Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
El Sol se había ocultado en el horizonte hacía ya unas horas. El cielo estrellado gobernaba el continente e iluminaba con su gran astro blanco las tierras de Uzushiogakure. Allí posaba Karamaru, en la ventana de su habitación, mirando el firmamento nocturno y meditando una y otra vez sobre cómo lo haría. Cada vez que lo pensaba se daba cuenta que era imposible, que le terminarían frustrando sus planes, que tratarían de tensar las cadenas para que vuelva a ese hermoso cómodo lugar que muchos consideraban como un agradable hogar.
Me quiero ir, me quiero ir cuanto antes. Esperar a esa puta bandana es una mierda.
El morocho echó un largo suspiro y agacho la cabeza para pasar su mirada del cielo a la tierra.
Pero la necesito...
Pensar en eso siempre le generaba rabia y tristeza a la vez. Ese odio por tener que permanecer en Uzu, ese llanto por no encontrar la manera de salir. Lo único que quedaba para matar el tiempo era caminar por las calles taciturnas de la noche uzureña, único momento en el día en que a Karamaru le agradaba salir de su casa.
Había sido un día duro en la academia, le seguían tratando de dar esas clases sobre valentía y compromiso saltandose toda la parte divertida sobre el combate, el chakra y la historia de Onindo. Pero cuando pensaba en el objetivo, los días se hacían un poco más llevaderos, y cuando se encontraba con la puerta de salida las ganas para recibir al día siguiente se incrementaban.
Un par de shinobi y kunoichi custodiaban el lugar donde estaba el morocho tras caminar por un largo rato. Se encontraba ante el umbral que algún día cruzaría, la puerta de salida del pueblo. Solo necesitaba ese pergamino que le diera la autorización necesaria para irse con algún encargo en especial.
Y allí solitario estaba Karamaru, pensando, parado en un ancho camino mirando fijamente la gran puerta.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
1/02/2017, 20:15 (Última modificación: 1/02/2017, 20:15 por Uchiha Akame.)
—Impresionante, ¿cierto?
Una voz calma rompería el silencio nocturno. Su emisor era un joven gennin, de piel bronceada y pelo negro recogido en una coleta corta, que se había colocado junto al muchacho que, ensimismado, observaba la inmensidad de aquellas puertas. Akame vestía ropas sencillas; pantalones pesqueros de color marrón, camiseta de mangas largas y cuello alto, blanca como el marfil, y sandalias ninja. En su brazo derecho llevaba, bien ceñida, la bandana de Uzushiogakure, y en el cinto su portaobjetos y su fiel espada.
—Recuerdo la primera vez que llegué aquí. Había oído historias sobre la Aldea —añadió el Uchiha—, su peculiar arquitectura, sus bellos cerezos en flor, el excelente clima... Pero lo que más me impresionó al principio fueron estos portones.
Hablaba con tal calma y afabilidad, que bien podía parecer que estaba pensando en voz alta. Como si él mismo hubiese reparado en ese detalle, se volteó hacia su acompañante.
—Uchiha Akame, un placer —se presentó, haciendo una leve reverencia—. ¿Partes hacia alguna misión?
La pregunta podía sonar arbitraria, pero dado que aquel chico estaba allí plantado a semejantes horas de la noche, bien podía ser cierto que estuviese esperando a sus compañeros para salir de misión.
Su cabeza daba vueltas y vueltas sobre sus recuerdos y sus metas, un sin parar que muchas noches lo atormentaban en una pelea de olvidar lo sucedido con sus padres y esperanzarse con salir de esa maldita ciudad. Solo él y el silencio en su eterna soledad eran los dueños de aquel momento, o eso creyó Karamaru.
Una voz se hizo presente, una que ignoró en principio, pero se dio cuenta de que las palabras eran dirigidas a él. Una voz un poco más grave que la suya, denotando que seguramente tenía unos pocos inviernos más en su haber, rompió el momento. Instintivamente el morocho soltó una mirada endiablada a la persona que se le postraba a su lado.
