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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Varios días antes.


El calor del verano empezaba a ser notorio en la villa de los remolinos, gracias a Shiona-sama que tenían el mar cerca porque sino estarían asfixiándose de calor. Era, sin duda, una de las noches más calurosas de la primavera, aunque ésta ya tocaba a su fin.

En un pequeño despacho en la parte más alta del hospital de Uzushiogakure la luz de una lámpara de mesa resaltaba en la inmensa oscuridad del resto del edificio, y esa luz iluminaba la estancia. Tras un escritorio de un tamaño considerable en relación a la habitación se encontraba un hombre de una edad considerable ya, revisaba relajadamente el historial médico de alguien como quien lee por centésima vez algo.

Tenía una cantidad notoria de páginas juntadas por una sola pieza de metal en el borde de arriba a la izquierda y él estaba ya en la última, al acabar, lo cerró y lo echó encima del escritorio, quedando más cerca del borde contrario que de él. Acto seguido, estiró los brazos hacia arriba mientras se apoyaba en el respaldo de la silla. haciendo un festival de crujidos entre sus huesos y las partes de la silla.

¿Qué hora era? Tarde. ¿Cuanto iba a tener que esperar? Desde luego no se había esforzado lo suficiente con sus alumnos. Aunque después de ese pensamiento su mirada se desvió al montón de expedientes que tenia a su derecha y la verdad es que no era de extrañar que tardara tanto, desde aquel fastidioso torneo habían ido todos de culo. Shinobi, señores feudales, kages, médicos... Y él el que más. De repente, la cantidad de gente que le visita con traumas profundos, al borde de la locura y la psicopatía se había duplicado.

En esas últimas semanas había escuchado de todo, lo que no había oído en toda su carrera se lo contaban ahora como si nada. Abducciones de seres extraterrestres, gente que dice haber revivido, violaciones de fantasmas y una lista mucho más larga de lo que uno se podría creer. Al principio era entretenido, pero hacía días que había pasado la línea de ser realmente agotador.

Pocas veces se veía en la obligación de sellar los recuerdos de una persona, y aún menos veces se lo pedían expresamente. Su técnica le había dado cierta fama en su sector, el del Genjutsu aplicado en tratamientos psicológicos.

La base de dicha técnica era muy simple, ocultar a la mente un recuerdo o una cadena de recuerdos gracias a una pequeña modificación al jutsu Shinkyou Kabe. La única pega, que en verdad se convierte en una ventaja, es que no se le puede ocultar a la mente algo eternamente. Tarde o temprano, el sujeto empieza a rememorar dichos recuerdos. La ventaja es esa misma, que esos recuerdos vuelvan cuando la persona ha madurado mentalmente hasta el punto de poder aceptar sin daños mayores sus experiencias más dolorosas.

Ya se puede ver implícitamente que es una técnica que debe usarse con una cautela especial. Bloquear un recuerdo demasiado vital para el sujeto puede, literalmente, dejarlo en blanco, pero gracias a Shiona-sama, es fácil revertir el proceso. Esa es otra pega, si el sujeto descubre que esa técnica se ha usado en él, puede desbloquearla en un instante con repasar detenidamente sus recuerdos. En ningún momento se elimina nada, todo esta en su cabeza, ergo si sabe lo que tiene que buscar lo acabará encontrando.

Ha habido mucha controversia con la ética de esta técnica. Hay ocasiones en la que es indiscutible que el recuerdo no merece ningún tipo de respeto, como en violaciones o accidentes con un fuerte carácter traumatice. Sin embargo, la mayoría de veces era casi imposible saber si era lo correcto o no. Si se muere una persona cercana a ti, ¿borrarías todos tus recuerdos de ella por no sufrir su perdida? Y hay casos donde a pesar de que podría ser positivo, es imposible que esta táctica sea efectiva, como en personas que perdieron alguna extremidad, es imposible que no se planteen cómo pasó y lo busquen en sus recuerdos.

