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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
¿Alguna vez han visto un aguacate en armonía en un frutero lleno de uvas? no, la respuesta es no. ¿Y saben por qué? porque no encajan, son frutas ambas, pero no puto encajan. ¿Qué vas a combinar con sendas frutas? NADA. Así de sencillo, así de simple. Aguacates y uvas no. Las pones en distintos fruteros, o en distintos platos, y punto. Asunto solucionado.

¿A dónde quiero llevar con eso? Pues muy sencillo también...

Si tienes a un shinobi o aldeano de un País donde la lluvia casi es inexistente, o por lo menos no demasiado constante, y lo metes en una villa donde no para la lluvia ni un sólo segundo de su existencia, ¿qué sucede?. Pues exactamente lo mismo que con las uvas y el aguacate, que no encajan. NO encajan.

Hayato llevaba ya demasiadas horas en remojo, literal. Desde que había llegado a esa villa llamada Amegakure, percibía que el nombre no podría ser más correcto para un lugar que ese. Todo el santo día empapado... ¿cómo hacían los residentes de ésta villa para soportar esa demente situación? Así estaban casi todos, como cabras.

Bueno, voy a pillar un paraguas o algo, porque si ésto se alarga mucho, va a ser un coñazo de aupa. —Se dijo a sí mismo, en lo que caminaba por las calles de la villa.

No tardó en ver una pequeña tienda, en la que parecían haber todo tipo de paraguas. Un negocio seguramente en auge, pues nunca iba a sobrar uno de esos artilugios en un lugar como ese. Curioso y desdichado, el Senju se acercó y comenzó a comparar precios, buscando algo que no fuese muy caro, pero que tuviese cierta calidad. Después de todo, no quería que se le rompiese en unos minutos.
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#2
Si, notar a aquel aguacate entre tanta uva era casi evidente. Ni siquiera era por su placa en la frente que básicamente decía "soy un aguacate", sino que se le notaba por como actuaba dentro de ese lugar. Y nadie lo podía culpar, casi que a todos los foráneos se les notaba extraños allí dentro. Algunos menos molestos con la lluvia, otros más... perdón, molestos con las uvas. Lo que si se le notaba a este aguacate es que era más agua que cate y parecía necesitar con urgencia protegerse de eso.

Y es ahí donde entran los más avispados.

Lluvia. Que sorpresa, ¿no? — Iba a escuchar Siete detrás suyo.

Si este se daría vuelta, vería bajó una capucha la sonrisa de un treintañero castaño, con una evidente falta de bello facial y de unos atrapantes ojos azules oscuros. Flacucho y algo alto, sin duda más alto que Hayato.

Parece que las gotas ya te están atravesando. — Rio sin disimulo y exageradamente. Aunque eran físicamente parecidos, no podía pasar por alto el hacer esa broma.

Se puso a un lado del Senju y, mientras tomaba un paraguas, colocaba la otra mano en la espalda del muchacho, como si lo conociera de toda la vida.

Mira, este te puede venir bien. — Le mostraba de frente el paraguas para que este lo recogiera y lo viera mejor.

El paraguas era uno plegable, de esos que te son cómodos de llevar y los puedes guardar en cualquier lado. Si sacaba el forro que tenía encima, notaría que era de un color amarillo liso. Y, si llegaba al punto de abrirlo, notaría que podía ser un poco endeble pero cumplidor.
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#3
Revisando entre los paraguas, la sombrillas y los engendros que iban más tirando a simples plásticos adornados con metal, el chico se distrajo lo suficiente como para no darse cuenta de que un tipo se había acercado sigilosamente hasta él. Alarmó al chico con un comentario de lo más curioso para iniciar una conversación, e hizo con eso mismo que el chico casi diese un brinco. El tipo, hasta más alto que Hayato, y de al menos diez años más, comentó que las gotas ya parecían haber calado. La verdad, razón no le faltaba. La lluvia había calado ya hasta en los huesos. Con ello, rio con su propia ironía, en una espeluznante sonrisa.

