Datsue rio, encogiéndose de hombros.

—Bueno, bueno. Ya hace más de medio año que no vivo nada fuerte. Y lo agradezco, ¿eh? Por mí que el resto de mi vida sea así de tranquilo. —Y, a poder ser, con menos preocupaciones—. Pues tía, ese sello en verdad no es nada en comparación con el fūinjutsu de Uzumaki Shiomaru. Ya sabes, el primer Uzukage. Cuando Hanabi me presentó ante el Consejo estos quisieron que pasase por una prueba para ver si era válido para llevar el sombrero en un futuro.

Y menuda prueba.

—Vamos, que me hicieron clavar una espada en el corazón. Y aquí sigo, vivo. No sé cómo cojones funciona esa técnica, pero vaya, que ni me dolió ni nada. Me la clavé de parte en parte y ni sangré. ¡Ni una gota!

Para Eri eran aventuras, pero para Datsue eran preocupaciones que añadir a su ajetreada vida. Ella no podía decir lo mismo, claro, ella solo había vivido dos momentos estresantes, ¿o eran tres? Ni lo recordaba ya.

Pero ahí no quedaron sus peripecias, pues Datsue tenía, todavía, mucho que contar. Al parecer, Hanabi lo había sometido a una prueba, ni más ni menos que otro Fuuinjutsu igual de curioso, o más; que el anterior mencionado por el Uchiha. Ésta se trataba de clavarse una espada en el corazón, y...

—Y aquí sigo, vivo. No sé cómo cojones funciona esa técnica, pero vaya, que ni me dolió ni nada. Me la clavé de parte en parte y ni sangré. ¡Ni una gota!

—¿Cómo es eso posible? —se preguntó una muy confusa Eri, frunciendo el ceño—. ¿No te dijeron de qué iba la prueba? ¿Para qué te clavaste una espada?

Datsue se encogió de hombros. Las llamas eternas de Shiona eran inalcanzables para él en aquellos instantes, pero podía llegar a comprender por dónde había que tirar, cuál era el camino para alcanzarlo. ¿Respecto al sellado de Shiomaru? Tan solo había tinieblas a su alrededor. No había caminos, no había hipótesis. Vamos, que estaba más perdido que un kusareño en combate.

—Me dijeron que para confiar en mí debía clavarme una espada en el pecho, y nada más. Que si mi corazón era puro y uzujin, no la palmaría. Por suerte, resultó ser así. Incluso escuché una voz, ¿sabes? La del mismísimo Shiomaru. Dijo de qué estaba hecha mi alma. La diseccionó al completo. Fue… increíble. Y terapéutico, también. Muy terapéutico.

Las dudas que siempre revoloteaban sobre su cabeza se habían disipado. Desde entonces, había tenido las ideas más claras. Al menos, las que involucraban a la Villa y sus habitantes.

Los ojos de Eri brillaron al escuchar como Datsue le confesaba qué le habían dicho en aquella reunión donde prácticamente se suicidó por Uzushiogakure. ¿Para saber si era un auténtico uzujin? Aquello era, sin duda, algo que ella misma quería presenciar algún día.

«Quizá, algún día, pueda formar parte del consejo...»

Ella no anhelaba poder ni reconocimiento como alguien superior, solo ansiaba conocimiento sobre aquellas técnicas o habilidades que llamaban su atención.

—O sea, que quisieron saber si eras digno de ser el próximo Uzukage —bromeó ella, aunque en parte tenía razón—. Pronto tendré que llamarte Datsue-sama, o Uchiha-sama, o, quizá, Uzukage-sama, ¿crees que podrás seguir hablando conmigo cuando te den el sombrero? —continuó—. ¿Te llevarás bien con la Arashikage?

Datsue hizo una pedorreta, empujando amistosamente a Eri en el hombro.

—Calla, calla. Ni sama ni leches. Además, espero que ese día llegue muy, muy tarde. Por Hanabi y por mí. No quiero tener tanto estrés y responsabilidad tan joven, ¡o empezará a caérseme el pelo!

Y eso sí que no. ¡Eso sí que no!

—Depende —respondió a la segunda pregunta de Eri—. Si es otra la Arashikage, posiblemente. Ojalá Yui le cediese el sombrero a Ayame, o a Daruu. ¡Con ellos sí me llevaría bien!

