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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#31
Akame respondió con una sonrisa tranquila a las preocupaciones de su artístico compañero.

No es nada, Yoshimitsu-kun —estuvo a punto de agregar algo más, pero creyó que únicamente alimentaría una discusión estéril. También hizo oídos sordos a los refunfuños de Datsue por la misma razón.

El frío invernal le golpeó en la cara al salir de la taberna. Caminaron por las calles del castillo —que parecía más bien una ciudad pequeña y amurallada— en dirección al alcázar donde vivía la familia Yamabushi, tal y como se le suponía al señor de cualquier castillo. Akame no pudo evitar detenerse un momento para admirar el tamaño de las torres, el grosos de sus muros y el escenario imponente que conformaban. Cuando se dio cuenta, Datsue había hecho lo mismo —aunque puede que sus pensamientos fuesen distintos—. El de Inaka pensaba en cómo sería la vida del señor de aquella fortaleza. Intentaba imaginar su rutina; sin tener que preocuparse de si habría un plato de comida en la mesa, teniendo a toda persona cercana lamiéndole las botas, y cosas así.

Atravesaron las puertas de la muralla tras enseñar el pergamino de misión que les identificaba como los shinobi que estaba esperando el señor Yamabushi, y tuvieron que acreditarse una vez más para acceder a las estancias interiores del alcázar. Atravesaron el patio de armas, oscuro y desierto a aquellas horas, y uno de los guardias los guió a través de un par de pasillos fríos y mal iluminados hasta llegar a la sala principal.

Cuando entraron, los shinobi pudieron ver una estampa digna de las historias de reyes y princesas... A menor escala. Una suerte de grupo conformado por nobles menores, cargos importantes del ejército del señor, algunos comerciantes y otros individuos con profesiones prestigiosas se agolpaban en el centro de la sala. Allí podían caber unas ciento cincuenta personas, pero apenas habría la mitad. «Está claro que la popularidad de Kotaro Yamabushi no se encuentra en su punto más álgido», concluyó Akame.

Al fondo de la sala, sentado sobre su silla ornamentada, estaba el señor del castillo. Era un anciano decrépito y exageradamente consumido; su piel era pálida y estaba arrugada como un pergamino viejo, apenas tenía cuatro mechones de pelo blanco sobre la cabeza y sus ojos estaban casi cerrados por completo. Vestía, no obstante, con la elegancia que caracterizaba a su riqueza, y llevaba colgada del cuello una pequeña bolsita de cuero. Junto a él —mas de pie— se colocaban tres hombres; jóvenes, fornidos y muy parecidos entre ellos, vestían vistosas armaduras y todos llevaban una espada al cinto.

Justo cuando los shinobi ingresaban en la sala, un hombre se encontraba en audiencia con el señor. Vestía con ropas caras y hablaba con lengua de plata, lo que podía dar a entender que se traba de un comerciante. Hablaba de algún tema relacionado con impuestos y ventas, algo que Akame no entendía ni tenía interés en entender.

Deberíamos colocarnos más adelante... —susurró el Uchiha a sus compañeros—. Así podremos presentarnos. ¿Quién quiere hacer los honores?
Diálogo - «Pensamiento» - Narración

Mangekyō utilizado por última vez: Flama, Verano de 220

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#32

[Imagen: Dr-Wily-defeated.gif]
Perdonar chicos por la tardanza. Que con las fiestas y en el trabajo con el inventario, el 4ºT de IVA y el cierre de los libros contables...he tenido un pequeño problema con el tiempo. Pero ya vuelvo a la normalidad... TRUST ME!

Finalmente y sin más preámbulos, llegamos al interior del gran castillo y que decir por mi parte, las expectativas habían sido superadas con creces. La gran fortaleza era tan imponente como maravillosa en su interior, y como no podía ser de otra manera, lo que más me llamó la atención fueron sus valiosas esculturas, cuadros, y adornos. Que no escatimaban en piedras de alta calidad y de exquisito trabajo, como mármoles, jades, y metales preciosos como la plata y el oro. Todo acompañado de exquisitas sedas y terciopelos de todos los colores imaginables.