Con parsimonia, el tipo agarró un paraguas de esos que parecían para personas pequeñas, de los que van plegados y se estiran rápidamente. Con el paraguas entre manos, tomó las confianzas de posar su otra mano sobre la espalda del Senju, en lo que le seducía con la idea de tomar ese paraguas. El chico no pudo evitar mostrar un tanto de desconfianza, o más bien de recelo a las confianzas que el tipo se había tomado.

«¿Acaso se toman esas confianzas con todo extranjero por aquí? ¿O simplemente es el vendedor y quiere engatusarme para que le compre éste?.»

Observó por un instante el susodicho paraguas, mas no tardó en apartarse un poco —lo suficiente para evitar el contacto físico— y tomar otro de un paragüeros cercano. Éste lucía mucho más robusto, de madera negra y de una tela rojiza bien engarzada a una base metálica. —Lo siento, pero creo que éste es mejor. Además, vale casi la mitad que ese, y parece más resistente. —Contestó, intentando ser políticamente amable. Después de todo, no era más que un extranjero en esas tierras mojadas.

»¿Es usted el dueño de la tienda?
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#4
El uzujin no parecía estar muy a gusto con la calidez que intentaba brindarle el hombre. De hecho, rechazó la oferta que este le había ofrecido, yendo a buscar un paraguas que le llamo mucho más la atención. No era solo el aspecto y la solidez, sino que argumentaba que estaba mucho más barato que el artilugio amarillo que sostenía el hombre.

Metió el paraguas amarillo en el forro y lo dejó apoyado cerca.

Entre muchas otras cosas. Si. — Afirmó ser el dueño, bastante seguro de lo que decía.

El vendedor no se molestó en mostrarle una amplia sonrisa al muchacho. Se acercó al chico y vio el paraguas de cerca. Está vez no hubo contacto físico, ni siquiera quiso tocar la mercancía que estaba vendiendo.

Bien, si puedes cargarlo y tienes el dinero, es tuyo — La sonrisa del hombre desbordaba amabilidad. Quizá demasiada. — ¿Seguro que deseas comprar este paraguas? Debo saber que estés seguro porque no hay devoluciones.

Si a él le gustaba y sentía que era mejor, ¿qué podía hacer el mercader? Después de todo, el cliente siempre tiene la razón ¿No?
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#5
El hombre no intentó de convencer en primer instancia al chico sobre el artilugio amarillo, y hasta lo volvió a meter en un forro y lo dejó apoyado justo donde había estado antes. Tras ello, contestó que era el dueño de la tienda, entre otras cosas. Ésto no llegó a extrañar demasiado a Siete, pues él mismo era shinobi y otras muchas cosas; como dueño de un local, ex-vendedor de opio, miembro de una banda...

Entiendo.

El hombre, deshizo su sonrisa y se acercó al chico, observando el paraguas que llevaba, el que afirmaba querer comprar. Tras unos instantes de observación meticulosa, volvió a retomar esa amable sonrisa, y confirmó que si podía cargarlo y tenía el dinero, entonces era suyo. Hayato volvió a observar el susodicho paraguas, y estaba completamente seguro. Volvió su mirada al hombre, y éste volvió a insistir. No había devoluciones, era la política de la tienda. Pero a decir verdad, era la política de muchas tiendas, no solo de ésta.

Sí, prefiero éste, señor. —Confirmó en lo que sacaba la cartera, y de ésta un par de billetes. —Aquí tiene.

¿Qué más añadir? Parecía todo estar correcto, y hasta parecía un buen negocio. Bueno, un buen negocio para el hombre, pues para el Senju era un gasto totalmente lacroso. No había nada que le molestase más al Senju que gastar en vano, y más cuando ese paraguas iba a tener menos uso que un Kusajin en un romance. Si el hombre daba su beneplácito, el trueque habría terminado. De ser otra urbe, de seguro Siete habría intentado regatear el precio. Pero no en ésta urbe, ni en ésta situación diplomática que traía consigo.