Impresionante, ¿cierto?
«¿Qué hay con este loco? ¿Qué uno no puede estar tranquilo?»
Y así y todo, por más mala mirada que le haya echado Karamaru, ese hombre siguió hablando sin darse cuenta de nada. Lo único llamativo que tenía, aunque no tanto para Karamaru, era la bandana que llevaba en su brazo. Era un shinobi graduado, por su estatura y voz se podría decir que un novato recién graduado.
Uchiha Akame, un placer. ¿Partes hacia alguna misión?
¿Qué te importa?
Karamaru cruzó sus brazos y volvió su vista a la puerta, manteniendo su mirada seria y soltando un bufido seguido de un leve y casi inaudible....
Idiota...
Perdón si no te hablo mucho y te hago las conversaciones cortantes. Voy a tratar de hacerlo lo más llevadero posible pero por más que sea un poco mierder mantener conversaciones así es cómo tengo ideado al PJ
No te sorprendas si la trama termina durando poco xD
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-Maestro Yoda.
Si Akame se sintió ofendido o insultado por la grosera actitud de aquel niño, no dio muestras de ello. Su rostro inmutable no mudó aquella característica expresión afable y calma, y sus ojos negros como carbones no se apartaron ni un momento de los grandes portones de Uzushio. El Uchiha lanzó un suspiro nostálgico, y sin modular su voz para apartarla de aquel tono tranquilo y parsimonioso, contestó a la grosería del muchacho.
—Está bien, los nervios de la primera misión son algo que nos sucede a todos —replicó, sonriendo, mientras se cruzaba las manos a la espalda—. Simplemente recuerda las enseñanzas de tu sensei y sé cauteloso. Oonindo es un lugar peligroso, y más para los shinobi como nosotros.
Él mismo no había recibido, todavía, una misión que fuese digna de llamarse como tal; pero, incluso para recoger mierdas de perro, Akame tenía presente las enseñanzas de su maestra Kunie, y nunca se desviaba del proceder de un buen ninja.
Fue entonces cuando ladeó la mirada para examinar más detenidamente al muchacho. Era joven, más joven incluso que él, muy menudo y con cara de pocos amigos. Akame trató de hacer memoria, pero, a pesar de ello, no logró ubicar aquel rostro. Y eso era raro en él, que siempre se había jactado de poseer una memoria ediética.
—¡Vaya, discúlpame, shinobi-kun, pero se me ha olvidado tu nombre! —exclamó, fingidamente arrepentido—. Estoy seguro de que coincidimos en clase, ¿no es que te graduaste en la promoción del doscientos dieciséis?
Karamaru estuvo a punto de esbozar una sonrisa al ver la estupidez de ese hombre. Le había dicho claro como el agua que se meta en sus asuntos, que no le molestase pero, así y todo, ese shinobi tenía ganas de hablar y hacer amigos. Se contuvo la sonrisa, manteniendo su soberbia sin mostrar, y esperó en silencio a que terminase con su pequeño pero interminable discursito.
Está bien, los nervios de la primera misión son algo que nos sucede a todos.
«¿Qué no se quiere callar? ¿De donde saca que yo tenga misiones? Como si alguna vez en mi vida vaya a cumplir con una de esas mierdas...»
"Oonindo es un lugar peligroso, y más para los shinobi como nosotros." ¿Acaso el hombre creía parecía tener alguna similitud con Karamaru? Cada vez más aumentaban las ganas de reírse del pobre hombre charlatán. Solo habían unos segundos de su charla y lo empezaba considerar una de las personas más insoportables de todo el continente. Pero así y todo seguía dándole a la lengua a pesar de que el morocho lo ignoraba.
¡Vaya, discúlpame, shinobi-kun, pero se me ha olvidado tu nombre!
