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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
La Brújula del Corazón
(Invierno, año 219)
#1
En algún día de invierno del 219…

Uchiha Datsue aguardaba, sentado, en un pequeño establecimiento que se especializaba en chocolate con churros. Todavía con la mesa limpia y vacía, Datsue pasaba el rato oyendo los cuchicheos de unos y otros clientes que abarrotaban el bar, y mirando a través de la ventana, tratando de distinguir una figura de pelo rojo entre la escarcha del cristal.

¿Cuánto hacía que no la veía? ¿Cuántas semanas? ¿Cuántos días? Decidió que en vez de romperse la cabeza con ello, simplemente lo comprobaría. Pasó una mano por el pecho y, con su habilidad característica en el fūinjutsu, liberó un preciado y pequeño objeto que siempre llevaba consigo. Su querido diario.

Veamos…

Se sorprendió al descubrir que había sido en Bienvenida cuando habían [i]roto. Roto, ahora que lo pensaba, era una palabra demasiado fuerte para su caso, porque nunca habían llegado a estar del todo juntos. No en su etapa como kunoichi de Uzu, desde luego. No, más bien, lo que habían hecho era separar sus caminos. No habían durado ni un mes en la misma senda. Ni un jodido mes.

«Qué triste».

Habían pasado los meses, y Datsue había rehecho su vida con Urami. No fue hasta mediados de verano que se volvieron a ver, cuando la invitó a una fiesta que celebró en su nueva casa, junto a la playa. Fiesta que, desde luego, no tenía ganas de recordar. Todos habían quedado por los suelos, vomitando, por culpa de una carne en mal estado.

No fue hasta finales de otoño que sus caminos se volvieron a cruzar. En aquella ocasión, de casualidad. Sus ojos se habían cruzado por un instante en el mercado, y habían acabado hablando hasta las tantas en un bar de mala muerte, contándose sus aventuras y desventuras, y prometiéndose verse de nuevo algún día.

El día ha llegado —supuso el Uchiha, algo nervioso. Por mucho que quisiese evitarlo, no podía evitar sentir cómo su corazón bombeaba algo más agitado de lo normal.
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#2
El día estaba se desenvolvía más frío que el pié de Simon Petrikov, y no era cosa de exageración. Pasear por las calles de la aldea se había vuelto una locura, casi tan duro como un imaginar a un Amejin con paraguas. De no ser por un motivo, ni por asomo alguien caminaría por ahí...

O eso pensaba la kunoichi antes de asomar al local donde había quedado. Evidentemente, quedó a cuadros al ver que el lugar estaba abarrotado. Casi parecía una fiesta en vez de un lugar donde tomar algo tranquilo, o como bien hacían los frecuentes tomar unos churros sin más. Mira que había dicho de ir a éste sitio porque solía ser tranquilo, y sin motivo aparente... ¡PUM! ...se vuelve el local más concurrido de toda la manzana.

«Bueno, siempre será mejor que ir a donde trabaja Burokori, eso seguro.»

Si algo le había enseñado su corta experiencia con él, es que los celos eran un arma mucho más peligrosa que cualquier katana. —En fin... —se dijo a sí misma, en lo que retomaba su firme paso, rumbo hacia la entrada del bar. Conforme pasó por la ventana, pudo avistar de refilón que Datsue ya había llegado, y se entretenía con algún tipo de lectura.

Conforme entró en el local, la chica no tuvo más remedio que saludar al tipo que regía el lugar, un mesero con el que ya había tratado en alguna que otra ocasión. Lo hizo con una sencilla y efimera reverencia, acompañada de una sonrisa.

Bienvenida, señorita Watasashi —apresuró el hombre a añadir a su reverencia devuelta.

¡Buenaaas! —respondió, intentado que las formalidades no la demorasen más.

Trató de avanzar, buscando con la mirada al Uchiha, pero no tardó ni un par de décimas de segundo en ser asaltada de nuevo. En ésta ocasión se trataba de una señora, sin ir mucho mas lejos la dueña de la casa donde se quedó durante una temporada. La mujer hastiaba un pobre e indefenso tazón de chocolate oscuro, churro en mano. Pero incluso con esas, dejó de lado sus ansias de azúcar y grasas para saludarla.

Hola pequeña Watasashi, ¿cómo estás? Ya hacía tiempo que no te veía, ¿eh? A ver si te pasas más a menudo por casa, que desde que estás con el muchacho ese, el hijo de la Yorose, ya ni te acuerdas del resto ¡Ja-ja-ja-ja!