Ahora solo quedaba esperar al Uzukage, que tras la reunión había ido a hablar con sus amigotes, dejándolo de lado. Tan solo esperaba que no le metiesen una de esas mariposas por donde nunca le da el sol.
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#6
El hombre tomó el dinero delicadamente y lo revisó bien, fijándose que esté todo en orden.

Bien. Perfecto. — Guardó el dinero en su billetera y se quedó sonriéndole.

Antes de que el Senju se retire, el hombre cogió la delantera con sutileza.

Y ya sabes donde venir a comprar si vuelves por estas tierras, kusajin. — Miró para afuera de la tienda, notando algo. —Oh, necesito cambiar un cartel de afuera. Ya vuelvo

Abrió la puerta y salió, pasando por al lado de un señor canoso y robusto que estaba entrando por la tienda. Por poco no bloqueaba por completo la puerta del local. Se le notaba que había ido con prisa y algo agitado.

¿Qué tal? — Sonrió y salió sin más.

El canoso lo vio de arriba abajo, viendo que el tipo no tenga nada raro. Lo dejó ir sin más, pues no le vio nada sospechoso. Luego volteó al shinobi, sonriendo cálidamente como podía, ya que parecía estar algo cansado.

Disculpa las molestias, hubo una urgencia a pocos locales de aquí. Se quedaron sin papel higiénico y yo sé lo frustrante que es eso. JA. Entre comerciantes nos ayudamos.

Se acercó al muchacho y vio como sostenía el objeto.

Veo que te interesa ese paraguas ¡Pero tenemos muchos modelos que puedes ver sin apuros!

El pobre viejo sonreía, mientras que, si Hayato miraba para afuera, notaría que el hombre de la capucha se había ido por unas calles, donde había algo de gente. Esa, en específico, iba en dirección al Distrito Comercial.
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#7
El tipo seguía sentándosele un tanto extraño, por no decir mucho. Y por más que trataba de entenderlo, el Uzujin se hallaba aún más perdido. No tenía ni la más remota idea sobre de qué palo iba ese tipo, pintoresco y sonriente. Aceptó el dinero, y en vez de guardarlo donde debía: en la caja; el tipo sacó su billetera y se lo guardó, un detalle de lo más singular y extraño. En todo establecimiento hay cajas registradoras, o al menos una caja fuerte o un mero cubo donde dejar todo el ingreso para poder sacar números al final de la jornada. Además, ¿acaso no necesitaba de una para después tener cambio en otras compras?.

«Qué extraño...»

Para rematar la faena, cuando el tipo volvió a hablar trató a Siete de kusajin. De KUSAJIN. ¿¡DE KUSAJIN!?

«¿¿¡¡EN SERIOOOOO!!??»

Pero antes de que Hayato blasfemase en las tetas de Amateratsu, en la golondrina de Kami-sama, o en la coronilla de Buda, el tipo pareció de percatarse de algo fuera y sentenció que tenía que cambiar un cartel fuera. El tipo tenía que cambiar un cartel de fuera, y se marchaba sin siquiera pillar un rotulador, o alguna herramienta o papel nuevo. Era el colmo de los colmos, ¿en qué leches pensaba ese tipo tan raro?.

El hombre apresuró su paso, incluso más que hayato, y antes de salir se topó con un hombre canoso y robusto, con el cuál intentó pasar a su lado. Y de nuevo, un detalle de lo más extraño, un saludo con desdén. Ni se molestaba en decirle que esperase un momento en lo que cambiaba el cartel, o simplemente le decía que enseguida le atendía, o algo... ¿Acaso no era otro cliente?.