Estoy seguro de que coincidimos en clase, ¿no es que te graduaste en la promoción del doscientos dieciséis?
¿Qué-Te-Importa? ¿Acaso deberías de saber mi nombre?
Volviendo a repetir sus palabras, esta vez acentuadas un poco más, mostraba de nuevo su voz cortante y sus pocas ganas de una charla. Tanto así que ni sus ojos se movieron de su lugar en el momento en el que habló, manteniendo los ojos en la puerta y nunca en el shinobi que tenía al lado.
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Los chuunin que estaban apostados en la pequeña caseta, junto a las puertas de la Villa a salvo del relente nocturno bajo un tejado de color ocre y al calor de una moderna estufa eléctrica, no pudieron evitar alzar sus miradas hacia la pareja de jovencitos. Concretamente, miraron durante un rato al que había alzado la voz, alerta, pero luego volvieron a sus conversaciones como si aquello no tuviese importancia.
Por su parte, el Uchiha alzó una ceja con gesto sorprendido. Era como si no fuese capaz de entender lo que aquel muchacho le había replicado; y es que, ¿no enseñaban a todos el valor del compañerismo y la cortesía en la Academia? Akame pronto recobró su expresión calmada y su sonrisa tranquila.
—Vaya, discúlpame. Te había confudido con un compañero shinobi —dijo finalmente, haciendo una levísima inclinación de cabeza—. Supuse que, en este lugar y a estas horas de la noche, no podía tratarse de otra persona.
Los ojos negros del Uchiha recorrieron nuevamente la figura de aquel chico; pequeño, delgado y sin bandana alguna. «Tal vez realmente no sea un ninja...». Sin embargo, aquel chico tenía algo que le intrigaba; había determinación en su voz.
—¿Qué haces por aquí y a estas horas de la noche, muchacho? Puedo acompañarte a casa si quieres, aunque sea Primavera no creo que quieras dormir al raso y estas calles son muy oscuras.
Si tan solo Karamaru creyese en el destino. El que no lo dejaba en paz era ese shinobi, tan idiota cómo todos los que habitaban esa horrible y repugnante aldea. Insistentes, queriendo ser héroes y buenas personas, e insoportables a más no poder. Siempre querían ser los primeros en ayudar, en obtener un "Gracias" para entrar ellos mismos en su egoísta sensación de felicidad por un trabajo cumplido que nadie le había asignado.
«Oh, vaya te había confundido con un compañero shinobi» repitió el morocho para sus adentros con voz de nene idiota «Y después se creen los todopoderosos capacitados para todo»
Por lo menos no era como tantas otras noches que aparecía un perro para ladrarle, o una vieja a hablarle. Más de una vez se tuvo que alejar de ese lugar dejandole la cara marcada a las señoras por insoportables. Y parecía que el morocho de pelo largo que tenía al lado iba por el mismo camino.
Karamaru se giró, miró fijo a ese shinobi acercando su frente a la de él.
Mira, tonto estúpido. No molestes, ¿Entiendes? Que hago aquí es mi problema, a que hora estoy aquí es mi problema, donde quiera pasar la noche es mi problema.
—¿Entiendes? ¿O necesitas que te lo expliqué de nuevo para que tu sentido del deber, moral y valores lo puedan entender? IDIOTA.
Ya al final Karamaru se dio cuenta que había elevado el tono de voz, pero sin importarle siquiera un poco mantuvo la mirada intimidante, firme y seria clavada en los orbes negros del shinobi.
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6/02/2017, 21:37 (Última modificación: 7/02/2017, 00:34 por Uchiha Akame.)
