguiente, la gente comenzó a reunirse en la gran plaza del este, lugar donde ocurriría la prueba. En esta ocasión no sería tan temprano, por lo que la gente podía pasear de un lado a otro viendo como hacían los preparativos y guardándose algún puesto.
Todo parecía normal, cuando las instalaciones estuvieron listas. De hecho, la sofisticada maquinaria de la prueba anterior había sido retirada y remplazada por herramientas más tradicionales: unos cuantos yunques y toda una colección de martillos hechos con distintos materiales. También había una fragua de fuelle manual, carbón, leña y algunos contenedores con sustancias sin identificar. Por último, había una especie de rectificadora-amoladora impulsada por pedal, que yacía acompañada por variedad de ruedas para afilar y correas ásperas para corregir. Todo parecía muy normal, excepto por una circular para los participantes en donde se recordaban las reglas generales, más la adicción de un par de reglas más: no podían utilizarse técnicas de clonación, o cualquier otro arte cuyo efecto fuera se tradujera en aumentar el número de manos trabajando. Y la segunda, no podía hacerse uso de ningún arte que obstaculizara la labor de los demás competidores.
En principio, aquello no era gran problema; hasta que resultaba imposible no notar que una sola persona no podría atender toda la estación por si misma: la fragua necesitaba ser vigilada y oxigenada constantemente, la amoladora necesitaba de alguien que pedaleara y vigilase todo el mecanismo y el que forjaba, naturalmente, no podía ocupar su valioso tiempo en otras tareas.
La comisión del certamen no daba más indicaciones al respecto, quizá porque consideraba que cada herrero debía de tener un equipo de apoyo, o cuando menos unos asistentes; o quizá le importaba poco más que nada como habrían de resolver los participantes individuales.