Quiso suspirar, pero habría sido una autentica desconsiderada, más aún teniendo en cuenta que la mujer la había acogido en la casa que alquilaba cuando peor estuvo. Bueno, al menos que recuerde la kunoichi. Pero sin duda, la mujer se había perdido unos cuantos puchicheos con el resto de señoras o algo.

A-ah... bueno, sí... jajajaja... intentaré pasarme en ésta semana si puedo, últimamente estoy un poco liada con el entrenamiento. Lo siento mucho —hizo un inciso, mirando de nuevo hacia el otro extremo del habitáculo. —pero tengo que irme, que llego un poco tarde. Hasta luego, señora Momoyo.

«Ésta señora, para lo maruja que es... no se entera de nada.»

Y por fin, recortó los pocos metros que le distanciaba para con el de cabello azabache, como si hubiese encaminado una auténtica epopeya para llegar hasta la mesa. Sonrió al jönin, y apartó un poco la silla de la mesa para tras ello tomar sitio.

Buenas, espero que no me hayas tenido que esperar demasiado... —intentó romper un poco el hielo.
#3
«Jo-der», pensó, impresionado, cuando Aiko entró por la puerta. No era porque verla todavía le quitase el aliento, ni nada por el estilo. No, ¡juraba que no era eso! Lo que pasaba es que acababa de sufrir un déjà vu. Porque Aiko, desde que había perdido por completo la memoria y se había instaurado en Uzu, siempre llevaba el pelo largo. Para él, ese era un rasgo que definía a su nuevo ser. Hasta…

Hasta ahora. Verla así, con el pelo corto, fue como volver atrás en el tiempo. Como volver a aquella época en la que se citaban casi a escondidas de sus Villas, en alguna posada a medio camino entre la Lluvia y la Espiral. Como volver a aquellas noches en el desierto, a aquellos días tan cortos en el Valle de los Dojos. A…

Sacudió la cabeza. Aquello había quedado atrás en el tiempo, y debía permanecer así: como un bonito recuerdo.

Iba a hacerle un gesto de mano para que le viese, pero justo en ese momento la kunoichi fue abordada por una mujer mayor. Como una bofetada, la anciana reveló, sin reparo ninguno, que ahora Aiko salía con el hijo de una tal Yorose. A Datsue aquel dato no le hizo mucha gracia, pero menos le hizo darse cuenta de que le molestaba. Tenía a Urami, era feliz con ella. No debía importarle con quien Aiko saliese o dejase de salir. No era asunto suyo. Daba igual.

«Si ella es feliz...», se dijo, como un mantra. Si ella era feliz y él feliz también, ¿qué problema había? Ninguno. Absolutamente ninguno.

Buenas, espero que no me hayas tenido que esperar demasiado...

¡Ja! No sabía ella cuánto. Todo un largo año.

Pues un poco sí, un poco sí… —dijo en su lugar, menos contundente—. Nada que no puedas compensar, por supuesto. Yo diría… Sí, yo diría que invitarme a media docena de churros con chocolate lo compensaría. Uno por cada minuto de espera —bromeó.

Bueno, bromear, bromear… «¡Si invita no seré yo quien se queje!»

Te has cortado el pelo, ¿hmm? Sabía que tarde o temprano te acabarías hartando de la melena.
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#4
La pelirroja tan solo había soltado esas palabras por el hecho de haber encontrado al Uchiha leyendo algo, pero le salió bastante más caro de lo que esperaba su cordialidad. Literal y físicamente, seiscientos ryös. Seiscientos cincuenta ryös contando la propina, para ser específicos. Al parecer llevaba un buen rato esperando, e inquirió una compensación a churro por minuto. Una nueva unidad de medida de tiempo había sido descubierta.

¡E-eso...! —se le heló el corazón, pues de dinero no es que fuese muy sobrada. —... l-lo siento, de veras.

¿Qué decir? En realidad, a nadie le hace gracia tener que esperar durante casi quince minutos. Quizás invitarlo en ésta ocasión lo compensaba, aunque tampoco es que lo hubiese hecho a propósito. Ser amable y sociable tenía muy severas consecuencias, como bien se había podido observar en su entrada al local.

Está bien, te invito a esos churros con chocolate...