Unos golpes leves y secos en la puerta sacó de sus pensamientos al hombre cano y le provocó dar un pequeño bote en su silla del susto. Se había ensimismado como todo humano que alcanza una edad casi senil.

Sí, sí. Pasa, pasa.

Contestó expectante a la llamada. Había sido consciente de que ese momento llegaría hace años, pero no esperó que la persona con la que hubiera de reunirse fuera a ser su mismísima alumna estrella. Así pues, la puerta se abrió sin más demora, lo primero que pudo observar fue una mano vendada que posteriormente se juntaba por un hombro a una mujer esbelta de pelo rojo recogido en una sencilla trenza.

Buenas noches, Kazuo-sensei.

Buenas noches, Shiori-chan. Por favor, toma asiento, esto puede llevarnos algún tiempo.

Su sensei le señaló la única silla disponible en la estancia, que se encontraba justo frente a su escritorio. No se podía abrir la puerta del todo porque pegaba con esa silla, así que la pelirroja se vio obligada a entrar y cerrar la puerta antes de pasar al asiento. Una vez llevado a cabo tal proceso, soltó un sonoro suspiro y sin esperar a que le preguntara le contó sus pensamientos.

Sigo sin entender por qué sigue trabajando aquí, he visto casetas de perro más grandes.

Bueno, bueno, pasemos a temas de conversación más interesantes y que puedan llevarnos a una conclusión útil. ¿Cómo lo llevas, Shiori-chan?

La ropa de la mujer estaba rasgada por diversos sitios y en sus vendajes que cubrían pies y manos podían verse varios rastros de sangre, además de las ojeras y el pelo ligeramente despeinado de la Jounnin. Estaba claro que había venido directa de su misión, seguramente justo al informar a Shiona. Todos habían estado atareados aquellos días, contra más alto era el rango, mayor era la tarea.

Kazuo-sensei, de verdad, no estoy de humor. Sé que sabe como me siento, seguramente mejor que yo. ¿Podemos pasar al tema que nos ocupa? ¿Por qué me ha hecho llamar?

Vaya, Shiori-chan, sí que debes estar estresada. No me entretendré más de lo necesario entonces. Primero, algo de conocimiento base. ¿Recuerdas mi jutsu para bloquear recuerdos de carácter traumatice?

Sí, lo recuerdo.

Verás, últimamente he hecho más uso de él de lo que me gustaría, en shinobis que sucumbieron a la presión de lo que presenciaron aquel día. Sin embargo, antes de aquello únicamente me había visto obligado a usarlo en dos ocasiones. La primera de ellas fue algo extraordinario y no es relevante para esto, y la segunda, fue sobre un muchacho al que no me quedó más remedio.

Dio dos golpecitos con el dedo índice de la mano derecha al informe que había estado ojeando minutos antes, como gesto a la pelirroja de que lo abriera y lo viera por sí misma. Antes de que pudiera hacerlo, él se levantó y se dirigió al ventanal, apoyándose en éste para quedarse ahí, observando las pocas luces que aún quedaban encendidas en la villa. La kunoichi agarró el informe e intentó leerlo, pero rápidamente fue consciente que para llevar a cabo tal acción debería acercarse ella a la mesa y no coger los papeles, pues la única luz era la de la lampara del escritorio. No se sorprendió demasiado al ver la imagen de la persona a la que iba dedicada el informe.

La mente es el sistema más complejo que podamos imaginar, capaz de cosas que no llegaríamos a conseguir si intentásemos recrearlas. Durante años he buscado perfeccionar este jutsu, más o menos desde que lo ideé. Entendí que no puedes tachar un recuerdo sin más, era demasiado obvio. Cualquier día pensarías, ¿qué hice aquella semana? Y todo se vendría abajo. Además de que ese recuerdo podría tener un efecto en la personalidad del sujeto. Entonces, es cuando se me ocurrió el método que usé y sigo usando hoy en día. Yo lo llamo vaciar el trauma.