Con la actual, no. Con la actual, ni de lejos.

Eri ahogó una risa para morir entre sus labios, sin poder evitar reírse tras la imagen mental que se había formado en su cabeza de un posible Datsue calvo. ¡Perdería así todo su encanto!

—Bueno, así no tendrías por qué retocarte el sombrero...

Recibió el golpe sonriente, aun soltando risas tontas de vez en cuando.

—Creo que Daruu podría ser un gran candidato para suceder a la Arashikage, la verdad —coincidió ella—. Me gustaría mucho, o Ayame, la verdad es que los dos han demostrado ser grandes shinobi para su villa —asintió.

En cuanto a Kusagakure...

—Datsue, ¿qué opinas sobre... Sobre lo de Juro? —preguntó.

Datsue ensombreció de golpe su rostro. Juro, el jinchūriki de Kusagakure no Sato. O lo era, hasta que un buen día decidió matar a Kenzou. Decidió… o se vio obligado a ello.

—Es complicado —respondió, franco—. A falta de más información, y de saber exactamente cómo sucedió, las circunstancias y los motivos, prefiero no opinar. Lo fácil es culparle. Y quizá se lo merezca. Pero no seré yo quien lo haga. No todavía.

En el pasado, muchas habían sido las veces que había emitido juicios de valor precipitadamente. Muchas las que se había equivocado. Datsue había tenido muchos errores a lo largo de su vida, pero quería aprender de ellos.

—¿Tú qué opinas? —añadió, devolviéndole la pelota.

Eri torció el gesto a la par que se cruzaba los brazos. Datsue no quería opinar, probablemente por la misma razón que ella: por falta de pruebas y por no ser capaces de admitir que Juro había matado al antiguo Morikage. Ella no sabía qué había pasado, solo sabía que había sido el responsable del asesinato de Moyashi Kenzou y que Yota lo andaba buscando.

—¿Tú qué opinas?

¿Qué opinaba ella? Estaba igual que el Uchiha: sin opinión al respecto, porque los indicios apuntaban que él era el culpable de todo. Sabía que aquello era lo que había pero, ¿qué era lo que había impulsado a Juro a hacerlo?

—No lo sé, me gustaría saber qué fue lo que ocurrió para que... para que Juro hiciera algo así —admitió ella—. Los hechos apuntan a que lo mató él, y ya, pero... Pero me gustaría dar con él algún día y saber qué fue lo que le impulsó a hacerlo —admitió, cabizbaja.

Juro era su amigo, y no podía simplemente pensar en que lo asesinó porque sí.

Datsue asintió, en la misma sintonía que ella.

—Yo no conozco bien a Juro, la verdad. Hemos hablado, parecía un tío correcto. Cuando todo se desmadró en el Chūnin fue el único kusareño que trató de poner paz. Pero tampoco pondría las manos en el fuego por él. —Ni por él, ni por casi nadie, en verdad—. Oye, ¿y qué opinas de la nueva Morikage? Nada más llegar rompe el pacto de la Alianza y nos prohíbe a mí y a Ayame pisar su territorio. La muy imbécil. —Si Eri quería saber lo que opinaba él, era eso. Simplemente, que era imbécil.

Datsue conocía poco a Juro así que poco podía aportar a su opinión más allá de lo que había presenciado con él en frente. Fue el único kusajin que puso paz en el examen de Chuunin y la verdad es que para ella, uno de los más agradables con los que pasar el rato.

—Oye, ¿y qué opinas de la nueva Morikage? Nada más llegar rompe el pacto de la Alianza y nos prohíbe a mí y a Ayame pisar su territorio. La muy imbécil.

El hecho de que la nueva Morikage prohibiera la entrada de Ayame y Datsue a su territorio la inquietaba y aterrorizaba a partes iguales. ¿Acaso odiaba a los jinchuuriki después de que Juro asesinara a Kenzou? ¿Ese odio ya venía desde que Kurama se pronunció y odiaba a los bijuu? ¿Qué tenía en mente la Morikage? Eran preguntas que asaltaban a Eri.

—En mi opinión, romper la Alianza y prohibiros el territorio es una decisión basada en propias vivencias y no en lo que podría suponer para su villa —no sabía como sonaba aquello, pero ya lo había dicho—. No sé qué pasará por la cabeza de la Morikage, pero imagino que todo ese odio, por así llamarlo; viene a raíz de lo sucedido con Juro, así que... No sé si es del todo objetivo.

