A pesar de su pensamiento sobre cómo podría desilusionar a Natsu saber que estaría solo, el joven Uchiha parecía contento por haber sido elegido como el único pupilo de la kunoichi. Era un alivio, cuanto menos, pues prefería centrarse en uno si quería realmente llegar a enseñar bien.

—¡Efectivamente! —coincidió—. Me gusta como piensas, Natsu, por eso podemos empezar hoy co-

Pero su voz se vio interrumpida por un plof. Una nube de humo apareció frente a ellos, dejando ver a un hombre de unos treinta y cinco años haciendo una reverencia.

—Buenos días, Uchiha-san, Uzumaki-san, estoy aquí para comunicarles que precisan de vuestros servicios en el edificio del Uzukage, les ruego pues que vayan hacia dicho lugar lo más presto posible.

Antes de que pudieran mediar palabra, el ninja desapareció de nuevo.

—¡Efectivamente! —coincidió—. Me gusta como piensas, Natsu, por eso podemos empezar hoy co-

Estamos ya listos para empezar aquel combate y lo cierto es que la idea de medirme ante Uzumaki Eri me fascinaba y me daba respeto a partes iguales. La única certeza de que la idea de pensar en ello no hacía más que acelerarme el pulso y la respiración. No obstante, nos vimos interrumpidos ante una inoportuna nube de humo que segundos más tarde reveló la figura de un hombre de más de 30 años, más o menos.

—Buenos días, Uchiha-san, Uzumaki-san, estoy aquí para comunicarles que precisan de vuestros servicios en el edificio del Uzukage, les ruego pues que vayan hacia dicho lugar lo más presto posible.

Tal como vino, el tipo se fue volviendo a dejarnos solos.

—Parece que nuestro combate va a tener que esperar — dije rascandome la nuca — Será mejor que vayamos a ver qué es lo que ocurre, ¿no?

«¿Se tratará de una citación de Hanabi-sama?»

Mi cabeza ya estaba dándole vueltas de lo que sea que pudiesen querer de nosotros.

—Tarde o temprano tendremos un entrenamiento, no te preocupes —confirmó ella, aunque sintiéndose agridulce por tener que aplazarla—. Vayamos, será importante.

Ambos shinobi partieron al Edificio del Uzukage sin demora, perdidos en sus pensamientos sobre el porqué habían sido llamados. A la Uzumaki le había llegado de repente aquella información. «¿Quizá una misión urgente?» Más allá de haber sido citada para encontrarse aquel día con Natsu, no había recibido más órdenes.

Una vez allí, e encontraron con un hombre mayor, de cabello cano y ataviado con ropajes chūnin. Eri se sintió el doble de confusa. ¿Y las joviales encargadas de siempre? Éste, sin embargo, estaba completamente serio, escribiendo rápidamente sobre un pergamino.

—Buenos días, mi nombre es-

—Uzumaki Eri, sí, y éste es su aprendiz, Uchiha Natsu. Ahórrese las presentaciones, conozco a todos los habitantes de esta aldea —explicó, habiéndola cortado en seco. Eri frunció la nariz a modo de desagrado. ¿Y los modales?—. Han sido llamados porque hoy era el día que se presentaban como equipo. Su número de equipo es el catorce. También tienen una misión que cumplimentar que lleva días esperando, sin embargo —aclaró su garganta—, puesto que ninguno lo sabía, pueden decidir pasarle el testigo a otro equipo, quizá alguien más... cualificado, si están de acuerdo, claro.

Eri frunció ahora ambas cejas. ¿Quién se creía aquel hombre? A pesar de ser mayor ni si quiera le superaba el rango. Giró los ojos y se dirigió a Natsu antes de contestar a aquel hombre.

—¿Estás disponible, Natsu?

— Esperaré con ansias ese entrenamiento — dije alzando el puño delante de mi con el brazo formando un ángulo de 90 grados.