»Imagínate la hipotética situación de una pobre niña que tuvo que ver como violaban y mutilaban a todos sus parientes, eso lógicamente la marcó. Borras la parte de la violación y la mutilación, pero mantienes la visión de sus cadáveres Nadie se pone a pensar en todos los detalles de sus traumas, la mayoría de gente solo los ve en sus sueños. He intentado siempre mantener el trauma en vista de no interferir con su efecto sobre el carácter desarrollado a raíz de su pasado. Sin embargo...


Se esta enrollando, ¿qué pasó con Uchiha Nabi?

Pasó la última página del informe y lo dejó de nuevo cerrado en el escritorio, ahora se echó hacia atrás para apoyarse en el respaldo de aquel sillón aterciopelado. A pesar de tener un despacho pequeño, los muebles eran de primeras calidades. El anciano suspiró ante la impaciencia de su alumna, aunque era cierto que él le había prometido cierta presteza que no estaba aplicando. Se giró, apoyándose en la pared justo al lado de la ventana, aún abierta de par en par.

Uchiha Nabi, es mi único error. La primera y última ocasión en la que me arrepentí de usar esta técnica. Además del paciente más inestable que he tenido la desgracia de tratar.

»Cuando me lo trajeron ya pude notar que el chico no estaba en plenas capacidades mentales, pero a primera vista era imposible saber por qué hasta para mí. Estuvo un par de días descansando en el hospital, ya sabes como somos los médicos, primero a ver si se pasa descansando y nos ahorramos dar medicamentos y terapias. El muchacho no daba ningún problema, claro que la vía se la habían colocado cuando estaba inconsciente, más tarde ya se vio que en cuanto alguien intentaba acercarse más de la cuenta reaccionaba de forma violenta. Sin embargo, si lo dejabas en paz él no hacia nada. Comía lo que le traían y se levantaba él sólito a hacer sus necesidades al baño. Aún con tanta autosuficiencia, mostraba indicios claros de aislamiento social, no hablaba ni contestaba a ningún estímulo externo.

Las enfermeras que habían examinado su cuerpo cuando ingresó me informaron de todas sus heridas y contusiones que presentaba, que no eran pocas; y la enorme cicatriz de su espalda. Estaba claro que había recibido maltrato físico y psicológico, y que un trauma aún mayor le había conducido al estado en el que se encontraba ahora. Rápidamente, recolecté toda la información disponible.

Por ese entonces acababa de elaborar la teoría que te he contado antes y Dios sabe que me moría por poner en practica mis hipótesis, admito que me precipité. Tras una fugaz visita a un pequeño orfanato donde supuestamente había residido el Uchiha, las enfermeras me estaban buscando para comentarme algo sobre mi paciente. Nabi había empezado a hablar alegremente con todo el que se le cruzaba, como si de un niño normal se tratara. Me quedé estupefacto, en todos y cada uno de los días que había intentado hablar con él se había negado en redondo a soltar una palabra, ni siquiera a mantener el contacto visual. Fui a comprobarlo por mí mismo.

Nunca olvidaré ese día, más bien, esa habitación. Tras catalogarlo de sujeto agresivo se le trasladó a una habitación individual para evitar altercados, y menos mal que lo hicimos. Al entrar por la puerta por poco vomito, todas y cada una de las paredes estaba llena de sangre, al principio se entendía un nombre pero cada vez era más ilegible hasta que simplemente eran garabatos. Aún a día de hoy soy incapaz de entrar en aquella habitación sin recordar esa grotesca escena, el olor a muerte, la visión de tanto rojo, el nombre que había escrito en todas las paredes y la mirada, teñida del mismo tono que las paredes, que me dirigió el niño que se entretenía escribiendo con su propia sangre. La sonrisa que se dibujó en su infantil rostro era la de un homicida.

