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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#46
La chica no mudó su rostro a uno más serio ni se tensó al oír el nombre de su jefe, solo amplió su sonrisa, se levantó y junto a ella, les enseñó la palma de la mano en señal de espera. Luego se perdió en la trastienda.

Dos minutos más tarde, un hombre joven, de cabello largo y recogido en alto de color oscuro y fornido se presentó junto a la mujer. A su lado, abultaba como dos de ella. Eri sonrió ante el recién llegado.

Aquí está el jefe.

No me llames así, Tomoyo, llámame Kotetsu, llevamos un tiempo trabajando juntos —su voz era aguda, como si no pegase demasiado con su físico, sin embargo eso a Eri no le importó tanto como saber qué ocurría con los suministros—. ¿En qué puedo ayudarles?

Verá, me gustaría regalarle a mi compañero una Naginata como la que tengo yo aquí atrás —señaló su espalda—. Creada de cero, claro, para terminar su formación.

Comprendo, ustedes buscan un arma forjada de cero, ¿saben que ese tipo de encargos son más difíciles de llevar a cabo? Al igual que la suma de dinero que tendrán que abonar al final.

Somos conscientes. Además, queremos el acero con la mejor calidad posible.

Pero, ¿no se han enterado? —preguntó Kotetsu, mirando a ambos—. Los suministros de metales han sido recortados, aunque, claro, para nosotros no supone un problema... Pero al contar con menos acero de lo normal, saldrá más caro todavía.
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—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
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#47
Con una simple seña nos hizo esperar para salir en busca de Kotetsu,a lo cual regresó tras unos breves instantes.

Aquí está el jefe.

— Muchas gracias — dije para añadir posteriormente una leve reverencia con la cabeza.

Acto seguido, y tras la presentación de Kotetsu, Eri se inventó una historia para sonsacarle información al hombre. Todo indicaba que Kotetsu estaba cayendo de cuatro patas ante el engaño de la jōnin. Sacudí mis manos, tratando de negar.


— Ya te dije que no hacía falta, a ver si vas a gastarte todos tus ahorros en esto...

Y entonces llegó la gran revelación.

Pero, ¿no se han enterado? —preguntó Kotetsu, mirando a ambos—. Los suministros de metales han sido recortados, aunque, claro, para nosotros no supone un problema... Pero al contar con menos acero de lo normal, saldrá más caro todavía.

Traté de poner una cara lo más sorprendida posible, el teatro nos e me daba mal del todo.

— Disculpe que m e meta donde no me llaman, pero es que como ha insistido tanto... ¿qué ocurre con los suministros? Osea habla como si a usted no tuviese problemas y todos los demás si... De nuevo, disculpe mi atrevimiento pero es un poco raro, ¿no?

Me la jugué, pero desde mi posición de compañero novato podía hacerlo. Esperaba que me siguiese viendo tan inocente como hasta entonces y saciase mi curiosidad.
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#48

Siento muchísimo la tardanza.

Kotetsu arqueó una ceja, claramente sorprendido por el atrevimiento de su nuevo cliente. Sin embargo, no pareció importarle tanto, pues ni un poro de su piel se vio afectado por algún tipo de nervio.

Verá, sé que no es algo de lo que me sienta terriblemente orgulloso admitir, pero todos mis metales proceden de una mina lejana, y aunque tardemos más de la cuenta en hacer esos pedidos, no voy a negar que nuestro material es de buena calidad —explicó—. Cuando nos mudamos no podíamos ser capaces de pagar las cuotas de las minas locales ni cercanas, por lo que necesitamos esos suministros para poder continuar con la tienda.

La mujer asintió, confirmando lo que su jefe parecía estar confiándoles.

Entonces, ¿de dónde vienen sus suministros? —inquirió la otra kunoichi—. Si puedo preguntar.

Del Valle de Unrakyo.