El Senju ni se lo pensó, en su vida le habían engañado mil veces. Y había logrado identificar otras muchas antes de que le pillasen. Después de todo, era un negociador nato, y su turbio negocio había tenido muchos problemas iniciales, y no tan iniciales. Apenas estuvo el supuesto dueño de la tienda pasando al lado del canoso, Hayato aceleró el paso bruscamente. El recién llegado comenzó disculpándose, adjuntando que hubo una emergencia. Y no le hicieron falta muchas más palabras, apresuró a sostener el paraguas entre el brazo y el torso en lo que corría hasta el umbral de la puerta, enlazando un único sello. Un torrente de fuego saldría desde el suelo buscando cercar rápidamente al supuesto dueño de la tienda, el cuál estaría tratando de alejarse furtivamente en vez de cambiar el cartel.

No habría tiempo para que ese hombre se escapase, el Senju estuvo alerta por tanta extraña actitud, y tampoco es que hubiese estado muy alejado de la puerta. El trámite había acabado con el supuesto dueño, no tenía más razones para deambular dentro.


[

¤ Katon: Hibashiri
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#8
«Bien. Ya debo irme de este lugar asqueroso, no quiero seguir levantar la perdiz.»

¡¿Pero qué haces?! ¡Debes pagar eso! — Dijo el hombre al verse interrumpido por el shinobi.

No tuvo que escuchar mucho más para que el ladrón se de vuelta y note que no todo iba tan bien allá atrás. Quizás había subestimado de más a ese "kusajin". Una técnica de fuego hizo un camino desde la entrada de la tienda hacia el de capucha, dejándole claras las intenciones que tenía y que ya lo habían descubierto. Cuando quiso empezar a esprintar, el fuego lo detuvo. Toda la gente alrededor se alejaba y miraba el muro de fuego. No iba a poder salir de ahí sin hacerse un poco de daño...

Eres mentiroso. Tienes cara de tonto pero no lo eres.

... o eso parecía.

Todos podemos guardar sorpresas.

Después de unos sellos, un chorro de agua salió de su boca y chocó contra la barrera de fuego, formando una leve nube de vapor en el ambiente. Nube, que fue rápidamente dispersada y atravesada por un destello verde. En cuestión de un instante, el individuo había avanzando muchísimos metros sin casi esfuerzo. Luego dio un salto, necesitando solo correr un poco por la pared para llegar a uno de los techos.

Que mierda.

En la esquina contraria donde estaba sucediendo la acción, Jun solo vio como el hombre estaba escapando de una situación comprometida. Solo acertó a seguirle con la vista, pues las alturas no eran su fuerte. Se quedó localizándolo por tierra y viendo que no se escape por ningún lado de allí.
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#9
El Senju pudo observar entre gritos y sorpresa que la técnica realizada surtía efecto, incluso con la lluvia que comprometía la integridad fisiológica de la misma. Pero su respiro no tardó demasiado en ahogarse de nuevo, pues en un cerrar y abrir de ojos la situación volvió a torcerse. El tipo al que había encerrado realizó unos sellos, y con ello escupió una vorágine de agua que culminó con parte del muro ígneo. ¡PLUF!. Una intensa bocanada de vapor cubrió la zona, y de entre todo el vapor un rayo verde atravesó el lugar, cual tigre agazapado salta sobre su presa. Solo que en éste caso, el tigre huía de un tiranosaurio. Con el dinero no se juega.

¡La puta madre...! —Escupió, en lo que reanudaba la carrera.

Antes siquiera de dar dos o tres pasos, lanzó el paraguas hacia el dependiente. Si tan solo hubiese puesto un miserable cartel, todo ésto no habría pasado... —¡Enseguida vuelvo!

Dio un brinco, intentando recortar las distancias, buscando no dejar escapar a ese miserable ladronzuelo. ¿Quién se lo iba a decir?. La de veces que había sido acusado de éste tipo de vandalismos en Uzushiogakure —y sin serlo—, y a la primera de cambio era él la victima del vandalismo en Amegakure. Ironías de la vida, ¿no?.