¿Qué si la Morikage era objetiva? Por supuesto que no. Aunque, por otra parte, Datsue no creía en la objetividad. Solo hacía falta preguntar por lo sucedido en el examen chūnin a un kusareño, amejin o uzujin, y uno se daría cuenta que, para un mismo suceso, había más versiones que la frase "misión fallida" en el expediente de un kusareño. No, la objetividad podía existir en la ciencia, pero en el resto de campos se ahogaba como un pez fuera del agua.

—No solo es eso —dijo, ensombreciendo el rostro—. Hemos vivido generaciones pensando que todos los bijūs eran monstruos irracionales y destructivos. Incluso yo, que apreciaba a Shukaku desde hacía tiempo, me llevó meses dar el paso. La Morikage es solo la muestra de que hay ninjas, bastantes, en contra de colaborar con los bijūs. Pero no solo en Kusagakure no Sato. No solo allí.

Datsue los sentía. Los ojos puestos en su nuca. Las mal disimuladas muecas de repulsión. El brazo protector del progenitor hacia su retoño cuando le veían.

No, no solo era cosa de Kusagakure no Sato.

Datsue tenía razón: habían pasado años, años pensando que los bijuu eran monstruos capaces de arrasar villas enteras incapaces de pensar, pero era cierto que tanto Ayame como Datsue habían demostrado con creces que aquellos seres sellados en contra de su voluntad en su interior tenían el mismo derecho a ser libres que ellos mismos. «A veces somos demasiado egoístas...» Pensó para sus adentros de manera agridulce.

Claro, la Morikage era una persona que todavía pensaba eso, pese a todo el progreso que estaba dando la civilización. Eri suspiró, a ella también le costó.

—Eso puede significar que Kusagakure busque aliados que opinen lo mismo que ellos —sopesó la Uzumaki—. Al menos tenemos un enemigo en común: Kurama.

Otro ser capaz de actuar y pensar por sí mismo.

Datsue suspiró.

----Casi que prefería no tenerlo —dijo, esbozando una leve sonrisa—. Que nuestra única preocupación fuese la Morikage y los que piensan como ella. Uff… qué tranquilo viviría.

Pero lamentablemente no era el caso. Kurama estaba dando guerra, y la iba a dar por una larga temporada. No quería ni imaginarse si ganaba. Y, aún por encima, él no era el único del que había que preocuparse.

—Y no solo Kurama. También tenemos a Dragón Rojo. Que no son poca cosa, tampoco.

Tenían un enemigo común, pero, como bien había dicho el Uchiha, ojalá no tenerlo. Eso les restaría una preocupación por fin. Suspiró, todo le venía grande muchas veces. Había días, incluso, que se veía divagando sobre sus tiempos de genin, donde todo era más simple y sencillo, y eso era mayormente culpa de Hana, su pupila, la cual estaba siempre animada y no parecía tenerle miedo a nada.

Ojalá ser genin otra vez algunos días. Otros... Otros simplemente se sentía mal por querer dejar sus responsabilidades de lado.

—Y no solo Kurama. También tenemos a Dragón Rojo. Que no son poca cosa, tampoco.

«Oh, mierda, Dragón Rojo.»

A veces se olvidaba ese grupo criminal, también era porque muchas veces el tema de Akame le nublaba la vista y se veía olvidándose del mismísimo Kurama. Su cabeza le decía que le daba demasiada importancia a un desertor, pero ella seguía con la espina clavada. Pasó el peso de una pierna a otra y suspiró.

—Vamos, que estamos jodidos —resumió ella, hablando mal por primera vez en mucho tiempo—. Supongo que solo nos queda volvernos más fuertes, tanto física como mentalmente hablando —más que por Datsue, que ya prácticamente era el shinobi más fuerte de la villa, hablaba por ella. Necesitaba mejorar.

Datsue sonrió, esta vez de oreja a oreja.

—Sí, ese es el único camino. Yo últimamente me encuentro algo estancado, la verdad. En las habilidades físicas, al menos. Pero con el Raiton espero ganar en versatilidad. ¿Tú en qué te estás enfocando ahora? ¿Sigues con el Raiton a tope o estás probando cosas nuevas?