Sin embargo, parecía que el tiempo apremiaba así que pusimos rumbo al edificio del Uzukage donde nos estaba esperando alguien para mandarnos una tarea importante que hacer. Urgía tanta prisa que no se descartaba que aquel mismo día conociese al Uzukage en persona, nada más y nada menos que Sarutobi Hanabi.

«Me pregunto cómo será...»

Sin embargo, en su lugar encontramos a un señor mayor con el pelo blanco, pero era un blanco distinto al mío. El suyo le delataba una presunta experiencia en la vida.

—Uzumaki Eri, sí, y éste es su aprendiz, Uchiha Natsu. Ahórrese las presentaciones, conozco a todos los habitantes de esta aldea —

Aquella primera toma de contacto con aquel hombre había sido de lo más brusca. No esperaba que nos encontrasemos ante tanta arrogancia y soberbia. Además, a juzgar por su placa, solo se trataba de un chūnin que estuviese pagando el haberse levantado con el pie izquierdo o que pagase con modales arrogantes por su frustración en la vida. Mi ceja se arqueó e incluso, creo que mis labios se torcieron.

—. Han sido llamados porque hoy era el día que se presentaban como equipo. Su número de equipo es el catorce. También tienen una misión que cumplimentar que lleva días esperando, sin embargo —aclaró su garganta—, puesto que ninguno lo sabía, pueden decidir pasarle el testigo a otro equipo, quizá alguien más... cualificado, si están de acuerdo, claro.

—¿Estás disponible, Natsu?

— ¡Por supuesto! — dije, llevado ligeramente por la euforia del momento de mi primera misión junto a mi nueva y reputada sensei.

Ante la afirmativa de su nuevo pupilo, Eri se giró al hombre y asintió con la cabeza, posando la mano frente a su escritorio y esperando por aquel ansiado pergamino que siempre daban al comienzo de las misiones.

—Está bien, que no sea porque yo no os he avisado —dijo entre dientes, buscando en uno de los cajones del escritorio un pergamino pulcramente enrollado con una C sellada para evitar su abertura indeseada—. Mucha suerte.

Eri tomó el papel y se acercó a Natsu, no sin antes dedicarle una pequeña reverencia al encargado. Ella sí tenía modales.

—A ver qué nos han encomendado...


—¿Qué opinas? —preguntó una vez leyeran ambos el pergamino.

No lo habría dudado bajo cualquier concepto. Me habría ido a una misión junto a Uzumaki Eri con los ojos cerrados fuese mi sensei o no, pero como sensei y alumno todavía lo dudé menos. Mi primera pequeña prueba como shinobi del remolino tras graduarme estaba ante mis narices y por muy dubitativo que se mostrase aquel señor no iba a hacerme retroceder.

—A ver qué nos han encomendado...

Entre las manos de la pelirroja había un pergamino en el que se relataba el objetivo por el que nos habían encomendado la misión. Lo leyó con atención y más tarde me permitió leerlo a mí. Mis manos, algo temblorosas por los nervios de la primera vez sujetaban aquel pedazo de papel. TRataba de hacerlo con firmeza.

—¿Qué opinas?

Enrollé el pergamino y se lo devolví a Eri que era quien debía guardarlo y no yo. Luego me mantuvo unos segundos en silencio, pensando antes de responder.

— Creo que huele turbio a la legua, lo que vamos a tener que descubrir es como de turbio. supongo que lo primero que me ha caído a la mente es algún tipo de... ¿mafia? que quiere tener controlado el mercado de Los Herreros, no lo sé

Pero sin lugar a dudas lo mejor iba a ser ir hacia allí y ponernos a trabajar.

Eri asentía conforme Natsu explicaba lo que él había opinado tras la lectura del pergamino. No había más información, así que su siguiente paso sería ir al sitio en cuestión para encontrar pistas. «Enzo sería nuestro primer destino...»

—Con eso en mente, creo que lo mejor es que nos preparemos y partamos lo más pronto posible hacia Los Herreros —propuso Eri, enrrollando de nuevo el pergamino para guardárselo en el portaobjetos—. ¿Nos vemos en las puertas de la aldea en una hora?