¡LADRONZUELOHIJUEPUTA! ¡PARA DE UNA PUTA VEZ! —Vociferaba el Senju en lo que perseguía el rastro de la sucia rata.



Siento no haber posteado antes, pero no andaba muy cómodo sentado al ordenador tras la operación. Prometo llevar ritmo ya.
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#10
Como era de esperarse de un shinobi, y más de uno como Hayato que vela por su bien monetario, salió despedido para buscar al beligerante. Este se imaginó que luego de su intento de escape el uzujin iba a dejar de seguirle, después de todo no era una barbaridad de dinero el que le había robado. Pero un grito a toda rosca le hizo preocuparse. Quizá podía encargarse o huir de un solo ninja, pero le daba miedo que alerte a otros que estén circulando la zona.

Cierra un poco el hocico. — Musitó para sí mismo, sin siquiera a atinar a verlo detrás suyo.

Varios civiles giraron su vista hacia la altura, viendo de lejos la acción. Sin embargo, eran unos muy pocos los que fueron a buscar ayuda. Tarde o temprano podía caer ayuda para detener al ladrón, fue muy atrevido cometer ese delito en esa parte de la aldea y, para colmo, a un ninja. Por el momento, solo el Senju era el que estaba persiguiéndolo.

No era mucho más veloz que su persecutor, pero se le notaba con una cierta habilidad moviéndose de un lado a otro.
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#11
En lo que corría tras el tipo con ganas de buscar follón, no podía hacer más que pensar en una estrategia eficaz y no arriesgada por detenerlo. Pero por su cabeza nada más que pasaban ideas de calcinarlo, prenderle fuego a algo y que le cayese encima, o bien simplemente volar por los aires el suelo que pisara. Pero si fallaba el golpe por culpa del agetreo, o bien el disparo de fuego se desviaba un poco y dañaba de más a ese tipo u a otra persona...

«¿¡MALDITA SEA!? ¿¡A ESTE RITMO SE ME ESCAPA!?»

Pero momentáneamente le vislumbró una idea que le pareció simplemente brillante. Una idea que por su sencillez y originalidad podía tener un efecto perfecto, y sin riesgo de dañar de más. Aunque era evidente, que un mínimo de daño merecía recibir a cambio de toda ésta situación. Así pues, Hayato continuó la frenética carrera tras el ladrón, tanto como podía, en lo que realizaba un sencillo nudo en uno de sus shurikens. De inmediato, lanzaría el shuriken, descaradamente por el flanco derecho del ladrón, en lo que casi parecía una parábola. Pero esa parábola era totalmente imposible, pasaba casi a un metro de distancia y viajando hacia el horizonte. O eso podía parecer a simple vista...

Unos cuantos metros de hilo shinobi ataviaban al metal con la posibilidad de sorprender al ladronzuelo envolviéndolo, puesto que al llegar a su máxima distancia y con el arco de trayectoria que llevaba, terminaría por al menos enredarse en las piernas o cintura del tipo. Tan solo esperaba que no fallase la estrategia, pues lo siguiente ya sería meterle fuego en el culo, como mínimo.

¡LADRONZUELO! ¡DEJA DE CORRER! —Bramó de nuevo.

Sabía que no le iba a hacer caso, por más que gritase. Pero en realidad no era la verdadera intención, tan solo quería que más gente viese el espectáculo, y algún otro shinobi terminase ayudando en la captura de ese criminal de tres al cuarto.
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#12
La confianza puede jugar malas pasadas, el hecho de no prestarle atención a la persona que le estaba dando caza fue un error muy grande. Ni por asomo pensó que ese shinobi podía llegar a alcanzarle. Estaba preparado para recibir todo tipo de ataque, sobre todo si era de algo que ya había mostrado como un Katon. Pero no se esperó que un simple hilo con un kunai sea el culpable de detenerlo.