Me pareció imposible que siguiera de pie, después me pareció descabellado que pudiera saltar hacia mi y una completa locura que intentara atacarme. Lo reducí con facilidad a pesar de la sorpresa, no dejaba de ser un niño desangrado. Llamé a las enfermeras y no tardó en caer inconsciente por la falta de la sangre. Le inducí un sueño profundo con mis ilusiones y lo preparé todo para poder indagar en sus recuerdos. La resistencia que podía ofrecerme era prácticamente nula en ese estado así que no hubo ningún problema en el procedimiento. Esa noche fui testigo del pasado de Uchiha Nabi.

No voy a entretenerte más con detalles, la cuestión es que en medio de la pesadilla que estaba viviendo, para salvar su personalidad y sus ideales tuvo que inventarse a sí mismo. Mejor dicho, se dividió a sí mismo. Separó su parte que correspondía a lo que sus hermanos de clan querían y lo que él era más allá de su sangre. Eso le permitió soportar la enorme presión que le ejercía el maltrato físico y psicológico, lo endureció todo en el Uchiha, dejando a Nabi en un segundo plano para salvar su conciencia por así decirlo. Sin embargo, finalmente perdió la capacidad de mantenerse cuerdo cuando todo acabó.

Había perdido el norte y ya sabia qué debía ocultarle. Si no recordaba haber dividido su mente, no debería haber tal división. Recordaría haber sido secuestrado y recordaría la primera y la última batalla, pero nada de intermedias. Cómo ya te he dicho, la mente es mucho más imprevisible de lo que pudiéramos creer. No puedo saber si me precipité, o tal vez no quiero saberlo. El día siguiente no podía casi moverme de la cantidad de energía que había gastado, pero al siguiente fui a verle.

Me encontré con un chico formal, avispado y con conocimientos que sobrepasaban a muchos Gennins. En seguida supe que algo no había salido bien. No me quedó más remedio que callarme y llamar a eso un "éxito". ¿Qué demonios iba a hacer? El chico al menos no estaba como una puta cabra. Respondía de forma positiva a cada una de las pruebas que se ocurrieron, no había ningún motivo para hacer nada. Excepto que aquel muchacho no era Nabi: solo era Uchiha.


La pelirroja había escuchado todo el cuento lo más atenta que había podido, intentando por respeto no bostezar más de lo necesario. Estaba molida, podía sentir como su voluntad subía de nivel consiguiendo no dormirse en ese sillón tan cómodo, aunque a medida que avanzaba la historia estaba más pendiente, ya no solo por su alumno, sino por su propia curiosidad y cuando el anciano dio por acabada su anécdota, ella aún se preguntaba algo, bueno, varias cosas. Desde luego, Nabi era una caja de sorpresas, pero ninguna de ellas era buena.

¿Qué me intenta decir con eso, sensei?

Verás, yo ya sabía que tarde o temprano tendría que volver a tratar con él. Por eso cuando se marchó le dije que cuando sintiera que iba a perder el control viniera a verme. Sé que no es un inconsciente y sé que acaba de pasar por un trauma semejante sino peor al que pasó en su momento. Lo tengo todo preparado, pero yo ya estoy mayor y ahora él no está con más sangre fuera que dentro. Por eso me temo que tendrás que hacerte cargo.

¡¿Qué está diciendo?! Yo no tengo ni idea de esas cosas que hace usted y aún menos de Genjutsu.

Cálmate, Shiori-chan. Por supuesto que no te voy a decir que te metas en su cabeza.

Se acercó a su escritorio y de uno de los cajones que había sacó una pequeña caja metálica. Al abrirla dejó ver un interior aterciopelado y en el centro de este un trozo de papel rectangular que todos los shinobis reconocerían sin esfuerzo, era un sello.

Crea algún tipo de contención con tu papel y mezcla este sello en tu jutsu, el chico solo tendrá que concentrarse. El sello liberará todos los recuerdos escondidos y el resto estará en sus manos. Ten cuidado, no sé qué sucederá, puede convertirse en un psicópata o puede convertirse en Nabi, pero nada tendrá que ver con el muchacho que conoces, que conocemos todos.

Me ocuparé de ello y le informaré de lo sucedido en cuanto me sea posible.