Gracias, señor Kotetsu, lo tendremos en cuenta —Eri hizo una leve inclinación de cabeza—. Mi compañero y yo nos sumergiremos en un debate y veremos si su acero cumple con lo que buscamos, gracias de nuevo por su ayuda y hospitalidad.

Si Natsu no tenía nada más que decir, Eri saldría por la puerta y le esperaría para ir al segundo lugar. No parecían mentir y se veía bastante honesto, por lo que prefería ir a interrogar al otro sospechoso.
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#49
Verá, sé que no es algo de lo que me sienta terriblemente orgulloso admitir, pero todos mis metales proceden de una mina lejana, y aunque tardemos más de la cuenta en hacer esos pedidos, no voy a negar que nuestro material es de buena calidad

En mi cabeza seguía sonando algo extraño. Es decir, muy malo tenía que ser el acero de las minas de la zona para tener que irse tan lejos a buscar uno bueno. Salvo que... bueno, el negocio de las minas locales estuviese alterado por manos un poco cuestionables.

. Cuando nos mudamos no podíamos ser capaces de pagar las cuotas de las minas locales ni cercanas, por lo que necesitamos esos suministros para poder continuar con la tienda.

Una respuesta así fue lo que me imaginaba. No podía ser tan terrorífico el acero de la zona. Se puede decir que tenía cierta fama. Incluso a mí me habían llegado voces en Uzushiogakure. Estábamos ante una situación un tanto peculiar.

Entonces, ¿de dónde vienen sus suministros?

Eri se adelantó a mis pensamientos. Es posible que aquella velocidad se la diese la experiencia real en al que me sacaba una clara ventaja.

Del Valle de Unrakyo.

Gracias, señor Kotetsu, lo tendremos en cuenta —Eri hizo una leve inclinación de cabeza—. Mi compañero y yo nos sumergiremos en un debate y veremos si su acero cumple con lo que buscamos, gracias de nuevo por su ayuda y hospitalidad.


Yo también hice una reverencia y luego un ademán con la mano para despedirme y seguir a mi sensei hasta el exterior.

— No parece que vayamos a sacar mucho de Kotetsu, pero... Me pregunto cuánto de caro será el acero de las minas de la zona para que una herrería tenga que irse hasta la otra punta de Ōnindo. Hay que pararles los pies a esos cabrones, sensei

Sentía rabia y así lo podría percibir Eri si miraba a mi puño, apoyado sobre el costado de mi cuerpo, apretándose hasta tal punto que los nudillos se tornaron de un tono blanquecino.
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#50
Eri asintió, pensando lo mismo que Natsu. Kotetsu podría ser caro y tener minerales a su disposición, pero los sacaba de un sitio lejano y ajeno a las minas de aquel lugar, o al menos eso quería que ellos pensaran. Podría ser por las cuotas desorbitadas por la escasez de suministros, sin embargo, antes de sacar conclusiones precipitadas lo mejor era cerciorarse de que Homura Ouji estaba limpio o podrían sacar algo de él.

Continuemos pues por La Hoja Afilada, y allí me haces una demostración de cómo lo harías tú, venga, no será difícil. —Animó su sensei, tomándolo por los hombros y zarandeándolo, guiándole hacia su próximo destino.

El lugar era mucho más vistoso y llamativo que las demás herrerías del lugar. Alguno de sus ladrillos, la mayoría grises y nuevos por haber sido construida hacía relativamente poco, eran de un color dorado cual oro, y el cartel que rezaba el nombre del sitio era de metal y a veces sonaba contra la puerta, abierta, donde salían y entraban varios hombres y mujeres dispuestos a dejar su dinero por un arma en condiciones. De dentro de la tienda, se escuchaban risotadas enérgicas a parte de los golpes secos contra el metal.

Bien, vamos allá.
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#51
Continuemos pues por La Hoja Afilada, y allí me haces una demostración de cómo lo harías tú, venga, no será difícil.

