13/11/2020, 05:00
Otra moneda de níquel volvió a correr por la ranura de la máquina, permitiéndole operar según se le estaba pidiendo. En esta ocasión los platillos prometían volver a quedarse estáticos, pero pronto, sutilmente, la balanza termino inclinándose hacían un lado. Cuando todo se detuvo, cuando el equilibrio fue alcanzado, el platillo con las monedas diez y once se encontraba un poco más abajo que su par que contenía la moneda nueva y la que se sabía autentica.
El director no percibió nada de extraño en la pregunta de su interlocutor, que parecía no tener intenciones más allá de las de un cliente común. Supuso que así era más fácil, los clientes fuera de lo común siempre le pedían información o le preguntabas sobre cosas que estaban más allá de sus deberes gerenciales. Aunque eso no le molestaba, solo era que le parecia un tanto falto de glamour.
—Para tales tipos de encuentros suelo recomendar los palcos del segundo piso —dijo, señalando la galería superior, que lucía unos vidrios tintados oscuros e impenetrables—. Solo se puede ver de adentro hacia fuera y están insonorizados a menos que se descorra la ventana corrediza.
»Si requiere de uno, solo será cuestión de avisar y dejarlo apartado.
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El director no percibió nada de extraño en la pregunta de su interlocutor, que parecía no tener intenciones más allá de las de un cliente común. Supuso que así era más fácil, los clientes fuera de lo común siempre le pedían información o le preguntabas sobre cosas que estaban más allá de sus deberes gerenciales. Aunque eso no le molestaba, solo era que le parecia un tanto falto de glamour.
—Para tales tipos de encuentros suelo recomendar los palcos del segundo piso —dijo, señalando la galería superior, que lucía unos vidrios tintados oscuros e impenetrables—. Solo se puede ver de adentro hacia fuera y están insonorizados a menos que se descorra la ventana corrediza.
»Si requiere de uno, solo será cuestión de avisar y dejarlo apartado.