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23/09/2018, 19:30
(Última modificación: 23/09/2018, 19:35 por Umikiba Kaido. Editado 1 vez en total.)
El gyojin no pudo evitar sonreír soslayo con la nueva —aunque reiterada—. recriminación de Hageshi, que parecía tener cierta irascibilidad ante palabras como creer, imaginar o suponer, que según ella no eran aptas para el vocabulario de un ninja. No, para actuar, un ninja tenía que estar completamente seguro de todo. Un ninja debía creer fervientemente que su próximo movimiento tenía que estar sustentado en una información lo suficientemente verídica como para amenar la posibilidad de un fallo.
Él asintió, reconociendo su fallo y dejando a un lado el tema del barco, del que a estas alturas ya no valía la pena teorizar.
—Lo mejor será que informes a Kaido de todo cuanto sabemos de Dragón Rojo, Hageshi. —el Hozuki la miró también—. Ponte al día con ella, Kaido, y afila ese subterfugio. Entonces hablaremos de la mejor manera de infiltrarte.
—Así se hará, Yui-sama —una reverencia malsana, y luego acompañó a Hageshi hasta el ascensor.
Entonces, un silencio sepulcral. Con la expectación a millón. ¿Qué tendría Hageshi que contarle acerca de Dragón Rojo? ¿qué otros tantos misterios se escondían detrás de aquella mafia que ahora había puesto un precio a su cabeza, y a la que con las probabilidades en contra, tenía que infiltrarse en el corazón de la misma?
Sólo ella lo sabía. Hageshi, la antigua enemiga de Katame y la principal interesada en cortarle la cola a ese dragón.
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El renqueante sonido del ascensor fue ganando en intensidad a medida que se acercaba. Cuando llegó, osciló de arriba abajo por un instante, y se oyó el sonido característico de unas piezas metálicas encajando con otras. Hageshi abrió la puerta y pulsó un botón, varios pisos más abajo del que estaban.
Más próximos el uno del otro, y en un ambiente cerrado, Kaido pudo apreciar mejor la fragancia que envolvía a la jounin: tabaco de liar, acondicionador y un tercer olor que no supo identificar, pero que le recordaba a la que tenía una herida abierta.
Las cuerdas del ascensor frenaron y el armatoste se detuvo. Un largo pasillo conducía a una sala espaciosa y poco amueblada de paredes azules y grandes ventanales. Había una mesa en el centro, y varias sillas de cuero negro repartidas a lo largo de esta.
—Cierra la puerta —dijo mientras se sentaba a la cabeza de la mesa. Se sacó una bolsita de plástico con papel de liar, tabaco y un filtro en el interior. Tras liar un cigarro con tanta rapidez y facilidad que bien parecía que podía hacerlo a una mano y sin mirar, lo prendió con un mechero de color oro—. Siéntate —ordenó de nuevo, señalando con la mirada la silla de su diestra—. Tengo varios informes que darte, sobre lo que sabemos hasta ahora de algunos Cabeza de Dragón. Quiero que prestes atención especial a dos de ellos, pues sabemos de su localización aproximada en estos momentos. Son tu mejor baza para dejarte pescar.
Dio una calada profunda, y echó el humo hacia un lado.
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Poco después, el ascensor se detuvo en uno de los tantos pisos —para ese entonces, ya no podía discernir en cuál—. que daba acceso a un pasillo, que acabó finalmente en un salón espacioso, aunque condenadamente vacío y privado. De paredes azules, amplios ventanales y un par de cojines de cuero predispuestos a lo largo de una mesa central.
Él cerró la puerta tras suyo, a su vez de que lidiaba con aquella curiosa mezcla de olores que percibía de la Jounin y, una vez ésta tomó asiento, así también lo hizo él.
Kaido miró incrédulo a su alrededor, y finalmente a Hageshi, que preparaba un pitillo con la destreza que sólo podía tener un ávido fumador. Después de encenderlo, introdujo el quid de aquella reunión, en donde iba a revelar información vital para la misión que ahora tenía por delante. Dos Cabeza de dragón, en particular estaban marcados. Conocían de sus localizaciones más o menos aproximadas.
El escualo no podía coincidir mejor en eso de que ambos eran su mejor baza para, curiosamente, dejarse atrapar.
—Soy todo oídos, Hageshi-san.
¿De quién estaría hablando? ¿De muñeca? ¿Hayai? ... no, ese estaba muerto, aparentemente. Otohime, probablemente.