Agarró el sello y lo guardó en su portaobjetos, estaba nerviosa, lo cual era extraño en ella. La vida de su alumno estaba en la misma cuerda floja que el honor de su maestro, todo podía salir a pedir de boca o podía salir horriblemente mal. Era perturbador pensar en lo mal que lo pasan las personas inocentes y lo culpables que se sienten por ello las personas buenas. Aunque, había algo más. La pregunta que se había guardado durante todo ese rato, cuando estaba ya con la puerta abierta y un pie fuera se detuvo a formularla.

El nombre que escribió...

Sí.

No hizo falta que dijera nada más, ambos sabían a qué nombre se refería. Una pequeña lagrima salió de los ojos de la pelirroja, era difícil soportar una historia tan triste como la de su alumno. La puerta se cerró lentamente dejando al anciano de nuevo mirando por la ventana. Muchas noches, su último pensamiento había sido: "¿cómo demonios pudo escribirlo tantas veces en tan poco tiempo y sin desmayarse?". Decir aquel nombre en alto le devolvía a aquel cuarto, a aquellas paredes llenas de las mismas letras ensangrentadas y a la mirada del niño.

Había que conocer poco a Uchiha Nabi para no saber qué nombre era. La villa entera sabía qué nombre era, y no solo porque se corriera el rumor en su momento. Incluso el momento de su vida en el que él no era él, siempre fue el mismo nombre. Perdería la cabeza diez veces más y seguiría siendo el mismo maldito nombre.

Eri.

• • •

Los días parecían noches interminables y las noches infiernos indescriptibles. No podía soportarlo, todo eso, nada de ello era soportable. Estaba solo, como nunca había estado. La soledad que tanta veces había sido su aliada le había pegado una puñalada trapera que ni el mejor de los ladrones ni el más vil de los asesinos hubiera podido igualar. Porque perder a nuestros familiares nos duele, pero perder a tu mejor amigo te destroza y cuando tu mejor amigo es lo más cercano a un familiar que tienes... Lo pierdes todo.

No había conseguido salvar a Eri por décimocuarta vez en un año, así que su inutilidad ya no era un espejismo, sino un hecho remarcado. Por encima de eso, Mike había muerto. De forma inexplicable había mantenido la calma hasta llegar a su villa, a su hogar, y al entrar por la puerta se había desmoronado por completo. Todas las lagrimas que pudieron salir lo hicieron y la ira descontrolada del Uchiha volvió a hacerse presente. Empezó a darle puñetazos con toda su fuerza a la pared, obviamente, la pared ni se movió ni si quiera se hizo una pequeña grieta: era hormigón armado hasta los dientes.

Cuando consiguió no sentir la mano y tener tanta sangre que daba miedo, empezó con el otro puño. Las lágrimas se mezclaban en el suelo con la sangre creando el mejunje más triste que se podía formar. Necesitaba compensar el dolor psícologico con el físico para no volverse loco, aunque para eso era un poco tarde. Con los dos puños molidos y convertidos en una fuente de sangre durmió el primer día.

Al día siguiente, se levantó al atardecer, y seguía llorando. Todo lo que había en esa maldita casa le recordaba que ahora ya no era nadie, no merecía nada, su deber era proteger y no hacia más que perder a todos los que le rodeaban. No podía más, su mente estaba a punto de traspasar una linea que no sabia cual era. Se vendó las manos como pudo y se fue a los campos de entrenamiento, pasó días enteros allí.

Las pocas veces que se pasaba por su casa se dedicaba a romper todo lo que le recordara vagamente a su animal de compañía, a su amigo, a su compañero. Cada vez llevaba más cosas vendadas, porque por mucho dolor físico que recibiera el dolor psicológico no disminuía. Le dolía andar, respirar, pero no lo suficiente. Sus ojos estaban más rojos que nunca, y no tenia activado el sharingan. Le ardía el pecho, y no había hecho ninguna técnica de Katon. Estaba agotado hasta el extremo, pero no podía dormir. Su capacidad de razonar, toda su lógica se había quedado en nada en comparación a la vida de un perro.