¡Mierda!

Tal como planeó el uzujin, el hilo lo engancho de la cintura del ladrón. Tropezó, sin llegar a caerse ya que su reacción lo hizo agarrarse del mismo hilo que lo atrapó. De hecho, empezó a hacer fuerza hacia él, buscando acercar al ninja.

Niño, deja de molestar ya ¿Quieres tu dinero? Si quieres te lo doy, pero deja de gritar como imbécil. — Decía mientras miraba de reojo hacia sus alrededores.

Parecía tener más miedo que le atrapen de que tener que devolver una sola parte de lo que había robado ese día.
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#13
El tipejo pareció caer en su trampa, confiado o simplemente carente de conocimiento sobre esa estrategia. Fuese como fuese, lo que estaba claro es que había tropezado y parecía estar a merced del Uzujin. Se quejó en vano, y trató de hacer fuerza en pos de aproximarse hasta el mismo. En última instancia, incluso inquirió que dejase de gritar, y que incluso le devolvería el dinero. La verdad, sí. Claramente quería el dinero, de lo contrario nunca habría empezado semejante carrera persecutoria...

Le costaba horrores hacer fuerza suficiente como para compensar al de su antagonista, pero eso era algo que jamás reconocería. —Ya estás tardando en soltar la pasta, ¡joputa!.

En realidad, las miradas ya seguramente estaban sobre ellos. Para nada era algo común, o eso esperaba el de Uzu. Ahora solo faltaba que esa presión hiciese de verdad mella en ese ladrón, y terminase soltando el dinero que había robado. Hayato no se rendiría hasta lograrlo, o hasta caer inconsciente. No, Hayato no era una de esas personas a las que le sacas ryos y se queda tan tranquilo.

¡Y mas te vale que no falte un solo ryo!. —Bramó de nuevo.
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#14
Había que admitir que Siete aprovechó muy bien la situación y pudo poner contra la espada y la pared al ladrón con sus gritos, además de luego atraparlo. Pero, la actitud que tomó luego de eso, no le gustó nada al hombre.

Eh eh, te me tranquilizas un poco. — Le miró frunciendo el ceño mientras de su bolsillo sacaba su billetera. —Tienes suerte que no me defiendo.

Al tipo se le veía seguro y sin miedo frente al ninja, incluso la tranquilidad del hombre solo estaba invadida por una cierta impotencia y enojo. Sacó los ryo y le extendió la mano.

Y que no te vea yendo a delatarme cabrón. Ya mucho que te estoy devolviendo esto.
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#15
El tipo se puso brabucón, comentando incluso que tenía suerte de que no se defendía. El muy cabrón, encima de que robaba se iba a poner con esas formas. Y aún así, terminó por sacar su billetera, y tomando de ésta el dinero que bien no le pertenecía. Todo parecía ir sobre ruedas, al menos por el momento, y fuese suerte o no lo que sí podía afirmar el Senju, es que había terminado saliéndose con la suya. Tomó sin reproche el dinero, y trató de desenmarañar el hilo atado al arma.

«Con el dinero no se juega. Eso está escrito en los sagrados libros... ¡VAYA QUE SÍ!»

Pero el hombro no tuvo otra cosa que decir, no tuvo una mejor idea. Inquiría ahora que no fuese a delatarle, como si tuviese ese derecho, o ese privilegio. Pero no es que lo pidiese por favor, o de buenas maneras. No, no señor. El tipo venía exigiéndolo, como un derecho intrínseco a la devolución de lo que había robado. Siete arqueó la ceja en lo que le miraba con una picaresca sonrisa.

¿Sabes? —Preguntó, sabiendo bien que el tipo no sabía por dónde iba a salir Siete. —Has devuelto los 50 ryos de la sombrilla, pero... el servicio de no delatar a ladrones cuesta otros 50 ryos.

Ahora, las tornas cambiaban.

»Cosas de negocios, ya sabes.
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