Aunque si de algo estaba seguro es que Ryū no iba a ser uno de ellos. Miró expectante a su superior, a la espera de que destapara el verdadero meollo de asunto.
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Hageshi tiró de un cajón que había bajo la mesa y extrajo varios pergaminos que colocó frente a Kaido, cada uno con un nombre: Ryū, Muñeca, Otohime, Kyūtsuki y Shaneji. Cinco cabezas, dos restantes. La octava, si tenía éxito en su empresa, sería suya de manera temporal. Lo justo y necesario en el que tardasen en cortar las restantes.
—Llévatelas a casa y estúdiatelas con calma —le dijo, para luego llevarse a los labios el pitillo y dar una breve calada—. Pero antes de eso, aclararemos alguna cosa —echó el humo por la nariz y le miro fijamente a los ojos—. Yui tenía mucha razón cuando decía que estos meses de margen son una lanza a tu favor. No obstante, a día de hoy deben saber que hay alguien echándoles el cerco. O al menos lo sospechan. Tras una investigación tan larga, siempre surge algún imprevisto. Algún despiste o error, que les den pistas de ello.
»Sabes a quién conducen esas pistas, ¿verdad?
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Finalmente, la jounin se sacó de la manga un puñado de pergaminos —cinco, a contraposición de la cantidad de Cabezas de Dragón que componían los escaños más importantes de la mafia—. que estaban debidamente identificado con algunos nombres. Kaido ya había escuchado acerca de los primeros tres durante su primer encuentro con Hageshi. Los otros dos eran técnicamente un misterio, tanto como el de las cabezas número séis y siete, que carecían de documento.
La octava, con suerte, iba a ser suya.
No. Tenía que serlo.
—Llévatelas a casa y estúdiatelas con calma. Pero antes de eso, aclararemos alguna cosa. Yui tenía mucha razón cuando decía que estos meses de margen son una lanza a tu favor. No obstante, a día de hoy deben saber que hay alguien echándoles el cerco. O al menos lo sospechan. Tras una investigación tan larga, siempre surge algún imprevisto. Algún despiste o error, que les den pistas de ello.
»Sabes a quién conducen esas pistas, ¿verdad?
—A nosotros —respondió, mientras acercaba los pergaminos hasta él—. ¿pero acaso no lo saben ya? ¿o tu encuentro con Katame, y Uchiha Zaide —la lengua le quemó. Ese apellido venía siendo bastante tabú después del examen—. no reveló el interés de Amegakure en desarticularlos.
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26/09/2018, 01:16
(Última modificación: 26/09/2018, 01:54 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
Hageshi sonrió, y su boca se ensanchó tanto que terminó por escapársele una risa aguda y divertida. Era la primera vez que Kaido la veía reírse, y el amejin intuyó que estaba siendo a su costa. O con algo que acababa de decir, más bien.
—No, para nada —respondió, y aún sonriendo dio una breve calada—. Mi encuentro con Uchiha Zaide y Katame fue mucho antes de que estuviesen relacionados con Dragón Rojo. De hecho, de aquella no había ni investigación —le informó.
Era algo que no le había aclarado tres meses atrás.
—Y no, Kaido, claro que nuestros errores no los llevan hasta nosotros. Eso sería estúpido. —Kaido se dio cuenta de que pronunciaba la palabra error de un modo peculiar, y que la comisura de sus labios se torcía en una especie de sonrisa tras decirla—. Las pistas, Kaido, conducen a las ratas uzujines. Un desliz aquí y allá, tan pequeño que pudo pasarles inadvertido, pero lo suficiente como para que, de verlo, se crean lo suficientemente inteligentes como para intuir que se trata de Uzu.
Esa era la clave en una pista falsa. No tenía que ser demasiado obvia, ni sencilla, sino justamente lo contrario. Tenía que poner a prueba la mente e inteligencia del adversario para que, una vez rompiese el puzle, creyese que era por mérito propio y no algo orquestado de antemano.
—Además, son la Villa más cercana. Tiene sentido que les pidiesen ayuda a ellos y no a nosotros. —Salvo si eran inteligentes, como lo habían demostrado, y querían las cosas bien hechas.
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Kaido, en una sola intervención, había cometido dos errores:
El primero, en condicionar aquella aventura de Hageshi con Katame y Uchiha Zaide a una época en la que Dragón Rojo no formaba parte de sus vidas. Y el segundo, en creer que Amegakure podía ser tan estúpida como para dejarse pistas que revelasen sus intenciones durante el proceso, o al menos de forma accidental.