Los cuadros, cuyos artistas supe reconocer casi de forma instintiva, me dio mucho de que pensar, tanto que me planteé si algún día alguna de mis obras acabarían en lugares tan dignos como era aquel lugar. Pero solo era algo que de momento solo podía permitirme el lujo de soñar.

Quizás podría plantear al Señor del castillo hacerle un homenaje, realizando un último lienzo de su persona para inmortalizarle antes de que abandone este mundo...Bueno...ya se verá... Pensé con firmeza en un primer momento para después dudar. Quizás fuera algo muy atrevido u osado por mi parte...

Y después de superar las exigencias de la seguridad del castillo y, siendo escoltados a la sala principal en donde estaba nuestro distinguido cliente, acompañado de su séquito, y más de un noble interesado en cuándo su Señor abandonaría este mundo para poder hacer de las suyas sin oposición alguna.

Deberíamos colocarnos más adelante... —susurró el Uchiha a sus compañeros—. Así podremos presentarnos. ¿Quién quiere hacer los honores?

Ensimismado aún me encontraba hasta que la voz de Akame fue lo que trajo de vuelta a mis pies sobre la tierra. Esta sin duda era una situación que habíamos practicado en la academia pero claro, más como algo de manual que otra cosa, aunque en el fondo, sabía que tenía lo suficiente como para manejar la solución sin causar demasiada vergüenza ajena.

Asentí con la cabeza a mi compañero. -Si vamos allá. Creo que lo puedo manejar, yo me encargaré... Dije sin muchos tapujos.

Nos adelantamos con paso firme y denostando seguridad, pues a mi en particular, estas situaciones no me provocaban temor ni pavor alguno. Aunque cierto fue que cuando nos situamos a los pies del imponente trono del Señor de Tanifukai y ver lo consumido que se encontraba fue otro cantar, más aún la sensación de tener las miradas clavadas de lo que sin duda serían sus tres hijos, quizás conspirando entre ellos por ver quién sería el digno sucesor. Pues esta estampa tenía pinta de que el Señor Yamabushi no había abdicado en ninguno de sus tres hijos, o quizás fuera el primogénito el legítimo heredero, pero como bien dije antes, eso era sinónimo de conspiración entre hermanos.

Seré paranoico, pero yo huelo a drama por todos los lados

Espere paciente y educado a que el hombre que mantenía audiencia con el Señor Yamabushi terminara, pero como en casos similares, se me antojó la más eterna de todas las audiencias, deseaba que terminara de una maldita vez para poder dar paso a nuestra presentación.

Vamos...¡acaba ya!

Y como todo en esta vida, llegó nuestro momento, me adelanté y tomé el sitio en donde se encontraba el hombre que acaba retirarse al finalizar la audiencia con el Señor Yamabushi. Llevé a cabo una de las reverencia que quizás más medí y calculé hasta la fecha, algo que me hizo recordar cuando conocí y me presenté ante nuestro honorable Kawakage.

-Señor Yamabushi-sama, mi nombre es Zaibatsu Yoshimitsu, y vengo en compañía de mis camaradas Uchiha Akame y Uchiha Datsue. Presenté a mis compañeros señalándonos formalmente. - Venimos desde Takigakure no Sato bajo la orden de nuestro honorable Kawakage, Yubiwa-sama. Para llevar a cabo su voluntad.

Quise ser escueto pero directo en mi presentación, pues tampoco había mucho más que añadir, menos aún resultar pedante. Después guardé silencio y esperé respuesta del Señor o de alguno de sus hijos.
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#33
Datsue inclinó la cabeza cuando fue presentado por Yoshimitsu, en señal de respeto, tal y como les habían enseñado en la academia. Segundos más tarde, cuando volvió a alzar la mirada, sus ojos se posaron de nuevo en Yamabushi, deambulando más tarde en los tres jóvenes que parecían escoltarle.

¿Serán sus hijos? La imagen de unos buitres esperando a que su presa diese sus últimos coletazos de vida le vino a la cabeza. Ah, prejuicios… Seguramente sean unos hijos adorables y enternecedores.

Sonrió para sus adentros.

