29/05/2020, 21:11
Las horas de la tarde pasaron acaloradamente, mientras el público veía las chispas volar de los yunques y el sudor correr por las frentes de los herreros. Para cuando el día moría por el oeste, la prueba se dio por finalizada en su etapa de forja. Varios de los equipos no lo habían logrado a tiempo, pero esa era la idea de toda la competencia, marcar la finísima línea entre los que eran capaces ir un poco más allá y los que no.
Cooper se levantó de su asiento, emocionado, y fue a revisar las forjas de los competidores… Se tomó su tiempo, viendo, midiendo y pesando. Cuando tuvo listo los resultados volvió a su estrado, listo para anunciarlos, pero alguien llamó su atención, alguien llegado desde tras bastidores.
—¡¿Qué?! No, ¿Cómo se te ocurre? —respondió asombrado, hablando con lo que desde lejos se veía solo como una sombra—. Si, si, sería interesante…; pero eso no está en los planes… Vale, vale, que es una buena sorpresa, pero es que nos vamos a ganar una bronca… Mientras prometas hacerte responsable, puedes hacer lo que quieras.
Finalmente, y con un gesto de derrota resignada, pero nada triste, dio los resultados:
—De los equipos que lograron entregar, todos son aptos para seguir continuando; aunque la calidad del resultado hará variar las puntuaciones otorgadas. En cuanto a dichas puntuaciones…
—Yo me encargare a partir de aquí, Awara-san —dijo la sombra que hasta entonces había permanecido cubierta por una capa, y que al quitársela revelo a un hombre rubio ataviado con ropas brillantes y unas gafas oscuras—. Los puntos les serán asignados luego de la consecución de las pruebas.
Se detuvo un momento y paladeo con amor teatral la incertidumbre entre el público y algunas voces de quejas que venían de los competidores.
—Mi nombre es Hiruma Sanemi, y soy el juez de la siguiente prueba…, me explico —hizo una pequeña pausa y aclaro su voz, una voz de aristócrata empoderado—. He decidido que la siguiente prueba sea a continuación.
»Quienes me conocen saben que no soy herrero, sino subastador, comerciante, coleccionista y experto en artesanías… Quizá crean que soy desconsiderado al explotarles de semejante manera, y seguramente sea cierto. Pero los herreros que tienen mi confianza son aquellos que son capaces de trabajar día y noche a través del agotamiento cuando de cumplir con su meta se trata.
Aquella parecía su manera de aligerar la conciencia, aunque a los competidores no les quedaba otra opción.
—La pruebas consistirá en lo siguiente —hizo una seña y un grupo de ayudantes entro a la plaza llevando varios carros de materiales—. Deben de completar sus armas, decorarlas, afilarlas y dejarlas presentables.
Los vagones contenían de todo, desde variedad de maderas, cuernos y otros materiales hasta extrañas arcillas, rocas y varias botellas con ácido, además de multitud de herramientas para grabar el metal.
—Las condiciones son las siguientes: el arma debe tener un acabado digno de un señor feudal, un nombre con historia y significado y algún rasgo distintivo en su conjunto visual, la hechura particular del herrero. Además, debe tener esto:
Un asistente a su lado levanto una especie de tela con unos dibujos
—Esas son las veintisiete flores en tres figuras de mi emblema familiar. Deben (para la firma en el arma) de reorganizarlas en tres figuras de nueve flores, con filas de tres flores. Dentro de poco, los asistentes les traerán comida y bebida. Eso sería todo, tienen hasta la media noche.
—Parece que será una larga jornada —comento Kazuma mientras se levantaba de su asiento—. Iré a buscar algo de comer, sensei, lo necesitáremos si queremos estar atentos a la prueba que se viene.
Y así, el joven peliblanco se alejaría a buscar algunas provisiones. Mientras tanto, Juro podría ver entrar en su campo de visión a nada más y nada menos que la muchacha saboteadora de la ronda anterior, asechando en la primera fila.
Cooper se levantó de su asiento, emocionado, y fue a revisar las forjas de los competidores… Se tomó su tiempo, viendo, midiendo y pesando. Cuando tuvo listo los resultados volvió a su estrado, listo para anunciarlos, pero alguien llamó su atención, alguien llegado desde tras bastidores.
—¡¿Qué?! No, ¿Cómo se te ocurre? —respondió asombrado, hablando con lo que desde lejos se veía solo como una sombra—. Si, si, sería interesante…; pero eso no está en los planes… Vale, vale, que es una buena sorpresa, pero es que nos vamos a ganar una bronca… Mientras prometas hacerte responsable, puedes hacer lo que quieras.
Finalmente, y con un gesto de derrota resignada, pero nada triste, dio los resultados:
—De los equipos que lograron entregar, todos son aptos para seguir continuando; aunque la calidad del resultado hará variar las puntuaciones otorgadas. En cuanto a dichas puntuaciones…
—Yo me encargare a partir de aquí, Awara-san —dijo la sombra que hasta entonces había permanecido cubierta por una capa, y que al quitársela revelo a un hombre rubio ataviado con ropas brillantes y unas gafas oscuras—. Los puntos les serán asignados luego de la consecución de las pruebas.
Se detuvo un momento y paladeo con amor teatral la incertidumbre entre el público y algunas voces de quejas que venían de los competidores.
—Mi nombre es Hiruma Sanemi, y soy el juez de la siguiente prueba…, me explico —hizo una pequeña pausa y aclaro su voz, una voz de aristócrata empoderado—. He decidido que la siguiente prueba sea a continuación.
»Quienes me conocen saben que no soy herrero, sino subastador, comerciante, coleccionista y experto en artesanías… Quizá crean que soy desconsiderado al explotarles de semejante manera, y seguramente sea cierto. Pero los herreros que tienen mi confianza son aquellos que son capaces de trabajar día y noche a través del agotamiento cuando de cumplir con su meta se trata.
Aquella parecía su manera de aligerar la conciencia, aunque a los competidores no les quedaba otra opción.
—La pruebas consistirá en lo siguiente —hizo una seña y un grupo de ayudantes entro a la plaza llevando varios carros de materiales—. Deben de completar sus armas, decorarlas, afilarlas y dejarlas presentables.
Los vagones contenían de todo, desde variedad de maderas, cuernos y otros materiales hasta extrañas arcillas, rocas y varias botellas con ácido, además de multitud de herramientas para grabar el metal.
—Las condiciones son las siguientes: el arma debe tener un acabado digno de un señor feudal, un nombre con historia y significado y algún rasgo distintivo en su conjunto visual, la hechura particular del herrero. Además, debe tener esto:
Un asistente a su lado levanto una especie de tela con unos dibujos
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—Esas son las veintisiete flores en tres figuras de mi emblema familiar. Deben (para la firma en el arma) de reorganizarlas en tres figuras de nueve flores, con filas de tres flores. Dentro de poco, los asistentes les traerán comida y bebida. Eso sería todo, tienen hasta la media noche.
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—Parece que será una larga jornada —comento Kazuma mientras se levantaba de su asiento—. Iré a buscar algo de comer, sensei, lo necesitáremos si queremos estar atentos a la prueba que se viene.
Y así, el joven peliblanco se alejaría a buscar algunas provisiones. Mientras tanto, Juro podría ver entrar en su campo de visión a nada más y nada menos que la muchacha saboteadora de la ronda anterior, asechando en la primera fila.