Ahora, cuando un error era intencional, la cosa tomaba otro color. Equivocarse dejaba de ser un infortunio y pasaba a formar parte de un objetivo mayor. De una desviación trabajada.
Bien le hacía honor a su Aldea aquel dicho que decía que Amegakure no debía preocuparse por borrar su rastro. La lluvia lo hacía desaparecer todo. Y cuando no, pues...
se encargaban de que ese rastro no les llevase hasta ellos.
Kaido abrió los párpados, atónito y perplejo. Era una jugada maestra. Un movimiento digno de un verdadero estratega. Hageshi, y la operación que involucraba la investigación a Dragón Rojo se había encargado de ir envenenando a Uzushio con pequeños bocadillos en el proceso, desviando toda la atención de ellos y haciendo que sus nuevos movimientos contra la mafia pasaran totalmente desapercibidos. Nadie iba a sospechar de Amegakure, cuando todo embocaba en el país de la Espiral.
Con ese panorama, sus probabilidades de éxito aumentaban considerablemente. Matar a Katame no sería su estigma, después de todo.
—Tiene sentido, mucho sentido —repitió, lacónico, y con una media sonrisa que demostraba su impresión—. ¿existe alguna posibilidad de que Uzushio se esté moviendo contra Dragón Rojo por su cuenta?
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Hageshi torció ligeramente la cabeza.
—No tenemos constancia de ello —respondió—. El Daimyo no va a pagar dos veces por el mismo trabajo, por muy forrado que esté, y Dragón Rojo siempre tuvo mucho cuidado de no meter sus narices en los países con Aldeas Ocultas. Si están tras ellos, es por su propia cuenta y por algo personal.
Dio una calada, y una sonrisa traviesa volvió a formarse en su rostro.
—Y nos ha tocado la jodida lotería, Kaido, porque según nuestras últimas informaciones, tienen algo muy personal por lo que podrían ir tras ellos. No sabemos si están yendo a por ellos o no, pero sí que tienen un motivo. Y, lo más importante y que verdaderamente importa, que Dragón Rojo lo sabe.
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—No tenemos constancia de ello —respondió ella, y Kaido ladeó la cabeza un poco, mientras paseaba su mirada por cada uno de los nombres de los pergaminos que bien habían quedado en un segundo plano—. El Daimyo no va a pagar dos veces por el mismo trabajo, por muy forrado que esté, y Dragón Rojo siempre tuvo mucho cuidado de no meter sus narices en los países con Aldeas Ocultas. Si están tras ellos, es por su propia cuenta y por algo personal.
Entonces, el humo que salió de su boca, casi que premonitorio, mostró un panorama jodidamente pintoresco para la causa.
—Y nos ha tocado la jodida lotería, Kaido, porque según nuestras últimas informaciones, tienen algo muy personal por lo que podrían ir tras ellos. No sabemos si están yendo a por ellos o no, pero sí que tienen un motivo. Y, lo más importante y que verdaderamente importa, que Dragón Rojo lo sabe.
¿Pero qué? ¿Qué sabía Dragón Rojo? ¿Qué era eso tan personal que podría desencadenar que el Remolino actuase en contra de ésta organización?
—¿Y qué es? ¿un exiliado, tal vez? —dijo, dando patadas de ahogado.
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26/09/2018, 02:40
(Última modificación: 26/09/2018, 03:06 por Uchiha Datsue. Editado 2 veces en total.
Razón: Lío con quién asesinó a quién xD
)
Negó con la cabeza. Pese a que se veía trataba de disimularlo, no podía ocultar su diversión.
—¿Recuerdas tu informe? —Aquel que había hecho en su anterior misión, cuando había asesinado a Katame—. Mencionaste que Kila había averiguado para quién trabajaba Katame gracias a una amiga prostituta. Si el muy palurdo iba soltando cosas así de manera tan fácil… ¿qué otras cosas no habría contado?
Katame, sin ningún tipo de duda, era el mayor bocazas que Dragón Rojo había tenido en su corta historia. Gracias a él —incluso de muerto— había averiguado más sobre la organización que en todos los meses anteriores en los que había estado investigando. Parte de los escritos que había entregado a Kaido, de hecho, era gracias a su lengua suelta.