«Tiene agallas, eso está claro», reflexionó el Uchiha sin apartar su mirada azabache de la de aquel niño. Por lo que Akame había podido saber, y experimentar, en su corta vida como shinob del Remolino, en aquella Aldea no sólo a los ninjas se les impartían unos férreos valores. Los lugareños solían ser también gentes amables y abiertas, siempre respetuosas con la autoridad y sus dispensadores —es decir, la gente como Akame—. A excepción de un par de casos poco notables, aquel niño era la primera persona que Akame veía desafiar abiertamente a un shinobi. Lo cual no hizo sino prender una luz tililante y pequeña de curiosidad en su interior.
Si en algún momento había estado a punto de darse media vuelta y dejar a aquel chiquillo bravo y gritón a su suerte, eso se había disipado como humo en el viento.
—Palos y piedras romperán mis huesos, pero las palabras no pueden dañarme —recitó Akame, aun sin apartarse ni un centímetro del muchachito, alzando un dedo con gesto enunciador—. Puedes continuar insultándome si eso te hace sentir mejor, pero no eres más que un perro ladrando a la Luna.
El Uchiha ensanchó ligeramente aquella eterna sonrisa que siempre adornaba su rostro. Aquella aburrida noche de Primavera acababa de tornarse mucho más interesante; ahora tenía un objetivo. Averiguar el calado de aquel chico enfadado con el mundo.
Las palabras en ese momento ya estaban sobrando y, para rareza de Karamaru, era la primera vez que recibía respuesta alguna ante sus intentos de intimidación. Siempre la gente se iba caminando, enojada o incrédula, asustada o molestada. Era un virgen en esa clase de enfrentamientos, nunca antes tuvo que darse golpes con la gente, y la sensación llena de adrenalina se apoderaba del niño.
Sentía como la rabia corría dentro suyo, como sus músculos se tensaban, como sus manos se cerraban y su mirada penetraba la mente del shinobi a través de sus ojos.
«Así que quieres piedras, pues piedras tendrás estúpido»
Karamaru metió la mano en el bolsillo de su pantalón y sacó de el una piedra redonda, del tamaño de un puño y sin esperar siquiera un segundo elevó el brazo y dirigió la piedra a la cabeza del idiota que tenía en frente.
A ver si te CALLAS- escupió Karamaru mientras buscaba dar el golpe. Que le vaya a decir en ese momento que era un perro que ladraba y no mordía.
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Sus palabras tuvieron el efecto que se esperaba de ellas. Kunie habría estado orgullosa de él, viperina como era; ¿o tal vez no? «Al fin y al cabo sólo es un civil... Y, para colmo, un niño pequeño. Mi hazaña es comparable a pescar en un barril», sentenció el Uchiha. Tampoco le dio demasiada importancia —al contrario que su maestra, experta en las artes del engaño y el subterfugio, él carecía por completo de esas habilidades—. Pese a que eran destrezas más que útiles para un shinobi, Akame había aprendido a valerse de sus otras fortalezas.
Entre ellas estaba el poder oculto que corría por su sangre y que, en aquel momento, le libró de una pedrada en toda la cara. Apenas el niño bravucón metió una mano en su bolsillo, los ojos de Akame brillaron con un destello carmesí en la oscuridad. Evitar un ataque como aquel fue algo tan instintivo como respirar, y el Uchiha simplemente ladeó el rostro, avanzó un paso lateral, y quedó en el flanco izquierdo del muchacho.
No respondió, evidentemente. ¿Qué sentido tenía golpear a un niño sin entrenamiento? Tal y como él mismo había citado antes, entre ellos había un abismo tan grande como entre un perro y la Luna, que esa noche brillaba con toda su intensidad.
—¡Eh! ¿Qué ocurre ahí?
La voz rasgó el silencio nocturno, y Akame ni siquiera tuvo que mirar para saber de dónde provenía. Era uno de los chuunin que custodiaban la puerta al cobijo del puesto de guardia.
—¿Conoces el castigo por atacar a un shinobi de la Aldea? —preguntó con la mayor de las tranquilidades. Su tono ni siquiera sugería que fuese una amenaza. Ni una advertencia. Parecía que Akame simplemente se lo estaba preguntando por desconocimiento propio.