La siguiente pregunta que le vino a la mente fue cuánto podría cobrar trabajando para ellos como su guardián personal. Probablemente mucho más de lo que cobraba ahora. Aunque con menos tiempo libre y muchas menos libertades… No todo es dinero, Datsue.

Esta vez no pudo evitar esbozar una media sonrisa, cambiando el peso de una pierna a otra mientras esperaba, paciente, la respuesta del señor del castillo.
[Imagen: ksQJqx9.png]

¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado



Grupo 0:
Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80

Grupo 1:
Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80

Grupo 2:
Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80

Grupo 5:
Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
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#34
La sala entera quedó en silencio cuando los tres gennin dieron un paso al frente. Akame casi podía sentir las miradas de los cortesanos, comerciantes y demás presentes clavándosele en la espalda. Pese a que conocía muchos relatos que se desarrollaban en las cortes de señores poderosos e influyentes, nunca le había parecido un terreno a envidiar. En aquellas historias, los protagonistas siempre se veían envueltos en alguna intriga cortesana, acosados por numerosos enemigos que desde las sombras utilizaban sus influencias para hacerles la vida imposible. «Prefiero al adversario que puedo derrotar con el poder de mis técnicas».

Yoshimitsu habló con la cortesía y pompa que exigía el protocolo, y Akame quedó bastante sorprendido de ver cómo de fluidamente se desenvolvía aquel ninja artista en semejante terreno. El señor Yamabushi los observó con sus ojos entrecerrados, sin decir palabra, hasta que Yoshimitsu hubo terminado. El silencio se hizo una vez más. Momentos después, el señor del castillo alzó la mano zurda, y con un gesto les indicó que podían retirarse.

Akame fue el primero en ejecutar una fina reverencia y dar varios pasos atrás para volver a integrarse entre el público. Él siempre había preferido estar lejos de los focos de atención. Una vez sus dos compañeros se hubieran retirado también, el Uchiha le dedicaría una mirada de aprobación a Yoshimitsu.

Lo que prosiguió luego fue una comitiva de personajes ilustres en aquellas tierras, todos engalanados con sus mejores ropas, ofreciendo palabras de lealtad y regalos a Kotaro Yamabushi. Un hombre enjuto y calvo le ofreció una remesa de preciosos jarrones de cerámica, todos exquisitamente decorados. Otro, más alto y fornido, le aseguró que encontraría en sus caballerizas al mejor corcel que hubiera pisado nunca el País del Fuego. Dos más le obsequiaron con varias botellas de vino que parecían costar un riñón. Varios militares entonaron dramáticos juramentos de alianza a la familia Yamabushi.

De repente un hombre irrumpió en la sala, sorteando al público hasta colocarse frente al señor del castillo. Era perseguido por los guardias, que en cuanto el tipo de detuvo, no dudaron en aprehenderlo con sus largas y afiladas naginatas.

¡Kotaro Yamabushi-sama! ¡Apelo a vuestro honor! —gritó el hombre, que vestía ropajes andrajosos y muy sucios, propios de un prisionero—. Durante mi cautiverio he sufrido todo tipo de torturas y vejaciones. Ya he renunciado a escapar de vuestro castillo, por eso os pido que me concedáis la oportunidad de limpiar mi honor y poner fin a mi vida mediante seppukku, para así poder descansar junto a mis ancestros.

La sala estalló en susurros y rumores bajo la atenta mirada del señor. Éste se mantuvo impasible durante unos instantes, hasta que finalmente señaló con el dedo índice de su mano izquierda... A Datsue.

Se te concederá lo que pides, prisionero, si vences en duelo a este shinobi.

El preso se volteó, y Akame pudo ver el sus ojos la dureza y veteranía de cien batallas libradas. El Uchiha dedicó una mirada a su compañero; no parecía que aquel tipo fuese un ladrón de cerdos, pero tal y como Yoshimitsu les había presentado, no tenían opción a declinar aquella petición. Akame conocía a Datsue razonablemente bien, y sabía que aceptar no estaría entre sus primeras opciones.

Tienes que hacerlo, Datsue-kun. No podemos arriesgarnos a enfurecer al señor...
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