Presente.

Se tumbó en medio de su casa, totalmente en ruinas a estas alturas. Había roto los platos de los que alguna vez habñia relamido algo, había quemado las camisetas en las que se había tumbado, desmembrado el sofá en el que tantas veces se subía a pesar de que él le mandara bajar, destruido la mesa que tenia arañazos por todas partes de cuando la usaba para afilarse las zarpas, las sillas en las que se apoyaba para pedirle cuando estaba comiendo, vaciado la nevera de todas las cosas que habia comido cien veces y todas ellas había compartido con el can,... Y sin embargo, era incapaz de hacer algo con el pequeño recipiente con la inscripción "Mike" en el que había tenido su comida y su agua durante un año ya. Simplemente, no podía. Todo a su alrededor era un caos, se había encargado de todo lo que guardara una mínima relación con él y ese puto bol de mierda se mantenía indemne.

En ese momento, una figura apareció por su ventana. Aunque Nabi ni lo notó hasta que esta no alzo la voz.

Uchiha Nabi, ven conmigo.

El rubio apartó la mirada de aquel maldito recipiente para dirigirla a la voz que había invadido su pequeño inframundo. Su trenza pelirroja y su imperiosa mirada eran suficientes para identificarla, pero por si no fuera suficiente llevaba su vestimenta habitual impoluta, vendas en brazos y piernas, una camiseta negra encima de una de rejillas metálicas y sus pantalones cortos bajo una pequeña falda.

Kureji... Shiori...

Él por su parte, iba vendado en casi su totalidad, con una técnica de vendaje bastante pobre cabía decir. Además de que se notaba que no se las había cambiado, la mitad de las vendas estaban destrozadas y ensangrentadas, como aún despues de vendarse hubiera seguido golpeándose. Echando un vistazo a aquella casa confirmó todo lo que le habia contado el buen doctor.

Tuvo que tomar una decisión arriesgada. Llevarlo al hospital haría que inevitablemente le dieran una habitación semejante a la de aquella vez y si rememoraba algo, volverían al punto de partida o al menos no tendría sentido intentar hacer lo que le había dicho su sensei. La mejor situación era llevar a cabo primero la liberación de recuerdos y que saliera bien y entonces llevarlo al hospital. Pero no tenia muy claro si en ese estado podria salir ileso del proceso.

Shiori-sensei...

En los ojos cristalinos y rojizos de su alumno, pudo ver como por un momento recuperaba algo de raciocinio, eso la decidió a confiar en la voluntad del rubio.

Escúchame atentamente, Nabi, voy a encerrarte en un cubo de papel, tienes que sentarte e intentar concentrarte, ¿lo entiendes?

Sí.

Fue apenas un susurro, pero para decirlo había necesitado toda su alma. Quería su ayuda, y si ella le decía que se sentase y se concentrase haría todo lo que estuviera en sus capacidades por llevarlo a cabo. Así pues, la pelirroja hizo una sucesión de sellos y segundos después, Nabi estaba encerrado en medio de su propia casa pero con seis paredes de papel. Se sentó y se calmó, y todos los dolores desaparecieron.

Sintió una leve brisa despeinando su, ahora más largo de lo habitual, cabellera. Y entonces abrió los ojos alarmado, para encontrarse un panorama desolador. El suelo era totalmente rocoso, sin rastro alguno de ningún tipo de forma de vida, con enormes grietas y aterradores abismos en esas grietas, el cielo era un cúmulo de nubes que parecían a punto de convertirse en tormenta y que, ocasionalmente, lanzaban algún que otro relámpago. No podía encontrar ninguna fuente de luz, pero podía verlo todo claramente.

Hey, tío, cuánto tiempo, ¿qué ha sido de tu vida?