Acompañó la pregunta de una mirada expresiva. Sus ojos, teñidos de rojo por el Sharingan y con dos aspas negras alrededor de cada pupila, hablaban alto y claro.
La ira sobresalía por la inteligencia en ese momento, si ya odiaba a los shinobi ese idiota le estaba dando más razones. Hacía tanto tiempo que no liberaba un poco de su estrés que se sentía más vivo que nunca tratando de impactar con la piedra al ninja. Pero parecía ser que tenía bien merecida esa bandana que llevaba puesta, sin siquiera pestañear ni hacer acción abrupta esquivó el ataque e incluso se colocó en una posición favorable al contraataque.
«Mierda...»
Karamaru lo sabía, lo sabía pero no lo aceptaba. Con tal solo ese movimiento se podía dar cuenta que no tenía chances, en cuanto intentase seguir peleando seguramente lo incapacitaría sin mucho problema. Era un chico inteligente, podía darse cuenta de la situación y adaptarse a ello para sacar algo favorable, si no fuese por la molestia de vivir encerrado entre esas paredes y árboles que cubrían la aldea.
¿Conoces el castigo por atacar a un shinobi de la Aldea?
«¿¡¡POR QUÉ SIGUE SIENDO TAN SOBERBIO!!?»
Sin importarle nada ni nadie, la cabeza del morocho se enfrascó en él y el idiota de los ojos rojos. Todo lo que le rodease se hacía secundario, solo importaba ese tipo, ese desagradable tipo.
¿Qué tal el castigo por atacar....
—...reiteradamente?
Sin esperanza, como solía vivir, empezó a revolear puño y piedra al aire tratando de acertar un golpe en la cara del shinobi.
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9/02/2017, 17:59 (Última modificación: 9/02/2017, 18:00 por Uchiha Akame.)
Lejos de calmarse ante el inminente aprieto en el que se encontraba, aquel muchacho respondió de forma más violenta si cabía. Enarbolando de nuevo aquella dichosa piedra con la que había intentado dejar seco a Akame momentos antes, volvió a lanzar otro golpe directo al rostro del Uchiha. Tan simple como el anterior, Akame lo esquivó sin mayores dificultades, dando un paso lateral y dejando que el pedrusco —y la mano del niño— pasaran de largo junto a su rostro.
«Por todos los dioses que es tozudo, ¿¡qué le pasa a este chico!?»
El gennin ya se estaba planteando contestar a las suicidas ofensivas del muchachito cuando un vozarrón rompió el silencio nocturno como un martillazo.
—¿¡Qué demonios pasa aquí!?
Uno de los chuunin del puesto de guardia, seguramente al ver que aquel chico reiteraba sus ataques contra un ninja de la Aldea, había abandonado por momentos su puesto y en apenas un parpadeo se encontraba allí, junto a Akame. Era alto y bastante fornido, con el chaleco reglamentario del Remolino bien ceñido en sus abultados hombros y pectorales. En la oscuridad sus facciones no eran perfectamente distinguibles, pero aun así Akame pudo discernir un rostro joven pero curtido. Sus ojos, marrones y avellanados, taladraron primero al Uchiha y luego al civil.
—Gennin-kun, ¿puedes explicarme qué está sucediendo?
El interpelado hizo una leve reverencia y, sin apartar la mirada de aquel chico, habló.
—Chuunin-dono, me dirigía a casa cuando vi a este muchacho aquí solo. Me preocupó que un civil de su edad estuviese deambulando en solitario a estas horas de la noche y me acerqué a comprobar si todo iba bien —mientras relataba lo sucedido, Akame no perdía ni por un segundo aquella sonrisa calma que parecía sacar de quicio al chico—. Sin previo aviso, este civil me atacó, tratando de golpearme en la cabeza con la piedra que tiene ahora mismo en la mano.