Por si lo que me había dicho no fue motivo suficiente para ponerme como un flan, noté como posaba sus manos sobre mis hombros y me hacía un leve zarandeo amistoso. Eri se había vuelto loca y estaba dispuesta a darme las riendas de la conversación con Homura Ouji, el propietario de la siguiente herrería que debíamos visitar. Sentía debilidad en las rodillas, como si estuviesen a punto de temblar de forma totalmente incontrolable.

— P-pero, s-sensei

Sin detenerse, empujó sus manos, todavía sobre mis hombros, guiando el camino hacía la Hoja Afilada. La aldea era más bien pequeña así que no nos demoramos mucho en encontrar el lugar. Ya desde fuera se podía ver que se trataba de un sitio distinto a las dos herrerías que ya habíamos visto durante el día. Destilaba un aire como más lujoso, por decirlo así. Aquellos toques dorados así querían plasmarlo.

Bien, vamos allá.

— Sí sensei — contesté mientras me concentraba.

Entre las risotadas que provenían del interior, ambos ninjas con su camuflaje de paisano se adentraron, aunque seguramente Eri lo hiciese mucho más tranquila de lo que lo hice yo que sentía una responsabilidad que nunca antes había llegado a sentir. Pero eso también era ser un ninja del Remolino. Mi obligación era aceptarlo y manejarlo, saber actuar bajo la presión que Eri me había colocado en aquel momento. De hecho, si me había puesto la susodicha presión seguramente fuese porque había percibido que podría superarla.

«Vamos, relájate, si Eri-sensei confía en ti es que puedes hacerlo»
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#52
A pesar de las réplicas de Natsu, Eri no se detuvo y ambos tomaron camino para ir hacia su próximo destino. En lo poco que tardaron en llegar al lugar parecía que su pupilo había cambiado de opinión y se había mentalizado con lo que le tocaba, así que ambos optaron por entrar al lugar cuyo nombre era La Hoja Afilada.

Pasaron por la puerta abierta encontrándose una estancia que hacía juego con la parte de fuera de la herrería: vitrinas apoyadas sobre lo que parecía ser oro, mostrando tras el cristal un puñado de armas brillantes y con una hoja capaz de cortar tu propia mirada. Todas podían dejarte ciego si te pasabas demasiado mirándolas, por lo que Eri optó por mirar hacia el frente, donde una pareja reía al compás del señor rubio y de ojos claros como el agua que se sentaba sobre el mostrador con las piernas cruzadas, delgado. Sus manos se frotaban entre ellas a medida que seguía hablando con sus, al parecer, clientes satisfechos.

Eri esperó su turno pacientemente. A veces llamando la atención a Natsu para comentar las espadas que allí yacían, sobre todo para seguir jugando a aquel juego que se traían entre manos para que nadie sospechase. El hombre rubio no tardó en despachar a los clientes y, pronto, les llamó con la mano para que se acercaran.

¡Bienvenidos! ¡Bienvenidos! ¿Qué les trae por aquí? ¿Armas? ¿Algún trabajo fallido que necesita reparación? Somos todo oídos.
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#53
De algún modo, una vez puse mis pies en el interior del local fue como si de un bálsamo se tratase. Mi cabeza se concentró y ya estaba ideando el guión que debía seguir. Los nervios, en cierto modo, se transformaron en algún tipo de determinación. Resoplé un par de veces mientras el que parecía llevar a la clientela acabó de hacer negocios con aquella pareja. Entonces se acercó. El pulso se me aceleró levemente y creo que di un pequeño respingo. Pero traté de calmarme, tenía un papel importante que jugar.

— ¿Trabajo fallido dice? — repliqué con incredulidad. — Yo nunca fallo. De hecho por eso mismo estoy aquí, porque mi querida hermanita perdió una apuesta conmigo y ahora tiene que comprarme una buena katana. Y ahí es donde entra usted. Dígame, ¿por qué debería comprar la katana en su herreria? ¿qué le hace mejor opción que cualquier otra de las herrerías de la zona?

Directo y al grano. Quizás lo fui demasiado. Pero así fue como me salió.
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