Los Dioses habían sido crueles al permitir que el Tiburón se cobrase a su presa, porque quizá ya ahora estaría toda la banda desmantelada. Pero un ninja no trabajaba con posibilidades ni sueños, sino con información. Y Kaido, pese a que no se hubiese dado cuenta en el momento, había dejado varios hilos de los que tirar.
Y uno de ellos era, precisamente, la prostituta.
—Envié a un ninja a dicho prostíbulo para que le hiciese un interrogatorio a fondo. —Pese a que trataba de contenerla, su sonrisa felina se iba ensanchando más y más—. Oh, y no veas como ese zorro cantaba cuando estaba bajo las sábanas. Al parecer, aseguró que Zaide había matado a Hayai, un Cabeza de Dragón, en una batalla en las Montañas de la Tierra, en Descenso. Y que una mujer había asesinado a Cuatro, otro Cabeza de Dragón, en esa misma batalla. Que él había matado a Zaide, consiguiendo así el derecho a pertenecer a la banda... —La regla era de lo más sencilla: para ser un Cabeza de Dragón, antes debías asesinar a otra Cabeza. Eso, o ejecutar al asesino de un antiguo Cabeza de Dragón, como había sido el caso de Katame. Pues Zaide, como ya se había mencionado, había asesinado a Hayai—. Y que Muñeca había acabado con la mujer y la cría.
Dio una honda calada, dejando que Kaido asimilase toda aquella información. Sabía que, si no se estaba metido de lleno en la historia, como ella ya lo estaba, podía resultar algo confuso al principio.
—Y aquí viene lo mejor, Kaido —aseguró, con una sonrisa torcida—. La mujer y la chica… Eran una chunin y una genin de Uzushiogakure no Sato. Sakamoto Nagisa y Sakamoto Koko. —No, no tenían un exiliado, como había aventurado Kaido. Tenían algo mejor: una jodida venganza.
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Oh, por supuesto que recordaba ese informe. Había pensado largo y tendido durante horas y horas el qué escribir en ese jodido papel. Y de cómo escribirlo, también, para que no pensasen que un puto genin con destellos de grandilocuencia quería tomarles el pelo. Para entonces, había sido una experiencia tan surreal que había puesto énfasis en hacer de su reporte algo creíble, sin omisión de detalles, aunque él no los creyese importantes.
Había hecho bien ahora que Hageshi se lo confirmaba. Porque fue gracias a uno de esos detalles, tan nimio y revelador a partes iguales, que Amegakure pudo encontrar una fuente de información verídica y fiable.
Dicen que los hombres son un libro abierto después del sexo. Que el pitillo de después siempre venía implícito con la necesidad de contar tus cosas a alguien. Para un hombre tan solitario como Katame, con tantos enemigos a su alrededor, aquella mujer de turno suponía ser su diván personal para descargar sus problemas existenciales. O, quizás, era más simple, y sólo buscaba impresionarlas con su vida llena de peligros.
Fuera como fuera, el extinto Dragón le contó todo a esa prostituta. O al menos, una gran parte.
Ahora la supuesta muerte de Hayai y Cuatro cogía sentido. Había sido confirmada. De hecho, todo supuso ser una cadena de acontecimientos que acabaron con él, Katame, convirtiéndose en una Cabeza de Dragón. Uchiha Zaide a Hayai, Katame a Zaide. Una mujer a cuatro, y muñeca a esa misma mujer, que presumiblemente estaba acompañada por otra.
Pero lo más importante de toda aquella historia, que se había vendido a función cerrada ante los ojos de un Kaido expectante y con los pelos de punta, yacía en el último detalle revelado.
En que aquellas dos mujeres respondían a un nombre, que ahora en el olvido; carecía de importancia. Lo que realmente importaba era su procedencia. Esa era la razón tan personal de la que hablaba Hageshi.
Esas mujeres eran miembros de Uzhiogakure no Satou.
—Mierda —no se lo veía venir. Nada de aquello—. pues si no han movido ficha contra ellos es que son unos jodidos pajoleros. Aunque eso nos beneficia a nosotros, ¿no? mantiene la expectativa de Dragón Rojo a que esas ratas quieran vengar a sus ninja.
Kaido lució meditabundo, en silencio, durante un par de segundos. Luego alzó la mirada.
—Entonces, aprovechamos que el ojo de mira está puesta en otro lado. ¿Damos el golpe final nosotros, desde dentro? ¿o pretendes seguir jugando con el Dragón?