El chuunin guardó silencio un momento y, complacido con la explicación, se giró hacia el pequeño muchacho.
—Te he visto con mis propios ojos intentando golpear a este shinobi, chico —su voz sonaba de todo menos amistosa—. Dos veces. ¿Cómo te llamas? —preguntó, mientras sacaba una pequeña libreta de uno de los bolsillos de su chaleco militar.
Como ya se suponía Karamaru, golpear a un shinobi graduado era imposible para él con el estado y forma que tenía. Le era imposible no odiarse a si mismo por la debilidad que sentía y reflejaba, siendo no más que un niño caprichoso tratando de cumplir sus deseos.
Pero su cabeza no lo entendía, vivía a oscuras, a ciegas. En la profundidad de su corazón y mente no era más que un niño común y corriente pero muchas capas de sentimientos negativos, casi imborrables e indestructibles, lo mantenían oculto. Y para colmo, más bandanas de Uzu se unían a la fiesta.
"Claaaro, ahí viene el hermano mayor para proteger a su gennin. ¿Qué clase de valor vendrá enseñar este estúpido?"
Con una explicación unilateral, y sin pedir explicación alguna a Karamaru, el tipo gigante ya lo tomaba como el malo de la película. Si es que los malos eran todos ellos con su puto sistema de shinobi.
Te he visto con mis propios ojos intentando golpear a este shinobi, chico
Dos veces. ¿Cómo te llamas?
Tres palabras fueron la respuesta, unas que seguramente el gennin debía de conocer bien.
¿Qué te importa?
Karamaru guardó la piedra en el bolsillo y colocó su torso como su mirada frente al shinobi más grande. Con una postura un poco desafiante quería dejar marcado que sin importar al tamaño él se mantendría pegado a sus ideales.
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El chuunin apenas se movió del sitio, pero su rostro se encogió en la mueca de agresividad más intimidante que Akame había visto en su corta vida. Sólo su maestra Kunie había llegado a darle más miedo con sólo ver su cara.
Los ojos avellanados del ninja se movieron desde aquel chico hasta Akame, y cuando se encontraron con los de éste, el gennin simplemente se encogió ligeramente de hombros en lo que parecía ser un te lo dije. «Este muchacho es estúpido, ¿o acaso está loco? Es la primera vez que veo algo así... ¡Insultar a un chuunin! Lo que hay que ver...».
—Muy bien, Qué Te Importa, acabas de meterte en un lío de mil pares de cojones.
Y sin una palabra más, aquel chuunin corpulento se colocó una mano sobre la oreja. Masculló unas palabras ininteligibles y tomó a al niño del brazo con su mano libre. El chico sentiría la zarpa de un oso aferrándole con tal fuerza que parecía que se le iban a romper todos los huesos del cuerpo. Y, en un parpadeo, ambos desaparecieron.
— — —
La comisaría de Uzushiogakure era un lugar poco acogedor, y menos a aquellas horas de la noche. El edificio estaba compuesto por varias secciones delimitadas por puertas de seguridad, así como una segunda planta donde se ubicaban las oficinas administrativas. Las paredes eran de piedra blanca, como casi todas las construcciones de la aldea, y las tejas que coronaban el edificio seguían la temática con un color rojo brillante.
El chuunin cruzó el bastidor de la entrada arrastrando al pequeño muchacho como si fuese un peluche de goma. Una vez en la recepción, una amplia sala poco transitada a aquellas horas de la noche, el ninja le indicó que tomase asiento en una de las sillas que se disponían, en hilera, a uno de los lados de la sala.
—Espera ahí —ordenó con su vozarrón.
Acto seguido se volteó y empezó a conversar con el shinobi que se encontraba detrás del mostrador. Varias veces señalaron al chiquillo, dedicándole miradas poco comprensivas. Al cabo de un rato, el chuunin volvió hasta él.