Datsue hizo un inciso, e insinuó que la pelirroja abría acabado hasta el moño del pelo largo, nunca mejor dicho. La verdad, el pelo largo le favorecía bastante, o eso pensaban muchos. Pero la verdad, a ella le gustaba más como lo tenía ahora, pues era mucho más llevadero en las labores de una kunoichi. Tenerlo largo requería de mucho tiempo de cuidado, y en ocasiones terminaba siendo más un estorbo que otra cosa.

¿Quién no ha estado espiando a hurtadillas, y se le ha pegado un jalón de pelo al pegarse a la pared que ha acarreado un chillido, con el cuál ha alertado al objetivo?

Si, la verdad es que sí —confirmó. —me gustaba bastante cómo me quedaba, pero no era para nada práctico. Aunque así cortito no queda mal, ¿no?

»Si ya sabes qué vas a tomar, podríamos llamar al hombre, ¿te parece?
#5
Está bien, te invito a esos churros con chocolate...

¡Ja! ¡Perdonada entonces!

Para que luego dijesen que era rencoroso. ¡Lo que pasaba era que la gente no sabía cómo compensarle debidamente tras una afrenta! Por ejemplo, si Ayame le hubiese invitado a un buen banquete en los Valles, tras aquellos chillidos demenciales en la habitación de Aiko, ninguna de sus venganzas hubiesen sucedido. Habría quedado ahí, en una mala anécdota que recordar.

¿Cómo hubiesen cambiado luego los acontecimientos, por aquel simple hecho? Quién sabía, quizá ahora ni siquiera fuesen amigos. Quizá, hasta hubiesen cambiado para peor.

Qué va, te queda bien —respondió, sin profundizar cuán bien le quedaba. Aunque Datsue era de la opinión que, seguramente, el pelo largo le quedase incluso mejor. Una de esas opiniones que debía guardarse para sí.

Sentados en la mesa, Datsue levantó la mano para llamar la atención del hombre que atendía el local. Uno que, por lo que había podido ver, ya conocía a Aiko. Cuando vino para atenderles, el Uchiha pidió una taza de chocolate mediana y media docena de churros para él.

Y bueno, cuéntame —dijo, tras el pedido—. ¿Qué tal te va la vida? ¿Muchas misiones?
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#6
El jönin pareció más que satisfecho con la contestación de la pelirroja, como cabía de esperar. Esos churros con chocolates le iban a salir gratis, y no hay nada más placentero en la vida, nada que llene más de satisfacción que todo aquello que sale gratis, ¿no?. La verdad, ser tan considerada e intentar siempre caer bien a los que la rodeaban, no salía barato.

Aiko expuso que le gustaba más como le quedaba el pelo largo, así como soltó que en realidad tampoco le quedaba mal corto. El Uchiha confirmó lo expuesto en última instancia, cortito tampoco le quedaba mal. Luego, preguntó la chica si pedían ya, dado que sabían lo que iban a tomar. Datsue levantó la mano, y llamó la atención del hombre, que rápidamente se acercó a la mesa. El chico pidió media docena de churros y una taza de chocolate mediana, a lo que Aiko añadió otra media docena de churros, y otra taza de chocolate mediana, con extra de azúcar.

Entre tanto, Datsue preguntó a la pelirroja cómo le iba la vida, si estaba haciendo muchas misiones. La verdad, misiones no le faltaban, pero era algo que debía explicar con un poco de profundidad. De lo contrario, sin explicarlo demasiado, quizás no lo llegase a entender.

Ufff... ¡Las misiones! —la chica no pudo evitar reír. —Imagínate que te llevas currando una carrera durante años ¡decenas de años! como profesor, te especializas en algo, no sé algo como historia del arte. De pronto, un buen día despiertas y no recuerdas nada. Tienes que seguir yendo a dar clases, pero no sabes ni quienes son los alumnos, o de qué tienes que hablar. Ahora aplicalo a nuestro oficio...

»En la última misión, tuve que espiar a una señora que fue denunciada por una vecina. Al parecer ésta mujer se estaba aprovechando de unos jóvenes para hacer que hicieran ruido en la fachada de la otra mujer. En fin, un jaleo entre vecinas, y la misión era relativamente sencilla, solo tenía que corroborar que la mujer hacía tratos con los chicos para molestar a la otra. Pues no veas... resulta que la mujer estaba comprando pan, y para acercarme a ella usé el bendito henge, pues sin querer me distraje un poco, y se fue a la mierda. Tan solo me choqué, un roce, con otra persona y... ¡a la mierda! —supiró. —¡Que chasco! ¿quién se iba a imaginar que una técnica así se iría con tanta facilidad? Aunque suerte tengo de haber podido aprenderla de nuevo, que no veas... He empezado desde cero, pero sin embargo he tenido que ir intentando hacer misiones como si llevase toda la vida haciéndolo.