Una voz totalmente desconocida para él resonó por aquel yermo. Se dio la vuelta para comprobar que había una figura en lo alto de una formación rocosa con una forma imposible. La montaña, no la figura. La figura se trataba de un muchacho que parecía un gemelo suyo, mismo pelo, mismo equipamiento, incluso la misma ropa. Se miró las manos para comprobar que no había ninguna herida en ellas. Se quedó estupefacto. De repente, un fuerte dolor de cabeza lo poseyó e inevitablemente, cayó al suelo con ambas manos apretando su cráneo. Y lo recordó todo.

¿Qué te ha parecido? ¿Aburrido, intenso, gore? ¿¡PornogrÁfico!?

Su otra mitad parecía estar pasándoselo en grande viéndole acarrear con más traumas todavía.

¡¿ESPERAS A QUE ME LO CREA?! ¿¡QUE ACEPTE SIN MÁS ESTA MIERDA!?

Gritó con todas sus fuerzas, todo eso había sido la gota que colma el vaso.

Me he pasado, años, ¡AÑOS! Creyendo que estabas muerto, que ya no era nada de lo que tú representas, que lo había perdido. Y ahora me dices que siempre has estado ahí tocándote los cojones a dos manos. ¡Pues adivina qué! ¡Ya no quiero saber nada de ti!

Desenvainó su kodachi, cuyo filo ya era del negro más oscuro cuando salió de la vaina, y se dirigió hacia el rubio, el otro rubio. Este levantó los hombros a la vez que soltaba un leve suspiro. En un instante, el cielo empezó a llorar, con una lluvia que empezó con una fuerza desmesurada, para nada gradual, como de forma antinatural.

Siempre resolviéndolo todo con violencia.

Justo cuando la espada iba a alcanzarle, saltó hacia atrás, pero el Uchiha no se detuvo, saltó detrás suyo dispuesto a convertirle en un pincho moruno. Rápidamente, el rubio sacó también su espada, que era exactamente del mismo color que la otra. Ambas chocaron y saltaron chispas, no solo del choque de los aceros sino ademas de la alta temperatura que traían ambos filos. Por muy veloz y feroz que fuera el Uchiha, su contraparte siempre bloqueaba con su katana sus ataques, no fallaba ninguna. Aún siendo él el único con el sharingan en ese duelo, parecía que el ojimarrón tuviera la capacidad de leer sus movimiento incluso mejor que sus ojos. Tras varias embestidas más se echó hacia atrás de un salto.

No puedo ganarte.

¿Qué dices? Desde aquí no se oye nada.

Era obvio que le estaba vacilando de una forma poco disimulada. El Uchiha se dedicó a soltar sus conclusiones y a ignorar al imbecil ese. Sus voces habían ascendido varios tonos, porque con esa lluvia eran incapaces de escucharse si no lo hacían.

Somos la misma persona, sabes lo que pienso igual que yo sé lo que piensas tú.

Mira, sé que es un mal trago, pero ¿qué quieres que te diga? Yo estaba literalmente muerto hasta hace dos minutos. Tienes que confiar en mí, digo, en ti, joder, en nosotros, ¡EN NUESTRO AMOR!

Estaba en un punto donde hubiera aceptado el hecho de que él no era un ser completo, sino media conciencia incapaz de asimilar según qué cosas como la empatía, la alegría y esas pequeñas cosas estúpidas e inútiles a la hora de la verdad, es decir, al combatir, pero con aquel idiota diciendo todo tipo de sandeces era imposible.

Como no te lo tomes en serio te voy a matar de verdad.

Vale, vale. Tienes que entender que aunque yo vuelva tú no vas a desaparecer, desde el principio tu y yo fuimos inmiscibles, no hay ningún tipo de proceso inverso al que sucedió aquel día. Tú y yo no volveremos a ser uno, pero podemos complementarnos. ¿Te acuerdas lo que dijimos al nacer? Te dije que yo la haría feliz y tu me dijiste...

Que la protegería, sí, lo recuerdo.

¿Ves? Yo me encargaré de todo ese rollo de socializar, no te prometo hacer amigos, pero al menos nos divertiremos un poco más que contigo. Tomate un tiempo para asimilarlo y déjame a mí hacerme cargo, de todas formas, podrás ver todo lo que haga.