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Por supuesto que aquello les beneficiaba. Distraía la atención que podía haber sobre ellos, y potenciaba las pistas falsas que habían ido plantando con mimo y cuidado. Por eso Hageshi estaba tan contenta.
—No, basta de jugar al escondite y pilla-pilla. Los quiero a todos muertos, Kaido. A todos —aseveró—. Tu objetivo es claro: averiguar dónde se esconde cada uno de ellos, para así nosotros hacer un ataque conjunto y a la misma vez. Tendremos que decidir alguna forma para mantener el contacto.
»¿Conoces el Gentōshin no Jutsu?
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Kaido asintió. Primero, porque le había quedado clarísimo que Hageshi —y por tanto, Yui—. estaban hartas de perseguir la cola de esos cabrones. Ésta era la oportunidad perfecta para eliminarlos a todos y cada uno de ellos, al mismo tiempo. ¿El cómo? pues eso dependía total y estrictamente de Kaido, de su inmersión en el corazón de la organización y del cómo fuera a manejar él la puesta de la inteligencia que fuera recogiendo en su turbulento trayecto de exiliado.
No iba a ser sencillo, de todos modos. No sólo por el contexto de la misión —mantener un subterfugio era una tarea para aquellos que se saben inquebrantables ante las mayores adversidades—. sino también por la dificultad de un movimiento conjunto como el que quería hacer Hageshi.
Los dragones, bestias míticas y extintas; no actuaban como enjambre. Estas cabezas estaban esparcidas por Oonindo, actuando según sus propios intereses y con esfuerzos individuales. Establecer un patrón en el que todos y cada uno de ellos tuviera una locación exacta a la que poder atacar al unísono, era desde luego una tarea titánica.
Pero él estaba convencido. Lo iba a conseguir.
—Lo conozco, eso soluciona el tema del contacto. Ahora, la parte difícil está en reunir esa cantidad de inteligencia sin que algún reporte previo se pueda comprometer mientras reúno los esfuerzos por desvelar la locación de algún otro miembro. Tenemos que tener un tiempo estimado de acción. Son siete jodidas cabezas...
Su vista volvió a los pergaminos, una vez más.
—¿Cuál de estos es el más accesible, a priori? —indagó.
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—Kyūtsuki y Shaneji —respondió—. Escuchamos rumores de que ella se encuentra en Inaka, en el País del Viento, aunque no sabemos con qué propósito. Y Shaneji, en las Villa de las Aguas Termales del País del Rayo. Esas serán tus mejores bazas —le aseguró—. Ryū y Muñeca se encuentran, según nuestros últimos informes, en el País del Agua. Probablemente también Otohime, aunque de ella hace tiempo no escuchamos nada.
Aplastó el cigarrillo con el cenicero y se levantó.
—Hagamos una cosa: lee los informes con calma, y ven a verme mañana por la mañana. Seguiremos debatiendo sobre el mejor camino una vez te hayas puesto al día.
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Las primeras pistas salieron finalmente a flote, o al menos las más verídicas. Kyūtsuki y Shaneji habían sido avistados. Uno en Inaka, fraguando quién sabe qué clase de negocios turbios con la gente del Desierto, y el último en el otro jodido extremo de Ōnindo, merodeando por Kaminari no kuni.
Los otros tres, presumiblemente en su guarida principal, allá en Hibakari.
Kaido chasqueó la lengua.
«Bien, eso reduce ligeramente la dificultad de la misión. Cinco de los siete tienen una locación estimada, sólo es cuestión de confirmarlas todas de un tirón. Lo cojonudo está en dar con esos dos putos fantasmas que aún no tienen rostro ni nombre. Tocará sacárselo a alguno de esos cabrones, no hay de otra»
Su introspección fue interrumpida por Hageshi, que entendió que era hora de que Kaido se sumergiera finalmente en toda la información recolectada para así conocer a fondo el océano al que estaba apunto de arrojarse de cabeza.
—Vale, lo tendré todo estudiado para mañana —aseguró, mientras guardaba los pergaminos y se levantaba de su sofá—. nos vemos, Hageshi-san.
. . .
Llevaba alrededor de media hora tratando de discernir por dónde empezar. A pesar de que Hageshi se lo había dicho ya, él tenía que luchar primero con la insaciable curiosidad que le encomendaba a abrir primero el de Ryū, o el de Otohime. Pero logró contener sus instintos, y tomó finalmente otro pergamino desenrrollándolo en el acto.
Shaneji había sido el elegido. ¿Quién era la primera cabeza de dragón?
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