»La anterior fue con un gato, y te puedo decir solo una cosa... intentar asustar a un gato con un sello explosivo, para hacer que huya hacia ti no siempre funciona. Te lo puedo asegurar, y la señora Tosho Lansalada también te lo puede confirmar, no está nada contenta con el nuevo peinado del señor sardinitas...

»La lista ya va con unas cuantas así, creo que van siete misiones de la misma manera, y ya la gente cuando ve mi nombre en los pergaminos empiezan a temblar. De hecho, llevo unos meses que me cuesta horrores que no rechacen mi participación... es horrible.

La chica se llevó las manos a la nuca, en una incómoda sonrisa —Supongo que es normal, pero espero que cambie pronto, porque vamos... a éste ritmo, me voy a arruinar... jajaja.
#7
Oh, sí. Datsue se lo podía llegar a imaginar. Lo que narraba Aiko sobre la circunstancia en la que se encontraba era jodida, muy jodida. Era algo que había pensado nada más le contaron que Yui le había borrado la memoria por completo, casi un año atrás. El precio a pagar por vivir le había salido muy caro. Injustamente caro. Pero así era la vida, y no quedaba otra que amoldarse o sucumbir bajo su peso.

El Uchiha siguió el hilo de las aventuras de Aiko entre varias carcajadas. Especialmente, cuando la kunoichi narró cómo falló su Henge no Jutsu —algo que en los inicios le había pasado a todo ninja—, o la feliz idea de intentar atrapar un gato con un sello explosivo.

¡Nooo! —exclamó, con voz dramática—. ¡¿Usaste un sello explosivo con un gato?! Nooo… —y rio de nuevo, incapaz de contener las carcajadas.

»Bah, no te rayes, tía. Todos la cagamos al principio. Atrapar gatos es jodido, son más escurridizos que un kusareño cuando piden voluntarios para un torneo. Además, sé que lo habrás oído más veces, pero, de las derrotas es de donde más se aprende. Es una frase manida, pero no por ello deja de ser cierta.
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#8
Y obviamente, el Uchiha no podía parar de reír. Las historietas de Aiko tenían jugo hasta para ser caricaturizadas, bien podían tomarle los derechos de autor y sacar "[/i]Las des-aventuras de la kunoichi patosa[/i]", o "Las disparatadas aventuras de una pelirroja en Uzushiogakure". En ambos casos se venderían como churros, nunca mejor dicho...

Sí, hijo, sí... se me ocurrió la maravillosa idea de plantar un sello de éstos bajos, de los que no explotan mucho, justo por donde podría avanzar el dichoso gato... y resulta que cuando lo hice explosionar para que se asustase y viniese hacia mí, pues como que le dio una neurisma y lo que hizo fue saltar hacia la explosión... Podríamos decir que el señor sardinitas no tiene ya ni un pelo de tonto. Casi parece un gato de esos que no tiene pelos... —confesó la pelirroja con una incómoda sonrisa.

Datsue aclaró que no debía preocuparse, que todos la cagan al inicio de sus caminos, y que a base de tropezar es como se aprende a esquivar las piedras del camino. Aunque él lo decoró con otras palabras, venían a decir lo mismo. Lo que sí, tenía muchísima razón sobre lo que dijo de los gatos, son peores que mil demonios a la hora de atraparlos.

Sí, supongo que tienes razón.

A todo ésto, regresó el mesero cargado con la docena de churros y las dos tazas de chocolate caliente en una bandeja. Con destreza sirvió primero las tazas de chocolate, poniéndola frente a cada uno de los comensales, y tras ello posicionó el plato de churros a mitad de camino entre ambos shinobis.

Casi parecía la escena en que dejan caer una navaja entre dos presos a la voz de solo puede quedar uno en pié.

Bueno, quizás no era para tanto, la verdad. La pelirroja sonrió, en lo que daba las gracias al hombre por ser tan rápido. Tras ello sí que lanzaría la mano a por el primero, aunque no terminaría por bañarlo en chocolate, al menos no del tirón.