—Bien, Llanero Solitario, ahora me vas a rellenar este papel con tus datos, y sin tonterías —exigió el ninja, entregándole al niño un formulario.
En el impreso había varios campos a rellenar, todos correspondientes a datos personales del aludido; nombre, apellido, nombres y apellido de sus padres, lugar de residencia, etc.
9/02/2017, 23:09 (Última modificación: 10/02/2017, 23:18 por Karamaru.)
Perdón que pregunte pero.... ¿Seguirás en calidad master o de user? Es que tampoco me gustaría ocuparte un hueco en donde tu PJ no aparece para nada o no sea una trama creada por ti pensada para que masterices. Tú me dirás.
Muy bien, Qué Te Importa, acabas de meterte en un lío de mil pares de cojones.
Estoy seguro de que no te anim.....
Rápido como guepardo apareció una mano gigante dispuesta a atraparlo entre sus garras, con fuerza de león. Parecía ser que ese cuerpo definitivamente venía acompañado de una increíble fuerza, y de que su entrenamiento como esclavo de la Kage daba sus frutos físicamente. Karamaru sintió la presión del agarre en sus músculos, incluso cómo para hacer una mueca de sorpresa y dolor por lo repentino del asunto. Sumado a eso recibió un empujón que bien podría a ver sido el de un tren en plena marcha.
Por sobre la calle de Uzushio iba casi arrestrado y paso rápido Karamaru con el chunnin, mientras miraba hacia atrás y miraba al tonto shinobi que había causado todo eso. Una mirada de odio se clavó en él y el morocho no pudo si no soltar unas cuantas puteadas a pura garganta:
¡HIJO DE PUTA! ¡YA VERÁS! ¡TE IRÉ A BUSCAR!
Aunque bien sabía que lo más probable era que no sucediera. No tenía ni la más mínima chance contra ese chico... aunque tal vez... dentro de un tiempo se podrían cambiar las tornas.
— — —
Allí estaba él después de ser arrastrado un tiempo considerable. Sentado en un lugar al que, por raro que parezca, nunca había ido. Había poca gente y muchos asientos disponibles en esa sala de entrada que contaba con sillas, un mostrador y una persona que lo atendía.
Como era de esperar Karamaru fue arrojado al lugar de espera mientras el gigantón se encargaba de tramitar las cosas en el mostrador. Cruzado de brazos y sentado en el asiento el morocho revoleaba los ojos para todos lados pensando en lo sucedido, en la injusticia que habían hecho los esclavos de Shiona. Estaba cansado, sí, pero resignado también. Si ese sería su día a día resistiendo contra lo que él creía un sistema horrible, sería inviable. Tal vez en otro momento sería diferente, pero era su primer conflicto en la aldea y terminó en una comisaría tras darse cuenta que no tenía ninguna posibilidad contra los shinobi de la aldea.
«Puta madre...»
El chunnin se acercó con un formulario con huecos a rellenar. Se la dio a Karamaru un poco a la fuerza con la orden de completarla y el pequeño no pudo hacer otra cosa que agachar la cabeza y comenzar a escribir.
Formulario de Detención de Uzushiogakure
Comisaría Central
Apellido: Habaki Nombre: Karamaru
Edad: 10 Sexo: Masculino Estado Civil: Soltero Profesión: Estudiante Procedencia: País del Remolino Localidad: Uzushiogakure
Dirección Domiciliaria:
(Ciudad, [Número de Barrio]-[Numero de Manzana]-[Numero de Edificio])
Uzushiogakure, 6-4-7
Apellido y Nombre del Padre: Habaki Furimaro Profesión del Padre: Desocupado Estado del Padre: Desaparecido
Apellido y nombre de la Madre: Fushima Iori Profesión de la Madre: Kunoichi Estado de la Madre: Desaparecida en Misión
Para cuando terminase llamaría al chunnin y le entregaría el formulario seguido de un:
¿Qué me harán?
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.