Antes de partir, sin embargo, se giró al encargado e inclinó su cabeza, a modo de despedida. Al menos ella sí tenía modales.

—Nos vemos allí. —Se despidió la joven, saliendo del edificio antes que él.


Eri se encontraba en la puerta de Uzushiogakure, con una mochila a la espalda, su chaleco que la acreditaba como jōnin de la aldea y los brazos cruzados. Esperaba a Natsu apoyada contra la pared.

Sabíamos nuestro destino pero antes de ir a ningún sitio debíamos prepararnos, tal y como estaba aconsejando la jōnin. Asentía con la cabeza puesto que, en lo personal, no tenía ni idea de los peligros que aguardaban en Los Herreros. Pese a ser parte del territorio de la espiral era un lugar en el que actualmente parecía morar algo turbio y, no era descartable que fuesen los dueños del lugar y, en lugar de encontrarnos un lugar con aliados, probablemente lo único que encontrásemos allí fuesen enemigos.

— Allí estaré lo antes posible

Al igual que Eri, hice un gesto con la cabeza, inclinándola levemente hacia el hombre que nos había dado el encargo.




Dicho y hecho, aparecí en las puertas de entrada de Uzushiogakure en la mayor brevedad posible después de pasar por casa y tomar algo de provisiones. Tampoco era mucho, pues mi trabajo en la pastelería no me daba para muchos trotes. Así que bueno, un poco de comida y algún que otro botellín de agua. Esperaba que fuese suficiente. Cuando mi vista alcanzó a ver la pelirroja alcé la mano, ladeándola de lado a lado saludandola.

— Espero que no hayas tenido que esperarme demasiado tiempo. Ya estoy listo — dije cuando me acerqué lo suficiente a su posición.

Eri levantó la mirada al escuchar la característica voz de Natsu, despagándose de la pared y alzando una mano, imitando a su pupilo.

—Tranquilo, llegué hace nada —tranquilizó la kunoichi. Luego se llevó ambas manos a la cabeza y buscó la lazada de su bandana, la cual apretó—. Bien, vayamos a Los Herreros, que si mis cálculos no me fallan, será como un día de camino —anunció, sacando un mapa del bolsillo de su chaleco—. Sin embargo, podemos tomar el tren, que está aquí cerca y tiene parada cercana allí, aunque no sé si utilizarlo sería buena idea por cómo está el asunto, ¿tú qué crees que sería lo correcto?

Si bien lo más rápido era tomar el vehículo, Eri se sentía más tranquila yendo a pie, pero quería saber lo que opinaba su nuevo aprendiz. Además, podría ser que este fuera el nuevo prodigio Uchiha y tuviera siempre la razón. «Sería como un mini-Datsue...»

Al parecer no hacía mucho que ella también había llegado, lo cual era tranquilizador. No me gustaba hacer esperar a la gente. De este modo, si no había nada más que atender ya podíamos empezar el camino en dirección hacia Los Herreros, pero la kunoichi tenía alguna que otra pregunta que hacer. concretamente me estaba preguntando o, más bien, quería saber mi opinión sobre que método de transporte usar. El clásico de ir a pie o hacer el viaje con el tren. sería la segunda opción la que nos iba a ahorrar mucho tiempo, pero al mismo tiempo podía ser la que delatase de nuestra presencia en la zona.

— Supongo que va a depender de la prisa que tengamos por llegar

En realidad si tomábamos la opción prudente al final del día estaríamos en Los Herreros y si no nos delatábamos antes de tiempo jugaríamos con esa ventaja, la cual podía dar sus frutos.

— Al final la elección la toma usted, sensei. Pero si me pide mi opinión creo que la ganancia de tiempo no es taaaaaan grande y mantener nuestro anonimato puede ser una baza que jugar a nuestro favor

A pesar de pedir su opinión, Natsu primero demostró que estaría conforme con la elección que tomara su maestra, pues era la que llevaría las riendas de la misión. No obstante, expresó su preferencia por mantenerse ocultos para poder ganar terreno en su tarea. Eri asintió ante sus palabras, satisfecha con lo escuchado.