Hizo una pausa —¿Y tu qué? ¿aventuras demasiado drásticas como jönin? —preguntó, para luego sí bañar el churro en chocolate.
#9
«Ah, bueno. Al menos fue un sello D. ¡Excesivo, aún así!»

Hmm… Para la próxima considera un sello sonoro como opción. Conseguirás lo mismo sin dejarle… Bueno, tan feo. Esos gatos sin pelo me parecen horribles.

Horriblemente feos. No entendía cómo había gente que los adorase tanto. Estaba claro que para gustos colores, pero… «Dioses, ¡si es que son feísimos!» De hecho, mejor no pensar en ellos. No ahora que la comida había llegado a la mesa. No quería que le entrasen arcadas.

Tomó un churro y, tras mojarlo en chocolate humeante, dio el primer mordisco. Crujiente, sabroso y jodidamente bueno. De no ser porque eran una bomba de azúcar, Datsue desayunaría todos los días con ellos. Además, en pleno invierno sabían incluso mejor.

Hmm… Últimamente no hice muchas misiones, la verdad —respondió, mojando otra porción del churro mordisqueado—. Pero bueno, lo típico. Hace unos meses me enfrenté a un General de Kurama, no sé si habrás oído. Después de eso me tocaron varias de protección, pero sin incidencias. Fueron bastante aburridas, la verdad.
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#10
Con un buen consejo por parte del Uchiha, terminó el asunto en una gran verdad. Esos gatos sin pelos son horribles, como ratas afeitadas, pero sin el como. Se podrían escribir libros enteros acerca de lo horripilantes que son, pero aún y con esas, había gente a la que les gustaba. El mundo está lleno de gustos y disgustos, y sobre gustos los colores, pero...

Si... es raro que le guste a la gente un gato tan feo, pero supongo que hay gente para todo —se encogió de hombros, era algo que escapaba a su comprensión.

»Pero gracias por el consejo, lo intentaré así la próxima vez.

Datsue fue el primero en mojar el churro. En su contexto, algo literal —¡no piensen mal!—, para llevárselo más tarde a la boca. Era evidente que el sabor era exquisito, y Aiko no pudo aguardar mucho más por hacer lo mismo. Sin duda alguna, eran de los mejores churros de Uzushiogakure, o por lo menos de esa parte de la villa.

¡POR HANABI! —golpeó la mesa con el puño, poniéndose incluso en pié y alzando el churro al cielo. —¡ESTO ES MEJOR QUE UN PUTO ORGASMO, JODER!

Bueno, eso tan solo le pasó por la mente, evidentemente no lo hizo.

Entre tanto, el otro militante confesó que realmente llevaba un tiempo bastante calmado. No andaba metido en demasiadas misiones, y cuando lo hacía solían ser cosas que catalogó como aburridas. Eso sí, contaba como si nada que se había enfrentado hacía unos meses a un general de Kurama, como quien no quiere la cosa.

Aiko no pudo evitar quedarse sin palabra por unos segundos, sorprendida. Incluso se le cayó el churro al chocolate, reblandecido. Por suerte no andaba demasiado alto, y no salpicó apenas.

¿A... un... General? —preguntó, parpadeando un par de veces. Rápidamente sus cejas dibujaron un pronosticado arco, signo de su incomprensión. Sabía quienes eran, o mejor dicho, había escuchado acerca de ellos. Pero en ningún momento le había llegado a oídos que habían logrado derrotar a uno, o siquiera que se había visto a uno de éstos. Tan solo había escuchado palabrerías de que eran condenadamente fuertes, y que buscaban implantar el caos total.

»¿S-son... tan fuertes... tan fuertes como dicen...? —preguntó, sin estar muy segura de si debía siquiera hablar de ello.
#11
Datsue negó con la cabeza. No, no tanto.

Más —replicó, sin atisbo de duda—. Bakudan, el General al que me enfrenté, era capaz de crear explosiones del filo de su hacha. Es decir, putas explosiones comparables a un sello explosivo de clase B o A, simplemente blandiendo su hacha. Eso por no hablar de que contaba con chakra del propio Kurama y tenía unas reservas de la hostia.

»¡Y yo acababa de enfrentarme a Hanabi en un duelo amistoso que nos dejó para el arrastre cuando llegó! ¡Imagínate la situación! —Una auténtica locura. Casi no la cuentan.
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#12
Curiosamente, ante las preocupadas palabras de Aiko, el jönin negó rotundamente con la cabeza. La pelirroja no pudo si no quedar aún mas confusa, no lo entendía...