Todo eso sonaba a magia e ilusiones, bueno, más concretamente sonaba como una puta locura de cuidado. Sin embargo, el Uchiha sonrió. Es cierto que llevaba años estando solo, que había vivido por su cuenta muchas experiencias, todo ese tiempo supo que algo no iba bien, que no era la persona que podría haber sido. Sabia que podía ser mucho más.

Yo te haré mucho más fuerte de lo que eres, no más guapo, porque eso es imposible. Y tampoco te cambiaré los ojos, tristemente seguiremos siendo tan Uchihas como siempre. Al menos, no tendrás que cargar tú con todo.

El Uchiha se encontraba apoyado en su katana que había vuelto a su color original, al igual que sus ojos, que volvieron a ser de un negro profundo. Su otro yo se acercó lentamente, con su Kodachi enfundada, hasta estar justo en frente de él. Se paró y miró al cielo.

Esto es todo lo que hay ahora. Conseguiremos que sea una playa como la de las costas de Uzushio, así cuando uno se harté podrá venir aquí a pasar unas bonitas vacaciones. Si te necesito ya te llamaré, mientras intentaré arreglar el estropicio que has montado.

Bajó la mirada y con una sonrisa le ofreció la mano.

No todos nos hemos pasado años echando una siesta, cabrón.

Aceptó el estrechamiento de manos y le ayudó a levantarse. Un fuerte haz de luz brotó de donde estaban los dos y se alzó hasta el cielo, al tocar las nubes, éstas, movidas por una fuerza celestial, se dispersaron a toda prisa. Ahora en el cielo se podían ver las estrellas de un cielo nocturno en un ambiente rural. Y sobre una pequeña ladera invadida por una pequeña hierba llamada césped descansaba un rubio de ojos negros como la biotita.

Buena suerte ahí fuera, Nabi.

• • •

La noche se acabó y al empezar a amanecer, Shiori empezaba a dar por perdido a su alumno. Aún estaba en su casa, aunque no había recogido ni una misera cosa. Se había sentado en el marco de la ventana a ver pasar el tiempo. Podía sentir que Nabi seguía sentado en el centro del cubo, sin moverse. De repente, el papel empezó a humedecerse, al principio creyó que eran imaginaciones suyas, toda la noche sin dormir le estaba haciendo sentir cosas extrañas.

Sin embargo, unos minutos más tarde, el papel empezó a deshacerse y dentro del recipiente pudo ver a Nabi, de espaldas a ella, de pie. Estaba empapado de cabeza a pies, todas sus vendas se estaban cayendo una a una, con lo mal puestas que estaban y el agua que tenían en su interior era normal. La pelirroja entró en la casa aunque no dio ni un paso, esperaba la reacción del muchacho. Éste empezó a agitar su pelo para secarlo.

Nabi.

El nombrado se giró para encarar a su visitante y estaba, ¿sonriente?

Oh, aún sigue aquí, Shiori-sensei. No me había dado cuenta. ¿Qué tal la noche?

Shiori estaba bastante confusa, esperaba... Bueno, no sabía lo que esperaba exactamente, todos esos rollos mentales suelen derivar en cosas que ella no era capaz de prever. Y así había pasado, sin lugar a dudas aquello era lo que menos se esperaba.

¿Cómo has acabado así de mojado dentro de mi Kamijutsu?

Si ya le decía que sabia hacer Suiton la mataba ahí mismo.

Ah, eso. Es que me habré cargado alguna tubería, mire las goteras que hay en el techo. Pero no se preocupe, yo lo arreglaré. Aunque antes podría llevarme al... Hospital.

Y el chico cayó directo al suelo encharcado, con una gotera tirándole munición liquida en la frente segundo a segundo. Su sensei se quedó mirándolo, aún absorbida por la sorpresa. Aunque no tardaría en recogerle y llevárselo al hospital, de paso, avisaría a Kazuo-sensei.

A ver qué explicación le daba a eso.
Nabi
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