—Bien, vamos a pie entonces, podemos empezar calentando un poco a ver cómo te mueves —sugirió la Uzumaki—. Si te cansas podemos parar a descansar, lo primero es que ambos estemos en buenas condiciones para poder llevar a cabo la misión con éxito.

Eri comenzó la primera, a un ritmo suave. Era rápida, pero lo que le interesaba allí no era demostrar su dominio por la velocidad, no. Era saber en qué condiciones físicas se encontraba Natsu.

—¡Vamos! —Animó.

—Bien, vamos a pie entonces, podemos empezar calentando un poco a ver cómo te mueves

Tras escucharme, Eri tomó la decisión de ir a pie. Parecía que mi breve análisis ante las dos opciones la habían alegrado lo cual hizo que esbozase una sonrisilla.

—. Si te cansas podemos parar a descansar, lo primero es que ambos estemos en buenas condiciones para poder llevar a cabo la misión con éxito.

— ¡Oh! espero no causar grandes demoras pero creo que podré aguantar bien el ritmo

—¡Vamos!

Asentí con la cabeza y empecé a seguir los pasos de mi sensei. el ritmo no era especialmente elevado y por el momento lo podía aguantar bastante bien.

— Estaremos muchos días fuera de la aldea, ¿verdad?

Eri sonrió ante las palabras del chico. Seguramente no se llevaban tanto en edad, pero para ella era un jovencito aún por aprender el oficio del shinobi. «Debo dejar de pensar que es como yo cuando salí de la academia...», pensaba, mientras comenzaba a correr.

Ambos habían empezado con buen pie, iban a buen ritmo y aún así no parecía faltarles el aliento para mantener una charla.

— Estaremos muchos días fuera de la aldea, ¿verdad?

—No lo sé a ciencia cierta, pero lo más probable es que sí —auguró la Uzumaki. Entre el viaje, la investigación y lo que les llevara terminar con la misión...—. Pero, ¿quién sabe? A lo mejor llegamos y besamos el señor feudal.

O eso quería pensar ella, claro.

La caminata iba a buen ritmo, podía sentirlo a medida que íbamos avanzando y el hecho de que estaba aguantando bastante bien el ritmo impuesto por la Uzumaki.

—No lo sé a ciencia cierta, pero lo más probable es que sí

La sensei confirmó los presagios. Era bueno tener conciencia de ello, pues así el hechod e estar fuera tanto tiempo iba a ser más llevadero. A ella no parecía afectarle, pues estaría acostumbrada a esas situaciones pero en mi caso iba a ser mi primera vez lejos del amparo de Uzushiogakure y aunque me sentía protegido bajo el yugo de la pelirroja era una situación nueva y, debo decir que un tanto rara. No obstante, supuse que aquello también formaba parte de mi aprendizaje como shinobi.

—. Pero, ¿quién sabe? A lo mejor llegamos y besamos el señor feudal.

— Uy... — dije, moviendo las manos en movimientos cortos y secos como haciendo ver que no me gustaba la idea — de momento prefiero completar la misión. Ya habrá tiempo para besar daimyos en el futuro

Aunque de forma breve, estallé en una risa nerviosa.

Eri soltó una carcajada. Nunca había escuchado a alguien tomarse en serio aquel dicho que solía escucharse por Ōnindo. Es cierto que no todo el mundo lo decía, pero a ella se le había pegado la costumbre a pesar de cómo estaba la situación actual.

—A ver si tenemos suerte —recalcó, justo cuando dejó de reír. Tenía que centrarse o se caería pronto por no prestar atención a sus alrededores.


Un viaje entre dos compañeros de oficio de la Villa Oculta del Remolino se encontraban cercanos a Los Herreros. El viaje había sido extrañamente tranquilo, aunque la inquietud antes de una misión azoraba a la Uzumaki, quien comenzaba a estar más alerta conforme se acercaban al lugar.

—Dime, Natsu, ¿alguna vez has estado en Los Herreros? —preguntó en voz baja. A pesar de estar todavía lejos, Eri se andaba con mil ojos.