«¿No son tan fuertes... ?»

Pero no era más que ironía, pues no tardó en contradecir la negación. No tardó la pelirroja en comprenderlo, no eran simplemente fuertes, eran mucho más que meramente fuertes. Bakudan era al parecer capaz de crear explosiones como las de un sello explosivo clase B, o incluso A, con meramente agitar el hacha. Era una autentica locura siquiera imaginarlo, pero no contento con eso el General disponía de unas reservas de chakra absurdas. Para colmo, Hanabi y él justo habían terminado de pelear entre ellos.

La preocupación en la cara de la chica no se pudo disimular ni un ápice, era obvio que aún llevando tiempo sin saber apenas de él...

Si se preocupaba por cualquier persona, como normal general... ¿cómo no hacerlo con él? Es decir, que había sido de las primeras personas que había conocido, uno de sus principales pilares para rehacer su vida. Aunque las cosas no hubiesen acabado como se pudiese desear, tampoco es que le desease nada malo, si no más bien lo contrario. No habían encajado del todo como pareja, pero joder, eran al menos amigos, ¿no?.

Suspiró. —Pues vaya... y aún así pudisteis con él... supongo que te has puesto a otro nivel, si eres capaz de darle guerra a Hanabi, e incluso vencer a un monstruo como Bakudan...

»¿Y no te preocupa... que puedan venir varios a la vez?
#13
Datsue se encogió de hombros, despreocupado. Aparentemente despreocupado. Claro que le preocupaba. ¡Más de lo que jamás reconocería!

Sería lo lógico, de hecho. Que Kurama enviase a varios la próxima vez.

Más teniendo en cuenta que, si había visto lo sucedido, sabía de los recursos del Uchiha. No solo estaban en su Mangekyō, ni en la inestimable ayuda de Shukaku. Estaba en Daruu. Estaba en Ayame. Solo necesitaba una palabra para que ellos acudiesen en su ayuda. Ante esto, cualquier mente mínimamente inteligente sabría que tenía dos opciones: o impedía que Datsue formulase dicha palabra, o enviaba a suficientes guerreros como para enfrentarse a semejante contingencia.

Pero bueno, así es la vida ninja, ¿no? Hace tiempo que asumí que la muerte camina a un paso detrás nuestra. Un mínimo tropiezo y…

No terminó la frase, pero intuyó que Aiko le había entendido.
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#14
Con la respuesta del militante, la kunoichi quedó aún más helada. No sabía ni qué decir, pues Datsue afirmaba que seguramente la próxima vez mandasen a varios Generales, a sabiendas del poder que podían llegar a tener. Pero aún así, parecía despreocupado. Como si la cosa no fuese con él, como si ese loco de Bakudan hubiese sido cosa fácil...

¿Quizás ya tenía un plan de emergencia?

No, obviamente no. Con las palabras que siguieron a la afirmación del grupo de generales, parecía que Datsue condenaba el camino del shinobi, como una senda que si te descuidabas, te cortaba la cabeza. La muerte, la verdadera amante de todo el que orgullosamente llevaba una bandana de metal consigo.

¡Tsk! —chasqueó la lengua. —¡No digas tonterías! —sentenció.

»No hay que mirar la vida de esa manera.

No pudo evitar llevar la mirada hacia otro lado, incluso un poco indignada. Pero no podía estar en esas demasiado, y más cuando había churros de por medio. Devolvió de nuevo la mirada al Uchiha, y le sacó la lengua.

Además, la muerte no va detrás de todos, ¿recuerdas? —se burló.
#15
Datsue realizó un ademán con la mano, como si quisiese espantar una molesta mosca en el aire, mientras resoplaba.

Claro, guapa, no detrás de todos. Solo de toda la humanidad existente salvo una —replicó con sorna. Pese a que él había desarrollado un fūinjutsu que podía devolverle la vida, no contaba. Después de todo, solo funcionaba ante muertes de sangre, por así decirlo, y por un período de tiempo muy corto. Contra la vejez o la enfermedad, desde luego, nada podía hacer—. Que por cierto, ¿dónde lo llevas hoy en día? Ya sabes… El retrato.

Antiguamente, Aiko solía llevarlo en una bota. No obstante, o se había fijado mal al verla entrar, o juraría que llevaba unas getas puestas.
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Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80

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Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80



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